COPIA A VARIOS COLABORADORES
SIMPLEMENTE PARA MANTENERNOS
(De vacaciones con la familia)
Muy amado hermano:
Quiero reiterar mi
alegría y gratitud al Señor por el tiempo hermoso que pasé contigo y tu
familia, en esos ratitos cuando pudimos estar juntos. Me alegra y agradezco
también haber podido estar con toda la congregación ese domingo. Como te lo
expresé personalmente, añoro tu amistad y apreciaría estar más cerca de ti en
el futuro.
Recordarás
que te di un escrito (puño y letra) expresando mi carga en cuanto a algunos
aspectos doctrinales y principios que Dios que volqué en mi mensaje a tu
congregación. Desde ya, muchas gracias por la libertad que diste y que pude
sentir entre ustedes. Fue realmente precioso. Todavía me suena en el oído la
campechana recomendación de uno de tus fieles: ¡”déle nomás hasta la media
noche”! Fue una fiesta estar entre ustedes.
Cuando
procuré leer el escrito que te envié, yo mismo tenía dificultad para entender
algunas partes. Así que aquí va un limpio.
EL MENSAJE DEL DOMINGO.
Te
sintetizo el planteo principal:
Hay dos clases de creyentes:
a) Los
que solo están para ser salvos, y
b) Los
que saben que su salvación es el medio para darles comunión con Dios, pero que
Él les ha salvado para servir.
Decía
también que entre estos últimos también
habría dos clases:
a) Los
que sirven al Señor conforme a sus costumbres y tradiciones, y
b) Los
que le sirven conforme a sus principios revelados y escritos en su Palabra.
¿CUÁLES SON ESOS PRINCIPIOS?
Propuse
cuatro:
1. EL
PROPÓSITO ETERNO DE DIOS. Destacado como columna vertebral de todo cuánto
Dios se propuso hacer a través del hombre.
2. LA GRAN COMISIÓN.
Mateo 28: 18-20. Presentado como blanco de toda la obra redentora de Cristo. A
la vez, razón de todo lo que sigue (Hechos en adelante) de toda la doctrina y
práctica de los apóstoles y la Iglesia.
3. EL
MODELO. La Iglesia de Jerusalén. El Espíritu Santo siempre nos ilustra lo
que Él quiere decir, con ejemplos. Para la construcción del tabernáculo, que
era una casa temporal, Dios dio a Moisés tres cosas:
a)
Instrucciones precisas.
b)
Espíritu y sabiduría. Dio hombres que entendiesen las instrucciones; Éxodo 31:
1-6.
c) Un
modelo. “… hazlos conforme al modelo que te ha sido mostrado en el monte”
(Éxodo 25:40).
4. EL
EJEMPLO DE JESÚS. Que debe ser imitado en nuestra forma de obrar.
Literalmente: “Como yo hice con ustedes… ID y HACED DISCÍPULOS…” Para esto
mismo los cuatro evangelios se nos presentan como el manual ideal.
MIS COMENTARIOS.
¿Estás de acuerdo con este planteo? Tienes derecho a
preguntarme qué significa estar de acuerdo. Te propongo algunos conceptos
esperando que después -lógicamente- me des tus comentarios.
1. No es suficiente
para uno que sirve al Señor, orar, ayunar, evangelizar, etc. Para ser eficaz en
su obra, es indispensable que tenga claridad y actúe de acuerdo con los
objetivos, principios y métodos de Dios. Su convencimiento debe venir de Dios.
Esto va a requerir oración, estudio de la Palabra y revelación del Espíritu Santo. La obra
que debe ejecutar tendrá muchas dificultades y enemigos. Sus convicciones
tendrán que ser firmes. No será suficiente entusiasmarse por el convencimiento
de otro.
2. Debemos estar
dispuestos a enfrentar un “derrumbe” si lo que hemos edificado no concuerda con
los principios de Dios. No nos debe extrañar si descubrimos que Dios es
ilógico. Más de una vez descubriremos que un “verdadero avance” significa
volver atrás. Se ha dicho que “no podemos retener lo que nunca hemos ganado…”
3. Debemos estar
dispuestos a actuar con paciencia. No hay atajos. Si hasta aquí hemos
equivocado el camino, la única forma de acelerar es poner mejor atención para
no volvernos a equivocar.
4. Debemos estar
“pegados” a los que entienden mejor, los que están recogiendo el mejor fruto
(“por sus frutos los conoceréis…”). Los que avanzan con los planos de Dios, los
“peritos”. Ellos deben marcar el sendero. Parece muy espiritual decir que “cada
uno debe buscar a Dios para saber como es la cosa”, pero este no es el camino
de la luz. Este es el camino que más hemos transitado hasta ahora. Nos condujo
a Babilonia: cada uno hace lo que bien le parece.
Pablo no enseñó así a
sus discípulos (2ª Timoteo 2:2; Filipenses 4:9).
