Creamos este blog principalmente con la intención de abrir un espacio de dialogo y reflexión, junto a todos los discípulos con los compartimos la responsabilidad de edificar la casa de Dios.
domingo, 19 de mayo de 2013
ACERCA DEL BAUTISMO DE LOS RE-CASADOS - KEITH BENTSON
Reunión del Presbiterio, 14 de mayo de 2002, Zona Sur, Gran Buenos Aires
Comentario preliminar:
Estamos tratando un tema, no solamente de contenido doctrinal, sino también, moral.
Es decir, estamos tocando cuestiones delicadas. Digamos que en la iglesia del Señor, lo
ideal sería que toda la iglesia universal estuviera unánime en su convicción acerca de
cuestiones morales, como el divorcio y recasamiento como en otros temas, también.
Pero no lo está. Entonces, el peldaño más abajo sería que cada familia de iglesias (las
denominaciones) tuviera su propia convicción y práctica unánimes; pero tampoco ha
resultado así. Otro peldaño más abajo sería disfrutar de una unanimidad en los
presbiterios o zonas para que la iglesia diera un sonido claro al mundo, aunque sea sólo
en su limitada zona. ¿Pero, qué hacemos cuando ni en un presbiterio existe un sentir
igual entre todos? El último peldaño de la escalera es la misma congregación. En esta
instancia, no puede haber dos posturas sobre cuestiones morales en una misma
congregación. Pues bien, en nuestras comunidades, cuando hay diferencias de orden
moral, se nos impone el deber de pensar, escuchar, hablar y actuar con prudencia.
Estamos representando a Cristo Jesús con nuestras convicciones y prácticas. Dios nos
acompañe en este tramo.
Consideraciones sobre un aspecto de la problemática de los recasados:
¿Se les concede o no el bautismo sin que se aparten del adulterio?
INTRODUCCIÓN:
La base sobre la cual fundamentaremos nuestras consideraciones es "El que se
divorcio de su mujer y se casa con otra comete adulterio; y el que se casa con la
divorciada también comete adulterio".
a) No vamos a tratar el caso de los solteros que viven en concubinato;
b) Ni argumentar sobre si el adulterio o el abandono en el matrimonio justifican o no
un subsiguiente divorcio y recasamiento;
c) Más bien, nuestra línea de pensamiento se dirige hacia aquellos que creen que el
recasamiento, mientras viva el verdadero cónyuge (exceptuando los casos
comprendidos por Moisés en Deut. 24 y Jesús en Mt. 19), siempre es adulterio,
tanto en el caso de incrédulos o de creyentes.
I. CÓMO EVANGELIZABA JESÚS
Nuestro Señor no fue clasificado como evangelista, sino como maestro. Evangelizaba,
pero evangelizaba enseñando. Enseñaba directamente sobre cuál era la voluntad de
Dios para la vida de los hombres. Los mismos milagros de Jesús enseñaban el poder,
misericordia y amor del Padre. Pero el acatamiento a las enseñanzas morales de Cristo 2
definían cuál sería la verdadera relación eterna de un pecador con Dios. Los hombres
serán juzgados por su fe y obras, pues los dos aspectos no están en pugna el uno con
el otro: obediencia es fe, y fe va unida a la obediencia.
San Pablo, también, se veía como maestro de las naciones:
Porque hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, quien
dio su vida como rescate por todos. Este testimonio Dios lo ha dado a su debido tiempo, y para
proclamarlo me nombré heraldo y apóstol. Digo la verdad y no miento: Dios me hizo maestro
de los gentiles para enseñarles la verdadera fe (I Tim. 2.5-7).
Nosotros, también, estamos enseñando a las naciones el camino de Cristo.
El Sermón del Monte viene a ser el mejor resumen de las enseñanzas de Jesús. Él
terminó su discurso advirtiendo que sólo los que edificaban su vida sobre sus
enseñanzas serías salvos:
Pero todo el que me oye estas palabras y no las pone en práctica es como un hombre insensato
que construyó su casa sobre la arena. Cayeron las lluvias, crecieron los fríos, y soplaron los
vientos y azotaron aquella casa, y ésta se derrumbó, y grande fue su ruina (Mt. 7.26,27).
