viernes, 22 de marzo de 2013

Quince tesis para reentender la iglesia - Wolfgang Simson



Tomado del Libro Casa que transformarán el mundo - W. Simon


1. El cristianismo es una forma de vida, no una serie de reuniones religiosas.
Antes de que se les llamara cristianos, a los seguidores de Cristo se les llamaba «El Camino». Una de las razones era que literalmente habían encontrado el camino de vida. La naturaleza de la iglesia no se refleja en una serie constante de reuniones religiosas dirigidas por clérigos profesionales en lugares santos especialmente reservados para experimentar a Jesús.
Muy al contrario, es la forma profética en la que los seguidores de Cristo viven cotidianamente
sus vidas en el entorno de familias espirituales como respuesta vivida a las preguntas que hace la
sociedad, en el lugar en el que más cuenta, sus hogares.

2. Es hora de cambiar el sistema «categoga»
Las iglesias históricas Ortodoxa y Católica Romana desarrollaron y adoptaron, en el siglo
IV después del período de Constantino, un sistema religioso basado en dos elementos: Una
versión cristiana del templo del Antiguo Testamento (la catedral), y un modelo de la adoración
que se hizo común después de la sinagoga judía. De esta forma adoptaron, como el patrón
fundamental que habría de continuar en el futuro, un molde que daría forma a las reuniones
cristianas y a la adoración, pero que ni había sido revelado por Dios de forma expresa, ni le había
dado su visto bueno durante el tiempo del NT. De esta forma surgió la «categoga», conectando la
mentalidad de «casa de Dios» con la sinagoga (catedral-sinagoga). El sistema de «categoga» fue
bautizado con la filosofía griega pagana, quien separó lo sagrado de lo secular, y comenzó a
desarrollarse en la peor época de la cristiandad, perdiendo la mayor parte de su energía para
transformar la sociedad, e induciendo a la iglesia a permanecer absorta consigo misma durante
los siguientes siglos. La Iglesia Católica Romana llegó a canonizar el sistema Lutero reformó el
contenido del evangelio, la doctrina, pero dejó intactas las formas y estructuras de la «iglesia».
Años después. Las llamadas «iglesias libres» separaron a la iglesia del estado, y entonces
llegaron los Bautistas y la bautizaron, después los Cuáqueros la limpiaron en seco, más tarde el
Ejército de Salvación le puso un uniforme, a continuación los Pentecostales la ungieron y los
carismáticos la renovaron, pero hasta el día nadie ha cambiado realmente el sistema.

3. La Tercera Reforma
Al redescubrir el evangelio de salvación por la sola fe y la sola gracia. Lutero empezó a
reformar la iglesia a través de una reforma de la teología. En el siglo XVIII, por el movimiento
de la renovación pietista, sucedió una recuperación de la intimidad con Dios, que llevó a la
iglesia a una reforma de la espiritualidad, la Segunda Reforma. Ahora Dios está tocando a los
mismísimos odres, iniciando una Tercera Reforma, la de las estructuras.

4. De casas = iglesia a iglesias en las casas.
Desde los tiempos del Nuevo Testamento no ha habido nada a lo que se le pueda llamar
«casa de Dios». Pagando con su propia vida, Esteban nos recuerda: Dios no habita en templos
hechos con manos humanas. La iglesia es el pueblo de Dios. Por lo tanto, la iglesia estaba y
sigue estando donde se encuentra la gente, esto es, en los hogares, en casas comunes y corrientes.
Es allí donde los que pertenecen al pueblo de Dios comparten sus vidas en el poder del Espíritu
Santo, tienen verdaderas reuniones ágapes, es decir, comen cuando se reúnen; a veces no dudan
en vender alguna propiedad privada para compartir bendiciones materiales y espirituales; se
enseñan unos a otros cómo obedecer la palabra de Dios en el contexto de situaciones de la vida
real, en una forma dinámica, con mucho diálogo, y no a través de unas clases teóricas dictadas
por un profesor. Oran y profetizan juntos, se bautizan unos a otros, y llegan a despojarse de sus
hipócritas máscaras confesando públicamente sus pecados, obteniendo así una nueva identidad
como cuerpo a través del amor, la aceptación y el perdón.

