Hay tres motivos que nos
impulsan hacia la humildad. Nos corresponde ser humildes:
1) como criatura.
2) como pecador.
3) como santo.
- Toda criatura se debe a su creador. La humildad es lo natural y racional. Todas las criaturas, sean ángeles, querubines, serafines, sean hombres, etc., todas se deben en humildad a Dios.
- Este motivo está relacionado con nuestro estado caído. La humildad es el único camino para volver al lugar que nos corresponde como criaturas. Hemos caído de la humildad y a ella debemos volver.
- La humildad es el fruto esperado de alguien que comprende delante de quien está y que entiende la inmensidad del amor y gracia de nuestro Dios. La humildad es la consumación de la adoración.
¡Debemos procurar la
humildad con todo nuestro corazón!
- ¿Qué es humildad?
Debemos ser guiados a ver
que no hay nada más natural, hermoso y bendito que “no ser nada y
que Dios lo sea todo”, eso es humildad.
HUMILDAD ES RECONOCER Y
RESPONDER CON NUESTRA VIDA A LA COMPRENSIÓN DE QUE DIOS LO ES TODO Y
NOSOTROS NO SOMOS NADA.
SOMOS SIMPLES RECIPIENTES
DE SU GRACIA.
- ¿Cuál es la fuente para la humildad?
Ahora, debemos saber
encontrar la fuente para la humildad. La fuente de la humildad no
está en “seguir pecando para así permanecer en un estado de
debilidad, indignidad y humildad”. La fuente de la humildad no se
encuentra tampoco “en la fuerza de la auto condenación”.
Debemos descubrir que no es el pecado lo que nos humilla más, sino
la gracia.
La humildad brotará de un
corazón “que se sabe simple criatura” y al que se le ha
permitido acercarse a Dios inmerecidamente. Tomar contacto con la
gracia y la redención divina, eso nos llevará a colocarnos en la
postura de humildad que nos corresponde.
TOMAR CONCIENCIA ACERCA DE
DIOS, DE SU AMOR, SU GRACIA, SU RENDENCIÓN, ESO NOS GUIARÁ A LA
HUMILDAD VERDADERA.
- ¿Cuál es nuestro modelo de humildad?
Al meditar en la humildad
y al procurar hacer de ella una característica fundamental en
nuestra vida necesitamos buscar un ejemplo que nos inspire y nos
direccione. El ejemplo, el modelo de humildad lo tenemos y lo debemos
encontrar únicamente en la persona de Jesucristo, en el Hijo de Dios
encarnado.
JESÚS ES NUESTRO MODELO
DE HUMILDAD.
- ¿Hacia quienes debe estar orientada nuestra humildad?
Si hemos de ser humildes,
hemos de serlo delante de Dios y delante de los hombres.
Las Escrituras claramente
nos muestran que nos debemos colocar en la posición de humildes
servidores y que debemos hacerlo tanto para con Dios como para con
los hombres.
Jesús, nuestro modelo de
humildad, expresó la humildad en estos dos sentidos.
Ej.: Una fiesta. Hay
un dueño de casa, un anfitrión. También hay huéspedes,
convidados a la fiesta. Además, hay personas que están en el lugar
para servir a los convidados de parte del dueño de la fiesta.
Debemos ser “siervos
fieles” que reconocen su posición y que hallan placer en
satisfacer las necesidades de su Amo (Dios) y las de los huéspedes
(hombres).
NUESTRA HUMILDAD DEBE SER
EXPRESADA DELANTE DE DIOS Y DELANTE DE SUS CRIATURAS.
- ¿Cuál ha de ser la actitud con que abrazamos la humildad?
La humildad no debe ser
nuestra vergüenza, ha de ser nuestro gozo. La humildad no debe ser
la marca de nuestra vergüenza por el pecado, nuestro yugo por no
haber respondido a Dios. La humildad debe ser la característica de
un corazón que responde a Dios y que quiere agradarle. La humildad
distingue a una persona que quiere ser como Jesús.
La humildad es algo
infinitamente más profundo que la contrición y cuando la aceptamos
como “nuestra participación en la vida de Jesús”, entonces ahí
podemos vivir la alegría de ser humildes. La humildad será nuestro
destino y nuestro cumplimiento como criaturas creadas a la imagen de
Dios.
