jueves, 21 de julio de 2016

Ciudadanos de otro reino.

Tomado del Libro: Cuando el cristianismo era nuevo. D.W. Bercot.

El prisionero Policarpo podía oír los gritos del gentío enloquecido dentro de la arena romana. Los perros de la calle seguían al carro, ladrando locamente. Deteniéndose afuera de los altos muros de la arena, el guardia sacó al prisionero del carro como si fuera un bulto de basura. No le importó que las piernas del prisionero quedaran lesionadas. Pero no tenía apariencia de malhechor este anciano delicado, con cara arrugada. El prisionero entró en la arena, cojeando. Su delito, ¿cuál era? Era el líder en aquella ciudad de una secta supersticiosa, la secta conocida por el nombre cristianos. El anciano, guiado por soldados, se acercó al procónsul romano, mientras el gentío gritaba su aprobación. Querían ver sangre esta tarde. El procónsul se inclinó hacia adelante y habló en voz baja al anciano prisionero:
—El gobierno romano no quiere perseguir a los ancianos. Sólo jura por la divinidad de César y te pondré en libertad.
—Esto no puedo hacer.
—Entonces sólo grita: “Abajo con los ateos”, y bastará. (Ya que los cristianos no tenían ni dioses ni templos, muchos creían que eran ateos.)
Con gran calma el prisionero dio la vuelta y señaló hacia el gentío que gritaba por su muerte. Entonces, mirando hacia el cielo, gritó a toda voz:
— ¡Abajo con los ateos!
Este había hecho lo que se le mandó, pero no de la manera esperada. No satisfacía al gentío loco que seguía gritando por su muerte.
— ¡Maldice a Jesucristo! —ordenó.
Por unos momentos Policarpo miró fijamente al rostro severo del procónsul. Luego habló con calma:
—Por ochenta y seis años he servido a Jesús, y él nunca me ha hecho mal alguno. ¿Cómo, pues, podré maldecir a mi Rey y Salvador?
—Jura por la divinidad de César —le instó otra vez.
Pero el prisionero contestó sin demorar:
—Ya que usted aparenta no saber quién soy, permítame ayudarle. Digo sin vergüenza que soy un cristiano. Si usted desea saber qué creen los cristianos, señale una hora, y yo con gusto se lo diré.
El procónsul se agitó. No me tienes que persuadir a mí. Persuade a ellos dijo, señalando hacia la multitud impaciente que habían venido para ver la diversión de sangre. 
—No abarataré las enseñanzas de Jesús ante tales personas.
Ahora el procónsul se enojó. ¿No sabes que tengo a mi poder los animales feroces? ¡Los soltaré de inmediato si tú no te arrepientes de estas necedades!
—Muy bien. Suéltelos —replicó Policarpo, sin miedo—. ¿Quién ha oído jamás de que una persona se arrepintiera de lo bueno para andar en pos de lo malo?
—Bien, si los leones no te dan miedo, óyeme. ¡Te quemaré vivo si no maldices a Jesucristo ahora mismo!
Lleno del Espíritu Santo, Policarpo contestó con gozo y valor:
—Me amenaza usted con un fuego que se apaga después de una hora. ¿No sabe que vendrá un fuego eterno, el fuego de juicio reservado para los impíos? ¿Por qué esperar más? Haga conmigo lo que va a hacer.
Cuando se anunció el último desafío de Policarpo, una ola de furia corrió por la multitud. Amontonaron la leña alrededor de la pira preparada, a la cual los soldados ya clavaban las manos y las piernas de Policarpo. Pero él habló con confianza a los soldados:
—Déjenme así como estoy. El que me fortalece contra el fuego me ayudará a permanecer en él sin que me aseguren.
Después de permitir que Policarpo orara, los soldados prendieron el fuego.
Al quemar a Policarpo, el pueblo de Esmirna creía que lo pondrían en el olvido y que la despreciada secta de los cristianos se acabaría. Como el procónsul que había esperado intimidar a Policarpo, así creía el pueblo que los cristianos se intimidarían y olvidarían su fe. ¡Qué equivocación! Resultó todo lo contrario. En vez de intimidarse por la muerte de Policarpo, su líder, los cristianos cobraron más ánimo. Y su número aumentó.
Paradójicamente, lo que los romanos no pudieron hacer, la iglesia misma después lo hizo. Hoy en día, el nombre de Policarpo descansa en el olvido, y el cristianismo de aquel entonces no existe

