domingo, 7 de julio de 2013

PARTE II : ¿Qué es el Reino de Dios? (su significado y su implicancia)


(continuación) Cassette Nº3  

Como nos relacionamos con Jesús
 Hermanos, abran sus Biblias en Filipenses, capítulo 3. Y vamos a leer..., quiero señalarles seguidamente, para despejar dudas y dejar bien claro lo que estamos enseñando sobre el Evangelio del Reino, cual es el kit de la cuestión en este tema, el punto clave de lo que estamos enseñando. En losversículos 7 y 8, miren ustedes como Pablo se refiere a Jesucristo. El kit de la cuestión es este: ¿Cómo nos relacionamos con Jesucristo? Ese es el punto, ahora vamos a leer el versículo y quiero explicarlo,
“Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y
ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo
Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo”
 Pablo, como dijimos antes, encontró el tesoro escondido en el campo. Y fue, y vendió todo, todo lo
que para él era ganancia. Todo lo que era beneficio para él, humanamente hablando, lo considera como
nada, como basura, si lo va a comparar a cambio de lo que va a ganar. Y dice, por lo extraordinario, lo
sublime que es conocer a Cristo: “ por amor de Él lo he perdido todo y lo tengo por basura, porque
quiero ganar a Cristo”. Pablo comprendió como él, personalmente, debía relacionarse con Jesucristo, y
por eso lo llama “mi Señor”.
 Nosotros, con las personas, podemos relacionarnos de distintas maneras, en diferentes categorías.
Por ejemplo, alguien puede ser mi hermano en la fe, o mi hermano de sangre, carnal, yo no puedo
elegir a mi hermano, ni mi hermano a mí, eso depende de que hayamos nacido de los mismos padres.
Pero puedo elegir a un amigo, puedo tener un amigo, relacionarme con una persona como un amigo.
Esa misma persona, en otra circunstancia, puede ser mi jefe, mi maestro, mi profesor, mi compañero
en un equipo. Alguien puede ser mi padre o mi hijo, según como me relaciono.
 Aquí hay muchas hermanas, que son mis hermanas en Cristo. Pero hay en Buenos Aires una
hermanita, que se llama Silvia, con la cual yo me relaciono de una manera que no me puedo relacionar
con las hermanas que están aquí, porque un día hice un pacto matrimonial con ella. Entonces, la
relación con ella es diferente a la que puedo tener con cualquier otra hermanita en Cristo. Así, del
mismo modo, el kit de la cuestión en el tema que estamos tratando es como me relaciono yo con
Jesucristo.

 Muchos pueden tener a Cristo como su amigo, y es verdad que Cristo es un amigo, un buen amigo,
yo le puedo contar mis intimidades, mis problemas. Y estoy seguro que Él va a guardar el secreto, no
le va a contar a nadie. Cristo es un buen amigo, es el mejor amigo. Pero si Cristo es sólo tu amigo y
no es tu Señor, si te morís, te vas al infierno, si Él es tu amigo y no es tu Señor. Porque la salvación es
por relacionarse con Cristo como Kyrios, como Señor.
 Algunos tiene a Cristo como su compañero, cuando se sienten solos, Cristo me acompaña, está
siempre conmigo. Esa es la forma, básicamente, como se relacionan con él, pero eso no es suficiente
para nuestra salvación. Otros tienen a Cristo como su ayudador, cuando tienen algún problema, le
piden, y Cristo es bueno, y ayuda a la gente. Él hace salir el sol sobre buenos y malos, manda la lluvia
sobre buenos y malos. Nos protege, si le pedimos. Así, muchos tienen a Cristo como su ayudante, y
Cristo, siendo bueno, le ayuda. Pero ello no alcanza para nuestra salvación. Otros tienen a Cristo como
su consolador. Cuando están tristes, deprimidos se ponen a orar, leer la Biblia, escuchan alguna linda
música, van a alguna reunión linda, de esas que se siente la presencia de Dios. Y reciben alivio,
consuelo, pero si Cristo es tu consolador, y no es tu Señor, no te alcanza para la salvación.
 En la Biblia se habla de uno que recibía alivio del Señor, era el rey Saúl. Él había sido rebelde contra
Dios, desobediente, no se había sujetado a Dios, no había hecho la voluntad de Dios. Y en su rebeldía
reiterada, él así se alejó del Señor. Y vino un espíritu malo de parte de Dios para atormentarle, y no
sabía que hacer para encontrar alivio. Y buscaron al mejor músico de la zona, trajeron a David, un
pastorcito. Y él era un hombre ungido, y con su arpa tocaba salmos y cánticos espirituales. Y cuando
David estaba allí, tocando, el espíritu malo se alejaba, y Saúl tenía consuelo. Este consuelo venía por la
unción, venía del Señor, y el espíritu malo se ahuyentaba. Saúl se sentía mejor, pero seguía rebelde
contra Dios. Tenía celos de David.