Entren por la puerta estrecha. Porque es ancha la puerta y espacioso el camino que conduce a
la destrucción y muchos entran por ella. Pero estrecha es la puerta y angosto el camino que
conduce a la vida, y son pocos los que la encuentran (Mt. 7.13,14).
Las enseñanzas de Jesús, además de señalar la voluntad de Dios, ponían de manifiesto
el pecado en el corazón humano:
Si yo no hubiera venido ni les hubiera hablado, no serían culpables de pecado. Pero ahora no
tienen excusa por su pecado (Jn. 15.22).
De ahí, Jesús predicaba el arrepentimiento para alcanzar el perdón de los pecados.
¿De la misma manera, todos ustedes perecerán, a menos que se arrepientan (Lc. 13.3).
Él siguió la misma predicación de Juan el Bautista: Juan había retado a Herodes,
aunque éste no era judío. A los fariseos y saduceos, les advirtió:
¡Camada de víboras! ¿Quién les dijo que podrán escapar del castigo que se acerca? Produzcan
frutos que demuestren arrepentimiento (Mt. 3.7,8).
Cuando la gente se arrepentía, eran bautizados confesando sus pecados:
Acudía a él la gente de Jerusalén, de toda Judea y de toda la región del Jordán. Cuando
confesaban sus pecados, él los bautizaba en el río Jordán (Mt. 3.5,6).
El bautismo dependía de su arrepentimiento, su confesión y de su disposición de
abandonar el pecado. Juan hasta detallaba algunos pecados:
El que tiene dos túnicas debe compartir con el que no tiene ninguna... el que tiene comida debe
hacer lo mismo... No cobren más de lo debido... No extorsionen a nadie ni hagan denuncias
falsas... conformense con lo que pagan. Y con muchas otras palabras exhortaba Juan a la gente
y le anunciaba las buenas nuevas ... reprendió al tetrarca Herodes por el asunto de su cuñada
Heródias (Lc. 3.10-19).
Luego, seguía el bautismo:
Y todo el pueblo y los publicanos, cuando lo oyeron, justificaron a Dios, bautízándose con el
bautismo de Juan. Mas los fariseos y los intérpretes de la ley desecharon los designios de Dios
respecto de sí mismos, no siendo bautizados por Juan (Lc. 7.29,30). 3
Este comentario ilustra el contexto y el significado de las últimas palabras de nuestro
Señor:
El que crea y sea bautizado será salvo, pero el que no crea será condenado (Mc. 16.16).
"Creer" significaba que una persona conocía la palabra de Cristo y se consagraba a
obedecerla. Lo vemos en el caso del joven rico:
¿Maestro bueno, qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?... Todo eso lo hE cumplido
desde que era joven... Todavía te falta un a cosa vende todo lo que tienes y repártelo entre los
pobres, y tendrás tesoro en el cielo. Luego, ven y sígueme. Cuando el hombre oyó esto, se
entristeció mucho, pues era muy rico. Al verlo tan afligido, Jesús comentó: ¡Qué difícil es para
los ricos entrar en el reino de Dios! Los que lo oyeron preguntaron: ¿Entonces, quién podrá
salvarse? Lo que es imposible para los hombres es posible para Dios -aclaró Jesús (Lc. 18.18-27).
El mismo trato encontramos en el caso de la mujer samaritana cuando Cristo le
puntualizó su adulterio:
Señor, dame de esa agua para que no vuelva a tener sed... Ve a llamar a tu esposo, y vuelve acá
-le dijo Jesús. No tengo esposo...Bien has dicho que no tienes esposo... has tenido cinco, y el
que ahora tienes no es tu esposo... (Jn. 4.15-18).
O sea, virtualmente, Jesús, al procurar llevar una persona a Dios, le daba una orden
que servía para poner a prueba su fe y obediencia. Le daba lugar para considerar bien
lo que significaba entregarse a él:
Supongamos que alguno de ustedes quiere construir una torre. ¿Acaso no se sienta primero a
calcular el costo, para ver si tiene suficiente dinero para terminarla?... O supongamos que un
rey está a punto de ir a la guerra contra otro rey. ¿Acaso no se sienta primero a calcular ...? De
la misma manera, cualquier de ustedes que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser mi
discípulo (Lc. 14.28-33).