¿Quiénes eran los primeros cristianos?
Cuando hablo de “los primeros cristianos”, me estoy refiriendo a los cristianos que vivían entre los años 90 y 199 d. de J.C. El apóstol Juan estaba vivo al principio de esta época. En esta primera generación de primeros cristianos, había gente que había conocido personalmente a alguno de los apóstoles. Habían recibido instrucción de ellos. Policarpo sirve como ejemplo de tales personas. El fue instruido por el apóstol Juan. Esta época terminó con un hombre que fue enseñado por Policarpo: Ireneo. Así había un solo eslabón humano entre él y los apóstoles. Al decir “cristianismo primitivo”, me estoy refiriendo a las creencias y prácticas de la comunidad de primeros cristianos, en todo el mundo, que mantenían los vínculos de compañerismo entre sí. Pero los cristianos del siguiente siglo generalmente mantuvieron las mismas creencias y prácticas. Los grandes cambios en la doctrina cristiana se hicieron después de 313, año en que el emperador romano Constantino legalizó el cristianismo.
Cuando yo empiezo a hablar de los escritores entre los primeros cristianos, muchas personas luego responden: “Ah, bien. Usted se refiere a ‘los santos padres’ de la iglesia.”Pero estos escritores no eran “santos padres de la iglesia”. La mayoría de ellos eran cristianos ordinarios que trabajaban con sus manos, aunque sí tenían más educación que muchos otros en su tiempo. Se hubieran indignado con cualquier persona que se hubiese atrevido a llamarlos “santos padres”. No tenían tal nombre. Los únicos “padres” de la iglesia que ellos conocían eran los apóstoles—y no los llamaron padres.
Los escritos de la iglesia primitiva pueden ser divididos en tres clases: (1) obras de apología que defendían las creencias cristianas frente a los ataques de los judíos y de los romanos; 
(2) obras que defendían al cristianismo contra los herejes; y (3) correspondencia entre iglesias. Estos escritos dan testimonio de las creencias y prácticas universales en la época después de la muerte de los apóstoles. Y es esto lo que les da gran valor.
Uno de los distintivos del cristianismo primitivo es la carencia de muchos dogmas inflexibles. En realidad, mientras más atrás uno va en la historia del cristianismo, menos de teología halla.
Una introducción breve a ocho de los escritores principales
Antes de presentar las creencias de los primeros cristianos, quiero introducir algunos de los escritores principales los cuales voy a citar: 
Policarpo: Discípulo del apóstol Juan. Policarpo, de cuya muerte hablamos en el primer capítulo, servía de modelo de fe y de devoción a las congregaciones de Asia. En su juventud él acompañó al apóstol Juan y aprendió a sus pies. Evidentemente, Juan mismo lo ordenó como obispo de la congregación en Esmirna. Policarpo vivió hasta una edad de por lo menos 87 años. Fue martirizado alrededor del año 155 d. de J.C. 
Ireneo: Eslabón importante con los apóstoles Uno de los discípulos personales de Policarpo fue Ireneo, quien después se mudó a Francia como misionero. Como discípulo de Policarpo, quien a su vez era discípulo del apóstol Juan, Ireneo sirve como eslabón importante con la época de los apóstoles. Fue martirizado cerca del año 200.
Justino: Filósofo convertido en evangelista durante la vida de Policarpo. Al conocer que Justino era filósofo, el anciano Policarpo le hizo preguntas escudriñadoras, preguntas que ponían a la luz lo vacío de la filosofía humana. Años después, Justino contó: “Cuando el anciano había terminado de hablar estas cosas y muchas más, se fue, exhortándome a que meditara en lo que había hablado. Después de reflexionar más en lo que el anciano me había dicho, me di cuenta de que el cristianismo era la única filosofía verdadera y valiosa”. Fue martirizado hacia el año 165. Después de su muerte, fue conocido por muchos como Justino el mártir.