 Yo me pregunto, a veces, si muchos que vienen a nuestras reuniones, y escuchan la música, las
canciones ungidas, y los músicos que tocan, no estamos haciendo con ellos lo que hacía David con el
rey Saúl. Aliviados, consolados, se sienten mejor, y van a su casa y siguen rebeldes a Dios. Vuelven
después, el otro domingo, a la reunión y se sienten aliviados. ¡Ah, que paz, que alivio! Claro, porque
aquí, los malos espíritus se espantan todos, en la presencia del Señor. Con la alabanza, la unción y todo
eso, buscan consuelo, pero no tienen a Cristo como su Señor. Se van, y siguen fornicando, siguen
mintiendo, siguen guardando rencor, siguen haciendo su propia voluntad. Saben que está mal lo que están haciendo, pero no cambian, no reconocen a Cristo como Señor. Saúl se perdió. Porque encontrar
en Dios consuelo no es suficiente para la salvación.

 Otros encuentran en Cristo a su sanador. Vienen a las reuniones, se ora por ellos... Y Dios es bueno,
poderoso, y sana, y reciben sanidad, pero no por eso son salvos. Jesús sanó a mucha gente que nunca
fueron discípulos. A muchos sanó, porque Él es así, Él es bueno, Él hace bien, quiere ayudar a la gente
que sufre, pero eso no es suficiente. Sano a diez leprosos, pero uno solo volvió para agradecerle. Sanó
a miles y miles de enfermos, a veces sanó a todos los enfermos que le traían, de la mañana hasta la
noche. Pero no por eso, por ser sanados por el Señor, fueron salvos. Porque si Cristo es tu sanador y no
tu Señor, puede ser que tu cuerpo se sane por el toque poderoso de Dios, pero eso no garantiza tu
salvación.

 Otros reciben a Cristo como su libertador, endemoniados fueron sanados, fueron libertados. Hoy se
habla mucho de liberación, de echar demonios, y muchos han sido liberados de demonios. Pero no
necesariamente por eso son salvos. Conozco gente que ha sido liberada, estaban endemoniados y Dios
los libró, pero siguieron viviendo la vida de pecado de antes. Sólo que ahora están mejor, liberados de
aquella posesión diabólica que tenían, no por eso son salvos.
 En este tren de cosas, podemos también poner, que muchos han aceptado a Cristo como su salvador.
Quieren de Cristo salvación, perdón felicidad, vida eterna, no ir al infierno. Lo aceptan como su
salvador, quieren que les salve, que perdone sus pecados. Pero si tu has aceptado a Cristo como tu
salvador y nada más, si te morís, te vas al infierno. Porque la condición para ser salvo es aceptar a
Cristo como Señor.

 Ahora, si Cristo es mi Señor, todo lo demás está incluido. Pero todo lo demás no incluye,
necesariamente, el señorío de Cristo en mi vida. Cristo es mi amigo, es mi compañero, es mi ayudador,
es mi sanador, mi consolador, mi libertador, pero es mi Señor. Por eso dice Pablo: “...por amor de
Cristo, mi Señor (Kyrios)”. Ese es el kit de la cuestión. Eso es lo que tenemos que tener claro, es lo que
tenemos que vivir y practicar.

El significado del Señorío de Cristo
 ¿Qué significa, en la práctica, decir que Cristo es mi Señor? Ya lo hemos ido anticipando, pero
hagamos un breve repaso, una reafirmación y un resumen. Noten que el tema es: como me relaciono
con Jesucristo. Si Cristo es mi Señor, Él es mi Kyrios, entonces yo tengo un compromiso con Él. Este
compromiso significa:
1- Que me sujeto incondicionalmente a su autoridad, a su voluntad
 Ya vimos que su voluntad viene a mí por su Palabra. Confesar a Cristo como Señor significa que
me sujeto, y le obedezco a Él en mi vida, en todos los aspectos de mi vida. Esto significa que he
renunciado al pecado, a la rebeldía, he renunciado a la independencia, a mis propios criterios y deseos.
He renunciado a mi propia voluntad, a vivir como se me da la gana. Ahora mi vida está bajo autoridad,
bajo la autoridad de Cristo, Él es mi Señor, Él manda en mi vida. Abro su Palabra, la leo, no para
“aprender Biblia”, sino para obedecerle a Él. Si me dice que no mienta, que hable siempre la verdad, y
como es mi Señor, yo voy a hablar siempre la verdad, no voy a mentir. Si alguna vez, por el impulso,
por la presión del momento, dije una mentira, ya tengo una conciencia que me molesta. Como Él es mi
Señor, me manda que vaya a confesar la mentira, y decir y aclarar la verdad y ordenar lo que hice fuera
de su voluntad. Si Él me dice que no se ponga el sol sobre vuestro enojo, si estoy enojado, con bronca
contra alguien, me dice que antes de acostarme, arregle el problema. Y como Cristo es el que manda,
yo le obedezco, estoy bajo autoridad. Él me dice que no hurte, no robe, no puedo llevarme a mi casa
nada de la oficina o del trabajo. Tengo que ser respetuoso con los bienes ajenos. Si me dan algo para
administrar, soy cuidadoso y fiel. Él es el que manda en mi vida, todo mi ser está bajo autoridad.
 Yo no soy el que defino lo que está bien y lo que está mal, es Él el que define todas las cosas. Él me
dice, en su Palabra, que ninguna palabra corrompida salga de mi boca. No puedo decir malas palabras,
insultos, groserías, cosas que ofenden, que hieren o lastiman. Porque todo lo que sale de mi boca tiene
que ser con gracia, como el Señor realmente quiere. Y si alguna vez cometo la torpeza de usar mi boca
equivocadamente, ofender a alguien, insultar o decir una mala palabra: ¡Perdón Señor, tú eres el que
manda! Tengo que practicar la confesión, la rectificación, la corrección, el arrepentimiento, y
“enderezar”, porque Él es el que manda.
 Si soy soltero, no puedo tener ninguna experiencia sexual. El sexo no es pecado, es santo y puro
como Dios lo creó, pero lo reservó únicamente para el matrimonio. Este cuerpo no es mío, es del
Kyrios, y yo tengo que hacer su voluntad. Estoy bajo autoridad, no me puedo acostar con una chica, ni
la chica con un muchacho. No puedo tener relaciones sexuales con mi novia o con mi novio. Tengo que guardarme en santidad. Si soy casado, hay una sola mujer con la que puedo tener intimidad sexual.