5. La iglesia tiene que volverse pequeña para poder crecer a lo grande.
Muchas iglesias de hoy son sencillamente demasiado grandes como para poder ofrecer a
sus miembros una comunión verdadera. En realidad se han convertido en «comuniones sin
comunión». La iglesia del Nuevo Testamento estaba formada por grupos de entre 10 y 15
personas. No crecía por el hecho de formar grandes congregaciones de 300 personas que llenasen
una catedral y perdiesen el contacto personal de una comunión íntima. Al contrario, se
multiplicaba de forma «horizontal» al dividir los grupos como se dividen las células orgánicas,
una vez que esos grupos crecían hasta alcanzar las 15 o 20 personas. Esto hacía posible que, en
ocasiones, todos los grupos que había en una ciudad se juntaran en una sola celebración, como en
el atrio del Templo Salomón en Jerusalén. Nuestra iglesia conregacional tradicional tal y como la
conocemos no es, en comparación, ni grande ni íntima, más bien es un intento fallido, una iglesia
casera anormalmente grande y una celebración raquíticamente pequeña, lo que hace que carezca
de la dinámica de ambas.

6. Ninguna iglesia debe ser dirigida por un solo Pastor
La iglesia local no está dirigida por un pastor, sino supervisada paternalmente por un
anciano, una persona con sabiduría que está conectada con la realidad que les rodea. Entonces las
iglesias locales establecen vínculos entre sí a través de una rotación combinada de ancianos y
miembros de lo que se conoce como los cinco ministerios (apóstoles, profetas, evangelistas,
pastores y maestros) los cuales circulan «de casa en casa», como circula la sangre por el cuerpo.
Los ministerios apostólico y profético tienen el papel especial de poner los fundamentos (Efesios
2:20; 4:11, 12). Un pastor (no en el sentido de título que uno posee, sino de alguien que ejerce
por sus dones y llamamiento cuidado pastoral), es un miembro importante del equipo, pero no
puede asumir más que una parte de toda la tarea de «capacitar a los santos para la obra del
ministerio», y tiene que ser complementado sinergéticamente por la acción de los otros cuatro
ministerios para que funcione de una forma apropiada.

7. Las piezas correctas, ensambladas de manera equivocada.
Para hacer un puzzle, tenemos que ensamblar las piezas de acuerdo con un modelo
original, porque si no, lo que obtenemos, la imagen final, no encaja, y las piezas no tienen ningún
sentido. En el ámbito cristiano tenemos las piezas correctas, pero las hemos ensamblado de
forma equivocada, quizá por miedo, o tradición, o celo religioso y una mentalidad de poder y
control. De la misma manera en la que el agua existe en tres estados: sólido (hielo), líquido
(agua) y gaseoso (vapor), de igual manera se encuentran hoy en día los cinco ministerios que se
mencionan en Efesios 4:11, 12; los apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros, pero no
siempre en la forma correcta ni en el lugar apropiado. A menudo están congelados en el rígido
sistema del cristianismo institucionalizado, o permanecen como agua cristalina, o se han
evaporado en el liviano aire de ministerios que van por libre o de iglesias «independentistas» que
no le dan cuentas a nadie. Igual que para regar flores lo mejor es el estado líquido del agua, estos
cinco ministerios de capacitación tendrán que transformarse en nuevas (pero a la vez antiguas)
formas, para que la totalidad del organismo espiritual pueda florecer, y los «ministros» puedan
encontrar su lugar y papel apropiados. Ésta es una razón más por la que debemos retornar al
diseño original de la iglesia.

8. Libre de las manos de un clero burócrata y hacia el sacerdocio de cada creyente.
Ninguna iglesia que se considere resultado del Nuevo Testamento puede ser dirigida por
un único «hombre santo» profesional que actúa como intermediario de Dios, al estilo de Moisés,
y es el que alimenta a una masa de consumidores religiosos pasivos. El cristianismo adoptó este
método de las religiones paganas, o, siendo muy benévolos, del Antiguo Testamento. La extrema
profesionalización de la iglesia desde la época de Constantino ha sido una influencia profunda
desde hace demasiado tiempo, dividiendo al pueblo de Dios de una forma artificial entre laicos
inmaduros y un clero profesional, y desarrollando una mentalidad basada en el poder y una
estructura piramidal. De acuerdo con el Nuevo Testamento (1Tim. 2:5), «hay un solo Dios, y un
solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre». Es muy sencillo, Dios no quiere
que profesionales de la religión se pongan por la fuerza entre él y su pueblo. El velo del lugar
santísimo está roto, y Dios permite y quiere que la gente acuda a él directamente, a través de
Jesucristo, el único camino.
Sin embargo, para que el sacerdocio universal de cada creyente sea una realidad, el
sistema que tenemos hoy en día tiene que cambiar por completo. El burocrático es uno de los
sistemas administrativos más crueles, porque sólo hace dos preguntas: ¿sí o no? No deja opción
para la espontaneidad y la humanidad, no hay lugar para la vida real. Puede que esto sea bueno
para los negocios y la política, pero no para la iglesia. Parece que Dios está empeñado en liberar
a su iglesia de la cautividad babilónica de los burócratas religiosos y los espíritus de control, para
hacerla de dominio público, poniéndola en las manos de personas normales a las que Dios ha
hecho extraordinarias y quienes, como sucedía en el principio, puede que todavía huelan a
pescado, a perfume o a revolución.