Antes de pronunciar estas palabras, el Señor había aclarado a mucha gente lo
siguiente:
Grandes multitudes seguían a Jesús; y él se volvió y les dijo: Si alguno viene a mí y no sacrifica el
amor a su padre y a su madre, a su esposa y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, y aun
a su propia vida, no puede ser mi discípulo. Y el que no carga su cruz y me sigue, no puede ser
mi discípulo (Lc. 14.25-27)..Esfuércense por entrar por la puerta estrecha, porque les digo que
muchos tratarán de entrar y no podrán (Lc.13.24.).
Ser discípulo equivale ser salvo; entregarse, seguir, obedecer.
II. NUESTRO ENFOQUE Y FIN EN LA PREDICACIÓN
Predicar las buenas nuevas incluye (en parte) predicar sobre la realidad del pecado, de
qué consiste el pecado y las consecuencias temporales y eternas que acarrea.
Lógicamaente, esto incluye la ley sobre el matrimonio como todas las leyes morales de
Dios, de Cristo y de los apóstoles. Sin conciencia de pecado el pecador no necesita un
salvador. Sin conciencia de su ignorancia, no necesita un maestro. Sin conciencia de su
culpa, no necesita perdón.
La ley vino por Moisés, pero la gracia vino por Jesús. En su gracia, en su bondad, Jesús
nos enseñó plenamente acerca del pecado; el pecado en el corazón humano, en el
mundo, en Satanás. Su ley iluminó la confusión y trajo a luz la verdad y la justicia. Era 4
una gracia de Dios que Cristo enseñara sobre el pecado, pues lo que mata no es la ley
sino el pecado.
¿Qué concluiremos? ¿Que la ley es pecado? De ninguna manera! Sin embargo, si no fuera por la
ley, no me habría dado cuenta de lo que es el pecado. Por ejemplo, nunca habría sabido yo lo
que es codiciar si la ley no hubiera dicho: No codicies .. Concluimos, pues, que la ley es santa, y
que el mandamiento es santo, justo y bueno (Rom. 7.7, 12 ).
También, en su gracia, Dios nos proporciona el poder para renunciar al pecado y vivir
en justicia y santidad:
Ciertamente les aseguro que todo el que peca es esclavo del pecado... si el Hijo los libera, serán
ustedes verdaderamente libres (Jn. 8.34-36).
En verdad, Dios ha manifestado a toda la humanidad su gracia, la cual trae salvación, y nos
enseña a rechazar la impiedad y las pasiones mundanas. Así podremos vivir en este mundo con
justicia, piedad y dominio propio... (Tito 2.11-12).
Aunque no debemos tener una obsesión con el mal del adulterio, sí nos corresponde
ser claros en denunciarlo en todas sus formas. Todo pecado es pecado, pero entre
ellos, en toda sociedad, ciertos pecados constituyen el flagelo más evidente y de
mayores consecuencias sociales. Entre ellos, hoy día, el divorcio y el recasamiento
minan el mismo fundamento de la vida humana, con consecuencias morales,
espirituales, psicológicas y económicas de inestimable alcance. Entre las consecuencias
figura también la ira de Dios.
Pareciera que ciertos pecados de la sociedad fueron más denunciados por Jesús: la
codicia, la avaricia, el amor al dinero. Los que practican estos males no heredarán el
reino de Dios. También, nuestro Señor enfatizó la falta de perdón hacia otros como
impedimento absoluto a la entrada de su reino.
Así también mi Padre celestial los tratará a ustedes, a menos que cada uno perdone de corazón
a su hermano (Mt. 18.35).
III. LA APLICACIÓN
1. En vez de hacer la pregunta: ¿Bautizamos a los divorciados y recasados?,
corresponde primero hacernos la pregunta si les hemos predicado suficientemente
la verdad acerca del matrimonio para que tengan plena conciencia de en qué
consiste el pecado, y el porqué el recasamiento es un adulterio. Como Jesús, somos
primero maestros. (Alegamos, sin titubeos, que hoy no se predica ni se explica la
verdad divina acerca del divorcio y la gravedad del recasamiento.)
