martes, 19 de marzo de 2013

Discipulado mas que un estudio biblico - Mario Fagundes


Introducción:    

El servicio de hacer discípulos es tremendamente maravilloso. Cooperar con el Señor en este ministerio es una honra dada solamente a aquellos que fueron llamados. Llamados para cooperar con El en el Santo y Eterno Propósito de Dios.
Entretanto, precisamos siempre estar haciendo ajustes. Tenemos que detenernos un poco para ver si estamos en el rumbo cierto. Esas “paradas” no significan retroceso, muy por el contrario, es una necesaria evaluación de principios, conceptos y prácticas. Y si tenemos que hacer algunos ajustes, esto es algo que va a solidificar la visión y a fortalecer la obra.
Hace algunos años atrás, el Señor nos trajo revelación sobre esto. Es justamente esto lo que hemos compartido con otros que, como nosotros, quieren crecer en ese ministerio. Descubrimos que existía la necesidad de hacer tres ajustes principales:

1. FUNDAMENTANDO UN DISCÍPULO

El discipulado comienza en la base, en el fundamento mismo. Todos nosotros tenemos ésta certeza y convicción. La primera enseñanza para un nuevo converso tiene que ser relativa al fundamento. Fundamento es la base en la vida del discípulo. Todo lo que fuere construido después, solo tendrá solidez si la base fuere bien colocada. Como en una construcción, no comenzamos construyendo una pared. La primera cosa que colocamos son los fundamentos, los cimientos. Este es un aspecto de la vida del discípulo que todos entienden. Si no hubiere entendimiento, Si no hubiere revelación, todo lo demás estará comprometido, o sea, no habrá garantía de estabilidad en la edificación.
Cuando ganamos a alguien, ¿por dónde debemos comenzar la edificación?
Por el fundamento. Llamamos “Fundamento” a los principios elementales de los “oráculos de Dios”, o sea: Jesús; Su Vida y Su Obra es La Puerta del Reino:
Arrepentimiento, Bautismo en Cristo y el Don del Espíritu Santo.
Esta es la base y nunca va a cambiar. El fundamento es la cosa más importante en una construcción y así es en la vida del discípulo. Sin fundamento la vida del discípulo no resiste.
Al echar los fundamentos en la vida del discípulo, es necesario ir tratando los principales problemas en su vida. Esta es una parte que fácilmente se olvida, por lo tanto es necesario estar examinando. No podemos olvidar ésta parte porque el nuevo discípulo estará adecuando su vida al patrón del Reino de Dios.
Muchas veces hacemos un gran énfasis sobre “los fundamentos” y olvidamos que tratar los principales problemas del discípulo hace parte de ése fundamento.
Tenemos que dar la misma importancia a esto como la damos al estudio de la Palabra y de las notas y escritos que acostumbramos leer y enseñar.
A medida que avanzamos en la enseñanza sobre la vida de Jesús y sobre otros aspectos del fundamento, vamos también tratando los problemas conyugales, problemas financieros, educación de los hijos, etc... , aunque no hayamos avanzado mucho en el estudio de las lecciones, es preciso ir tratando los problemas de los discípulos.
No podemos esperar la lección número 39, para tratar sobre la vida familiar. Si él tiene problemas serios en casa, tenemos que tratarlos enseguida. El discípulo que tiene problemas con su esposa, o problemas financieros no puede esperar hasta llegar a la lección que trata el tema de La familia y que está en la 4ª parte de las enseñanzas. Es un tremendo absurdo querer fundamentar (apostilla 1) y después enseñar sobre el propósito eterno (apostilla 2) y, después quién sabe, de ahí a un año y medio recién vamos a tratar los asuntos relativos a la familia. No! Tenemos que dar los fundamentos y tratar los principales problemas, al mismo tiempo.
Es necesario que esto entre en nuestros corazones. Necesitamos revelación. Caso contrario, el discípulo no va a poder adelantar, no estará debidamente fundamentado. ¿Por qué? Porque él estará atento a sus problemas. Aquel que está embrollado financieramente, endeudado, ¿cómo va a estar atento para la enseñanza? ¿Cómo podrá recibirla y menos aprenderla? ¿Cómo tendrá entendimiento o querrá tomar un tiempo para pensar respecto de las cosas de Jesús, si no salen de su cabeza las deudas, las disputas, los traumas? ¿Cómo podrá él contemplar al Autor y Consumador de la fe? ¿Cómo podrá correr la carrera que tiene por delante?
Observemos cómo es una maratón ¿Un corredor va a éstas carreras con ropa que usa normalmente? ¿Va con una camisa cerrada hasta el cuello? ¿Cómo alguien participa de una maratón? Se coloca una ropa lo más liviana posible.
Aquella que producirá la menor resistencia al aire. Sólo así se puede correr con libertad y sin impedimento.
¿Cómo van a andar los discípulos si no tratamos sus principales problemas? ¿Saben lo que sucede cuando no damos ése énfasis, cuando no entramos con firmeza tratando los principales problemas? Vamos a tener un “pequeño problema” crónico al lado nuestro. Será un “paquetito” que continuamente tendremos que cargar. Es esto lo que hace de nuestro servicio de hacer discípulos un trabajo complicado, cansador y sin éxito.

