lunes, 30 de septiembre de 2013

EL FEMINISMO EN LA IGLESIA - Baker


Meditación de Ivan M. Baker, 29-10-2000


Hoy es el día 29 de Octubre del 2000, son ahora las 5:19. Me levanté muy temprano esta
mañana. Una carga sobre esta cuestión del feminismo y los engaños de Satanás. Satanás viene a nosotros como ángel de luz, es decir como enviado del Señor. Cuando él habla
simula que es Dios hablando. Cuando él habla engaña aparentando ser santo, como
alguien que desea guiarnos a obedecer a Dios. Pero cuando analizamos lo que él dice nos
damos cuenta de en realidad nos está trayendo una tergiversación de la Palabra divina.


Su trabajo empieza en los matrimonios desde el principio y su fin es cambiar los roles. Dios
ha puesto a la mujer como subordinada al marido y el diablo quiere ponerla superior al
marido. El desea que la mujer sea la “indispensable”, la que tiene la sabiduría, la que tiene
la inteligencia, a la que hay que escuchar primero; para en contrapartida hacer que el
hombre sea un tonto, que no sabe nada. Esta es la estrategia y engaño común de Satanás.

¿Si le escucho? -Pierdo yo, pierde la casa y pierde el matrimonio.
El Diablo quiere exaltar a la mujer como “la inteligente”, como la que tiene la última
palabra, y la que debe discutir hasta el fin. Conozco un marido que dice así: desde que me
casé jamás pude ganarle una discusión a mi esposa; siempre la última palabra la tuvo ella
porque ella sigue, y sigue, y sigue, y sigue; y si yo no callo ella continúa aportando razones
por las cuales tengo que escucharla a ella y no ella escucharme a mí.

Ahora, es evidente que esto no proviene de Dios; que estamos hablando de una seria
tergiversación de los roles. Pero ¿qué hace la mujer cuando en su mente ronda un
pensamiento de aparente sabiduría, que a su vez armoniza tanto con a su criterio, con su
inclinación natural de sentirse quien tiene la razón? Por ejemplo piensa “Cuídate de tu
marido porque él no tiene sabiduría, no sabe lo que hace. En este caso tú tienes que tomar
la delantera y revisar todas las cosas y seguir tu criterio, no el de él”.

Bueno, ahí hay una tergiversación absoluta de la verdad, de los roles que Dios ha
establecido, y la mujer no se da cuenta y no discierne bien. Si no es bien encaminada, si no
es bien iluminada, si no tiene la gracia del buen consejo, la mentira queda como criterio
permanente de ese hogar, como criterio permanente de ese matrimonio. Ella lleva la
delantera, ella es la que tiene la última palabra, ella es la que impone. Tiene veinte
argumentos para cada razonamiento del marido, y el marido no pelea hasta el fin,
buscando paz, entrega la disputa al ver la desobediencia y terquedad de la mujer.

¿Qué tiene que hacer? Traerla delante de los ancianos, delante de la Iglesia y tratarla
como corresponde. No lo hace, porque es muy penoso y considera que es más fácil
aceptar la situación que se impone, que pelear todos los días con la mujer y tener que
pasar el oprobio de un hogar infeliz. Así que el que siempre se calla es el hombre, el que
se subordina es el hombre y la mujer adquirió la última palabra. Sin darse cuenta, la que
manda en la casa es ella. Manda en la ropa, manda en los muebles, manda en el aseo, el
orden; lisa y llanamente es la “cabeza del hogar”. ¿Cuál es el resultado? -El diablo logró su
propósito y estableció en este matrimonio a la mujer como la más inteligente, la más
precavida, y al hombre como un tonto. El diablo se encarga de mostrarle a ella
fehacientemente que es así. Y esto es una tergiversación clara del Orden Divino pero se
tapa, se encubre de muchas maneras. El diablo es experto en confeccionar para la mujer
un vestido tan bien hecho, haciéndola lucir tan agradable. Y ella ni se da cuenta que está
vestida toda su vida con un vestido que no le corresponde, con una actitud engañosa, y
pierde montones de bendiciones y es desaprobada por Dios en un punto básico de su
comportamiento.

