“...hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales,
cantando y alabando al Señor en vuestros corazones ...” Efesios 5:19
“Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza,
es decir, fruto de labios que confiesan su nombre.” Hebreos 13:15
La alabanza a Dios es el fruto de los labios que confiesan su nombre. Es la manifestación espontánea del corazón de aquellos que han gustado el amor del Señor (de la misma manera en que disfrutamos al elogiar y honrar a aquellos que amamos).
Alabar a Dios es expresar a Él nuestro amor, es darle la gloria y honra, es exaltarlo, es recordar sus virtudes y sus actos; no sólo porque Él es digno de recibir todo esto, sino porque atiende una necesidad de nuestro espíritu. Para esto mismo fuimos creados. No sólo es justo que Él reciba nuestra alabanza, sino que nosotros mismos tenemos la necesidad de alabarle. Aún más, Él se agrada de nuestra alabanza, Él la recibe como una expresión de nuestro amor y honra.
La alabanza es la respuesta de nuestro corazón
al amor de Dios.
El libro más extenso de la Biblia (Salmos) es un libro esencialmente de alabanzas. Es una fuente de inspiración a aquellos que aman al Señor.
“A Jehová cantaré en mi vida; a mi Dios cantaré salmos mientras viva.” Salmos 104:33
“Alabad, siervos de Jehová, alabad el nombre de Jehová. Sea el nombre de Jehová bendito
desde ahora y para siempre. Desde el nacimiento del sol hasta donde se pone,
sea alabado el nombre de Jehová.” Salmo 113:1-3
La alabanza y la adoración en los cielos
El libro de Apocalipsis nos da un adelanto de lo que será el Cielo. Estaremos junto con los ángeles alabando y adorando al Señor por los siglos de los siglos, por toda la eternidad ¡Aleluya!
“Y los cuatro seres vivientes… no cesaban día y noche de decir: Santo, santo, santo
es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir.” Apocalipsis 4:8
“Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono, y de los seres vivientes, y de los ancianos;
y su número era millones de millones, que decían a gran voz: El Cordero que fue inmolado es digno
de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza.” Apocalipsis 5:11-12
“Y a todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos.” Apocalipsis 5:13
Rendiremos alabanza, gloria y honra al Señor por siempre. Es lo que más haremos en la eternidad. El placer y la gloria serán plenos, le adoraremos con perfección. Cierto hermano dijo: “si a alguien no le gusta alabar al Señor, tampoco le va a gustar el Cielo”.
La alabanza y la adoración hoy
Aún cuando estaremos toda la eternidad rindiendo alabanza, gloria y honra al Señor, debemos comenzar a tener hoy, aquí en la Tierra, experiencias genuinas de profunda alabanza y adoración. Esto comienza en nuestra relación con Dios. Pase todo el día alabando al Señor de corazón, y separe también momentos especiales donde pueda derramarse en adoración, ofreciendo al Señor las más puras declaraciones de amor y gratitud.
Cuando estemos reunidos con los hermanos, alabemos a Dios. Esta es un de las primeras cosas que deseamos hacer al estar juntos, pues el propio Espíritu Santo nos inspira a ello. Declaremos sus obras, exaltemos su nombre, démosle toda gloria y honra, rindamos gracias por todo lo que tenemos y somos.
Alabemos al Señor, no sólo por lo que Él ha hecho, sino por lo que Él es. Alabémosle porque Él es santo y justo, alabemos al Señor porque Él es grande, alabémosle porque Él es bueno, porque Él es fiel, porque nunca cambia. Bendito es el Señor, y digno de alabanza para siempre. ¡Aleluya!
Expresiones de alabanza y adoración
Aprendamos a ser verdaderos adoradores. Alabemos al Señor con todo lo que tenemos, de todas las maneras posibles; aún cuando estemos cansados o sin ganas de alabarle. Expresemos de corazón, con fervor, alabanzas, honra y gloria al Señor.
La Biblia nos enseña diversas maneras de expresar nuestra alabanza. Debemos practicarlas, sin barreras ni vergüenza. Alabemos al Señor:
- Hablando y cantando: Salmo 35:28
- Levantando nuestras manos: Salmo 63:4; 134:1-2; 141:2
- Aplaudiendo: Salmo 47:1; 98:8
- Tocando instrumentos musicales: Salmos 33:2; 150:3-5
- Danzando: 2º Samuel 6:14; Salmo 150:4
- Inclinándonos y arrodillándonos: Salmo 95:6
También debemos alabar al Señor en nuestros hogares, cuando estamos solos y cuando estamos con nuestras familias.
Igualmente cuando estamos reunidos con nuestros hermanos, debemos alabar al Señor de todas las maneras antes mencionadas como sencillos y verdaderos adoradores. No debemos esperar a los músicos, que nuestra alabanza no dependa de ellos; mucho menos que sea “manipulada” por ellos. En esa hora, estamos reunidos en torno de nuestro Padre y de nuestro hermano Jesús para alabarles. Que no nos intimide lo que ocurra a nuestro alrededor, ni nos preocupemos por nuestra imagen. Seamos obedientes a la voz del Espíritu Santo.
“Todo lo que respira alabe a JAH. Aleluya.” Salmo 150:6
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