¿Qué hacer para corregir esto? ¿Cómo hacer los ajustes?
La respuesta es: Después de haber bautizado a alguien, enseguida tenemos que colocar los fundamentos y comenzar simultáneamente a tratar los principales problemas que haya en su vida.
En tanto el discípulo no logre liberarse de la presión de éstos principales problemas, no podrá producir nada para Dios, continuará enredado, embarazado con la carga y con el pecado. El no conseguirá correr la carrera propuesta.
No podemos sólo hablar de los fundamentos, ni tampoco tratar solamente sus principales problemas. Tenemos que enseñar los fundamentos y tratar sus principales problemas. Los dos a la vez.
Tenemos que aprovechar la primera etapa de la nueva vida del discípulo. El está con todo el empuje del Espíritu Santo, el está convencido de su pecado, está convencido de su vana manera de vivir. Nosotros tenemos que estar atentos y aprovechar ese momento para echar el fundamento y también buscar la gracia y la dependencia de Dios para discernir los principales problemas que puede haber en su vida. Debemos tratar inmediatamente los principales problemas del discípulo porque él tendrá que vencerlos.
Cuando alguien se convierte es porque entendió que Jesús es el dueño de su vida.
A convertirse, él entiende que el Señor está sobre todas las cosas. Y nosotros tenemos que tener gracia de Dios y sabiduría para fundamentarlo y discernir los principales problemas de su vida.
¿Cuáles son ésos principales problemas? Aquí tenemos algunos ejemplos: ¿Cómo cuida de sus finanzas? ¿Tiene deudas? ¿Es un mal pagador? ¿Su lenguaje es torpe?
Con relación a su esposa: ¿La trata bien, y con amor? ¿Cuida bien de sus hijos? ¿Su comportamiento con las personas es correcto? ¿Cómo es su mirar? ¿Tiene prácticas impuras? ¿Sus pensamientos son puros? ¿Tiene vicios? etc.
Nosotros tenemos que discernir ésos problemas apenas comienza a andar el camino. En cuanto vamos fundamentando, también vamos tratando ésos problemas a fin de que el discípulo se desembarace y pueda correr la carrera que le fue propuesta.