Los ángeles quieren verla subordinada. Dios creó al hombre a su imagen y a la mujer a la
imagen del hombre, para ser ayuda idónea de él. Nunca para señorear sobre el hombre.
Cada vez que la mujer señorea sobre el hombre, el diablo triunfa y se alegra, mientras
Dios pierde. Porque nos guste o no, y lleguemos a la conclusión que queramos, Dios puso
al hombre por cabeza y a la mujer la subordinó al varón. Y ese orden el diablo lo odia. El
diablo ha trabajado sistemáticamente con toda la astucia de su imperio, y con todo el
infierno de fuego de su imaginación y de su engaño para tergiversar ese orden. ¿Cuál es el
resultado? Durante toda la vida la mujer domina al hombre. Durante toda la vida la
palabra de la mujer es la más importante. Ella impone su voluntad aún a fuerza del
máximo rigor. Hasta llega a abandonar al hombre, a destruir el hogar. Sus
argumentaciones y discusiones son infinitas mañana, tarde y noche; el primer año, el
segundo, el tercero, el cuarto, el quinto. Y en el hogar se instala la desobediencia por ley; y
la familia sufre las penalidades de la presencia de Satanás gobernando, pero nadie atina a
saber cómo hacer.

Los pastores al final admiten el feminismo. Como no se quiere desgajar todo el hogar, se
acaba por aceptar la destrucción del orden de Dios para el matrimonio. Dios puso la Iglesia
para construir los matrimonios solo sobre la base de su voluntad, no sobre la base de la
ley del diablo. La iglesia no puede admitir la mentira de Satanás. La Iglesia debe desalojar
la mentira y establecer la verdad. Y Dios es victorioso, ¡más que victorioso! Y en vez de
tener unas pléyades de hombres cobardes, el Señor quisiera tener hombres con amor, con
verdad y con firmeza, estableciendo los principios de Dios en el matrimonio y por lo tanto
en la Iglesia.

Si en el matrimonio no se obtiene caridad y no se impone el orden de Dios, hemos
fracasado en un punto fundamental de su Reino. Pero para eso hace falta una Iglesia que
unánimemente comprende el problema; unánimemente decide seguir a Dios y no al
mundo y al diablo. Que cree en la victoria del Señor y no en la victoria del enemigo. Y cree
que Dios es veraz y todo hombre mentiroso, una Iglesia que descubre las maquinaciones y
mentiras del adversario.
Cuando el orden en la familia es el del diablo, la mujer es la fuerte y el hombre es el débil,
y resulta que esto lleva a una situación horriblemente lamentable, porque en realidad, 3
según la Palabra, la mujer es el vaso débil, y el hombre es el fuerte, y cuando a la mujer,
con el consentimiento voluntario del varón, se la deja asumir el máximo control del hogar,
ésta se extralimita, se condena a sí misma sistemáticamente, vive fuera de la gracia de
Dios. En ese punto es culpable de error, no ha escuchado a Dios y la mentira ha penetrado
“si yo no lo hago, él no lo sabe hacer”, “si yo no opino, él opina para cualquier lado”, “no
hay que escuchar al hombre, hay que contradecirlo porque en la contradicción está la
verdad”.

¡Oh!, ¡Argumentos como estos hay miles! Es una gran mentira alojada sistemáticamente
por un orden satánico conocido, exitoso, que funciona siempre. Hay que desentrañar la
mentira, hay que enderezar el orden de las cosas, enderezar lo torcido, calificar lo
equivocado, lo que se consideró equivocadamente. Hay que volver al principio de Dios,
hay que volver a la voluntad de Dios, a los roles como Dios los ha establecido y no como el
hombre los establece o como el diablo lo establece.