Clemente de Alejandría: Instructor de nuevos conversos. Otro filósofo que halló el cristianismo en su búsqueda de la verdad fue Clemente. Después de convertirse en cristiano, viajó por todo el imperio romano, aprendiendo los preceptos de la fe cristiana personalmente de los maestros cristianos más ancianos y estimados. Los escritos de Clemente, fechados hacia el año 190, reflejan la suma de la sabiduría de sus maestros. Con el tiempo, Clemente se mudó a Alejandría, Egipto. Fue ordenado anciano en aquella congregación y encargado de instruir a los nuevos conversos. Por lo general se le llama “Clemente de Alejandría” para distinguirlo de otro Clemente, quien era obispo de la iglesia en Roma a fines del primer siglo.
Orígenes: Una mente aguda dedicada a Dios. Entre los alumnos de Clemente en Alejandría había un joven hábil llamado Orígenes. Cuando Orígenes tenía sólo 17 años, estalló una persecución severa en Alejandría. Aunque tenía sólo 17 años, Orígenes se distinguió en la iglesia de Alejandría por el cuidado amoroso que prestaba a sus hermanos en la fe durante la persecución. Por ese tiempo, los oficiales de la ciudad tramaron la muerte de Clemente, y éstese vio obligado a escapar a otra ciudad para continuar su servicio cristiano. En una decisión extraordinaria, los ancianos cristianos de Alejandría le nombraron a Orígenes, de sólo 18 años, para tomar el lugar de Clemente como maestro principal en la escuela para los nuevos conversos. Pronto Orígenes llegó a ser uno de los maestros más estimados de sus días. Orígenes tenía una de las más brillantes mentes de sus días. Varias veces tuvo que trasladarse para otro lugar para escapar de la persecución. Sin embargo, llegó a los 70 años. En ese entonces sus perseguidores lo aprehendieron y lo torturaron. Pero por más que lo torturaron, él no negó a Jesús. Y al fin dejaron de torturarlo, exasperados. Con todo, Orígenes nunca se recuperó de la tortura y al fin murió.
Tertuliano: Apologista a los romanos. Tertuliano es quizás el más conocido de todos los escritores cristianos de los primeros siglos. Llegó a ser anciano en la iglesia de Cartago en el África del norte. Tertuliano era uno de los apologistas más hábiles de la iglesia primitiva. El escribió en latín, no en griego como la mayoría de los primeros cristianos. A Tertuliano se le recuerda por varios dichos famosos, por ejemplo: “La sangre de los mártires es la semilla de la iglesia”. Tertuliano escribió entre los años 190 y 210 d. de J.C. Además de sus obras apologéticas, Tertuliano escribió varias obras cortas, tanto cartas como tratados, para animar a los cristianos apresados o para exhortar a los creyentes que mantuvieran su separación con el mundo.
Cipriano: Un rico que todo lo entregó a Cristo. Uno de los alumnos espirituales de Tertuliano se llamaba Cipriano. Había sido romano rico, pero se convirtió en cristiano a la edad de 40 años. Como cristiano recién convertido, Cipriano estaba tan agradecido por su vida nueva en Cristo que vendió todo lo que tenía y lo repartió a los pobres. Su entrega total a Cristo pronto ganó el respeto de la iglesia en Cartago. Después de unos pocos años, en una decisión sin precedente, le llamaron a ser obispo de la iglesia allí.
Lactancio: Maestro del hijo del emperador. Lactancio es poco conocido a los cristianos de hoy en día. Lactancio escribió con claridad y elocuencia extraordinaria. Antes de convertirse al cristianismo, fue instructor célebre de la retórica. Aun el emperador Diocleciano le alabó. Los escritos de Lactancio tienen gran importancia para nosotros porque se escribieron al final de la época pre-Constantina de la iglesia primitiva. Demuestran ampliamente que la gran mayoría de las creencias cristianas habían cambiado muy poco durante los 220 años entre la muerte del apóstol Juan y el principio del reinado de Constantino.