2. CATEQUIZANDO UN DISCÍPULO (Dt. 6:6-9; Heb. 3:12).

El Señor, por su misericordia, nos reveló éste principio. Años atrás comenzamos inquietarnos con esto. Fue luego de un retiro. Marcos Moraes, mi compañero de ministerio, volvió de unas vacaciones lleno de ánimo y carga por predicar. El predicó cinco mensajes sobre el Reino de Dios, teniendo como base el Evangelio de Mateo. Leía éste evangelio de Mateo todos los días. Una vez por día él leía el libro entero. Cuando él trajo la palabra, fue tremendo, pues los hermanos quedaron quebrantados y llorando. Nosotros pensamos que teníamos encontrada la llave para comunicar eso a los hermanos.
Pasado algún tiempo, tuvimos otro retiro. Resolvimos preguntar a los hermanos sobre las predicaciones que Marcos había hecho. ¿Cuántos las recordaban? ¡Ninguno!
Ni siquiera podían repetir los títulos. Comenzamos a entrar en una desesperación para con el púlpito. Una pregunta quemaba dentro de nosotros: ¿Qué será lo que los hermanos entienden y guardan de lo que enseñamos?
En ésa época comenzamos a relacionarnos con el pastor Iván Baker. El nos hablaba sobre simplicidad. Nosotros queríamos y buscamos la simplicidad de Cristo Jesús. El Señor nos mostró la necesidad de ser simples. Y fue así que, con una frase sola definimos la simplicidad que deber regir la enseñanza:
“Pocas cosas bien enseñadas, bien aprendidas, bien practicadas y bien transmitidas”.
A partir de ahí, comenzamos a simplificar la enseñanza. Nos determinamos a confeccionar un escrito con todo el consejo de Dios. Nuestra primera carpeta tenía 34 hojas! Allí se encontraba todo lo que considerábamos que la iglesia necesitaba aprender. Aquellas enseñanzas deberían ser repetidas, practicadas y transmitidas.
Iván Baker volvió d Argentina con una carpeta similar con 33 hojas. La nuestra tenía una hoja más que la de él, pero el contenido era el mismo.
En aquél momento el Señor nos convenció que teníamos que repetir, repetir y repetir. Fue así que surgió la “Catequesis de Memorización”. Ella contenía “Los ocho puntos sobre Jesús” – (Jesús existe antes de todas las cosas, Se hizo hombre, Tuvo una vida perfecta e irreprensible, Hizo una obra tremenda y grandiosa, Murió por nuestros pecados, Resucitó, Fue exaltado y Volverá) y La Puerta del Reino – (Arrepentimiento, Bautismo en Cristo y el Don del Espíritu Santo).
Dios nos dio gracia para colocar esa “catequesis de memorización” en unas tarjetas con preguntas y respuestas para que fuesen memorizadas, e interiorizadas y que produjesen revelación. Hoy, vemos podemos contemplar a los hermanos repitiendo juntos la misma palabra. Eso nos fue animando, pues comenzamos a percibir que aquellos hermanos que tenían dificultades en aprender, estaban repitiendo la palabra y no sólo repitiendo, sino además entendiendo. Nuestro corazón se ensanchó de alegría. ALELUYA!
Por un largo período tuvimos la práctica de repetir ésa palabra entre nosotros, en los encuentros de Iglesia, en los encuentros por las casas, con nuestros discípulos.
Ah! ¡Qué cosa buena! Qué cosa deliciosa que podamos repetir, memorizar y ordenar la Palabra de Dios en nuestras mentes y corazones. ¡Habíamos encontrado la “pepita de oro” de Dios! Hallamos allí una respuesta para todos los hermanos. Desde los más cultos hasta los más simples de los discípulos, todos estaban entendiendo las mismas cosas. El secreto era ministrar para que los más simples entendiesen, pues si ellos entendían todos los demás también lo harían. ALELUYA!
Estábamos satisfechos! Con el pasar del tiempo Dios nos agregó algo más. Algo que fue fruto de una evaluación de la propia catequesis de memorización. Fue Iván Baker que nos enseñó ése hábito de revisar y examinar nuestras prácticas.
