Julio
2013
C. Lopez
En el desarrollo de
nuestro servicio de discipulado tendremos errores producto de
exageraciones, omisiones, impericias, desconocimiento, etc.
Todos cometeremos todas
las equivocaciones, porque somos personas que están aprendiendo este
sagrado oficio.
Saber esto, lejos de
desanimarnos, ha de permitirnos mejorar nuestra capacidad de servicio
corrigiendo lo que detectemos desviado y adelantándonos a nuestras
falencias naturales (por cómo somos) o aprendidas (por como han
hecho con nosotros).
(Aclaración: No
definimos relación de discipulado en este escrito, pero si es útil
resaltar que la materia prima de tal relación es la actitud de
aprendizaje y apertura que el discípulo muestra hacia su
discipulador y su enseñanza).
1. Sobre la
paternidad espiritual:
1A) Ser
espirituales distraídos.
Me ha tocado reconocer
que generalmente el perfil del creyente espiritual en muchos hermanos
ha sido incompatible con el perfil del buen padre espiritual.
Observando detalladamente, las personas demasiado espirituales no
siempre son los mejores maestros personales, los que brindan mejor
seguimiento a cada individuo. Dentro del perfil espiritual, hay mucha
colgadez y letargo.
El espiritual evangélico
frecuentemente es una persona de adoración profunda, amor por Dios,
experiencias genuinas de vida espiritual y… llamados pendientes,
personas por contactar, charlas postergadas, decisiones que se
acumulan mientras se espera... con estas características, no es
extraño que lamentablemente los hermanos más “espirituales”
no siempre sean los mejores padres espirituales. El perfil del padre
espiritual nos pide que seamos atentos. Y el espiritual
colgado no brinda atención a su entorno de manera consistente.
Hay que decir que el problema no es la espiritualidad genuina, sino
la forma en que expresamos esa espiritualidad por sobre nuestro
carácter y acciones. Así es que muchos contemplan tanto la
gloria del Señor, que quisieran quedarse para siempre en el Monte de
la Transfiguración y no bajar al valle de las arduas labores...
Jesús fue espiritual,
pero no colgado. Lo vemos cuando va caminando en medio de una
multitud y es capaz de notar un simple toque en una de sus
vestiduras. Cuando cuenta a 10 leprosos que estaban al costado del
camino... el simple hubiera visto un grupo, Jesús contó a diez
personas, el colgado se hubiera alegrado con que uno haya venido a
dar gracias por la sanidad, Jesús que es espiritual y atento, notó
la ausencia de nueve individuos y preguntó por ellos.
Tampoco se lo ve colgado
cuando tiene que despedir a las multitudes y está atento al hecho de
que no tenían que comer en el camino de regreso. Cero colgadez.
Conocía a cuanto se vendían dos y cuatro pajarillos y sabía que el
quinto iba gratis. Conocía las imágenes detrás de las monedas y
sabía que atrás estaba el Cesar.
En una ocasión (Mr. 9)
anuncia su muerte a sus discípulos en el camino a Capernaúm y luego
de llegado a la ciudad y asentados en la casa, les pregunta: ¿Qué
disputabais entre vosotros en el camino?! ¡Qué ejemplo tan
noble de un líder comprometido con el propósito de Dios para su
vida y a la vez atento, perceptible, sensible a las voces que sus
discípulos daban! No tuvo necesidad de que nadie se lo dijera, Él
mismo, mientras caminaba a su propósito, estuvo atento a lo que
pasaba en los corazones y a las conversaciones de sus seguidores más
íntimos. Espiritual y atento, perceptible.
Pablo fue otro hombre
espiritual sin dudas. Poseedor de una revelación única y de dones
superlativos, no dejó de preocuparse y de ocuparse en sus discípulos
y entorno. Era capaz de alabar a Dios en medio de la cárcel y
problemas, mostrando su aspecto más místico. Pero también lo vemos
en Hechos 27 pidiéndole a Dios que no perezca ninguno de los que
viajaban con él y poniéndose al frente de sus vidas, a tal punto
que Lucas cuenta que eran 276 personas las que iban en el
barco…¿Quiénes pondrían los números de cuantos pasajeros sino
solo personas con verdadero interés?
Lo encontramos atento a
las cuestiones personales de sus discípulos: Le recomienda a Timoteo
que tome vino cada tanto en lugar de agua, por su estómago... ¿Sería
solo un espiritualoide?
Hombres espirituales y
solícitos.
1B) Pretender ser
el Espíritu Santo.