lunes, 18 de julio de 2016

¡Que Dios “despierte nuestros espíritus”!

Gabriel Klainerman   

En estas últimas semanas me sentí impulsado a orar más intensamente. Por un lado “sentí” mi impotencia para cambiar las cosas o hacer que las cosas pasen. Por otro lado “entendí”, “volví a comprender” que es Dios el que es poderoso para cambiar las situaciones, las personas y hacer que las cosas pasen.

La imagen y la acción que me venía a la mente era “sacar un poco  las manos de la masa y dejar a Dios trabajar con su Espíritu Santo”. En oración, vez tras vez, estoy tratando de “invocar”, por decirlo de alguna manera, la manifestación poderosa y transformadora del Espíritu Santo sobre las situaciones y las vidas. En fin, para decirlo “en criollo”: Estuve orando. Estuve pidiendo por  todo y por todos. Por los que están bien y por los que están mal, por los débiles y por  los fuertes, por los nuevos y por  los viejos,por  los que están y por los que no están. Por todos. En medio de la oración hubo una frase que se me vino repetidas veces. Esta frase es: “Señor despierta los espíritus”. Es una frase que me ha sido recurrente en la oración. “Señor despierta los espíritus”, “Señor despierta su espíritu”, “Señor haz que su espíritu despierte”.Yo me acordaba que esta frase, “despertar el espíritu”, estaba en las Escrituras y por eso la busqué para mirarla en su contexto y alimentar mí fe.Entonces, en medio de todo esto es que surgió en mí el deseo de compartirles esta meditación u oración.Nuestro corazón debe estar cargado con el “Propósito Eterno de Dios”. ¡“Calidad”! ¡”Unidad”! ¡”Cantidad”! deben resonar en nuestras mentes y corazones en todo momento. 

La “Gloria de Dios”, la “complacencia del Padre”, “su voluntad hecha en nuestras vidas y entre nosotros”, “su Reino entre nosotros”, debe ser nuestro clamor, nuestro anhelo, nuestro trabajo, nuestra pasión.¿Cómo lograr que esto sea así? ¿Cómo lograr estar llenos del Propósito Eterno de Dios? Sí, tenemos que enseñárnoslo unos a otros, decírnoslo unos a otros, proclamarnos esto unos a otros,sernos ejemplo unos a otros. Sí, todo esto tiene que estar, pero además de todo esto y antes que todo esto, debemos orar y procurarlo en oración.Debemos orar para que “venga su Reino”, para que “se haga su voluntad”, para que “haya calidad entre nosotros”, “que haya unidad entre nosotros”, “que muchos vengan a los pies de Cristo entre nosotros”. Debemos clamar a Dios que “derrame de su Espíritu”, que “su poder  venga sobre nosotros”, que “nos despierte para lo que tenemos que ser y para lo que tenemos que hacer”. Que Dios “ponga el querer y el hacer”, que Dios “ponga carga”, “nos sacuda”, “nos haga entender”, “que podamos reconocer nuestra falta de respuesta, nuestra negligencia, nuestra mediocridad”. Tenemos que orar yclamar para que “seamos despertados y capacitados por su Espíritu para ser discípulos militantes, consagrados y piadosos”.

 Debemos “clamar a Dios que ayude a su Iglesia, nos ayude a nosotros, a ser la materialización del  Proyecto Eterno de Dios”. “Fuimos escogidos antes de la fundación del mundo para ser santos y sin manchas delante de Él. Fuimos predestinados a ser hijos suyos, adoptados por Jesucristo”. 
Que podamos procurar en oración ser revestidos de poder de lo alto para dignificar este llamamiento.

Necesitamos que un avivamiento suceda en la Iglesia.