Entonces preguntamos: Señor, tienes alguna cosa más sobre la catequesis?
El Señor nos ayudó a través de una historia que oímos. Cierto hermano recién convertido, tuvo que ir vivir a la Patagonia y, como no podría frecuentar los encuentros de Iglesia ni ser discipulado, llevó consigo siete cintas de cassette con ministraciones de los pastores. Y él las escuchó 50 veces cada una. Cuando regresó a la ciudad dónde se había convertido, ya había pasado un año. Este hermano estaba lleno de sabiduría, gracia y de revelación de la palabra de Dios. Después de algún tiempo, se fue reconocido uno de los pastores en su localidad.
Dios nos mostró algo más. Después de memorizar las tarjetas con las preguntas y respuestas, Leeríamos 50 veces cada escrito de enseñanza. Pasamos a sugerir que los discípulos tuviesen una lectura ordenada. Que siguiesen un criterio de acuerdo con el crecimiento de cada uno.
Fue así que surgió la catequesis de lectura.
Mas no se detuvo ahí. El Señor continuó trayéndonos más. El Señor continuó llevándonos a entender un poco más sobre la catequesis.
La palabra “KATEKEO” que aparece en el Nuevo Testamento, no original, está mal traducida en nuestras Biblias. En el original, la palabra no sólo expresa “una verdad”, sino también expresa “el contenido y la forma”.
Llegamos a la conclusión que la palabra no debería haber sido traducida, sino transliterada. En vez de traducir “KATEKEO” como "instruido", debería haber sido transliterado como "catequizado". Por el contrario, éste error no ocurre con la palabra “bautismo” ya que en ella también está incluido tanto el contenido como la forma.
A través de éste entendimiento el Señor nos añadió algo. Hasta aquél momento, nuestra práctica habitual era “auto-catequizarnos”, o sea, cada uno preparaba y memorizaba sus tarjetas de textos sólo, en su casa, o en su trabajo. Leíamos las lecciones, cada uno en su casa. Cuando volvimos a leer éstos textos aplicando el significado pleno de la palabra “Katekeo”, todo quedó mucho más claro aún.
Observen:
"Para que tengas plena certeza de las verdades en que fuisteis instruido".
No dice que “ tú fuiste y te instruiste ”, sino que “alguien fue y te catequizó”. No eres tú que va y se catequiza, sino que debes ser catequizado por alguien. Aquí tenemos a uno que fue y repitió, repitió y repitió tantas veces hasta que consiguió retener y aprender.
Hech.18:25: “Este había sido instruido en el camino del Señor;...”, o sea catequizado, “... y siendo de espíritu fervoroso, hablaba y enseñaba con más precisión lo concerniente al Señor...” refiriéndose a Apolos. ¿Qué habían hecho con Él? Instruido = catequizado, alguien lo catequizó, alguien lo instruyó repetidas veces respecto de las mismas cosas.
Romanos 2:18 “y conoces su voluntad, y siendo instruido (catequizado) por la ley apruebas lo mejor...” Siendo catequizado... Fue hecho por alguien.
1ª Cor. 14.19: “...pero en la iglesia prefiero hablar cinco palabras con mi entendimiento, para enseñar (catequizar) también a otros, que diez mil palabras en lengua desconocida.” Prefiero hablar cinco palabras para catequizar. Alguien siempre está catequizando a alguien. No es alguien catequizándose, sino alguien catequizando a alguien.
Gal.6.6: “...El que es enseñado en la palabra, haga partícipe de toda cosa buena al que lo instruye.”
Alguien que está siendo catequizado. Si tú estás siendo catequizado es para hacer participante de las cosas buenas a aquél que lo... No dice que él se catequiza sólo, ni leyendo solo, sino que alguien lo...