No puedo siquiera desear otra mujer. Y como Cristo manda en mi vida, cuando algún deseo fuera de la
voluntad de Dios quiere asomar, aflorar en mi corazón, tengo que hacer morir lo terrenal dentro mío,
según su voluntad. Cualquier pensamiento que me quiera llevar hacia la concupiscencia y hacia el
pecado, tengo que resistirlo. Estoy bajo la autoridad de Dios. Estoy caminando por la calle, pasa frente
mío una mujer provocadora, mal vestida, el Señor dice no mires, no la mires a ella. Él me habla por el
Espíritu Santo, mientras esta mujer pasa y todas las miradas van hacia ella. Y yo me doy el gusto de
mirar hacia otro lado, decir en mi corazón: Eres mi Kyrios, yo quiero hacer tu voluntad. Y pasa la
mujer extrañada que... ¿y este tonto que mira para otro lado...? Quiero hacer la voluntad de Dios,
¿amén? Esto no es un código de leyes. Es una relación personal con Cristo, mi Señor, quiero hacer su
voluntad, en lo moral y en lo que no es moral. Lo moral es lo que tiene que ver con lo que está bien y
está mal, con el pecado. No puedo robar, no puedo mentir, tengo que decir la verdad. Pero también, Él
me dice que sea generoso, que comparta lo mío con el que necesita. Esto ya no tiene que ver con lo
moral, pero estoy bajo su voluntad, bajo su autoridad. En todo tengo que vivir sujeto a Él, tengo que
decirle, todos los días: “Kyrios, ¿qué quieres que haga?”. Caminar en obediencia, en fe, en alegría,
porque le amo. No me importa todo lo demás, todo el resto. Me pueden envolver en un paquete el
mundo entero, y sus glorias, sus riquezas. Pablo dice: “todo es basura, yo amo a Cristo, mi Señor, por
amor del cual lo considero basura. Porque quiero a Cristo, Él es mi Kyrios, yo vivo bajo su autoridad”.
 El Señor me dice: “Jorge, tenés que tratar con cariño a tu esposa”... “Si, Señor, la traté con dureza,...
¡Perdoname, querida, perdoname, te trate con dureza!”. Estoy bajo su autoridad. Ve que no soy
perfecto, pero tengo una actitud perfecta, Él es el que manda en mi vida. “Señor, ayudame a ser más
amable...”. Y Él te ayuda. ¿Amén?

 Dice el Señor que la casada se sujete a su marido en todo. “¿A mi marido...? Si, Señor, tú eres el que
manda en mi vida”. Pero no sujetarte a tu marido con tristeza, con pena, con bronca, con amargura.
Sujetarte a tu marido con fe, con alegría, sabiendo que estas agradando a Cristo, tu Señor.
 Así, la lectura de la Palabra no es apenas enterarme, informarme de lo que dice la Biblia, sino es una
búsqueda ¡Oh Dios te amo, quiero conocer tu voluntad para vivir tu voluntad! Esa voluntad que es
buena, agradable y perfecta. El Señor me dice que perdone a aquel que me está ofendiendo, está
hablando mal de mí, que ame a mis enemigos, que bendiga al que me maldice, que ore por aquel que
me desea el mal. No ore en contra, sino a favor, no ore para decir: “Señor, manda fuego”. Sino, ore
pidiendo la misericordia, la gracia, “Señor, te pido que le vaya bien”. La Biblia no es un libro de
teología. Es mi Kyrios que me habla cada día, y me recuerda otra vez su voluntad. Y yo camino en
obediencia a su voluntad, de tal manera me relacionó con Él. La Palabra y el Espíritu me hablan. El
Espíritu habla con mayor precisión todavía que la Palabra, porque aplica la Palabra a mi vida personal,
a circunstancias específicas, concretas, me muestra la voluntad de Dios, lo que tengo que hacer.
¡Cristo, mi Señor! ¡El Reino de Dios ha llegado a mi vida! ¡Cristo es el que gobierna mi comunión con
Él! Kyrios y doulos, esclavo y Señor ¡Oh, Señor, quiero hacer tu voluntad!