9. Dejar atrás las estructuras organizadas del cristianismo para regresar a las orgánicas.
El «Cuerpo de Cristo» es una descripción vivida de un ser orgánico, no de un mecanismo
organizado. La iglesia, a nivel local, está formada por una multitud de familias espirituales, que
se relacionan de forma orgánica como una red. La manera en la que esas comunidades funcionan
unidas es una parte integral de todo el mensaje. Lo que se ha convertido en un máximo de
organización con un mínimo de organismo, tiene que cambiar a un mínimo de organización para
permitir un máximo de organismo. Demasiadas organizaciones han estrangulado, como una
camisa de fuerza, el organismo por miedo de que algo pudiera funcionar mal. El miedo es lo
opuesto a la fe, y no precisamente una virtud cristiana. El miedo quiere controlar, la fe puede
confiar. Por lo tanto, puede que el control sea bueno, pero la confianza es mejor. Dios ha
confiado el Cuerpo de Cristo a personas con una mentalidad de servicio y con el don carismático
especial de creer que él todavía tiene el control, incluso cuando ellos no lo están. Lo que
necesitamos desarrollar en la actualidad son redes regionales y nacionales basadas en la
confianza, no en un nuevo pacto de ecumenismo político, para que puedan volver a emerger las
formas orgánicas del cristianismo.

10. De adorar nuestra adoración a adorar a Dios.
La imagen que ofrece la mayoría del cristianismo contemporáneo se puede resumir como
personas santas que asisten regularmente a un lugar santo en un día santo a una hora santa, para
participar en un ritual santo, dirigido por un hombre santo vestido con ropa santa por un sueldo
santo. Puesto que esta empresa cuyo enfoque es una presentación pública a la que llamamos
«culto de adoración», requiere de un gran talento organizativo y una burocracia administrativa
para que funcione bien, es normal que el patrón muy formalizado e institucionalizado se
transforme rápidamente en tradiciones rígidas. Estadísticamente, un «culto de adoración» normal
de una o dos horas de duración, consume muchos recursos, pero a cambio produce muy poco
fruto en cuestión de discipulado de personas, es decir, de vidas cambiadas. Hablando en términos
económicos, es una estructura con un «alto input y bajo output». Tradicionalmente, el deseo de
adorar «de la forma correcta» ha llevado a mucho, denominacionalismo, confesionalismo y
nominalismo. Esto no sólo pasa por alto el hecho de que a los cristianos se le ha llamado a adorar
«en espíritu y en verdad», y no en catedrales con un himnario en las manos. También ignora el
hecho de que la mayor parte de la vida se desarrolla en un ambiente informal, y así debe ser
también con el cristianismo como forma de vida. ¿Tenemos que dejar de ser grandes actores y
comenzar a actuar con grandeza?

11. Deja de llevar personas a la iglesia y comienza a llevar la iglesia a las personas.
La iglesia está dejando de ser una estructura del tipo «venir», para regresar a ser una
estructura del tipo «ir». Como resultado, la iglesia tiene que dejar de llevar la gente «a la iglesia»
para comenzar a llevar la iglesia a la gente. La misión de la iglesia nunca se verá cumplida sólo
por añadir personas a la estructura existente. Lo que hace falta es nada menos que la iglesia se
multiplique espontáneamente en áreas del mundo en las que todavía no se conoce a Cristo.

12. Redescubrir la Cena del Señor como una comida real con alimentos de verdad.
Las tradiciones de la iglesia han conseguido transformar la Cena del Señor en un ritual
homeopático cargado de un profundo simbolismo religioso, por regla general con unas pocas
gotas de vino, un trocito de pan insípido y una cara triste. Sin embargo, al comienzo de la iglesia,
la Cena del Señor era en realidad más una comida substancial con un significado simbólico que
una comida simbólica con un significado substancial. Dios está restaurando la comida real en
nuestras reuniones.

