Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él se iba, he aquí se pusieron junto a ellos dos varones con vestiduras blancas, los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo.
(Hechos 1:10-11)
Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven… El que da testimonio de estas cosas dice: Ciertamente vengo en breve. Amén; sí, ven, Señor Jesús.
(Apocalipsis 22:17,20)
1- La victoria final de Cristo Jesús
Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea... Estaba vestido de una ropa teñida en sangre; y su nombre es: EL VERBO DE DIOS. Y los ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, le seguían en caballos blancos. De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones, y él las regirá con vara de hierro; y él pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso. Y en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES.
(Apocalipsis 19:11-16)
En medio de las dificultades de nuestra vida, en medio del dolor y del sufrimiento de este mundo, en medio de la injusticia y de la miseria, el Espíritu Santo nos dice: “No tengan miedo... ¡Jesucristo viene pronto!” Y viene para reinar con poder, con toda autoridad. Ese día, como dice Pablo en Filipenses 2, toda rodilla se doblará y toda lengua confesará que Jesucristo es el Señor, el Rey de todo el universo. ¿Puedes imaginar esa escena? Los reyes, los presidentes, los ateos y agnósticos, los futbolistas, los artistas, los millonarios, los que se burlaron de tu fe, todos! de rodillas ante nuestro amado Jesucristo. Ciertamente, para ellos será un día de lamentación y de desesperación. Pero, para nosotros el día que hemos esperado toda nuestra vida: El de verle cara a cara. ¿Quiénes formarán ese ejército celestial que describe Juan? Los ángeles sin duda, y tal vez nosotros también... Aquí vuelve a usar una expresión tan suya, “el Verbo de Dios”, para despejar toda duda: El Rey de reyes, el Señor de señores, es el Verbo que era Dios, y que se había hecho un niño en Belén. ¡Oh, qué inmensa alegría nos espera! Si puedes amar a Jesús, a quien todavía no has visto, cuánto se gozará tu corazón en aquel día. El Espíritu Santo tiene el mismo clamor que la Iglesia: “Ven, Señor Jesús” Y Jesucristo nos responde: “Ciertamente, vengo pronto”.
El Verbo que nació en Belén será el vencedor final.
Él es el Rey de Reyes y Señor de señores.
2- Nuestra unión definitiva con Jesucristo
Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor.
(1 Tesalonicenses 4:15-17)
Pablo dice: “nosotros, que vivimos, que hayamos quedado...” entendiendo que la venida del Señor sería en su generación. Aunque no fue así, ¡qué hermosa expectativa tenía el apóstol! Es la que la Iglesia debe tener siempre: ¡El Señor viene! En ese día seremos testigos de hechos inimaginables e inexplicables para los que no creen. Nuestros amados que murieron en Cristo saldrán de sus tumbas con cuerpos glorificados, al escuchar la voz de autoridad del Señor y el toque de trompeta. Después, junto a estos resucitados, en un abrir y cerrar de ojos, seremos transformados también, y levantados para recibir a Jesús en el aire. Y ya nunca más nos separaremos de Él. Allí nos encontraremos con Pablo, con Esteban, con todos los que entregaron su vida por causa de Cristo. Nos abrazaremos con los que nos precedieron en la fe, como Juan Huss, Lutero y Wesley. También con los misioneros que trajeron el evangelio a nuestro país, como Allen Gardiner, quien murió de hambre en la Patagonia. Nos gozaremos al ver a nuestros padres en la fe, como Iván Baker y Keith Bentson, y a tantos otros que fueron fieles al Señor ¡Puedes hacer tu propia lista! Y alegrarte en adoración al imaginar este encuentro glorioso y eterno. “Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras.”
3- Las bodas del Cordero
Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado. Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos. Y el ángel me dijo: Escribe: Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero.
(Apocalipsis 19:7-9)
Y os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre.
(Mateo 26:29)
¡Esta historia de amor entre Jesús y su Iglesia termina en casamiento! De todos los vínculos humanos, el matrimonio es el de mayor intimidad e intensidad. Por eso el Espíritu usa esta imagen tan vívida, para hacernos ver el inmenso amor que tiene Cristo por su Iglesia, y el deseo de vivir para siempre con ella. Si bien no tenemos muchos detalles de esta boda celestial, sabemos que allí estará el Señor Jesús con toda su gloria y hermosura, y allí estará también su Iglesia, la que Él habrá preparado para sí como una novia pura, sin mancha ni arruga. Una Iglesia santa y ferviente en amor por su Señor. ¡Allí estaremos tú y yo!
La historia de amor entre Jesús y la Iglesia
termina en casamiento.
4-La plenitud del Reino de Dios
Acontecerá en lo postrero de los tiempos, que será confirmado el monte de la casa de Jehová como cabeza de los montes, y será exaltado sobre los collados, y correrán a él todas las naciones. Y vendrán muchos pueblos, y dirán: Venid, y subamos al monte de Jehová, a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará sus caminos, y caminaremos por sus sendas. Porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de Jehová. Y juzgará entre las naciones, y reprenderá a muchos pueblos; y volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra.
(Isaìas 2:2-4)
Luego el fin, cuando entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia. Porque preciso es que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies.
(1 Corintios 15:24-25)
El Reino de Dios está entre nosotros. Está en cada corazón que se rinde al Señor, y en los que han sido libres del yugo del diablo por el poder de Dios. Está en el seno de la Iglesia que se sujeta en todo al Señor Jesucristo, así como el cuerpo es dirigido plenamente por la voluntad, las emociones y los proyectos de la Cabeza.
Pero, con el regreso del Señor Jesús, el Reino de Dios entrará en su plenitud. Algunos salmos, el profeta Isaías, el apóstol Pablo y el Apocalipsis, nos describen claramente un tiempo futuro en el cual Jesucristo reinará aquí, sobre la Tierra. Algunos estudiosos de las Escrituras llaman a este período “el reinado justo y universal del Mesías”. Será el tiempo en que Jesús regirá las naciones con vara de hierro (Sal. 2:8-12; Isaías 11:4; Zac.14:12; Apoc. 19:15). En ese tiempo, los hombres volverán sus armas en instrumentos de labranza y no habrá más guerra sobre la tierra (Isaías 2:2-4). Habitarán juntos el lobo y el cordero, el leopardo se acostará con el cabrito, un niño pastoreará al león, que se convertirá en herbívoro y ¡los pequeños jugarán rodeados de serpientes!¡Toda la tierra será llena del conocimiento de la gloria de Dios como las aguas cubren el mar! (Isaías 11:5-10)
Pero hay algo más asombroso todavía: Jesús, el Rey de reyes, no reinará solo. ¡Sus santos reinarán junto a Él! (Apocalipsis 1:6; 5:10; 20:4). “Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones, y las regirá con vara de hierro, y serán quebradas como vaso de alfarero; como yo también la he recibido de mi Padre” (Apocalipsis 2:26-27) ¡Qué futuro glorioso les espera a los que permanezcan fieles hasta el fin!
En la consumación del Reino
¡Jesucristo reinará sobre la tierra!
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