Otro error que cometemos
es frustrarnos y reaccionar airadamente cuando las personas no
cambian ante nuestra palabra, carga o enseñanza. Aunque nos
involucramos emocionalmente con las personas y las amamos, no
debiéramos tomar como una falla u ofensa personal sus desplantes,
errores o rebeldías. En el fondo es la obra del Señor. No es a
nosotros que nos están rechazando. (si estamos obrando en su Nombre
y de acuerdo a su Voluntad).
Al pensar que es la obra
del Señor y que el que cambia activamente a cada individuo es el
Espíritu Santo, podemos estar un poco más tranquilos si ya hemos
dado todo lo que teníamos que dar al discípulo.
Comprender que la
transformación es obra de Dios, nos lleva a pensar que si Dios no lo
ha cambiado hasta ahora, tampoco lo podremos hacer nosotros… Por
eso tiene sentido orar mucho para que Dios obre en sus corazones.
Como cuando Jesús rogo para que la fe de Pedro no faltase…
observamos allí que no se la hizo liviana a Pedro en ese momento,
pero que tampoco se frustró con él por ese acto, sino que pidió y
rogó al Padre por su cambio.
Nos gustaría ser como el
Espíritu Santo en las vidas de los hermanos, cuando no tenemos
necesidad de pedir a Dios que haga algo que nosotros no podemos
hacer, cuando esperamos que irremediablemente las personas cambien
solo porque nosotros se lo enseñamos y cuando nos sentimos heridos
por la renuencia a cambiar de parte de nuestros discípulos.
2. Sobre el
consejo en circunstancias de crisis:
2A) Tratarlo
exclusivamente desde nuestra experiencia o vida.
Las experiencias vividas
nos sirven para ampliar el consejo, para enriquecerlo, no para
encasillarlo ni para reducirlo. Erramos cuando hablamos al discípulo
ofreciéndole como única respuesta lo que hemos vivido o entendido
en una situación similar a la que él está viviendo. Esto es así
porque en realidad ¡No existen dos situaciones ni dos personas
exactamente iguales!
Esto no significa no
aprovechar la sabiduría proveniente de las circunstancias de vida y
sus lecciones. El propósito de alertarnos de este error es no
limitar el concejo solo a eso que ya hemos vivenciado nosotros.
En algún punto tenemos que salirnos de nuestra experiencia y volver
a la problemática que nos plantea el discípulo. Nuestra vida puede
enriquecer la comprensión y cosmovisión del asunto, ofrecer un
ejemplo y testimonio, pero no convertirse en la situación misma de
nuestro discípulo.
No podemos aconsejar
meramente desde el “yo en tu lugar” sino desde “yo en mi lugar”
y “vos en tu lugar”. El “yo en tu lugar” no sirve. Porque
por más que digamos lo que haríamos nosotros, cada persona es
diferente y va a actuar en últimas instancias por lo que siente ella
misma, no por los impulsos ajenos. En realidad sirve el “yo
sintiendo como vos, pensando como vos,
conociendo a Cristo como me ha tocado a mí en
mi vida, en el lugar donde vos estás”.
La diferencia va a radicar en el conocimiento superador de Cristo. No
en las formas de pensar o sentir, ya que esas son individuales. (y
las personas pueden cambiarlas obviamente, pero han de decidir
querer hacerlo...).
El reduccionismo del
consejo a nuestra subjetividad es un error, ya que no todo lo que
somos y hemos vivido es trasladable a lo que son y a lo que viven
nuestros discípulos. Cuando fundamentamos tenemos que tener en
cuenta si este elemento predomina o si es uno más en otros que
provengan de otras fuentes.
Puede darse el caso
inverso en este mismo error: el discipulador o el discípulo se
abstienen de tratar el tema, porque al discipulador “le falta
experiencia”. Su origen es el mismo que el anterior, pero en este
caso no hay consejo o apertura al no haber una experiencia de vida
similar a la aconsejada.
En primer lugar sería
útil recordar que nuestro llamado es presentar la vida de Cristo en
mí y aplicarla a los hermanos que amamos. Pero no es predicarnos a
nosotros mismos.
Luego, y volviendo a la
cuestión del discipulado, el elemento principal es la actitud del
discípulo. Él puede poner a disposición de su mayor el asunto
y luego confiar en que si este tema supera la capacidad de aconsejar
que su discipulador tiene, su discipulador recurrirá a otros para
ayudarle, previo permiso del discípulo. (ya que se trata de su
vida).