Esclavo por amor
 En la antigüedad, en el pueblo de Israel, Dios reguló algunas cosas sobre la esclavitud, en el Antiguo
Testamento. Alguno, por ahí, por deudas, perdió todo. Y para pagar sus deudas, tenía que venderse
como esclavo de un amo. Dios limitó eso a 6 años. Nadie puede ser esclavo de otro por más de 6 años.
Al sexto año tiene que salir en libertad. Y hay que indemnizarle, hay que llenarle de bienes por los seis
años que trabajó con su patrón.
 Pero cuando llegaban los seis años, algunos, que tenían un patrón duro, severo, malo, avaro, tirano,
explotador, cuando llegaban al final del sexto año, ¿qué sentían...? Alivio, voy a ser libre, me voy a
librar de este ogro, de este tirano.
 Pero otros, cuando llegaba el final del sexto año, se empezaban a poner tristes. Y el patrón le decía:
“¿Qué te pasa?” No le decía nada. La otra semana lo veía otra vez triste: “¿Pero qué te pasa?”. Y un
día le dice: “Me ha ido tan bien en su casa. Usted, para mí, más que un patrón ha sido un padre. Mi
familia está bien. Usted nunca me exigió más de lo que podía, nunca se abusó, nunca me explotó.
Estoy triste porque tengo que salir de su casa. Lejos de su autoridad no me fue bien en la vida, pero en
estos años he aprendido a amarlo”.
 Entonces, en el Antiguo Testamento, había una ley que decía: “Si el esclavo, al sexto año, no se
quisiera ir porque te ama, porque le ha ido bien en tu casa, entonces tiene que hacer un pacto. Tiene
que llamar a los ancianos de la ciudad, y delante de ellos, el esclavo tiene que hacer un pacto. Tomarás
una lezna y horadarás el lóbulo de su oreja”. Allí, una perforación y un aro, la oreja abierta y un aro.
Esa era la señal que este era un esclavo para siempre, pero un esclavo por amor. No por obligación, por
amor

 Así que hacían esta práctica, y ese esclavo tenía alegría, porque se quedaba en la casa de su amo para
siempre, para servirle. Esto es lo que dice Pablo: “ Por amor de Cristo, mi Kyrios”. Yo te pregunto,
hermano: ¿Este Kyrios, es un tirano, es bueno o es malo? ¿Cómo es? ¿Te ha ido bien en su casa?
¿Quieres irte? ¿Quieres vivir como se te da la gana? Este Kyrios es un amigo, es un hermano, es un
padre, ¡es tremendo!... “¡Señor, me ha ido bien en tu casa, me quiero quedar! Has bendecido mi familia
en tu casa, mis hijos, mi vida. He estado protegido, Señor, sirviéndote. Yo quiero quedarme, Señor.
Quiero ser tu esclavo por amor”. “Sacrificio y ofrenda no quisiste, pero me preparaste un cuerpo...”,
dice Jesús, Salmo mesiánico 40, “...abriste mi oído. El hacer tu voluntad, oh Dios, me ha agradado”.
 Aquel que conoce, descubre a Cristo, tiene un agrado, un gusto de hacer la voluntad de Dios. No hay
nada mejor. ¡Señor, te quiero, te quiero amar, quiero servirte! ¡Quiero quedarme en tu casa! ¡Quiero
servirte, ser tu esclavo, porque tú me amaste, tuviste misericordia de mí! Diste tu vida por salvarme,
¿dónde voy a estar mejor que en tu casa? ¡Bendito seas Señor! ¡Me has hecho bien! ¿Puedes decirle al
Señor: me has hecho bien? ¡Me has hecho bien Señor! ¿ Has encontrado alguien como el Señor?
¿Quieres que Él horade tu oreja? Quieres decirle al Señor: “Señor, yo quiero ser tu esclavo para
siempre, esclavo por amor”. Levanta tu mano y dile a Él: “quiero ser tu esclavo, esclavo por amor,
para siempre...”

 ¿Qué significa reconocer a Cristo como Señor? Dijimos, en primer lugar sujetarme
incondicionalmente a su autoridad ¡Es hermoso hacer la voluntad de Dios, no hay nada más lindo que
eso!