13. De denominaciones a celebraciones de toda la ciudad.
Jesucristo llamó a un movimiento de carácter universal, y lo que vino fue una serie de
corporaciones religiosas con cadenas de sucursales, comercializando sus propias «marcas» de
cristianismo y compitiendo con las demás. Esta fragmentación en diferentes «marcas» de
cristianismo, ha hecho que la mayoría del protestantismo haya perdido su voz en el mundo y no
tenga ninguna influencia política, más preocupados con las distinciones tradicionales y las luchas
religiosas que con desarrollar un testimonio colectivo frente al mundo. Jesús, sencillamente
nunca le pidió a la gente que se organizara en facciones y denominaciones, y Pablo se refirió a
ello como algo que no valía para nada, y una señal de inmadurez cristiana.
En los primeros tiempos de la iglesia, los cristianos tenían una doble identidad: eran
verdaderamente la iglesia de Cristo, es decir, se habían convertido en forma vertical a Dios, y se
organizaban en base a su situación geográfica relacionándose con otros creyentes, esto es, se
habían convertido de forma horizontal. Esto no sólo significa que los creyentes de una zona se
organizan en base a su vecindario o a iglesias en las casas donde comparten sus vidas de forma
local, sino que también se reúnen tantos como pueden como una sola identidad colectiva para
una celebración de toda la ciudad o de una región expresando de esta manera que la iglesia en
esa ciudad o región es un solo cuerpo. La autenticidad del cristianismo en los vecindarios junto
con la identidad como un solo cuerpo en toda la ciudad o región hacen que la iglesia no sólo sea
relevante políticamente, y espiritualmente convincente, sino que le permitirá regresar al modelo
bíblico de iglesia metropolitana, es decir, la suma de todos los creyentes nacidos de nuevo en una
ciudad o un área.

14. Desarrollar un espíritu a prueba de persecución
Crucificaron a Jesús, el representante de todos los cristianos. Hoy sus seguidores se
interesan muchas veces más por títulos, reconocimientos y respetabilidad social, o peor aún,
permanecen en silencio y tratan de pasar desapercibidos. «Bienaventurados seáis cuando os
persiguieren», dice Jesús. El cristianismo es una sana amenaza al paganismo ateo y malvado, un
mundo lleno de concupiscencia, materialismo, celos, y toda clase de valores demoníacos en lo
referente a la ética, el sexo, el dinero y el poder. El cristianismo contemporáneo en muchos
países es demasiado inofensivo y cortés como para que merezca la pena perseguirlo. Pero cuando
el cristianismo viva de nuevo en los valores del Nuevo Testamento y, por ejemplo, llame al
pecado por su nombre, la reacción del mundo será, como siempre fue, o la conversión o la
persecución. En vez de instalarse cómodamente en los espacios temporales que ofrece la libertad
religiosa, los creyentes tendrán que prepararse para ser descubiertos de nuevo como los principales
opositores al desarrollo del humanismo, la esclavitud moderna del consumo y la diversión
obligada y la adoración absoluta del yo, el centro del universo incorrecto. Ésta es la razón por la
que los cristianos deben sentir la «tolerancia represiva» de un mundo que ha perdido sus
absolutos y por lo tanto se niega a reconocer y obedecer a su creador Dios con sus valores
absolutos. Unido a la creciente ideologización, privatización y espiritualización de la política y la
economía, los cristianos tendrán la oportunidad (antes de lo que la mayoría se imagina), de
permanecer acusados junto a Jesús. Tienen que prepararse ahora para el futuro desarrollando un
espíritu a prueba de persecución y una estructura más resistente a la misma.

15. La iglesia regresa al hogar.
¿Cuál es el lugar en el que le es más fácil a una persona ser espiritual? ¿Es quizá
escondido tras un gran pulpito, vestido con ropas santas, predicando palabras santas a una masa
sin cara, y finalmente desapareciendo en una oficina? ¿Y cuál es el lugar más difícil (y por lo
tanto más significativo) en el cual ser espiritual? En casa, con el cónyuge y los hijos, donde todo
lo que se dice y se hace se somete automáticamente a un examen crítico para ver si es cierto,
donde la hipocresía se puede cribar y la autenticidad se puede desarrollar. Buena parte de la
cristiandad ha huido de la familia como marco espiritual, a menudo por ser el lugar de sus
propias derrotas espirituales, y ha montado actuaciones artificiales en edificios sagrados que no
tienen nada que ver con la atmósfera de la vida real. Cuando Dios comienza a trabajar en la
recuperación de los hogares, la iglesia tiene que dar media vuelta y regresar a sus raíces, el lugar
del que procede. Tiene que regresar literalmente al hogar, completando el círculo de la historia
de la iglesia al final de la historia del mundo.
Cuando los creyentes de toda clase social, denominación, y tras-fondo, sienten un claro
eco en sus espíritus acerca de lo que el Espíritu de Dios está diciendo a la iglesia, y comienzan a
escuchar de forma global para actuar de forma local, empiezan a funcionar de nuevo como un
solo cuerpo. Dejan de pedirle a Dios que bendiga lo que están haciendo, y comienzan a hacer lo
que Dios bendice. Se organizan en iglesia en las casas por barrios y se reúnen en celebraciones
de toda la ciudad o región. Estás invitado a formar parte de este movimiento y realizar tu propia
contribución. Quizá tu hogar, también, llegará a ser una casa que cambiará el mundo.

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