 Necesitamos que cosas “verdaderas, genuinas, trascendentes, bíblicas”, sucedan entre nosotros.¿Qué necesitamos hoy? “¿Qué quieres que te haga?”. Qué deberíamos decirle a Dios que necesitamos si Él nos preguntara ¿Qué quieres que te haga?¿Qué necesitamos para ser “la Iglesia que Dios quiere”?Necesitamos que Dios obre. Necesitamos que Dios “despierte los espíritus”. Necesitamos que Dios “despierte los espíritus” de aquellos que están “muertos en delitos y pecados”. Necesitamos que Dios “los despierte y engendre en ellos fe y arrepentimiento”. Necesitamos que “muchos se conviertan”, que “muchos respondan al llamado de arrepentirse y creer en Jesús”. Necesitamos que “Dios respalde la predicación del Reino y que Dios extienda su mano haciendo milagros y prodigios para respaldar su mensaje”.Necesitamos que aquellos en quienes sus “espíritus fueron despertados”, que en ellos, haya una “genuina conversión”, “que se bauticen y nazcan de nuevo, que su vieja vida pase, que todo sea hecho nuevo, que nunca más vuelvan a ser los mismos, que nunca más vuelvan atrás”. 

Necesitamos que “despierten a una nueva vida”, que “mueran y resuciten”, que “sean regenerados”, que “la vida de Cristo se engendre en ellos y que florezcan para la Gloria de Dios”.  Necesitamos todos “ser llenos del Espíritu Santo” para poder estar “revestidos de poder”, “revestidos de Cristo”, “quebrantados”, “creciendo”, “siendo testigos”, “siendo sal y luz”, “expresando el fruto del Espíritu y el Amor de Dios en todo tiempo y en todo lugar”. Necesitamos “ser llenos del Espíritu” para poder “vivir y andar en el Espíritu”, para poder ser “esposos y esposas”, para poder ser “hijos”, para poder  “los niños, los adolescentes, los  jóvenes, o los adultos que Dios quiere”. Necesitamos “ser llenos del Espíritu Santo” para “cumplir con todas las tareas que nos tocan como discípulos en las distintas situaciones y circunstancias”. Todos los que hoy formamos la Iglesia, debemos ser “despertados en nuestros espíritus para poder edificar la Iglesia”.Es mi oración que Dios “despierte nuestro espíritu” y nos mueva a reconstruir la Iglesia. Aque entre nosotros haya Calidad, Unidad y Cantidad a la manera de Dios y por su obrarsoberano y poderoso entre nosotros.

La Iglesia de hoy no es lo que debería ser. Está frágil, contaminada, es mediocre, sin gran poder de influencia y sin capacidad de resistir los embates de las tinieblas.Estamos seguros que las cosas no van a quedar así. Es nuestra esperanza una Iglesia Gloriosa, sin mancha  ni arrugas. Por esto debemos orar conforme a nuestra fe y esperanza, procurando “un despertar poderoso de Dios entre nosotros” que nos lleve a glorificar a Dios.

Es mi deseo que suceda lo que sucedió en el tiempo de Esdras.

¿Qué sucedió en ese tiempo? Israel, el Pueblo de Dios estaba muy mal, estaba bajo el cautiverio  por su rebeldía e infidelidad a Dios. Jerusalén estaba desolada y el templo destruido. Había ruina en Israel.Pero Dios no dejó las cosas así. Él había predicho que las cosas iban a cambiar, que un día Jerusaléniba a brillar otra vez y que el templo iba a ser reconstruido, por lo tanto, cuando llegó “el tiempo de Dios”, Él actuó. Esd 1:1  En el primer año de Ciro rey de Persia, para que se cumpliese la palabra de Jehová por boca de Jeremías,(A) despertó Jehová el espíritu de Ciro rey de Persia, el cual hizo pregonar de palabra y también por escrito por todo su reino, diciendo: Esd 1:2  Así ha dicho Ciro rey de Persia: Jehová el Dios de los cielos me ha dado todos los reinos de la tierra, y me ha mandado que le edifique casa en Jerusalén,(B) que está en Judá.  Esd 1:3  Quien haya entre vosotros de su pueblo, sea Dios con él, y suba a Jerusalén que está en Judá, y edifique la casa a Jehová Dios de Israel (él es el Dios), la cual está en Jerusalén.  Esd 1:4  Y a todo el que haya quedado, en cualquier lugar donde more, ayúdenle los hombres de su lugar con plata, oro, bienes y ganados, además de ofrendas voluntarias parala casa de Dios, la cual está en Jerusalén.  Esd 1:5  Entonces se levantaron los jefes de las casas paternas de Judá y de Benjamín, y los sacerdotes y levitas, todos aquellos cuyo espíritu despertó Dios para subir a edificar la casa de Jehová, la cual está en Jerusalén.  Esd 1:6  Y todos los que estaban en sus alrededores les ayudaron con plata y oro, con bienes y ganado, y con cosas preciosas, además de todo lo que se ofreció voluntariamente.  Esd 1:7  Y el rey Ciro sacó los utensilios de la casa de Jehová, que Nabucodonosor había sacado de Jerusalén, y los había puesto en la casa de sus dioses.  Esd 1:8  Los sacó, pues, Ciro rey de Persia, por mano de Mitrídates tesorero, el cual los dio por cuenta a Sesbasar príncipe de Judá.  Esd 1:9  Y esta es la cuenta de ellos: treinta tazones de oro, mil tazones de plata, veintinueve cuchillos,  Esd 1:10  treinta tazas de oro, otras cuatrocientas diez tazas de plata, y otros mil utensilios.  Esd 1:11  Todos los utensilios de oro y de plata eran cinco mil cuatrocientos. Todos los hizo llevar Sesbasar con los que subieron del cautiverio de Babilonia a Jerusalén.  Entonces ¿Qué hizo el Señor cuando llegó el tiempo?  ¡“Despertó los espíritus”!Dios “despertó el espíritu de Ciro” para que hiciera pregonar de palabra y por escrito que sea edificada casa para Dios.Dios “despertó el espíritu de muchos” para que respondieran a este llamado. 