2- Reconocer que el verdadero dueño de mi vida, y de todo lo que tengo, es Cristo
 ¿Qué es lo que tengo? Mi vida, mi cuerpo, mi esposo o esposa, hijos, la casa, la ropa, los zapatos,
el auto, la bicicleta, los muebles, el dinero (poco o mucho), el sueldo, el negocio, todo. Cuando Cristo
es el Kyrios, Él es el dueño de todo. Nada es mío, todo es de Él. Esto no significa que yo tengo cosas
que son mías y se las regalo a Él. Cuando reconozco que Cristo es el Kyrios, estoy diciendo que Él es
el dueño. Y realmente, hermanos, es el dueño de todo, porque de Él, por Él y para Él son todas las
cosas. No podemos hacer nada sin Él, no podemos fabricar nada, todo es de Él
 ¿De quién es tu casa? “Un momento, yo trabajé, la pagué en cuotas...”. ¿Tu casa de que está hecha?
De ladrillos ¿De dónde sacaron los ladrillos? De la tierra, la mezclaron con agua. ¿El agua de quién
es...? ¿Con qué lo cocinaron? Con fuego ¿El fuego de donde lo sacaron? Con leña ¿La leña, de donde
la sacaron? De los árboles. ¿De quienes son? ¿Quién los hizo crecer? ¡Todo es de Él!.
 El hierro, el oro, la plata, la madera, todo tiene dueño, el petróleo, todo. Él lo hizo. “Eh, un momento,
acá hay una trampa, yo trabajé ¡a mí nadie me regaló nada!”. ¿Con qué trabajaste? Con mis fuerzas.
Un momento, ¿con qué trabajaste? Con el cuerpo que te dio... ¿quién...? ¿Quién te dio el cuerpo, la
salud, la inteligencia, las fuerzas...? Así que con el cuerpo que te dio Dios, con la vida que te dio
Dios, con la sabiduría que Él te dio, con la inteligencia, la fuerza que te dio Dios, con todo eso
trabajaste ¿Es verdad o no? ¿De quién es todo? Hay un solo dueño. “De Jehová es la tierra y su
plenitud, el mundo, y los que en él habitan”.
 Reconocer que Él es el Señor, no es que yo soy el “señor” y me estoy haciendo el humilde, y le
estoy dando lo que es mío a Él. ¡No! “Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres’. Y la verdad es
que cuanto existe tiene un dueño.
 Cuando naciste, ni dientes tenías. Todos los dientes que tenés ahora, ¿quién te los dio? El Señor. Y si
no me crees lo que te estoy diciendo, un día van a sonar las campanas para ti. Y el dueño tuyo te va a
decir: “Se acabó tu tiempo”. ¿Qué te vas a llevar? Nada, todo tienes que dejar aquí. Nada, porque nada
es tuyo, todo tiene un solo dueño.

 Nosotros vivimos engañados, creemos que la casa es mía, la familia es mía, el auto es mío, el dinero
es mío, el negocio, la fábrica, la empresa...¡Mentira! Pensá un momento en la comida que comés.
Tanta tecnología, informática, modernización, globalización; todavía el hombre no pudo fabricar una
sola comida ¿Pensaste eso alguna vez? La leche, el queso, los animales, las hierbas, las verduras, las
frutas... ¿de quién dependemos? Todavía nadie pudo hacer ningún alimento sintético que sirva para
alimentar al hombre. ¡Dependemos de Dios! ¡Todo es de Él!.

 Si Él te quitará la respiración tres minutos, te quitara el aire para respirar ¡Menos mal que la DGI no
se avivó, todavía, de poner un medidor de aire en la nariz de cada uno! ¡Todavía es gratis! Podemos
respirar el aire. Si Dios te quitara por tres minutos, ¿qué pasaría contigo? Chau, fuiste. Te transformas
en un cadáver. Y por más que te quieran tu mamá, tu marido, tu esposa, no te pueden aguantar en casa
ni tres días. Te tienen que enterrar... ¡Dios es el dador de todas las cosas! ¡Nosotros somos necios!
Estamos engañándonos creyendo que somos poseedores de algo. No podemos ni siquiera respirar, ni
fabricar aire, ni alimentos, ni agua, ni nada, todo es una gracia de Dios, todo tiene un dueño ¿Amén?
 Te vas ir livianito a tu casa hoy. ¿Creíste qué tenías algo eh...? Por eso dijo Jesús: “El que no
renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo”. Y si no es discípulo, no es nada, no es salvo,
¡no puede ser! Hacé un inventario de lo que tenés, firma abajo y decí: “Renuncio a todo”. Y poné ahí
abajo: “El verdadero dueño de todo es Jesucristo”. Y agregá: “Yo viví engañado, pensé que era dueño,
estaba engañado, llegó la verdad a mi vida, la verdad de Dios. Y ahora soy libre” ¡Aleluya! ¡Gloria a
Dios! (aplausos...)
 Hermanos, ¿ustedes están locos? Si acabo de decir que nada es de ustedes... ¿y ustedes aplauden?
¿En serio aplauden? (Aplausos...) Estamos honrando al dueño verdadero ¡Llegó el año de jubileo!
¡Gloria a Dios! ¡Bendito Señor! Tú eres el dueño de todas las cosas...