¿Que es catequizar?

La palabra "catequizar" tiene en sí misma la forma y el contenido. El contenido es simple y la forma es la repetición. La palabra encierra en sí misma que la forma de catequizar es por la repetición y el contenido es simple.

Pocas cosas bien aprendidas, bien repetidas, bien practicadas y bien transmitidas.

En Mt. 5,6 y 7 tenemos el Sermón del Monte. Este sermón es la prueba escrita de ésta verdad que acabamos de declarar. Tremendo es éste sermón! Normalmente me lleva unos 30 minutos para leerlo. ¿Cuánto tiempo nos toma para leer este sermón? ¿Unos 30’?, ¿o 40’? A algunos les puede llevar hasta 1 hora. Jesús con certeza repitió éste sermón muchas veces. ¡Un montón de veces! Más Él no mando a los discípulos a memorizar, aunque ellos memorizaran a través de su repetición. El no les mando memorizar pero él habló tantas veces aquello, que ellos memorizaron, aprendieron, practicaron y transmitieron.
¿Cómo Mateo consiguió escribir el sermón? ¿El estaría parado oyendo y anotando?
¿Habrá sido así? ¿Cómo habría registrado todo? El Espíritu Santo vino para recordarles todas las cosas. Y el Espíritu Santo le fue recordando todo y entonces Pedro comenzó a meditar y a relatar. ¿Cuando oyó la primera vez? ¿Cuándo habrá sido esto? ¿Cuáles serían las cosas que Jesús hablaba? Jesús dijo muchas veces las mismas cosas y no decía muchas veces una sola cosa, sino que hablaba muchas veces todas las cosas.
Jesús impregnó la mente de los discípulos con la verdad y con su doctrina. El habló muchas veces respecto de ser pobre de espíritu, de lo que es ser pacificador, de lo que significa tener hambre y sed de justicia, de lo que es ser puro de corazón, de cómo es ser luz del mundo, cómo cumplir la ley, habló de los asesinos, del adulterio, de los problemas entre los hermanos, etc...
Ah! Pedro andaba junto con Jesús y en todo instante oía: "cualquiera que mire con intención impura en el corazón a la mujer del prójimo está en pecado". Todo el día Jesús estaba repitiendo todas éstas cosas: "No juréis..., el divorcio es esto..., la buena práctica de la justicia es esto..., si tu mano da... no toques trompeta,... no elijas los primeros lugares... si no ve para atrás..., cuando orares entra en tu cuarto...".

Jesús repetía, repetía, y repetía todas éstas cosas continuamente.

No es repetir apenas una verdad, sino repetir todas las veces todas las verdades.
Estar continuamente recordando en nuestras mentes y en nuestros corazones la palabra de Cristo Jesús.

¿Qué es lo que el Señor nos está entregando aquí? ¿Que estamos entendiendo?

No es solamente mandar al discípulo ir para su casa a memorizar, no es solamente mandar al discípulo a leer, pero lo que sí tenemos que hacer es repetir para él todas las verdades, todas las veces que nos encontramos.

Pedro dijo: "... yo os escribo para recordarlos y hacerles recordar, y esto mes es agradable".

Pablo dice: "... quiero repetirles y hacerles recordar todas las cosas...”. Ellos repetían todas las cosas.

Al leer cada libro de la Escritura percibimos que ellos hacen un resumen de todas las verdades y procuran tener memorizadas todas las verdades todo el tiempo; saben por qué? Para que no vivamos de énfasis. Cuando repetimos apenas una verdad cambiamos de énfasis.

El énfasis que damos es el énfasis que la iglesia irá a vivir. Ejemplo: Cuando hablábamos mucho sobre salir a las calles, ¿dónde estuvimos? ¡En las calles!
Golpeando las puertas, en las casas. Hablábamos mucho sobre esto. Después Dios nos trajo otra verdad, otro énfasis, "CONOCER A CRISTO", contemplar a Jesús.
Entonces pasamos a ser más contemplativos. ¡Porque el énfasis era contemplar! Y ya habíamos olvidado lo de las calles y estábamos en otro énfasis.
No podemos vivir de olas, de énfasis, pero sí en la plenitud de lo que Dios quiere.
La catequesis es la repetición de todas las cosas, todas las veces que nosotros repetimos. Eso es lo que evita que nos quedemos siguiendo énfasis. Todo debe ser recordado, a fin de que podamos estar practicando toda la doctrina de Cristo Jesús.
ALELUYA! Que el Señor traiga revelación a nuestros corazones.