5. Debemos aprender a
no malograr la obra por nuestras pretensiones. Debemos aprender a ubicarnos
como “colaboradores” y no como “hacedores” (San Juan 15:1; 1ª Corintios 3:
5-9). ¡Una cosa es poner el huevo debajo de la gallina clueca, y otra es
procurar hacer nacer el pollo!
Nuestra parte no es dar
sed, dar hambre, convencer o convertir. Nosotros predicamos y por medio de la
palabra del evangelio, descubrimos los que están hambrientos y acompañamos la
obra que el Espíritu Santo está haciendo en ellos. Hasta donde Él interviene,
nosotros podemos intervenir. Nada más. Debemos estar dispuestos a abandonar a
todos los que no quieren ir todo el camino con Dios y dedicarnos a los que realmente
están dispuestos. Haremos mucho más con una pequeña compañía de verdaderos
discípulos que con un “montón de gente” que solo quiere ser entretenida.
Cuando no entendemos
bien nuestro rol, estorbamos a Dios. Es muy importante vernos en relación a nuestra
función como sacerdotes, reconciliadores, los que relacionan adecuadamente los
elementos (el agua viva con el sediento, el hombre con Dios, el nuevo discípulo
con la iglesia, el miembro con otro miembro, etc.) para que Dios haga la obra.
Es maravilloso el descanso interior y la objetividad que adquirimos si
entendemos esto.
Digo otra vez: no
seamos pretenciosos; aprendamos a ser verdaderos colaboradores del grande y
único “labrador” (San Juan 15:1).
6. No confundamos
principios con enseñanza (doctrina). Los principios son cimientos. Debemos
distinguir. Podemos caer en el error de predicar los principios como enseñanza
para los discípulos, sin que ellos (los principios) hayan corregido y echado
cimientos en la obra.
Creo que no solo
debemos distinguir en el Logos (la
Palabra permanente y eterna) los dos tonos en que se expresa:
el kerigma, la proclama; la didaké, doctrina, sino también una
tercera forma que toma el Logos: Fundamentos o los Principios de Dios. Es
fácil, al leer Romanos 12:1; 1ª Corintios 12; Efesios 4; etc. entender que allí
afloran principios, bases fundamentales que establecen los cimientos de la Iglesia.
Es evidente que estos
principios conforman la “columna vertebral”, el “armazón” sobre el cual todo
queda contenido, orientado, establecido. Son los principios los que establecen
lo que debemos hacer y cómo lo debemos hacer.
Por ejemplo:
a) El propósito eterno.
Este es el fundamento de los fundamentos. Todo lo que Dios está haciendo en el
universo y en la Iglesia emana de aquí. Si Él quiere UNA FAMILIA, de MUCHOS
HIJOS, a la SEMEJANZA DE
JESÚS, debemos cuidar que todo lo que hacemos para Dios halle su inspiración en
estos tres principios.
1. UNIDAD. Esto hace
que abandonemos toda idea de unidad del grupo o una denominación y apuntemos
seriamente a la unidad de todos los santos en la aldea, pueblo o ciudad, por
más grande que sea. No tenemos otra alternativa. Puede considerarse difícil…
imposible; pero es el soberano deseo de Dios y debe obedecerse. Entender esto y
actuar de acuerdo con este principio es haber entendido a Dios.
Y no cualquier unidad,
sino la que está señalada por Cristo y los apóstoles: Efesios 2; San Juan
17:21, etc. ¿Cuánto cuesta? ¿Cuánto tiempo lleva? ¿Lo veremos nosotros? No nos
incumbe. Solo debemos obedecer el principio y usar toda la fuerza del Espíritu
que está en nosotros para llevarlo a cabo.
2. MUCHOS (CANTIDAD).
No existe tal cosa como “pocos… pero buenos.” Si son buenos se multiplicarán.
Este principio nos obliga a estudiar en las Escrituras cómo se produce la
multiplicación. Comprendemos la enorme capacidad reproductiva de la Iglesia
cuando vemos que el Espíritu Santo ha capacitado a cada discípulo con la gracia
de la reproducción.
- Es un don común a
todos los santos: Efesios 4:12; 1ª Pedro 2:9; 2ª Corintios 5: 18-21; San Juan
15:16; 7: 38-39; Hechos 1:8 con 2:39, etc. En todos estos casos se alude a toda
la Iglesia: “los santos”, “los reconciliados”, “nación”, “a cuantos el Señor
llamare.” Es el don genérico, el don común que es dado a todos.
- Claro que se trata de
discípulos. Los verdaderos discípulos son los que tienen esta capacidad. Para
decirlo en una palabra: es el “grano que ha caído en tierra…” (San Juan 12:24).
¿Cuál es la clave de la
unidad? Decimos que cada uno sea conformado a la imagen de Cristo. ¿Hemos
pensado lo difícil que sería pretender unir lo que no ha sido formado?