LA HUMILDAD HA DE SER
NUESTRO GOZO Y NO NUESTRA VERGÜENZA.
- Conclusiones y Reflexión introductoria.
Debemos reconocer que a lo
largo de la historia del cristianismo y mucho más aún, a lo largo
de la historia reciente del cristianismo, la humildad no ha sido
buscada como la marca distintiva del discípulo de Jesús. En mi
propia vida (y esto es lo que más me debe preocupar) la humildad no
ha sido estimada como una virtud cardinal que yo haya procurado.
La humildad es de
superlativa importancia.
La humildad es la única
raíz de donde pueden crecer las demás gracias. Todo lo que Dios
quiere edificar en nosotros debe arraigarse en esta virtud.
La humildad es la única
condición indispensable para tener una verdadera comunión con Jesús
y ha de ser la marca que buscamos cuando queremos diferenciar a un
verdadero cristiano de uno que no lo es.
HUMILDAD:
LA GLORIA DE LAS CRIATURAS
La Gloria de Dios se
expresa en su creación. Dios se revela a sí mismo en las criaturas
y por medio de ellas.
Esto es así, pero debemos
saber que las criaturas no tienen gloria en si mismas. No es que Dios
les comunica de su virtud, de su gloria y ahora ellas la poseen
intrínsecamente.
Así como Dios creó todo
y lo sostiene todo, las criaturas son dependientes de Dios. Todas las
cosas en El subsisten y la dependencia de las criaturas hacia Dios es
y debe ser incesante, absoluta y universal.
No basta con que sus
criaturas miren a Dios y reconozcan que todo lo que son se lo deben a
Él, sino que el principal cuidado que debe tener la criatura, su
pretensión más alta, su felicidad única, ahora y por la eternidad
ha de ser presentarse como un recipiente vacío en el cual Dios puede
residir y manifestar su poder y bondad.
La vida que Dios nos
imparte no es “una vez para siempre“, sino a cada momento,
continuamente.
La humildad es el lugar de
la completa dependencia de Dios.
DEBEMOS COMPRENDER Y
ACEPTAR QUE “EL SUPERHOMBRE” NO ES MÁS QUE UNA “SIMPLE
CRIATURA” Y QUE SOMOS “RECIPIENTES” QUE DE CONTINUO DIOS HA DE
LLENAR PARA ASÍ REFLEJAR SU GLORIA. (Ej. De la luna)
Por la misma “naturaleza
de las cosas” (somos criaturas completamente dependientes de Dios)
la humildad ha de ser el primer deber y la más alta virtud que como
criaturas podemos pretender y ha de ser la raíz de todas sus
acciones.
La humildad, el reconocer,
aceptar y el vivir en esta condición, será muy importante en el
cumplimiento del Propósito Eterno de Dios ya que será la virtud que
nos permitirá dejar que Cristo lo llene todo y como consecuencia,
nuestra vida refleje la Gloria de Dios y nuestra vida sea del agrado
del Padre.
El origen y la raíz del
pecado se encuentran en el orgullo. El orgullo inundó el corazón
del Lucifer antes de rebelarse y el orgullo inunda el corazón del
hombre pecador.
La humildad, lo contrario
del orgullo, fue la característica distintiva del Hijo de Dios,
nuestro Redentor, y ha de ser la característica distintiva de sus
redimidos.
La descendencia del
primer Adán expresa el orgullo. La descendencia del segundo Adán ha
de expresar la humildad.
En el cielo y en la
tierra, el orgullo dio la entrada al pecado. Por eso nada puede hacer
nuestra redención sino restaurar la humildad perdida.
Adán y Eva en su estado
original eran humildes, eran dependientes de Dios. Esa relación
original entre la criatura y su creador será lo que la redención
recuperará.
Jesús vino a devolver la
humildad a la tierra, para hacernos partícipes de ella.
Por su humillación fuimos
salvos y nuestra humillación ha de manifestar la condición de
salvados.
LA HUMILDAD FUE LA ACTITUD
DEL REDENTOR Y HA DE SER LA ACTITUD DE SUS REDIMIDOS.
Jesús se humilló en el
cielo para hacerse hombre. En la tierra se humilló y se hizo
obediente hasta la muerte y conquistó nuestra salvación.
La salvación que Jesús
nos imparte no es nada más y nada menos que la comunicación de su
propia vida y muerte, de su disposición y espíritu, la comunicación
de su humildad.
