¿Con que actitud
debemos hacer la obra?
Vamos a mirar para
responder a esta pregunta, la actitud del apóstol Pablo.
(Col 1.24)
Ahora
me gozo en lo que padezco por vosotros, y cumplo en mi carne lo que
falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la iglesia;
En este versículo
vemos a un hombre que va más allá de la simple respuesta al
Evangelio. Este pasaje no nos muestra a un hombre casi vencido,
luchando con las debilidades de su carne.
En
este pasaje vemos aun hombre que va más allá de si mismo, vemos a
alguien que camina en victoria y muestra una actitud hacia la obra,
hacia los otros.
No dice “padezco
por mi carne” sino que dice “padezco
por vosotros”.
A esta
actitud debemos apuntar.
Debemos
madurar, debemos tener victoria sobre el viejo hombre y responder al
llamado de colaborar con la edificación de la Iglesia.
No puede ser que
pase el tiempo y sigamos luchando con los mismos pecados, con las
mismas debilidades. No puede ser que no maduremos, que siempre nos
veamos como “labranza de Dios” y nunca como “colaboradores de
Dios” (1Cor 3.9).
No debemos dejar de mirar
nuestro modelo, nuestro maestro, Jesús.
Jesús vivió en santidad
y padeció por causa de llevar adelante los propósitos del Padre.
En nosotros se debe
dar la misma ecuación espiritual:
Debemos
ser santos que padecen por causa de llevar
los
propósitos del Padre adelante.
Actualmente
parecería que no es así. Nuestros padecimientos se reducen a la
lucha con nuestras concupiscencias, con nuestros deseos carnales, con
nuestras pasiones, con nuestros deseos mundanos. Padecemos luchando
con “nuestras ganas de pecar” y nunca nos entregamos de lleno a
la obra del ministerio.
Este versículo nos
habla del padecimiento que verdaderamente nos hace parecido a Jesús:
“El padecimiento que es por otros”.
Cabe aquí la
pregunta: ¿Estas
padeciendo por otros? ¿O tu sufrimiento es solo por tu carnalidad,
tu necesidad y tu debilidad?
Padecer
por otros es un rasgo de madurez espiritual y
conformidad
verdadera a Cristo.
En el contexto del pasaje
(Col 1.25-29), padecer es sufrir procurando edificar a otros a la
imagen de Jesús. Es padecer trabajando para que Cristo sea
conformado en las vidas de los discípulos.
Colaborar para
presentar perfecto en Cristo Jesús a otros es un arduo trabajo que
nos hará padecer, pero se nos dice que lo debemos hacer con “gozo”
y no “renegando”.
Al mirar este pasaje
Jorge Himitian nos dice de alguna manera que si uno “quisiera ser
mal pensado” podría decir que lo que Pablo está diciendo aquí es
una herejía porque dice que “el sacrificio de Cristo no fue
suficiente, no fue completo para la redención de los hombres”.
Pablo está diciendo que “falta que Cristo siga padeciendo por la
Iglesia” y que “Pablo era el que tenía esos sufrimientos”.
Debemos mirar este
versículo a la luz del propósito Eterno de Dios.
Jesús obtuvo en la cruz
la victoria total y completa para la salvación del hombre. Pero una
vez salvo, el hombre entra en un proceso de santificación, de
edificación, de conformación a la imagen de Jesús y somos llamados
a colaborar en este proceso.
“El
cuerpo edifica al cuerpo”. Como discípulos colaboramos en la
edificación de otros discípulos y esto conlleva esfuerzo, trabajo y
padecimiento.
¿Estas
padeciendo por otros? ¿Estas
padeciendo por la Iglesia?
¿Estas
haciendo padecer a otros? ¿Estas
haciendo padecer a la Iglesia?
Podríamos decir que
si no padecemos por otros, si no
padecemos la Iglesia, entonces, estamos
haciendo padecer a otros, estamos haciendo padecer a la Iglesia.
Los que no
maduran, terminan siendo un estorbo en el trabajo que tiene la
Iglesia de llevar adelante el Propósito Eterno de Dios y de formar
esa Iglesia gloriosa, sin mancha ni arruga que debe recibir al Señor
en su segunda venida.
Algunos no pueden
colaborar en la edificación de otros porque “no pueden ni con
ellos mismos”. Están prisioneros de su propio egoísmo y rebeldía.
Algunos se aman
tanto que ven como un “padecimiento
extraordinario” el renunciar a su
vieja vida y no pueden ver que el llamado y la radicalidad del
Evangelio va aún mucho más allá y nos pide que “padezcamos
por otros”.
Cuanto antes nos
demos cuenta de que el servicio en la vida cristiana no se debe
centrar en mí, sino que se debe centrar en el Señor y en los demás,
antes vamos a madurar y ser verdaderos discípulos.