El tesoro escondido
 Pablo era igual que ustedes, era un loco... Dice; “lo he perdido todo y lo tengo por basura...”.
¿Quieren qué les diga lo que dice en el original griego? “Lo tengo por estiércol...” ¿Queda feo, no?
Por eso, en esta traducción, pusieron “basura”, un poquito más disimulado. Pero en el original, Pablo
dice estiércol. Hermanos, comparativamente, toda la riqueza del mundo, todo lo que yo puedo obtener,
todo lo que para mí era ganancia, comparado con Cristo, es estiércol. Tú di “basura”, es más refinado,
pero ya sabés a que se refiere Pablo ¿Amén? Porque, hermanos, no hay comparación.
 Hay uno que obtuvo todo lo que se podía obtener: riquezas, plata, oro, placeres, mujeres, fama,
sabiduría, poder, reino, autoridad, manjares deleitosos, vivía en un palacio, ¿sabés como terminó
diciendo...? “Vanidad de vanidades, todo es vanidad”, dijo él, Salomón. Pero no descubrió el tesoro
escondido. Y terminó mal este hombre, terminó mal... Dios le dio sabiduría, le dio riquezas, le dio
todo, y terminó casándose con paganas, construyendo templos por agradar a las mujeres que había
tomado, construyendo ídolos a Asera y a otros ídolos de aquellos países vecinos, paganos. No
encontró el tesoro. ¡Pero Pablo lo encontró! ¿Tú también lo encontraste? ¡Eres un hombre feliz! ¡Eres
afortunado!

 El Reino de Dios es semejante a un tesoro escondido en el campo: Un hombre estaba caminando por
un campo, no sé, quizás estaba haciendo algún trabajo, y de repente tropezó con algo. “¿Qué es esto,
una piedra?”. Cavó un poco..., cavó más, encontró algo. Siguió limpiando, era la tapa de un cofre.
Cavó más, era un cofre impresionante. Le costó trabajo abrirlo. Cuando lo abre: “¡Ahh... tesoro
escondido! ¡Ohh.. piedras preciosas, diamantes, perlas! ¡Pero esto es tremendo!”. Lo tapó otra vez,
cubrió con la tierra, lo disimuló. Fue a averiguar: “¿quién es el dueño de este campo?” Le dijeron:
“Fulano de tal”. Así que se presentó, y le dijo: “Usted es el dueño del campo?”. “Sí”. “¿Lo vende?”.
“Y... según lo que pague”. “Bueno, le pago lo que vale”. Así que le pidió quizás más. El hombre le
dijo: “Bueno, se lo compro”. “¿Tiene la plata?”. “Deme unos días, yo lo voy a comprar”. Fue, y vendió
su casa, su campo, sus animales, ¡vendió todo lo que tenía! ¿Le costó vender todo? Lo vendió con
gozo, dice, con alegría. Se estaba despojando de todo, pero con alegría, pero... ¿Por qué? ¡Descubrió el
tesoro! Y fue, y pagó, y compró aquel campo. ¿Amén?

 ¡El Reino de Dios es así! Hay un tesoro escondido en el Reino de Dios ¿Sabés como se llama ese
tesoro? Jesucristo ¿Amén? ¿Cuánto te cuesta? Todo. Sí, todo. Pero el todo mío, el todo tuyo, son
monedas, comparadas con el todo de Él. Lo que yo entrego es todo, y lo que Él me entrega es todo.
Pablo dice: “Para ganar a Cristo”. ¡Quiero ganar a Cristo! En Él están escondidos todos los tesoros de
la sabiduría y del conocimiento. En Él mora, corporalmente, toda la plenitud de la Deidad. En Él está
todo lo que Dios tiene para mí. Todo lo mío es nada, monedas, ¡fuera! ¡Yo quiero ganar a Cristo! A
todos nos cuesta todo. Al que tiene poquito, le cuesta todo. Al que es multimillonario le cuesta todo.
¡Aleluya! ¿Qué locura eh...? ¡Ah... Jesús!
 Hermanos, si tuviera que vivir 10 veces, 100 veces, 1000 veces, entregaría todo por tener a Cristo
Jesús. Sólo me arrepiento de una cosa: No haberme convertido antes de los 15 años. Créanme que lo
lamento. Perdí varios años ahí. Pero ahora no quiero perderlo más. Quiero vivir todos los días
entregado a Cristo, disfrutando la herencia. “Jehová es la porción de mi herencia y de mi copa. Las cuerdas me cayeron en lugares deleitosos y es hermosa la heredad que me ha tocado”, dice David. ¡Es
hermoso! ¡Bendito sea el Señor!