2. De ahí, debemos dar lugar a que el Espíritu Santo haga su obra: su primera obra es
la de convencer al mundo de pecado, de justicia y de juicio.
3. Ampliemos la lista de pecados más allá del adulterio: Si el estilo, la característica,
de una vida es de robar, mentir, ser iracundo, cometer inmundicias sexuales, ser
orgulloso, etc., y el pecador se resiste a arrepentirse, a confesar, a abandonar,
¿qué derecho tengo yo de bautizarlo? No puede existir una fe que trae perdón si
no acompaña el arrepentimiento. (Permitir eso ya sería predicar "otro" evangelio.)
IV. PREGUNTAS
1. ¿Qué hago si una persona iluminada en algún grado ya quiere bautizarse y yo
tengo conocimiento de graves pecados en su vida?
Le enseño hasta que su conciencia contaminada reciba la luz necesaria para
confesar sus pecados y tomar la decisión de apartarse de ellos. De esta manera
yo lo ayudo a tener un verdadera fe en Cristo.
2. ¿No es muy difícil para una persona, viviendo de segundas nupcias ilícitas, tomar la
decisión de dejar de vivir con su segundo cónyuge?
Ciertamente, es difícil, como también es difícil para el rico entrar al reino. Jesús
lo expresó de esta manera, con una hermosa salvedad:
¡Qué difícil es para los ricos entrar en el reino de Dios¡ ...Entonces, ¿Quién podrá
salvarse? ... Lo que es imposible para los hombres es posible para Dios (Lc. 18.24-27).
3. Pero, si no bautizamos a los padres que viven ilícitamente, ¿cómo serán afectados
los hijos?
Los hijos pueden ser ganados, a pesar de la condición de los padres, pues son
más susceptibles al bien y al mal que los mismos padres. Debemos recordar,
además, que si los padres, por no ser ejemplos en la justicia y la fe, resultaran
tropiezo para los hijos, según Jesús sería mejor que una piedra de molino fuera
atada a su cuello y fueran echados al mar.
4. Pero, ¿no es cierto que nadie, al convertirse, tiene total conciencia puntual de todos
sus pecados para poder arrepentirse de ellos?
Ciertamente. Pero al mismo tiempo tiene que haber suficiente luz para que
sepa que está lejos de Dios, que su vida no agrada a Dios; y tiene que entender
que desde aquí en adelante va a seguir en obediencia al Señor. Y en este primer
tramo de iluminación, nos corresponde enseñarle todo aspecto del evangelio
para que su fe sea firme y aceptable a Dios. Si viene al caso enseñarle
especialmente sobre las drogas, la mentira, la lujuria, el recasamiento, etc., lo
haremos. Lo urgente es guiarlo al arrepentimiento, no al bautismo.
¿Con qué derecho puedo negarle al recasado el bautismo? ¿Dónde lo dice la Biblia?
La Biblia no dice explícitamente que les neguemos el bautismo a los recasados.
Tampoco lo dice referente a los ladrones, mentirosos, avaros, blasfemos, etc.
Solamente afirma que los tales no heredarán el reino de Dios. Nosotros no
predicamos "la iglesia"; a donde podemos permitir que pecadores entren;
predicamos el reino de Cristo donde los pecadores no arrepentidos no pueden
entrar.
En nuestra humanidad hay casos en que no predicamos adecuadamente, y
gente no suficientemente iluminada o arrepentida es bautizada por nosotros. El
apóstol Pedro tuvo un caso así: Simón, quien había sido hechicero, oyó el
evangelio, creyó y se bautizó. Pero llegó la ocasión en que se puso de
manifiesto que su corazón estaba lleno de maldad. Pedro le espetó con estas
palabras:
¡Qué tu dinero perezca contigo, porque intentaste comprar el don de Dios con dinero!