Estando en la condición
de hombre se relaciono con el Padre y con los hombres por medio de
una actitud de humildad. Así, se convirtió en nuestro modelo de
relación con Dios y con los hombres.
Nuestra salvación y
nuestra vida nueva como cristianos deben fundamentarse en la
humildad.
LA VIDA DE LOS SALVOS, DE
LOS SANTOS, DEBEN LLEVAR EL SELLO DEL ESTADO ORIGINAL DEL HOMBRE,
ESTO ES, LA HUMILDAD.
En los discípulos del
Cristo, toda su relación con Dios y con los hombres debe estar
marcada por una humildad que lo abarque todo. Sin esto, no es posible
estar en la presencia de Dios y no es posible que el Espíritu Santo
more en nosotros permanentemente.
LA HUMILDAD ES EL ÚNICO
TERRENO DONDE LA PRESENCIA DIVINA PUEDE ECHAR RAÍCES.
La falta de humildad es
explicación suficiente de toda deficiencia y fallo como discípulos.
Nuestra pobre experiencia con Dios, nuestra flaqueza como discípulos,
nuestra “falta de brillo”, nuestra falta de poder, tienen en la
falta de humildad su causante.
LA HUMILDAD NO HA DE SER
UNA GRACIA, UNA VIRTUD JUNTO A OTRAS. HA DE SER LA RÍZ DE TODAS.
La humildad permite que
Dios tome su lugar y El lo sea todo y lo haga todo en nosotros. Esa
es la manera en que Dios será glorificado totalmente a través de
nuestra vida.
NUESTRO TRABAJO Y
OCUPACIÓN DEBE ESTAR EN SER HUMILDES. NUESTRO TRABAJO Y OCUPACIÓN
ESTARA EN DAR LUGAR A DIOS Y DEJAR QUE EL LO SEA TODO.
“Que Cristo lo llene
todo en todos”, “que no vivamos nosotros sino que “Cristo viva
en mí” será la más alta expectación espiritual y es el centro
de la voluntad divina para con su criatura preferida, el hombre.
La humildad nos será
natural cuando veamos que Dios lo es todo y dejemos paso libre para
que Dios lo sea todo.
Cuando la criatura ve aquí
la verdadera nobleza y con su mente y su voluntad toma la actitud de
humildad y se coloca como un recipiente al que Dios debe llenar
continuamente, la humildad será natural para nosotros.
La humildad es simplemente
reconocer su verdadera posición como criatura y ceder a Dios el
lugar que corresponde.
Dios nos hizo “seres
racionales”. Cuanto mayor sea nuestra comprensión de una orden,
mayor será nuestra disposición y capacidad para responder a ella.
El llamado a la humildad no ha sido tenido en demasiada
consideración, no se le ha dado el énfasis correcto a la
importancia de este llamado y al peso que debe tener para nosotros.
Debemos “redimir” esto
y “exaltar la humildad” a su lugar correspondiente y este es el
fin de este estudio.
Este estudio nos ayudará
a revalorizar la humildad, pero debemos ser conscientes que la
humildad no es algo que aparece por si misma sino que debe ser objeto
de nuestro deseo, oración, fe y trabajo.
El orgullo lo podríamos
definir como “falta de humildad”.
Debemos admitir que no hay
nada tan natural para el hombre, nada tan escondido de nuestra vista,
nada tan difícil de solucionar y nada tan peligroso como el orgullo.
Debemos distinguir cuanto
nos falta de humildad y cuan impotentes somos para obtenerla.
Necesitamos mucha decisión, tesón y perseverancia para que se nos
puedan ir abriendo los ojos y podamos ir permitiendo que la humildad
rija en nuestras vidas no solo en momentos, lugares y posturas
religiosas sino en nuestro cotidiano vivir.
Debemos trabajar en pos de
lograr la humildad.
(Jn 6.27-29) debemos
trabajar por lo verdadero, lo que el Hijo nos puede dar. La obra que
Dios quiere hacer se centraliza en que el objeto de nuestra fe sea
Jesús, a quien El ha enviado.
Vamos a fijar nuestros
ojos en Jesús quien “encarna la humildad” para que ella así, se
encarne en nosotros.