A partir de ahí se pusieron a trabajar para Dios. A partir de ahí hubo “compromiso”. Tiempo y dinero fueron invertidos para el proyecto. Hubo “voluntad dispuesta”. Estuvo “el querer como el hacer por la voluntad de Dios”.Que suceda esto en la Iglesia debe ser nuestra oración, nuestro clamor. Que Dios “despierte nuestros espíritus”. Que sea “la hora de despertarnos del sueño y trabajar para Dios”. Que suceda lo de Romanos 13:Rom 13:11  Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos.  Rom 13:12  La noche está avanzada, y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de la luz.  Rom 13:13  Andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y lascivias, no en contiendas y envidia,  Rom 13:14  sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne.  ¡Que Dios obre entre nosotros! ¡Que sea este el tiempo! ¡Que podamos despertar! ¡Que podamos ver, entender y actuar! 

Que en este tiempo Dios “despierte nuestros espíritus” y podamos “vestir las armas de la luz”, podamos “andar en el Espíritu y no en la carne”, “vestidos del Señor Jesucristo”.Que en este tiempo Dios “despierte nuestros espíritus” y podamos “ser piadosos en toda nuestra manera de vivir”. “Que en nuestras casas brille Jesús”. “Que se vea a Cristo”.Que en este tiempo Dios “despierte nuestro espíritu” y que podamos “llorar por lo que no somos, por lo que nos falta, llorar  por los que no están y por los que se pierden” y que Dios “nos levante del sueño” para “cambiar”, para “ser renovados”, para “ser distintos”, para ser “militantes”, “separados del mundo y consagrados para Dios”. Que en este tiempo Dios “despierte nuestros espíritus” para que le amemos con toda nuestras fuerzas, con toda nuestra mente, con toda nuestra alma y corazón. Para que amemos al prójimo, para que amemos a los hermanos y a los perdidos.Efesios 5 proclama:Efe 5:14  Por lo cual dice:  Despiértate, tú que duermes,  Y levántate de los muertos,  Y te alumbrará Cristo. ¡Que Dios nos diga esto en este tiempo!

 Yo pienso para mí mismo y para nosotros y digo: “No sé si Dios en su soberanía lo va a hacer o no. No sé si Dios nos va a despertar, si se va a derramar con poder en medio nuestro en este tiempo. Pero yo quiero hacer todo lo que esté a mi alcance para que así suceda. Yo quiero orar por esto”. “Y si Dios lo hace y se derrama que me encuentre orando por esta causa y si no lo hace, si no se derrama,  que igual me encuentre orando por esto”.

¿Por qué tuvieron éxito los primeros cristianos?

