martes, 23 de julio de 2013

Comunión con Dios - 8. Presentando oraciones y súplicas


“Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones  y acciones de gracias, por todos los hombres…” 1º Timoteo 2:1

“…orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu,  y velando  en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos…” Efesios 6:18

“Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante
de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias.” Filipenses 4:6

  El Espíritu Santo aquí nos exhorta a presentar nuestras peticiones delante de Dios por medio de la oración y la súplica.
  Otra vez estamos delante de algo muy importante, tanto para nuestra relación con Dios como para el cumplimiento de su voluntad en la Tierra.


  ¿Por qué es necesario pedir a Dios?

“Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe;
 y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pescado, le dará una serpiente? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?” Mateo 7:7-11

  Jesús nuevamente nos insta a pedir a nuestro Padre todas las cosas que necesitamos. Ahora, si Él ya sabe de qué tenemos necesidad antes que nosotros le pidamos (Mateo 6:8), ¿por qué es necesario pedirle?, ¿cuál es la necesidad de pedirle algo? La respuesta es simple. Él no quiere actuar solo. Dios quiere cultivar una relación de Padre a hijo con nosotros.

Dios no quiere actuar solo.
Él espera que sus hijos le pidan.

  Éste es el principio de la oración. Dios quiere que sus hijos trabajen con Él a través de la oración. Por la oración, trabajamos con Dios por el cumplimiento de su voluntad.

“Así ha dicho Jehová el Señor: Aún seré solicitado por la casa de Israel, para hacerles esto; multiplicaré los hombres como se multiplican los rebaños.” Ezequiel 36:37

En este texto vemos claramente al Señor queriendo ser solicitado por sus hijos. Esto sucede así:
1º) Dios tiene un plan. Conoce la necesidad del hombre y quiere suplirla. Esta es su voluntad.
2º) Él revela su voluntad al hombre, y espera  su oración.
3º) El hombre pide a Dios para que cumpla su voluntad. “Hágase tu voluntad...” Mateo 6:10
4º) Dios cumple su voluntad y atiende la oración del hombre.
  ¡Qué misterio! El Señor estableció un principio: Él espera que sus hijos oren antes de cumplir su voluntad. ¡Cuánta responsabilidad y temor vienen sobre nosotros!
  Dios espera por las oraciones y súplicas antes de realizar su voluntad.

“...Y busqué entre ellos hombre que hiciese vallado y que se pusiese en la brecha delante de mí,
 a favor de la tierra, para que yo no la destruyese; y no lo hallé.” Ezequiel 22:30
 Observemos que el cumplimiento de la voluntad del Señor puede ser demorado por falta de oración. Muchas cosas que Dios quiere hacer en nuestras vidas pueden no estar ocurriendo por falta de oración.


¿Cómo orar?
  • Siempre según la voluntad de Dios: 1º Juan 5:14-15. Dios sólo atiende los pedidos que son según su voluntad
  • Con fe: Hebreos 11:1,6; Santiago 1:6-7. Sin dudar. Sin fe no recibiremos lo que pedimos.
  • De todo corazón: Jeremías 29:13; Mateo 5:5-6. No debemos ser indiferentes, ni orar con prisa, o con palabras “de la boca para afuera”.
  • Con contrición y humildad: 2º Crónicas 7:14-15. Lucas 18:9-14.
  • Sin exigencias: Mateo 15:25-28. Si bien Él es nuestro Padre, no podemos tener una postura de exigencia en nuestro corazón, como si Él tuviese la obligación de respondernos.
  • Con perseverancia: Lucas 15:5-10. No desistir, aún si se demora.
  • No de manera egoísta: Santiago 4:3. Sin buscar nuestros propios intereses.


  Consejos prácticos
  Además de orar sin cesar, debemos separar un tiempo diario específico para presentar delante de Dios nuestras oraciones y súplicas. Observemos algunos consejos para este tiempo a solas:
  • Debemos hacer una lista práctica y específica de las necesidades y asuntos por los cuales orar. Esto nos ayuda por un lado a no olvidarnos de nada importante, y por otro a no distraernos.
  • Cuando nos distraemos, y el pensamiento comienza a “volar”, debemos “traerlo de vuelta” y entonces continuar.
  • Podemos presentar cada asunto con calma, detallándolo delante de nuestro Padre, entregando a Él toda nuestra carga.
  Aparte de orar en soledad, el Señor nos enseña a orar unos con otros. La Iglesia primitiva usaba gran parte del tiempo en que estaban reunidos para la oración. Debemos orar mucho juntos (Mateo 18:19-20; Hechos 2:42; 4:23-31). Notemos algunos aspectos de este tipo de oración en conjunto:
  • Cada uno debe estar atento a la oración hecha por los demás y participar, expresando acuerdo (por medio del “amén”). Esto anima unos a otros.
  • No es bueno que un solo hermano ore  por todos los motivos que él quiera, como si estuviese solo. Debe traer un asunto por vez, permitiendo que los demás oren también por él, “cubriendo” todos los detalles. Sólo entonces debe pasarse a otro motivo de oración.
  • Todos deben orar, ninguno debe quedarse callado. Y, al orar, hacerlo en un volumen de voz suficiente para que los demás puedan oír.




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