Ese será nuestro trabajo…
LA
HUMILDAD: EL SECRETO DE LA REDENCIÓN
De la semilla brota la
vida de la planta y luego su raíz sostiene su vida. La vida de un
árbol se basa en la esencia de la vida que había en la semilla y su
sustento está en la raíz que le sostiene.
Comprender esto y llevar
su aplicación práctica a nuestra vida será de gran utilidad para
comprender la necesidad y la naturaleza de la redención en Cristo
Jesús. Hay una gran aplicación en esto en relación al primer Adán
y el segundo Adán.
Cuando la serpiente
antigua fue echada del cielo por su orgullo, entonces ella tentó a
Eva en Edén. Eva cedió en el deseo y voluntad de ser como Dios y
comió del fruto prohibido. Luego dio al hombre, quien también
comió.
Así, se destruyo la
humildad, la dependencia hacia Dios. El veneno del orgullo comenzó a
transitar por la sangre del primer Adán y por la de su descendencia.
De alguna manera podríamos
decir que el orgullo hizo necesaria la redención ya que el orgullo
es la semilla del pecado. Necesitamos ser redimidos de nuestro pecado
y por lo tanto de nuestro orgullo.
La redención en Cristo
consiste en ser redimidos del pecado y por tanto del orgullo. La
redención abre la puerta a la humildad.
El orgullo tiene sus
raíces y fuerza en un poder espiritual fuera de nosotros y dentro de
nosotros. Es de origen satánico y debemos reconocer nuestra
incapacidad de luchar contra él. Corre en nuestra sangre, está en
nuestro corazón, es parte de nuestra naturaleza caída.
Para ser libres del
orgullo debemos ser redimidos, debemos comenzar de nuevo. Concientes
de esto correremos al único que puede salvarnos, correremos a
Cristo.
La humildad debe nacer de
una semilla nueva. Una vida de humildad debe tener su raíz en una
vida nueva, una vida que surge del segundo Adán.
Si nuestra vida ha de
brotar de Cristo, ha de manifestar entonces su principal
característica que fue la humildad.
CRISTO ES LA HUMILDAD DE
DIOS ENCARNADA EN LA NATURALEZA HUMANA.
Cristo es el Eterno Amor
de Dios humillándose, vistiéndose de humildad y mansedumbre para
ganarnos, servirnos y salvarnos.
Si esta es la raíz del
árbol, su naturaleza debe verse en cada rama, hoja y fruto. La
humildad de Cristo se debe ver en los discípulos de Cristo.
La humildad deberá ser lo
principal que admiramos y deseamos de Cristo y debe ser lo único por
lo que sacrifiquemos todo lo demás.
No ha de maravillarnos la
debilidad y aún la esterilidad con que vive el cristianismo actual
cuando la misma raíz, la esencia, está descuidada y es tan poco
deseada.
El cristianismo carecerá
de vida y de poder a menos que la humildad sea otra vez reivindicada.
La muerte al “poder del
yo”, da lugar al poder de Cristo. Debemos dar lugar a que nosotros
no seamos nada y que Cristo lo sea todo. Esto hará que el
cristianismo sea lo que tiene que ser, esto hará que la Iglesia sea
una ciudad asentada sobre un monte, una ciudad que no se puede
esconder, una ciudad que brilla en la oscuridad.
Debemos procurar la
humildad a cualquier precio. La humildad tuvo un costo grande para
Jesús, el despojarse de sí mismo. La humildad debe tener un costo
para nosotros también, el despojarnos de nosotros mismos.
Jesús ya pagó el precio.
Ahora nos toca a nosotros pagar el precio.
Debemos trabajar para que
la humildad sea la realidad de nuestra vida.
LA
HUMILDAD EN LA VIDA DE JESÚS
Es interesante que en el
Evangelio de Juan no se nombra la palabra humildad. Sin embargo en
ningún otro lado de las Escrituras se puede ver y estudiar tan
claramente en que consiste la humildad.
En este evangelio tenemos
expuesta la vida interior de Jesús. Nos habla con frecuencia de su
relación con su Padre, de los motivos que lo guiaban, del poder y el
espíritu que en El obraba.
Al leer este Evangelio
podemos encontrar a Jesús en un estado de total subordinación al
Padre. Esta es la esencia de la humildad.
Veamos algunos pasajes del
Evangelio de Juan en los cuales Jesús habla de su relación con su
Padre y veamos con cuanta frecuencia usa las palabras “no” y
“nada”, al hablar de si mismo.