Hay que considerar que
además de resolver la situación en sí, al tratarse de situaciones
difíciles, también es fundamental atravesar dichas crisis con
fidelidad, integridad y consagración al Señor. Y en este
sentido todo discipulador debiera constituirse en ejemplo de sus
discípulos. Y ahí se podría recibir un testimonio que aliente a
cada cual en su situación particular, a que persevere en el mirar a
Cristo, así como los mayores lo hicieron cada uno en sus propias
dificultades. Con esta actitud se puede buscar también ayuda
específica para cada asunto en particular, siendo el discipulador el
eje de tales búsquedas hacia los hermanos que en el Cuerpo de
Cristo, mejor capacitados estén para cada asunto específico.
Igualmente hay que
considerar de manera madura si la falta de experiencia se debe a
circunstancias de vida que no se presentaron iguales o a una falla
permanente en el corazón o carácter del discipulador, siendo
solamente esto último un factor que inhabilita la guía en esas
circunstancias.
2B) Dar solamente
un consejo.
Pablo escribe a los
Tesalonicenses en la primera carta que “hubieran querido no solo
darle el evangelio, sino también sus propias vidas”, de tan
queridos que les resultaron. (1 Ts 2.8)
Debemos ofrecer nuestra
vida antes y después del consejo. Darnos nosotros mismos. No pensar
que después que le dije todo lo que me parecía ya está: vuelvo a
mi vida con mis asuntos, con mis conflictos y oportunidades
postergadas. Una parte de mí tiene que irse con mi discípulo.
Así nuestra vida se va entrelazando con su vida, con sus
experiencias y nos vamos haciendo partícipes de sus situaciones, y
se nos hará natural y no forzado el “gozarnos con el que se
goza y llorar con el que llora”.
Habrá veces que el mejor
aporte que podremos dar consistirá en estar presente.
Simplemente estar. Eso fue lo que le reclamó Marta a Jesús; que
no estuvo a tiempo y seguramente nos lo reclamarán a nosotros si
a pesar del cariño que les demostremos todos los días de nuestra
vida, en los momentos de dificultad no nos hacemos el espacio para
estar con ellos.
En algunos momentos, un
abrazo, un gesto de dolor compartido, un silencio que acompañe el
pesar, una mirada sin reproches, serán suficientes y a la vez
indispensables para mantener viva la relación entre discípulo y
discipulador.
Otro aspecto en el que
tampoco podemos ausentarnos es en la época de alegría. Debemos ser
mentores de sus mejores éxitos y cuando lo obtengan, saber corrernos
sabiamente para que queden en el centro de la escena. Que lo
disfruten. Pero nunca ser indiferentes o descuidados en esto, porque
sino estamos en sus alegrías, estaremos minando nuestra autoridad
afectiva sobres sus vidas. Y el liderazgo cristiano tiene mucho de
liderazgo afectivo, confidencial, inspiracional, amistoso, humano.
3. Sobra la
enseñanza de fundamentación:
3A) Dar por
cumplido el ciclo cuando veamos que el discípulo ha entendido.
En verdad ese es un paso
primario, importante, pero no final. El fin del proceso es cuando el
discípulo se convierte en un transmisor fiel e idóneo de esas
enseñanzas a otros que están aprendiendo de corazón a Cristo. 2 Ti
2.2 Y cuando tiene fruto en ese proceso.
Que aprenda, que
entienda, que recepcione, que asimile, que acuerde, que incorpore,
que aplique, que implemente, son cuestiones necesarias pero no
suficientes en este proceso de largo alcance que es la
transmisión del consejo de Dios.
Jesús oró por los
que creían y por los que habían de creer por medio de ellos.
Pedro anunció que la promesa del Espíritu Santo era para los hijos
de esa generación y para cuantos el Señor siguiera llamando. En
ellos notamos este enfoque que también estaba en Pablo, el de la
trascendencia.
Nuestro discípulo no es
el último eslabón en la cadena espiritual a las naciones y el
proceso de enseñanza no se completa hasta que el mismo sea
confirmado por Dios como un fiel e idóneo maestro que usa bien la
palabra de verdad. Esa validación, lo que hará es confirmar nuestro
trabajo en Cristo.
3B) Enseñar solo
de aquellas cosas que hemos podido implementar en nuestra vida.
Y no todo el consejo de
Dios. Esto no es bueno porque puede producir desequilibrios. También
hay que notar que en el Cuerpo de Cristo, no solo el discipulador
enseña: también lo hacen los maestros pastorales, los hermanos, los
buenos libros, las ocasiones de retiro o especiales, etc.
