viernes, 19 de julio de 2013

Comunión con Dios - 4.Orando sin cesar

                        Orad sin cesar 1º Tesalonicenses 5:17
“…orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu… Efesios 6:18

  La revelación delante de la cual estamos es muy importante. El Señor quiere llevarnos a una manera de vivir muy especial: Vivir todo el tiempo en oración, en comunión con Él. El hermano Lorenzo[i] dijo: “No existe en el mundo una manera de vivir más agradable y más llena de deleite que la conversación continua con Dios”.

No existe una manera de vivir más agradable
 que la conversación continua con Dios.

  Nuestro Señor está con nosotros todo el tiempo, y su expectativa es que dirijamos nuestras palabras a Él durante todo nuestro día. Esto es sencillo: podemos mantenernos en una comunión constante con Él, haciéndole el objeto de nuestros pensamientos, y el compañero de nuestras conversaciones.
  Las Escrituras hablan de la Iglesia como la novia del Señor Jesús. Y Él se alegra en la relación con ella. ¡Él desea nuestra compañía todo el día! Él se alegra en oír nuestra voz: “…hazme oír tu voz; porque dulce es la voz tuya…” (Cantares 2:14). El Señor se alegra con la oración del justo: “la oración de los rectos es su gozo.” (Proverbios 15:8). ¡Y cuán dulce es Su compañía para nosotros!
¡Qué experiencia gloriosa: pasar todo el día en la presencia del Señor Jesús! Todo el tiempo hablando con Él y oyendo su voz. Mientras andamos por la calle, podemos ir hablándole de lo que vemos, o dándole gracias por el día, por las personas, por los trabajos, y aún por las dificultades. Cuando llegamos delante de alguien, podemos preguntarle cómo actuar y qué decir. Entonces oímos su voz, guiándonos y orientándonos. De esa manera comenzamos a depender de Él en todas las cosas, desde las más simples (como preparar una comida, o tener una conversación con alguien), hasta las más difíciles (como por ejemplo, cambiar de trabajo, o decidir un tratamiento médico). Vivir dependiendo de su ayuda trae confianza y alegría.
  Cuando aprendemos a andar todo el día en su presencia, no queda lugar para el pecado o para hacer nuestra propia voluntad. Él nos guarda del mal, y nos guía por su camino.
  Él también se agrada de que no confiemos en nuestra propia capacidad y sabiduría. Su deseo es que busquemos y oigamos su consejo en toda circunstancia, aún para aquellas situaciones en que  ya sabemos qué hacer. Ésta es la verdadera actitud de dependencia que agrada a Dios.
  Esta realidad está al alcance de todos los hijos de Dios, y es más que una bienaventuranza: es un mandamiento.

El Espíritu Santo, por medio de Pablo,
nos manda a orar sin cesar.

  Iván Baker nos escribió:
Ora por tus decisiones,
Ora por tus pensamientos,
Ora por cada paso de tu camino,
Ora por tus meditaciones,
Ora para controlar tus labios, para que el fruto de tus labios sea bendito,
Ora cuando te sientas vacío,
Ora cuando te sientas lleno,
Ora cuando estés triste,
Ora cuando estés alegre.
Ora en todo tiempo;
“Ora sin cesar…”.
Todo esto puede parecer infantil, pero es indispensable para ser guiado por Dios.
Pablo me aconseja: “orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu,
 y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos”.
El Espíritu Santo, por medio de Pablo, me manda a orar sin cesar.

  Hagamos todas las actividades de nuestro día con la conciencia de la presencia de Dios, haciendo oraciones silenciosas que fluyan continuamente de nuestro corazón. El hermano Lorenzo nos insta a que la oración íntima sea nuestro último acto en la noche, y el primero en la mañana.
 Dispongámonos a vivir decididamente en este glorioso camino de la oración incesante y de la total dependencia de Dios.






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