- Juan 5.19
Respondió
entonces Jesús, y les dijo: De cierto, de cierto os digo: No puede
el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre;
porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente
- Juan 5.30 No puedo yo hacer nada por mí mismo; según oigo, así juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre.
- Juan 5.41 Gloria de los hombres no recibo.
- Juan 6.38 Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.
- Juan 7.16 Jesús les respondió y dijo: Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me envió.
- Juan 7.28 Jesús entonces, enseñando en el templo, alzó la voz y dijo: A mí me conocéis, y sabéis de dónde soy; y no he venido de mí mismo, pero el que me envió es verdadero, a quien vosotros no conocéis.
- Juan 8.28 Les dijo, pues, Jesús: Cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre, entonces conoceréis que yo soy, y que nada hago por mí mismo, sino que según me enseñó el Padre, así hablo.
- Juan 8.42 Jesús entonces les dijo: Si vuestro padre fuese Dios, ciertamente me amaríais; porque yo de Dios he salido, y he venido; pues no he venido de mí mismo, sino que él me envió.
- Juan 8.50 Pero yo no busco mi gloria; hay quien la busca, y juzga.
- Juan 14.10 ¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras.
- Juan 14.24 El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió.
Estas palabras abren ante
nosotros las raíces más profundas de la vida y la obra de Cristo.
Vemos aquí cual es el estado que corresponde al corazón de un hijo
de Dios.
Cristo no era nada para
que el Padre lo sea todo. Nosotros no debemos ser nada para que Dios
lo sea todo.
Cristo avino su voluntad
y sus facultades, a que el Padre obrase en El. Esta vida de total
negación, de absoluta sumisión y dependencia del Padre, fue una
vida de gozo y paz perfecta.
Así será con nosotros,
hallaremos descanso aprendiendo de Jesús a ser mansos y humildes de
corazón.
No solo esto, Cristo
también se humilló ante los hombres. Siendo Señor de todos, se
hizo siervo de todos.
LA HUMILDAD DE JESUS FUE
ENTREGARSE AL PADRE Y DEJAR QUE EL LE USARA COMO QUISIERA EN FAVOR DE
LOS HOMBRES Y A PESAR DE LO QUE LOS HOMBRES PENSARAN O HICIERAN CON
EL.
Esta es la verdadera
“negación del yo” a la que Jesús nos llama. Esto es seguirle.
La conformidad a Cristo consiste en esto.
NO SER Y NO HACER NADA POR
NUESTRA PROPIA CUENTA PARA QUE DIOS PUEDA SERLO TODO.
Esta es la raíz y la
naturaleza de la verdadera humildad. Esta es la vida que Cristo viene
a revelarnos y a impartirnos. Debemos aceptarla y recibirla. Es una
vida para Dios, muriendo al yo.
DEBEMOS ENTENDER QUE NO
SOMOS NUESTROS Y QUE NO VIVIMOS PARA NOSOTROS MISMOS. DEBEMOS
ENTENDER QUE NO SOMOS NADA MÁS QUE UN RECIPIENTE, UN CAUCE, POR
MEDIO DEL CUAL, EL DIOS VIVO MANIFIESTA LAS RIQUEZAS DE SU SABIDURÍA,
SU PODER, SU AMOR Y BONDAD.
Nuestra fe de que vamos a
recibir lo que es bueno y de que vamos a caminar en victoria reside
en que sepamos que no tenemos nada y que en la mas profunda humildad
nos inclinamos para esperar que Dios nos de lo que necesitamos.
La humildad de Jesús no
fue un sentimiento pasajero, fue el espíritu de su vida.
Ser siervo de Dios a los
hombres no debe ser un sentimiento en nosotros, debe ser también
nuestro sentir, como lo fue en Cristo Jesús.
Jesús en ningún momento
pensó en buscar su honor o afirmar su poder para reivindicarse. Su
espíritu fue el de una vida totalmente cedida al Padre.
Hasta que nuestra vida no
encuentre este mismo espíritu, no daremos verdadera gloria y no
seremos de verdadera utilidad en las manos de Dios.
Debemos estar vestidos de
humildad. Esto debería ser nuestra realidad diaria y cotidiana.
Preguntémonos si somos
verdaderamente humildes mirando la humildad de Jesús. Preguntemos a
nuestros amigos, familiares, a nuestra esposa y a nuestros hijos si
ven humildad en nosotros. Decidámonos a luchar por ella y a crecer
en ella.