Obedeciendo al Kyrios
 Me gustaba mucho estudiar, quería ser ingeniero. Me gustaba mucho las matemáticas y la física, pero
estaba haciendo el ingreso a la Facultad de Ingeniería, que duraba un año. Cruzando la calle, un día,
estaba esperando que pasen los autos para cruzar la mitad que me faltaba. De repente, una voz detrás
mío me dice: “Vende todo lo que tienes, dalo a los pobres, y sígueme” . Tenía 18 años. Fue tan real la
voz, una voz audible, que yo me di vuelta a ver quien estaba. Cuando me di vuelta sólo pasaban autos.
No estaba orando, no estaba pensando en nada. Apenas me di vuelta, supe que era el Señor. ¿Y qué
tenía en la mano? La carpeta de la Facultad. Llegué a la vereda, hice un duelo de dos minutos. Me
gustaba mucho estudiar esa carrera, tenía un gusto especial, quería ser ingeniero, y servir al Señor
como ingeniero. Pero Dios dijo “vende todo lo que tienes...” Pero no me costó mucho, porque me lo
pedía el Señor. Llegué a la vereda y dije: “Esta bien Señor, sea hecha tu voluntad”. Era la mitad del
año. Sólo le pedí al Señor que me deje terminar el curso de ingreso para no dejarlo por la mitad, y que
no me digan después “dejó porque no pudo entrar”. ¿Un poco de amor propio, no...? Así que terminé el
curso, el Señor me lo permitió, aprobé, entré, y me fui. Él es el que manda, todo es de Él ¿Amén?
 Un día le dije: “¿Señor, con quien me voy a casar?”. Yo quería casarme a los 22 años, pero no sabía
con quién. Y ya tenía 26 años, y los pastores amigos míos me cargaban. Y un día le dije: “¿Señor, con
quién? Y Él me dijo: “¿Me preguntaste a mí si te tenías que casar?”. “Uhh, no Señor, ¿también eso?
Está bien, pero no hay que ser tan exagerado”. Les confieso que entregarle eso me costó más que dejar
la carrera, y no quise decirle de boca: “Sí, Señor, te entrego todo”. Decirle que sí sobre ese punto...
luché dos o tres meses. Hasta que le dije: “Sí, Señor, he madurado la decisión, si querés que te sirva
como soltero toda mi vida, digo amén”. Sentí un gran alivio, una paz.

 Al año siguiente, Dios me dijo: “Jorge, ¿todo lo que tenés es mío?”. “Sí, Señor, ya te proclamé como
mi Señor” Y yo había trabajado en una fábrica de calzado, en la administración y contabilidad. Yo era
el administrador, hacía los balances, la contabilidad que me enseñó mi padre, por práctica, no por que
sea contador. Durante seis años o más, trabajé allí, desde los 16 años. Y como vivía con mis padres y
era soltero, todo lo que ganaba (casi todo lo que ganaba, después de poner el diezmo y algunos gastos),
todo lo ahorraba. Mi padre tenía un negocio, se lo daba a él, lo ponía en el capital del negocio, y sobre
eso me pagaba intereses acumulativos. Así que, todos los meses, la mayor parte del sueldo iba ahí.
Tenía un sueldo bien importante por la edad que tenía. Y a los 27 años me dice el Señor: “¿Todo es
mío?”. “Sí”. “Juntá todos tus ahorros y entregámelos”. ¿Cómo? Diez años de ahorro, por si me iba a
casar... Tragué saliva, fui a mi padre y le dije: “Papá, ¿tenés mi cuenta, como está?” Él era muy prolijo,
ahí estaba... ¡A la flauta!. “Bueno, ¿cuándo me lo podés preparar?”. “¿Y qué vas a hacer?”. “No papá,
me habló el Señor”. Cada vez que le decía a mi padre: “me habló el Señor”, ya sabía... Me dijo: “Está
bien, hijo, ¿y si te casás, un día? ¿Con qué vas a enfrentar la familia?”. Le dije: “Sí, papá, eso mismo
pienso yo...” Pero como yo no soy dueño, es Él... “Está bien”, me dijo. Mi padre, para entonces, era un
hombre lleno del Espíritu Santo, y un mes después, preparó todo, juntó todo, y me dio el dinero. Fui al
tesorero de la iglesia y le dije: “Traigo una ofrenda”. ¿Les digo la verdad...? No me costó. Yo pensé
que me iba a costar.