3. EL RELACIONAMENTO CON EL DISCÍPULO.

Hoy se habla mucho de discipulado. Es uno de los temas más comentados en las denominaciones históricas, en los grupos pentecostales, en las comunidades y hasta entre aquellos que no tienen denominación.
Se habla mucho respecto de discipulado. Hemos escuchado a muchas personas predicando sobre el asunto. Y algunas que hemos oído tienen más claridad en la exposición de éste principio y de ésta verdad que nosotros mismos. Oímos predicaciones tremendas. Muchas de ellas nos edificaron, añadieron elementos, pero a la hora de poner en práctica, es ahí que la cosa se traba.
Predicamos bien, pero practicamos mal! No aplicamos de forma equivalente al principio que entendimos. Hoy, en el Brasil, y en otras partes del mundo, por donde hemos ido y relacionado con los hermanos vimos tres prácticas distintas del así llamado discipulado: se predica la misma cosa, pero se practica de forma diferente.

LAS TRES PRÁCTICAS DE DISCIPULADO.

1. El curso de discipulado.

Se predica correctamente, pero a la hora de aplicar esta palabra de “hacer discípulos” se da un curso de discipulado, algunos entregan hasta un diploma.
Después de ocho semanas dan un diploma y la persona sale “formada como discípulo”. No estamos criticando o menospreciando. Estamos apenas mostrando una forma que entendemos es errada de lo que es hacer discípulos.

2. Reunión de discipulado para estudio bíblico

Esta es un poco mejor que la primera. Algunos predican correctamente todos los principios que surgen en la obra de Jesús, miran a Jesús, mas llegada la hora de aplicar, hacen una reunión con los llamados discípulos para estudios bíblicos. Hacen una serie de estudios y así están un tiempo sin fin estudiando la Biblia, y llaman a esto discipulado.

3. Reunión de discípulos para estudio de la palabra y tratamiento del carácter.

Esto sí que es mejor! No es sólo para estudiar, aquí podemos tocar la vida, tratar con la vida del otro. Aquí ya existe la confesión de pecados, unos a los otros, hay libertad para el discipulador de preguntar cómo está en su casa, cómo está con esto, como está con aquello, como está aquello otro. Hay libertad para responder cuestionarios con preguntas importantes acerca de su vida y éste se expone...

Las tres van aumentando en efectividad, pero hasta ahora ninguna de éstas prácticas es hacer discípulos como lo hizo Jesús.

Tenemos que mirar el modelo. Y nuestro único modelo es Jesucristo. Estamos creciendo progresivamente en función del modelo. Queremos acertar el blanco de ser semejantes a El en todas las cosas.
Veamos el Modelo: Vamos abrir la Escritura en Mr. 3:13,14. "... los llamó para que estuviesen con él..." ,"... y enviarlos a predicar...”.
La pregunta es: ¿Jesús tenía un discipulado de reunión o de relación?

La respuesta es: Relación.

¿Cómo es el tipo de discipulado que estoy desarrollando? ¿Será de reunión o de relación? ¿Cuál es la diferencia entre uno y otro?
Pienso que la respuesta es muy simple. Si necesito hacer preguntas para saber cómo está mi discípulo, entonces el discipulado es de "reunión”.

No significa que no podamos preguntar nada, pero si continuamente tenemos necesidad de preguntar cómo está él, como está su vida en todas las áreas, esto demuestra que hay una falta de relación. El discipulado que tienes no es un discipulado de relacionamiento, mas sí un discipulado de reunión.
Si tuviéramos un relacionamiento intenso con el discípulo, ya estaríamos observando y analizando las áreas de su vida. Siendo así, las preguntas son casi innecesarias.
Jesús no necesitó estar preguntando cómo estaban sus discípulos. Una vez El preguntó, no al respecto de ellos, sino que les preguntó a ellos qué pensaban ellos a su respecto. El no preguntó: - “Pedro..., ¿y tu suegra? ¿Cómo está su salud? ¿Juan y Santiago están peleando mucho? ¿Están andando bien? ¿Cómo están los dos? ¿Y la relación con tu papá?
Jesús no hacía preguntas al respecto de ellos; las preguntas que El hizo algunas veces fueron respecto de sí mismo, qué pensaban respecto de El. El nunca pregunto a Judas: “¿Cuántos denarios tenemos en la bolsa?” “¿Te robaste algo? ¿No robaste? ”. El no precisaba preguntarle a Judas si se había quedado con algo o no; El lo veía robando”.
Jesús no andaba preguntando. El conocía a cada uno de ellos porque se relacionaba con ellos. El los observaba, El sabía de sus necesidades, tanto de sus cualidades, como así también de sus dificultades. El se relacionaba intensamente con ellos.
La pregunta a responder en nuestro corazón es: ¿Cómo ha sido mi discipulado? Si hay algunas frases como éstas entre la conversación de los discípulos: “voy al discipulado”, “hoy tengo discipulado”, “hoy es el día de mi discipulado”, entonces ya tenemos la respuesta de la pregunta que está arriba.