La Iglesia es el reino de Dios, el gobierno de Dios sobre la tierra. En el gobierno de Dios, Él
dice: “mujeres sujetaos a vuestros maridos como la Iglesia se sujeta a Cristo”. Y al varón
dice: “maridos amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia” y nunca es
suficiente el amor que el marido tiene para ella. Ella exige más, y más, y más, y avanza
hasta ocupar el lugar del hombre y se destruye a sí misma, y el hogar cae en este oprobio,
y muchos problemas que se suscitan. Infinitos, continuos, que surgen porque la verdad y
orden divino no ha sido establecido en el matrimonio.

Hay maridos que son dóciles como una oveja. Hacen todo lo que la mujer dice porque de
lo contrario la vida en el hogar es un infierno de discusiones y de insistencia. Una mujer es
capaz de argumentar toda la noche sin darse cuenta creyendo que hace bien, creyendo en
su prudencia, considerándose inclusive la salvadora del hogar, sin saber que enarboló la
bandera del diablo, y está comandada y gobernada por el espíritu de la mentira,
tergiversando flagrantemente una ley divina que ella lee en la Biblia sin entender.
Estas mujeres se creen salvadoras del varón, porque según ellas, sus maridos no tienen la
inteligencia necesaria. Ellas piensan que todos los demás maridos de la tierra tienen buen
criterio para su hogar, “pero el mío no” se dicen a sí mismas. Y esta es la gran mentira que
campea y se manifiesta en el 99,9% de los hogares.

Debemos admitir que el feminismo entró en la Iglesia. Se estableció, prosperó, se arraigó,
y hoy, ¿quién lo saca? Los pastores cierran el oído y guiñan el ojo frente a la situación.
“No te metas en este terreno porque no terminamos más”, dicen. Justamente Dios quiere
meterse en ese terreno antes de que vuelva, para mostrar que Él es triunfante, que el
triunfo es de Él y no del diablo. Que la última palabra es de Él, el Rey de Reyes y Señor de
Señores y no del diablo. Pero tiene que haber una acción colectiva, una acción desde el
púlpito poniendo en orden esto antes que venga el Señor.
Yo suelo hacer un chiste de un matrimonio que venía de la Luna de Miel: el hombre trae a
casa a su flamante esposa, salen juntos a sus caballerizas, elige un caballo, le da una
orden, y cuando el caballo no obedece, el nuevo esposo saca un revólver y mata al pobre
animal. El hombre usó el caballo como instrumento para poner a su mujer en el lugar que
le corresponde para toda la vida. Es un chiste burdo y rudo, que no existe en la realidad.
Pero en estos tiempos quien pone la pistola en el caballo y lo mata es ella, y la que da las
órdenes es ella.

Él hombre hoy puede que sea fuerte pero la mujer tiene argumentos y son muchos más
grandes que todas sus fuerzas. La fuerza de la mujer es la interminable discusión de todos
los días sobre los asuntos de la casa. La mujer opina en todo, añora y toma el primer lugar,
y el hombre, débil, se lo concede. ¿Resultado? Todo el hogar se funda sobre una base
falsa y los líos van a ser constantes, y los problemas van a ser múltiples, y la
extralimitación de la mujer puede llegar a agobiarla al punto que ella ya no sabe qué
hacer.

Y tenemos mujeres por todos lados que van al psiquiatra. Medicina: obedecer a Dios. Hay
hombres de una talla inmensa en la Iglesia, hombres de gran voluntad. Que aman a Dios,
que ponen a Dios primero en todas las cosas hasta que llegan a su casa, pero observamos
que en su casa manda la mujer. ¡Cuántas veces! ¡Cuántas veces! El diablo y la mujer se
unen para tergiversar fundamentalmente el orden de Dios. Hoy tenemos que levantarnos
como sacerdotes en la casa de Dios, como pastores de la grey y tenemos que echar fuera
este lobo y tenemos que establecer el orden que corresponde a los hogares.
En algunos casos tendremos que tratar con el marido, pero en la mayor parte de los casos
hay que tratar con la mujer, que se extralimitó sistemáticamente en casi todos los
matrimonios.