El mandato es pastorear
ovejas, no cabras. Y en cuanto a la multiplicación, ¿qué multiplicación
podríamos obtener de obreros no formados? La iglesia se transformaría en un
hospital lleno de enfermos, lisiados, bebés que nunca crecen. Qué problema. Así
de importante es la edificación.
En realidad sabemos que
es la UNIDAD DE
UNA IGLESIA EDIFICADA A LA IMAGEN DE
CRISTO, lo que produce la gran MULTIPLICACIÓN.
Dos cosas: edificación
más unidad, hacen la verdadera, maravillosa multiplicación. ¡A esto debemos
apuntar!
Ahora, nuestra pregunta
sería: Si es tan importante la edificación de cada vida, ¿cómo debe hacerse? DIOS
NOS HA DADO TODOS LOS RECURSOS.
1. NOS CAPACITÓ EN EL
HOMBRE INTERIOR.
- Nos dio la mente de
Cristo (1ª Corintios 2).
- Nos dio la naturaleza
de Cristo (2ª Pedro 1).
- Nos dio el Espíritu de
Cristo.
- Nos envió con la
misma autoridad y misión como Él fue enviado (San Juan 20).
- Nos envió con todo su
poder (Mateo 28:18).
- Nos prometió su
presencia (Mateo 28:20).
2. NOS DIO DONES
(CAPACIDADES).
- A cada uno (1ª
Corintios 12)
3. NOS DIO HOMBRES CON
MINISTERIOS ESPECIALES.
- Notar que es para
esto mismo: Unidad y Estatura de Cristo (Efesios 4: 11-13).
4. CONSTITUYÓ
COYUNTURAS.
Esta es la otra parte
importantísima del ministerio señalado por Pablo en los versículos 11 al 13 de
Efesios 4. Entre tantas cosas flojas y olvidadas, ésta está en el principio de
la lista. Es increíble que hayamos pasado por alto un ingrediente tan
importante, que es lo que dice Pablo en los versículos 15 y 16. Y él lo
menciona tan normal y casualmente, como si fuera lo común en la Iglesia de
aquellos tiempos. Pienso que sí, que era común, por eso eran “de un corazón y
una alma” y eran tan eficaces en multiplicarse. Evidentemente los apóstoles
habían edificado con eficacia las vidas de los primeros discípulos. Una somera
lectura del libro de Hechos nos impresiona en cuanto a esto. Creo que aquí está
el secreto de una Iglesia poderosa:
Ninguno estaba solo,
aislado, sino que cada uno estaba unido, concertado. Es decir que se habían
puesto de acuerdo para estimularse, consolarse, enseñarse, exhortarse al amor y
a las buenas obras.
Allí estaba el
crecimiento, el servicio, el hacer y cuidar discípulos.
La Iglesia primera era
una potencia porque era UN CUERPO (no veinte) BIEN CONCERTADO y UNIDO ENTRE SÍ
por TODAS LAS COYUNTURAS que se AYUDABAN MUTUAMENTE (el uno al otro) según la ACTIVIDAD PROPIA
de CADA MIEMBRO (Según la gracia y la habilidad -dones- que el Espíritu Santo
había repartido a cada uno. Este es el más importante lugar para la acción de
los dones que fueron repartidos a cada miembro) RECIBE SU CRECIMIENTO (de la Cabeza que es Cristo: “Yo
Soy la vid, mi padre es el Labrador...”) PARA IR EDIFICÁNDOSE EN AMOR.
Es notable, este es el
único lugar en esta sección donde se menciona “crecimiento”. También es la
única mención de “amor”. La mención “crecer en amor” debe tomarse
particularmente. Todo lo anterior, la función de los ministerios debe impulsar,
principalmente, la función de las coyunturas, que es donde se efectúa el
perfeccionamiento de los santos y la EDIFICACIÓN
EN AMOR. Es para meditar.
En cuanto al tema de la
concertación, ver:
a) Las dos dimensiones
que toma la acción mutua: Hebreos 10:24
- Amor
-Servicio (buenas
obras)
En esto último está el
hacer discípulos.
b) Su funcionamiento:
Colosenses 3:16.
c) La gracia
indispensable: Colosenses 3: 12-15.
(A la vez, el fruto de
esta íntima relación de los miembros).
Esto, creo que nos
ayuda a comprender los dones, los recursos y la gracia que Dios ha dado a la
Iglesia por medio del Espíritu Santo para que seamos edificados a la imagen de
nuestro maravilloso Señor y Salvador Jesucristo. “Aprended de mí, que soy MANSO
y HUMILDE DE CORAZÓN…” Siendo ésta la clave de toda otra virtud, de la
existencia misma de la Iglesia, de su unidad y de su maravillosa
multiplicación.
Espero tus comentarios.
Fue hermoso “perder” un par de horas para un amigo a quien quiero de verdad.
Recibe un fraternal saludo y abrazo en Cristo:
Iván.
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