El asunto es que si hay
algo en mi vida que no estoy cumpliendo: debo enseñarlo tal como
está en la Palabra y a la vez confesar mi incapacidad en llevarlo a
cabo tal como se requiere. En este caso la verdad sería sostenida en
alto y el problema sería nuestra humillación. Ese es el precio de
la sana enseñanza.
3C) Enseñar sin
estar mostrando a Cristo en todo lo ya revelado.
A la vez que tenemos en
cuenta lo anterior, también debemos ir presentándonos como ejemplo
en todo lo que vayamos aprendiendo e incorporando de Cristo en
nuestra vida.
Lamentablemente
escuchamos decir a mucho alejados de las vidas de las congregaciones
que “hay mirar a Dios y no a los hombres”, esto me habla que en
realidad más allá de lo relativamente cierto de esa declaración,
hay obreros que no tienen un testimonio y conducta acordes a lo que
algunas personas esperan de Cristo. No se trata de satisfacer los
caprichos de los inmaduros, el problema radica en que muchas personas
leen la Biblia, conocen mucho de la Palabra intelectualmente, saben
lo que debería ser un “representante de Jesús” y
luego…aparecemos nosotros! Chan.
Volvemos al punto en
donde resaltamos la importancia del corazón del discípulo. Pero
tenemos que reconocer que esta brecha de la que somos humanamente
responsables es una de las principales causas de deserción y
decepción dentro de la Iglesia.
3D) Presentar
todas las enseñanzas con el mismo grado de importancia.
Todas las enseñanzas
son importantes, pero no todas son igualmente de importantes. El
Propósito Eterno de Dios y el Reino de Dios por ejemplo, son temas
que sirven para encuadrar al resto de los temas. Sino enseñamos muy
bien estos conceptos posiblemente algunas cosas luego carezcan de
sentido o dirección en la enseñanza que brindemos.
El respeto a la Palabra y
la Persona del Espíritu Santo también son temas de relevancia. La
fe, el arrepentimiento, el pecado, las autoridades. Saber que estos
temas son siempre necesarios y no ocasionales para una buena
formación de vida.
3E) Dar por
supuesto que lo que yo sé, ya lo he transmitido.
Debemos corroborar si
hemos podido depositar en la mente y corazón de nuestros hermanos
aquellas enseñanzas que nos han sido preciosas para nosotros. Pero
no dar por supuesto que así ha sido, simplemente porque hace
mucho tiempo que estamos juntos.
En el final de su
ministerio Jesús le dice a sus discípulos que iba al padre y Felipe
le dice: “Muéstranos al Padre y nos basta” Jesús dice: todavía
no aprendiste nada Felipe…
Un pensamiento que
seguramente tendremos es suponer que todo lo que yo entendí, lo que
leí y me conmovió, aquello que guardé en mi corazón, es también
lo mismo que mis discípulos hicieron. Para evitar esta “traslación
automática de conocimientos” lo mejor es preguntar directamente,
tal como Jesús cada tanto hacía con ellos y también sacar las
propias conclusiones al observar las vidas de los discípulos. Jesús
al ver las vidas de los fariseos sacó varias conclusiones que se las
dijo de manera rotunda. Nosotros tenemos que mirar cuidadosamente
para ver si lo enseñado ha sido aprendido y está siendo vivido.
Guiarnos por el fruto.
4. Sobre la
transmisión de vida.
4A) No disponer de
un deposito espiritual para traspasar al discípulo.
Cuando tenemos este
depósito, no solo daremos el consejo de manera correcta y oportuna,
no solo brindaremos la enseñanza de forma equilibrada sino que
proveeremos la fuerza interior, la frescura, el aliento y fe
necesarios, para que se convierta en vida espiritual en la vida de
nuestro discípulo. Nuestras palabras serán “palabras de vida
eterna” y fuente de agua viva en sus corazones. Daremos vida
espiritual a los oyentes.
Se trata de contagiar el
estado de nuestro corazón, amante del Señor y confiado en él. Esto
se realiza espiritualmente, ya que “el Espíritu va acomodando
lo espiritual a lo espiritual”. Si la persona es sensible y
abierta a las cosas espirituales, si quiere hacer la Voluntad de
Dios, beberá de esta fuente y será alimentada. Si tiene el corazón
en otra cosa, no habrá traspaso de nada.
Pero a nosotros nos toca
estar en Cristo, mirando a Jesús, creciendo en la gracia, echando
mano de la vida eterna.
El Señor transmitió su
gloria a sus discípulos, lo mejor de su vida interior. Edificó oro
Ellos lo captaron porque estaban así dispuestos.
Que reconozcan que “hemos
estado con Jesús”.
5. Sobre el
asunto del sacerdocio y servicio.