Observemos con cuidado, vayamos al comienzo de nuestro matrimonio y descubramos la
realidad, ¿Cuándo comenzó a hacerse firme en nosotros la idea que la mujer tenía la
última palabra? Verás el acento de la palabra de Dios viene fuertemente a nuestros
corazones: ha hecho al hombre a la imagen de Dios, a la mujer la hizo a la imagen del
hombre, como ayuda idónea, y no como señora jefa principal del hogar. Si la mujer no
abandona esa posición voluntariamente, el orden de Dios seguirá ausente en el hogar. Hay
una mentira diabólica alojada en su mente, una mentira que va a traer muchos males,
mucha desaprobación delante de Dios, porque en un punto principal, un fundamento y
pilar del hogar, ella ha destruido el principio de Dios. Ya sé, ella encontró veinte razones
para hacerlo; quizá treinta o cien, pero ha sido la obra del diablo y no de Dios. Ha sido la
mentira y no la verdad. Ha sido la desobediencia y no la obediencia. La verdad es que Dios
la hizo para gloria del hombre, para que sea ayuda idónea y no que sea la señora dueña de
casa, dueña de todo, y solo así ella encontrará el gozo y la realización verdadera que ha
perdido en su viaje a robar lo que no le ha correspondido.

La mujer tiene mucho más expansión en la comprensión de los detalles de las situaciones
del hogar que el hombre. Aparentemente es más inteligente pero es simplemente más
conocedora de detalles. La mujer no tiene la orientación. La brújula está en la mano del
hombre mientras que los detalles están en la mano de la mujer. La mujer no debe, por los
muchos detalles que conoce, mucho más que el marido, interpretar su lugar
equivocadamente. La autoridad la tiene el marido y la mujer debe traer su inteligencia
particular, su gran conocimiento de detalles y las minucias de las situaciones que el
hombre no absorbe, sin tomarlas como una inteligencia superior o una autoridad mayor.
Su rol es acercar un aporte mayor para que el hombre discierna, y sirva de ayuda en la
toma decisiones. Y cuando el hombre dice: “no te preocupes de eso porque es cosa mía”,
no hay que preocuparse. Y aunque parezca estúpido, raro y extraño, la palabra del varón
debe ser oída, debe ser recibida, y Dios bendice a la mujer que se subordina al varón
voluntariamente y le otorga la última consideración a él, para que él sea el jefe del hogar,
la cabeza del hogar.
Si el varón es cabeza del hogar, como Dios lo ha establecido, todo se simplifica
enormemente. Las cosas se cumplen en el orden de Dios, no en un orden carnal y
diabólico. Las cosas se ponen en orden según la voluntad de Dios y el hogar comienza a
fluir con más paz, más gracia y armonía. De lo contrario ella se cansa, no aguanta, está
extralimitada, tiene que ir al psiquiatra. Mucho de todo esto viene por haber gobernado la
casa. Logró lo que quería, logró el intento que quería su corazón pero se extralimitó. Pasó
la medida de sus posibilidades, gastó toda su energía detrás de una tontera, trabajó siete
veces más de lo que debiera trabajar. Todo por una mentira del diablo, por no guardar el
orden de Dios, que debe guardarse celosamente. Su orden es muy fácil de entender, y
debe aplicarse, a pesar de los “peros” que ponga la mente femenina, irreversiblemente,
soberanamente, porque es la Ley de Dios. El hombre fue creado a la imagen de Dios para
gobernar en su casa, para ser cabeza, es cabeza del hogar, y la mujer subordinada a la
cabeza, ayuda idónea creada para gloria del hombre.

Y esto que es contundente, no trae aparejado una esclavitud para la mujer sino que al
contrario, la emancipa de un cargo que no puede sostener. El orden divino la libera a la
mujer de buscar para sí una gloria engañosa. Digo gloria mentirosamente, porque más que
gloria es un oprobio, es una responsabilidad que no puede soportar, es una
responsabilidad que la destruye. Pero a pesar de esto ser hallado cierto y probado ella va
adelante con su pecado y con su desobediencia.
Hablemos con los psiquiatras y veremos que la mayor parte de los pacientes son mujeres.
Yo no digo que esto sea la razón de todo lo que sucede en la psiquis de la mujer pero es
uno de los principales pecados que arrastran miserias y que traen oprobio y
desaprobación de Dios.
El feminismo es diabólico, la mujer fue hecha para estar subordinada voluntariamente al
varón y no el varón a la mujer. Se pierde la naturaleza, el orden divino, se pierde la paz, se
pierde la bendición. Mi sospecha es que antes de que venga el Señor, Dios va a ordenar
esto.