¿Cuál debe ser la postura del discípulo?

El discípulo es un aprendiz, uno que aprende con otro. Debe tener toda la disposición de imitar, debe tener admiración por la vida de quien le está instruyendo en la Palabra.

El discípulo aprende: Viendo, oyendo y preguntando.

Es de ésta forma que un discípulo aprende. Fue así con los discípulos del Señor:
“Lo que vimos, lo que oímos, lo que palpamos del verbo de verdad...”.Durante tres años y medio ellos vieron al Señor trabajar con la multitud, con los enfermos, con los endemoniados, con los ricos, con los pobres, con los cultos, con los incultos, con los viejos, con los jóvenes, con los sinceros, con los mentirosos, con los adultos, con los niños, con los hombres, con las mujeres, con los solteros, con los casados, en las casas, las calles, las sinagogas, con los fariseos (religiosos), con los pecadores, etc. En las más variadas situaciones de la vida diaria.
Durante tres años y medio ellos oyeron de sus enseñanzas, día tras día, ciudad tras ciudad, aldea tras aldea. Oyeron sobre el Padre, sobre el Espíritu Santo, sobre los cielos, sobre la tierra, sobre los ángeles, sobre los hombres, sobre el pecado y sobre los pecados, sobre la oración, sobre el ayuno, sobre la justicia, sobre el servicio, sobre el amor, sobre la humildad, sobre el Reino, etc. Todo esto oyeron andando por el camino, entre una ciudad y otra, por las aldeas, por las calles, por las casas, por las sinagogas, por los montes, por los valles, etc. Todo repetido exhaustivamente por el Señor.
Durante tres años y medio ellos le preguntaron de todo al Señor. Cualquier cosa que no entendían, la volvían a preguntar en particular, cualquier cosa que querían saber le preguntaban. Algunas veces indagaban entre sí, pero en seguida el Señor les quitaba las dudas y les esclarecía las enseñanzas. Cuando el Señor enseñaba por parábolas, luego les explicaba el significado de la parábola. Cuando los fariseos contendían con El, después les explicaba los designios de los corazones. Cuando respondía sobre un asunto serio, como ser el divorcio y el re-casamiento, los discípulos preguntaban para saber con certeza que era lo que El pensaba sobre el asunto.
Estas son las tres posturas que los discípulos tienen que tener para aprender con o su discipulador: Ver, oír y preguntar. Y para que esto acontezca tienen que tener mucho relacionamiento, mucho tiempo juntos.

¿Cuál debe ser la postura del discipulador?

El discipulador debe ser aquél que sirve, no aquél que es servido. Debe estar dispuesto a perder su privacidad.

El discipulador enseña en: todo tiempo, todo lugar, con su vida y con sus palabras.

Fue de ésta forma que el Señor lo hizo, fue así que El enseño a sus discípulos. No tenía hora ni lugar, su vida era la luz y sus palabras eran la verdad.

Durante tres años y medio enseñó en todo tiempo a sus discípulos. De día, de noche, por la mañana, por la tarde, por la madrugada, al amanecer, etc.