Por eso, arrepiéntete de tu maldad y ruega al Señor. Tal vez te perdone el haber tenido 6
esa mala intención. Veo que vas camino a la amargura y a la esclavitud del pecado
(Hechos 8.20-23).
Ni la confesión ni siete bautismos ocupan el lugar del arrepentimiento y de la
fe. A veces nos equivocamos, y no hay condenación por ello. Pero en cuanto
salga a luz nuestro error, nos corresponde hacer la corrección.
5. ¿Porqué no sería legítimo primero bautizar a la gente, viendo su sinceridad, y luego
oportunamente enseñarles acerca de su verdadero estado adulterino delante de
Dios?
No veo, para nada, que eso fuera la práctica de Jesús o de los apóstoles. Ellos
predicaron, y aun exhortando sobre la urgencia del arrepentimiento y la fe, no
presentan ninguna insinuación que bautizaran sabiendo que el oyente vivía en
franco pecado: no bautizaron ni adúlteros, ni idólatras, ni ladrones.
En el caso de la masa de gente que se bautizó en el día de Pentecostés,
debemos recordar que Pedro estaba frente a miles de personas temerosas de
Dios -no eran paganos de los gentiles-, que conocían plenamente el ministerio y
mensaje de Juan el bautista, como también el de Jesús. Además, estos miles
experimentaron con sus ojos y corazón un super abundante derramamiento del
Espíritu Santo, lo cual traía consigo una aguda convicción de muchos pecados.
Además, terminado el discurso de Pedro, dice el texto:
Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta
perversa generación (Hechos 2.40).
¿Podemos imaginar, con toda esta luz y presencia de Dios, que no hubiera en ese día
una gran explosión de arrepentimiento de parte de todos los que se bautizaban? ¡Se
arrepintieron! Cambiaron de parecer acerca de Jesús y de su palabra. Dieron sus
espaldas a toda perversidad. Si había entre los candidatos algunos adúlteros, algunos
viviendo con una persona que no era su legítimo cónyuge (y es más que probable que
hubo), ellos, tomando la decisión de dejar de pecar más -aunque necesitasen de algún
tiempo para ordenar todo aspecto de su situación- , con una confesión al estilo de Juan
el Bautista, podrían bautizarse con limpia conciencia.
Durante los siglos venideros también los pecadores se han arrepentido de toda forma
de inmundicia sexual y matrimonial, de falsedad, de idolatría. Tal vez solo en nuestra
generación ha habido tanta liviandad referente al divorcio y al recasamiento. No ha
habido enseñanza adecuada, y cuando la hubo, era en buena parte defectuosa.
Tenemos vergüenza.
A esta altura, tengo que hacer dos preguntas referentes a la postura que estamos
considerando: Él que recibe el bautismo mientras aún vive en una relación ilícita , ¿qué
pensará al descubrir a dos semanas, o a dos meses, o a dos años, que su pastor lo
bautizó sabiendo de su estado ilícito, sin que le dijera nada al respecto? ¿Qué esperará
su pastor de él ahora? ¿Tendrá que apartarse de su adulterio? ¡Pero ya fue bautizado
en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo! ¿Hay mayor autoridad que esta?
Todo esto representa un dilema para el recién bautizado.
V. NUESTRO PRESBITERIO
Sencillamente, les agradezco por su respeto hacia mi persona, y por su reconocimiento
de mi autoridad espiritual sobre esta zona y presbiterio. Ya saben, por lo que he
expuesto, que con conciencia limpia no puedo apoyar una postura que considero falta
de esencia moral y bíblica. Quiero tener compasión de todos los divorciados y
recasados; por eso, con lágrimas estoy dispuesto a enseñarles el camino de Jesús.
También, respeto la carga y las convicciones de cualquiera de ustedes que no
comparta mi entendimiento. Pido que por un tiempito ustedes consideren y conversen
entre sí acerca de estas cuestiones, estudiando las observaciones que he hecho en este
escrito. Si después hay varios de ustedes que siguen con inquietudes al respecto,
sugeriré que se haga una especie de convocatoria con los hermanos mayores y con los
colegas nuestros que forman el grupo de enlace. Dios nos guiará.
Keith Bentson
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