El más alto honor de la mujer es criar hijos, como dice la Palabra. Cuidar su casa, hacer de
su casa el reino de Dios, subordinarse con gozo a su marido, subordinar los hijos todos al
marido, contribuir en la difícil tarea del marido, dar lugar a que el marido asuma su
responsabilidad plena delante de Dios. Hoy asistimos lamentablemente a una pobre,
pobrísima generación de varones.
Debemos temblar ante la palabra de Dios, debemos desear profundamente que su
nombre sea vindicado, que su Palabra sea oída, que sus principios sean rectores en la
Iglesia, que recuperemos todo principio divino, toda Ley de Dios, y nos va a ir bien, y va
haber descanso, y cada uno estará en su lugar, atenderá el aspecto de su vida en la parte
que le corresponde, será atendida dignamente y el Señor será honrado. El varón vestirá
honrosamente sus vestidos de varón y será la cabeza del hogar, como corresponde y la
mujer ocupará su lugar, y tendrá paz, y no se desorbitará ni se pondrá ropa que no pueda
vestir, ni autoridad que no pueda cumplir. Encajará en el rol exacto para el cual fue
creada, y esto traerá paz, contentamiento, la paz vendrá como aprobación de Dios. El
contentamiento realizará a la mujer en su verdadero rol.

Bienaventuradas las mujeres, que no se inclinaron ante feminismo sino que aceptaron su
rol como el más honroso, como el más digno, como el más hermoso, apetecible en gran
manera. El rol tan enorme, de tanta importancia de criar hijos. Hoy los hijos han sido
abandonados ante la avalancha del feminismo, que se niega, que insiste en ser profesional
en cualquier cosa menos ama de casa. El diablo ha pintado el rol divino de la mujer como
un rol detestable, bajo, de mínima importancia “¿Quién es este tipo que se cree mayor
que yo?”
¡No es así, no debe ser así! Cuando Dios repartió los ministerios lo hizo con honra para
cada parte y si una mujer no ve la importancia que tiene la honra de ser la madre de hijos,
de ser la cuidadora de la vida moral, espiritual y física de los hijos, si no ve eso como
importante y se ve más importante como gerente, como profesional, es porque no tiene a
Dios en la mente y en los ojos, es porque ha olvidado los principios divinos, es porque se
ha entregado a la mentira del diablo el cual miente siempre y nunca dijo la verdad.
No amontonemos más culpas y no desobedezcamos más a Dios, no nos expongamos más
a los ataques y astucias y mentiras del adversario. Ya demasiado se ha probado el
resultado funesto de esta liberación femenina. Antes de la venida del Señor, la virgen se
viste de sus vestidos blancos. Eso es imposible ante una tergiversación de roles como hay
hoy. Antes de que Cristo vuelva, el hombre y la mujer deberán volver a sus roles
establecidos por Dios. No habrá vestidos blancos sin rectitud en obedecer la palabra de
Dios en cuanto al matrimonio.