5A) Poner a
servir demasiado rápido o demasiado tarde al discípulo.
Podemos equivocarnos si
aceleramos los tiempos de servicio por causa de la necesidad, de
nuestro entusiasmo o de las mismas presiones que pueden darnos
nuestros discípulos. Algunas veces nos demandan y piden espacios de
servicios para los que entendemos, deberían estar más crecidos en
el resto de sus áreas. Otras veces somos nosotros los que estamos
mirando la obra y no a los obreros… y no nos damos cuenta que
su estado interior todavía no garantiza solvencia ni preparación
adecuadas.
Una preparación
adecuada en cada instancia incluye una capacitación para la etapa
siguiente.
De esta manera el ciclo
de niño espiritual se cerraría cuando ya se haya hablado acerca de
lo que es ser un joven. Y cerrar el ciclo de joven espiritual abarca
al menos que tenga idea de lo que es ser un Padre espiritual. (aunque
eso obviamente no lo transforma en un padre, lo direcciona y anticipa
en su preparación).
La presión ajena casi
nunca es buena consejera para la toma de decisiones, en especial para
la asignación de responsabilidades en la obra.
Asimismo la postergación
de espacio y la falta de visión es un mal que va a frustrar a
cualquier persona en cualquier ámbito. Todos pueden hacer algo,
conforme a sus fuerzas, entendimiento y circunstancias de vida.
Esperar a presentar esto a los hermanos puede significar perder los
primeros y mejores años de receptividad a la instrucción cristiana.
Siempre hay un desafío para presentar, el buen maestro sabe
encontrarlo para sus discípulos.
Aún los niños en el
jardín o escuela primaria pueden ser enseñados en hablar de Jesús
a sus compañeritos…
Servicio para todos,
responsabilidades para responsables.
5B) Aflojar la
formación porque la gracia y dedicación en el servicio es evidente.
Algunas veces nos podemos
sentir tentados a caminar en “piloto automático” porque nuestro
discípulo corre de acá para allá, se esfuerza, lidera, pregona
nuestros más defendidos conceptos, y dejamos de estar tan alertas
sobre las cuestiones de su vida y corazón como al principio de la
relación.
Justamente no fue eso
lo que hizo el Señor con la Iglesia de Éfeso. El reconoció sus
buenas y admirables obras, pero confrontó su corazón, porqué notó
que no era el mismo del principio. Nunca podremos dejar de mirar
alertas el corazón del discípulo, ni aun cuando se transforme en un
campeón de la fe y en un paladín de la obra.
La obra corona una vida
bien edificada. Pero constantemente hay que prestar atención a los
fundamentos y los pilares de docilidad, integridad, humildad,
pureza y amor sincero.
5C) Tener más
“pasado que presente” en el ejemplo de obra en el Señor.
Se entiende que hay
momentos en la vida en donde el equilibrio pasa por ajustar el tiempo
y la dedicación al servicio de otros. Son situaciones puntuales y
que ameritan tal decisión que incluso van a sostener la obra en el
futuro.
Descontando eso hay que
decir que sería una equivocación pretender adelantarnos a otros por
la revelación pasada. Pablo entendía que sino se disciplinaba a sí
mismo, aun cuando había sido heraldos para otros, podía quedar
eliminado…
El peligro consiste no
tanto en mantener el ritmo de antaño (ya que lógicamente, la vida
puede irlo menguando) sino en: 1 No ir evolucionando en lo que se
recibió de revelación en tiempos pasados. No haber profundizado, no
haber ido más lejos y 2 No estar viendo las revelaciones que el
Señor está dando a las generaciones actuales y estar inconsciente
de cuales reformas el Señor está disponiendo para este tiempo en su
Iglesia.
Hasta el lenguaje va
mutando con el paso de las generaciones, por eso la Biblia misma cada
tanto tiene revisiones de sus traducciones. Sería un error hacer
las cosas con la misma comprensión que al principio, si con la
misma fidelidad, pero con mayor revelación y conocimiento.
6. Errores que
abarcan todos los aspectos:
6A) Sobreenfatizar
o centrar la relación en unos aspectos a expensas de otros.
Para esto conviene
repasar conscientemente y para cada relación, que elementos han
estado muy presentes o muy escasos en un lapso de tiempo, por ejemplo
6 últimos meses.
6B) No ir
creciendo, hasta llegar a la madurez en todo. Limitarse a ser
muy bueno en dos o tres aspectos y dejar los puntos flacos como
debilidades asumidas y aceptadas.
6C) Hacer de esta
lectura algo muy interesante y no practicarlo.