Durante tres años y medio enseñó en todos los lugares a sus discípulos. En la ciudad, en las aldeas, en el campo, en las plazas, las calles, las rutas, los montes, los valles, las planicies, en el mar, en los lagos, etc.
Nunca tuvo ni una hora marcada, ni un lugar fijo, sino que aprovechó todos los momentos y situaciones posibles para formarlos.
Esto nos muestra que tenemos que ser modelos y estar plenamente capacitados en la Palabra, con un buen depósito para instruir a nuestros discípulos.
Hay un contraste muy grande al observar el “modelo de discipulado” de hoy, con el que Jesús empleaba. Hoy es todo muy cómodo. El encuentro es en la casa, con día y hora marcada. Todo está preparado para el “modelo de reunión”, la casa está arreglada y preparada, los hijos están en su cuarto, la esposa ya preparó la cena..., todo está programado y preparado para funcionar. El asunto ya está previamente estudiado y la lección preparada. Entonces..., ¿qué será lo que los discípulos irán a aprender? Luego, ellos harán la misma cosa, así aconteció con los apóstoles. Ellos hicieron lo que vieron hacer a Jesús, ¿y nosotros vamos a hacer qué?: Lo que vimos a nuestros maestros hacer. ¿Y qué han hecho ellos? Discipulado de reunión. Nosotros estamos más cerca del discipulado de Buda que ser discípulos de Jesús. Buda es quien estaba sentado filosofando, pero Jesús andaba por todas partes haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo.

Existe una frase que define muy bien todo esto:

“Cuando estamos en casa lo máximo que puede suceder es lo que está programado, mas cuando estamos en las calles lo mínimo que puede acontecer es lo que está programado”.

Durante tres años y medio El enseñó con su vida a sus discípulos. Ellos le vieron hacer y enseñar todas las cosas. El enseñaba como quien tiene autoridad, pues todo lo que hablaba ya lo había hecho.
Ejemplo: La discusión de los discípulos acerca de quién era el mayor. Jesús enseña con la palabra y también con la vida, pues lava los pies de todos.
Durante tres años y medio enseñó con la palabra a sus discípulos. El siempre hablaba de parte del Padre y siempre conforme a la Escritura: “... oístes lo que fue dicho...”.
Por lo tanto, tenemos que enseñar en todo tiempo, en todo lugar, con la vida y con la palabra. Por eso, debemos estar preparados como obreros que manejan bien la palabra de verdad, que no evade ni deja para más adelante tema alguno con los discípulos. Cuando es preguntado, no transfiere el asunto para “la reunión” de discipulado, mas allí mismo, en aquélla misma hora enseña a su discípulo.

Nuestra práctica tiene que estar de acuerdo con el modelo que tenemos en Cristo
Jesús. La llave para desarrollar el servicio de hacer discípulos es:
RELACIONAMIENTO.
Obs.: Con esto no estamos prohibiendo el encuentro con día y hora marcada en la casa, sino que vayamos mucho más allá de éste encuentro marcado.
Debemos tener un encuentro formal, y además muchos encuentros informales. Lo formal es para informar – (día y hora marcada). Lo informal es para formar – (los encuentros con toda la iglesia, los encuentros de la iglesia en la casa, en las plazas, en las calles, etc.)

Que el Señor nos ayude a desarrollar éste servicio; El dijo: “... sin mí nada podéis hacer...”.

CONCLUSION:

Tenemos que analizar nuestro servicio como cooperadores de la obra de Jesús.
Todo esfuerzo que ahora hagamos debe ser para ajustar el rumbo, así como un hábil piloto corrige el rumbo de su embarcación. Que el Señor nos ayude a mantenernos así.

“Señor, no sabemos hacer esto todavía, mas Tú sabes. Tú lo hiciste con toda perfección; Tú repetiste tantas veces todo, con dependencia del Padre, con sabiduría para colocar cada cosa, y Tú habitas en nosotros. Aleluya! Viniste a habitar en nosotros para recordarnos de todas las cosas, y así como Tú nos recuerdas todo, ayúdanos a recordar a nuestros hermanos todos los principios que
Tú has traído a nuestra vida y ministerio. Y si Tú las revelas, yo sé que Tú capacitas y produces convicción para practicarlas, ayúdanos, Señor. En Tu nombre, Jesús, es que oramos!

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