Los hijos volverán a ser beneficiados. Algunas mandan continuamente a sus hijos para que
los eduquen otros porque no quieren tener la responsabilidad de educarlos ellas; ven esto
también como una esclavitud, como una función baja e inferior; han sido engañadas,
totalmente engañadas. Jamás Dios se ha equivocado, jamás Dios ha exagerado, y nunca ha
de entenderse como una postura jerárquica la del varón sobre la mujer siendo él cabeza
de la mujer. Nunca, digo de nuevo, debe considerarse como una jerarquía, como una
imposición, como un rango más alto, porque bien dice Pablo: “pues si la mujer no se cubre
que se corte también el cabello, si le es vergonzoso a la mujer cortarse el cabello o raparse,
que se cubra, porque el varón no debe cubrirse la cabeza pues es imagen y gloria de Dios,
pero la mujer es gloria del varón. Porque el varón no procede de la mujer sino la mujer del
varón. Tampoco el varón fue creado por causa de la mujer sino la mujer por causa del
varón. Por lo cual la mujer debe tener señal de autoridad sobre su cabeza por causa de los
ángeles, pero en el Señor, dice Pablo y agrega: ni el varón es sin la mujer ni la mujer sin el
varón, porque así como la mujer procede del varón también el varón nace de la mujer,
pero todo procede de Dios”.

Esta última parte la dice Pablo para que no haya conflicto. Nos aclara de esta forma que
no está hablando de jerarquías sino de funciones. Si la función del hombre entraña una
autoridad mayor, eso debe aceptarse sin que esto implique un desprecio para la mujer. La
hizo para eso. La formó para eso. La mujer fue creada para tener hijos y para cuidar los
hijos. La mentira del diablo le dice lo contrario. Este rol de la mujer es absolutamente
fundamental para la Humanidad, para la Iglesia. Si tenemos una confusión en cuanto a
esto, hemos confundido un punto esencial de la sociedad, un punto fundamental del
hogar, un punto fundamental en la crianza y el desarrollo del hombre en la tierra.

A la mujer se le ha dado el lugar honroso de tener hijos y de criarlos, y su gloria es criar
hijos que sigan a Dios. Y los que aprendan de una madre sumisa, que aprendan de una
madre obediente, que aprendan de una madre ejemplo. Caso contrario, ¿qué le enseña la
mujer al niño? -La rebelión nace de ahí mismo. La insubordinación a los padres nace
muchas veces, las más de las veces, de la insubordinación de la mujer hacia el marido o
del conflicto que hay entre la mujer y el marido, los problemas que hay entre el marido y
la mujer, las discusiones que hay entre el marido y la mujer. De la insubordinación de la
mujer hacia el marido nace la mayor parte de los problemas, y tenemos una niñez
debilitada, abandonada. Y la Iglesia, ¿ha de padecer los mismos males que en el mundo?
¿Ha de ser desobediente el mundo y también la Iglesia? En la Iglesia, ¿ha de prevalecer la
palabra de Satanás antes que la palabra de Dios?

La Iglesia, ¿ganará la pulseada con Satanás para que el Señor al fin pueda vindicar su
Nombre, glorificar su Plan, ser obedecido en esta crucial e importantísima y principal tarea
y condición del hombre y de la mujer, el hogar y la familia? Cuando la mujer acate la
condición que divinamente se le ha entregado, recién podrá disfrutar esta frase de Pablo:
“En el Señor el varón no es sin la mujer y la mujer no es sin el varón, porque así como la
mujer procede del varón también el varón nace de la mujer, pero todo procede de Dios”.

“Todo procede de Dios”. Que Dios nos de fuerza y convicción para primero salvar el
ministerio de toda liviandad, tergiversación, engaño y debilidad y nos haga ponernos de
pié en esta hora con la paciencia y la gracia de Dios del Señor y volver a establecer los
cimientos de nuestros hogares.

Pongamos las cosas en su lugar: Primero está Dios, en segundo lugar su Iglesia, su Palabra,
sus mandamientos, el orden de Dios; y en tercer lugar la familia, el hogar. Si tomamos
seriamente a la iglesia en su rol de establecer, cumplir, promover la voluntad de Dios
sobre la única base de la Palabra, valientemente corrigiendo todos los errores y
enderezando todo lo que está torcido, veremos que el Reino de Dios bendice nuestros
hogares. El reino de Dios en su plenitud producirá una Iglesia de plenitud y hogares
plenos, ordenados, sumisos y trazados según la Ley de Dios, según los principios divinos y
recién así podremos decir que hemos peleado la batalla, que hemos guardado la fe. Que
sea así, para gloria de Dios. Amén.

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