Debemos fijarnos que
el 1er y el 2do mandamientos nos hablan de Amar a Dios y de amar a
los hombres respectivamente ¿Dónde entramos nosotros en esto? En el
papel de servir. Estamos para servir.
Tener
en cuenta esto nos llevará a ser coherentes en el servicio de la
casa de Dios. Estaremos muertos a nosotros mismos y la vida de Cristo
fluirá través de nosotros.
Cuando miramos a
Pablo vemos que en el y en sus colaboradores había un principio
espiritual muy fuerte.
Esto lo vemos en 2Cor 3.11-12
2Co
4:11
Porque nosotros que vivimos, siempre estamos entregados a muerte por
causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en
nuestra carne mortal. 12
De manera que la muerte actúa en nosotros, y en vosotros la vida.
¿Podemos pensar
así? ¿Estamos dispuestos a pensar así?
Pensar que en
mi debe actuar la muerte para que en otros actúe la vida.
“Perder yo para que
otros ganen”.
Si lo pensamos, es
algo que ocurre en la naturaleza: “Vemos una madre sacrificándose
por su hijo. Lo vemos en los animales y en los humanos”. Los padres
se sacrifican por los hijos en lo natural es así y en lo espiritual
debe serlo también.
- A través de tu
desvelo, otros deben encontrar descanso.
- A través de tu
búsqueda de la verdad, otros deben hallar la verdad.
- A través de tu
insistencia en la oración, otros deben encontrar respuestas.
- A través de tu
inversión, otros deben ganar.
- A través de tu
desgaste, otros deben encontrar renuevo.
- A través de tu
abnegación, otros deben encontrar abundancia y paz.
Cristo nos
muestra este principio en 2Cor 8.9
Porque
ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a
vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza
fueseis enriquecidos.
Vemos que en “su
entrega” está “nuestra victoria”. En “su padecimiento”
está “nuestra libertad”. En “su muerte” está “nuestra
vida”. En su “hacerse pobre” “nosotros fuimos enriquecidos”.
Vemos también que esto es
algo “forzado”, es decir, Jesús busco que esto sea así. El “se
hizo pobre siendo rico”.
Nosotros también debemos
“dejar que la muerte actúe en nosotros para que en otros actúe la
vida”. Es algo que debemos procurar, sabiendo que es un principio
espiritual para participar en la edificación de la casa de Dios a la
manera de Dios.
¡Con esta
actitud se edifica la casa de Dios!
¿Te parece mucho? ¿Te
parece imposible e incoherente? ¿Te parece una locura?
Debemos “tragar saliva”
y reconocer que este es el Evangelio. Debemos reconocer que así
actuó Jesús y así lo entendió Pablo.
Somos
llamados a con gozo padecer para que otros sean edificados.
Veamos otros pasajes
que nos hablan de esto y lo confirman:
2Co
12:14
He aquí, por tercera vez estoy preparado para ir a vosotros; y no
os seré gravoso, porque no busco lo vuestro, sino a vosotros, pues
no deben atesorar los hijos para los padres, sino los padres para los
hijos.15
Y yo con el mayor placer gastaré lo mío, y aun yo mismo me gastaré
del todo por amor de vuestras almas, aunque amándoos más, sea amado
menos.
Flp
2:17
Y aunque sea derramado en libación sobre el sacrificio y servicio
de vuestra fe, me gozo y regocijo con todos vosotros.
1Ts
2:8
Tan grande es nuestro afecto por vosotros, que hubiéramos querido
entregaros no sólo el evangelio de Dios, sino también nuestras
propias vidas; porque habéis llegado a sernos muy queridos.
Hermanos,
la obra no se puede “hacer de taquito”.
No puedo edificar a otros
con lo que me sobra. Debo entregarme por completo.
Una de las grandes
causas de al falta de frutos en nuestras vidas y en la Iglesia es por
la falta de entrega a la obra que se nos ha encomendado.
2Ti
2:10
Por tanto, todo
lo soporto
por amor de los escogidos, para que ellos también obtengan la
salvación que es en Cristo Jesús con gloria eterna.
En este pasaje Pablo
dice: “TODO lo soporto por los escogidos” ¿Qué
precio estás dispuesto a soportar por causa de los escogidos?
¿Cuánto estas dispuesto a padecer para edificar a otros? ¿Cuánto
estás dispuesto a invertir en la edificación de la Iglesia?
Pablo tenía carga por la
Iglesia. Su compromiso con la visión se veía en su entrega a la
edificación de los santos.
El estaba dispuesto a todo
para salvar a los hombres (1Cor 9.22).
NUESTRO
COMPROMISO CON LA VISIÓN SE VE EN NUESTRA ENTREGA Y DISPOSICION A
SUFRIR EN LA EDIFICACIÓN DE OTROS
Col
1:24
Ahora me gozo en lo que padezco por vosotros, y cumplo en mi carne lo
que falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la
iglesia.
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