 Pocos meses después aparece una niña, y el Señor me dice; “Sí, Jorge, te vas a casar”. Esta es la
niña, una señorita. Yo tenía 28 años y ella tenía 26. “Bueno Señor, encantado, muchas gracias, ¡ahora
vamos a ver como te las arreglás!” ¡Que bueno es Dios! Me acuerdo que faltaban 10 días para nuestro
casamiento. Mi sueldo eran $60.000 de aquella época. Y el alquiler de una casa, la más chiquita, valía
$40.000. Fuimos a ver varios lugares y... Silvia estaba llorando en el auto de mi padre, que nos había
prestado para buscar casa, cuando volvíamos de la última chance. Y dice: “¿Dónde vamos a vivir?”.
Hermano, ya han pasado 29 años. Apareció una casa, una hermana, de un matrimonio mayor, dice:
“Sólo la alquilo a ustedes, $18.000”. ¿Crees qué nos faltó algo? ¡Nunca, nada! Nunca le pedí a nadie
cuanto debían pagarme, porque mi trato es con el Señor. Dios nos dio 5 hermosos hijos, casa, todo.
Siempre enseñándonos que es mejor dar que recibir. ¡Bendito sea su Nombre! ¡Dios es bueno!
 Les digo, hermanos, que como esclavo, con la oreja agujereada, y con el aro acá..., me ha ido mejor
¡Él es bueno, Él es fiel! Así que, reconocer a Cristo como Señor, significa que no soy dueño de nada,
Él es el dueño de todo. Todo lo que está bajo mi administración, está a disposición del Señor. ¡Qué
lindo es vivir así!

3- Reconocer que ya no vivimos para nosotros mismos, sino para el Kyrios

 El último punto, hermanos, abran conmigo Romanos 14: 7-9. Mirá lo que dice aquí Pablo: 26
26
“Porque ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí. Pues si vivimos, para el Kyrios
vivimos; y si morimos, para el Kyrios morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del
Kyrios somos. Porque Cristo para esto murió y resucitó, y volvió a vivir, para ser Kyrios así de los
muertos como de los que viven.”
 ¿Qué quiere decir “ninguno vive para sí”? Cuando Él es el Kyrios de nuestra vida, ya no vivimos
para nosotros, sino para Él. La característica sobresaliente del hombre de hoy es el egoísmo. ¿Qué es
un egoísta? Aquel que vive para sí, todo lo que hace es para sí. Si trabaja, es para sí, si estudia, es para
sí, si compra, si vende..., todo es para sí. Vive para sí, él es el centro de la vida, y todo esfuerzo, y toda
adquisición es para él.. Busca ser servido de los demás. Pero si Cristo es el Kyrios, Pablo dice:
“ninguno”, no algunos, ninguno de nosotros vive para sí, ni muere para sí. Si vivimos, para el Kyrios
vivimos, para el Kyrios morimos, y del Kyrios somos, ¿Amén?
 Así, hermanos, cuando Cristo es el Señor de nuestra vida, nos sujetamos incondicionalmente a su
autoridad, reconocemos que Él es el verdadero dueño de todo lo que somos y tenemos, y finalmente,
reconocemos que ya no vivimos para nosotros mismos, sino para el Kyrios. ¿Amén? No vivo para ser
servido, sino para servir. No soy yo el centro, sino es Él. Mi vida entera es de Él, por Él y para Él.
¿Amén? .

El aro en la oreja
 Hoy quiero que te vayas a tu casa con un solo aro en tu oreja. Algunos me dicen: “¿Es pecado que
los varones usen aro?” Yo estoy hablando de otro... El aro en tu oreja que dice que eres un esclavo por
amor. ¿Cuántos quieren ponerse el aro ahora? ¡Te van a agujerear la oreja, eh...! Con la lezna, el
Espíritu Santo poniendo en ti una marca definitiva en nombre del Señor, ¿Amén?
 Bueno, tantos levantaron la mano que no voy a pedir que pasen al frente. Allí, donde estás, es el
frente, frente al Señor. Si estás dispuesto a ser esclavo de amor para siempre, para el Señor, vivir para
Él, todo de Él, sujeto a su autoridad, ponte de pie, vamos a orar en esta noche ¡Aleluya! Gracias Señor
¡Aleluya!
 Repite conmigo, entonces, esta oración:
 “Señor Jesucristo, en esta noche, te proclamo como el Kyrios de mi vida. Yo soy tu esclavo. Me ha
ido bien en tu casa, y quiero ser esclavo para siempre. Horada mi oreja. Horada mi corazón. Abre
mi oído, yo quiero escucharte, y quiero obedecerte Quiero vivir bajo tu autoridad, me coloco bajo tu
autoridad. Renuncio a todo lo que poseo. Todo es tuyo, Señor. Dispón de todas mis cosas, de toda mi
vida, de todos mis bienes, de mi tiempo. Todo lo que tengo es tuyo. Tu eres mi Kyrios. Señor, yo voy
a vivir para ti con todo mi corazón, con alegría, con fe, quiero servirte. Eres el tesoro que he
encontrado. ¡Aleluya! Cristo, mi vida es tuya. Quiero conocerte, quiero amarte, Señor. Quiero
ganarte, Señor ¡Gloria sea a tu Nombre! ¡Aleluya! ¡Márcanos con tu Espíritu Santo! Pon una
marca imborrable para siempre, ahora, en cada vida, en cada corazón, en el Nombre de Jesús
¡Aleluya, Señor! Gracias, gracias Jesús, Amén.”

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.