HUMILDAD
EN LAS ENSEÑANZAS DE JESÚS
Vamos a mirar que enseña
Jesús acerca de la humildad, que es lo que El espera de los hombres,
especialmente de sus discípulos.
Jesús espera que sus
discípulos sean humildes como El lo es. Esto lo podemos afirmar al
ver no solo su testimonio sino sus directas enseñanzas.
- Bienaventuranzas.
Allí nos muestra el
llamado a ser “pobres de espíritu”. En esta bienaventuranza nos
habla de la única puerta por la que podemos entrar al Reino de Dios.
Los pobres, los que no
tienen nada, a ellos se les dará el Reino. Las bendiciones
celestiales son para los humildes. La humildad es el secreto de la
bendición.
- “Aprended de mí, porque soy manso y humilde de corazón”.
Jesús se ofrece como
Maestro. Nos dice cual es su espíritu y nos dice que es lo que
podemos aprender de El y nos dice cual será el fruto que recogeremos
de este aprendizaje.
- “El que se humillare como este niño, este es el mayor en el Reino de los Cielos”.
Los discípulos habían
estado discutiendo quien sería el mayor en el Reino y ante la
pregunta al Maestro, El les contestó llamándolos a la humildad.
He aquí una pregunta muy
importante: ¿Quién es el mayor en el Reino de los Cielos? La
respuesta es aún más importante pues es Jesús quien la da: “el
que se humille”. “El que es el menor entre vosotros, será el
mayor”.
- “El que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que de vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos”.
Los hijos de Zebedeo
habían pedido a Jesús sentarse junto a El, en un lugar de honor en
el Reino. Jesús los reprendió y los persuadió a pensar en el vaso
y el bautismo de la humillación y no en el del honor.
La Marca de la humildad de
Cristo es el estándar de humildad que se pedirá en el cielo. Cuanto
más cerca de Dios está algo, mas humilde ha de ser.
- “El mayor de vosotros será vuestro servidor”.
Hablando a la multitud y a
los discípulos, de los fariseos y su amor por los primeros lugares,
Cristo les enseña que la humillación es la única manera de llegar
al honor en el Reino de Dios.
- “Cualquiera que se enaltece será humillado, y el que se humilla, será enaltecido”.
La condición es
inexorable, no va al revés, solo la auto humillación es enaltecida.
- “Cualquiera que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido”.
En el culto a Dios, todo
es sin valor a menos que esté saturado de una humildad profunda y
verdadera hacia Dios y hacia los hombres.
- “Si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros”.
Jesús establece la
humildad como un principio del discipulado. La establece con sus
palabras y con su ejemplo. Así debemos trasmitirlo nosotros, con
nuestras palabras y con nuestro ejemplo.
Debemos esforzarnos en
creer todas estas verdades y debemos esforzarnos en responder a
ellas. Debemos romper la inercia en la que estamos sumergidos. Hoy
por hoy es muy poco lo que se predica de la humildad, muy poco lo que
se practica la humildad. Hoy por hoy es muy poco lo que se admite la
falta de humildad. Hoy por hoy no se busca la humildad.
LA HUMILDAD NOS COLOCA EN
LA POSICIÓN DE SIERVO DE TODOS Y ESO SUBLEVA LA CARNE Y NO TIENE
ÉXITO EN EL AVANCE DE UN “MINISTERIO”.
La humildad nos llevara a
ser detallistas en saber cuáles son los intereses de nuestro amo, en
estudiar y conocer profundamente lo que a El le agrada para luego
deleitarnos en realizarlo. Ese es el sentido de la verdadera
libertad.
Viviendo bajo la humildad
viviremos bajo un espíritu de verdadera libertad. Paradójicamente
seremos libres para servir a todos. “Podremos estar entre los
hombres como los que sirven”.
Servir es difícil a causa
de nuestro orgullo, pero si aprendemos que la gloria de la criatura
consiste en no ser nada, podremos dar la bienvenida de todo corazón
a la disciplina de servir.
Debemos estudiar cada
ejemplo y cada palabra de Jesús acerca de la humildad con un nuevo
celo y entonces aprenderemos a gozarnos en servir por más
humillante, penoso o largo que sea lo que nos toque hacer.
a
a
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