Tomado del libro: Cuando el cristianismo era nuevo. D.W. Bercot

Hace unos años, cuando yo empecé a estudiar los escritos de los primeros cristianos, mi interés primordial era seguir el desarrollo histórico de la doctrina cristiana. Pronto el testimonio y la vida de los primeros cristianos me conmovieron profundamente. “Eso es lo que significa la entrega total a Cristo”, dije entre mí. Mientras más leía, más me llenó el anhelo de disfrutar la comunión con Dios que los primeros cristianos disfrutaban. Cuánto deseaba yo poder deshacerme de los afanes de este mundo como ellos habían hecho. Pero sentía que no tenía ningún poder para hacerlo. ¿Por qué ellos podían hacer lo que yo no podía hacer? Empecé a buscar la respuesta a esta pregunta en sus escritos. Poco a poco vi tres puntos:
➢ El apoyo de los hermanos de la iglesia.
➢ El mensaje de la cruz.
➢ La creencia, que el hombre comparte con Dios la responsabilidad para la obediencia.

Cómo fomentó la iglesia el desarrollo espiritual.
Los hombres somos por naturaleza seres sociables. Por eso nos es tan difícil oponernos a la corriente de nuestra cultura. Pero otros lo han hecho. Tenemos un buen ejemplo de esto en el movimiento “hippie” de la década de los sesentas. En esos años, millares de jóvenes—la mayoría de ellos de la clase mediana—rechazaron el materialismo y las modas de la sociedad y siguieron otro camino. Sencillamente se conformaban a otra cultura que ellos mismos crearon. Y todos se apoyaban los unos a los otros. Justamente esto era uno de los secretos de los primeros cristianos. Ellos lograron rechazar las actitudes, prácticas y diversiones impías de su cultura porque se conformaron a otra cultura. Millares y millares de cristianos se unieron y todos compartieron los mismos valores, las mismas actitudes, y las mismas normas para la diversión. Todo lo que tenía que hacer el cristiano individual era conformarseO sea, tomaba la forma del cuerpo de creyentes. Cipriano declaró: “Corta una rama del árbol, y ya no podrá brotar más. Corta el riachuelo de su manantial, y pronto se secará.”
Pero los cristianos no trataron de legislar la justicia, aunque muchos grupos cristianos desde entonces han tratado de hacerlo. Al contrario, dependieron de la enseñanza sana y del ejemplo de rectitud para producir la justicia. Los grupos religiosos que dependen sólo de muchas normas detalladas para producir la santidad personal, pueden resultar produciendo más bien el fariseísmo. Por eso, la iglesia primitiva destacó la necesidad de cambiar comenzando desde el corazón. Consideraban que lo externo nada valía, a menos que reflejara lo que sucedía dentro de la persona. Clemente lo explicó de esta forma: “Dios no corona a aquellos que se abstienen de lo malo sólo por obligación. Es imposible que una persona viva día tras día de acuerdo a la justicia verdadera, excepto de su propia voluntad. El que se hace ‘justo’ bajo obligación de otro, no es justo en verdad. Es la libertad de cada persona la que produce la verdadera justicia y revela la verdadera maldad. Por ejemplo, a pesar de la enseñanza de la iglesia primitiva acerca del vestir sencillo, no exigieron que el cristiano individual se vistiera de una manera especial o distintiva, y entre ellos no todos se vistieron igual. Aunque los primeros cristianos se opusieron a los cosméticos, no todas las mujeres cristianas dejaron de usarlos. Otros cristianos pasaron por alto el consejo de los ancianos de la iglesia y asistieron al teatro y a la arena, y la iglesia no los castigó por su desobediencia. Sin embargo, el método de la iglesia daba resultado. Aun los mismos romanos testificaban que la mayoría de los cristianos siguieron las guías de la iglesia en tales asuntos. De hecho, la iglesia puede enseñar por medio del ejemplo eficazmente sólo si la misma iglesia se ha conformado a las enseñanzas de Cristo. De otra manera, el ejemplo de la iglesia serviría de tropiezo y no de ayuda.

Pastores graduados de la escuela de la vida.
La entrega a Cristo de todos los cristianos de la iglesia primitiva refleja la calidad de sus líderes. Pero en realidad el método de gobernar nuestras iglesias difiere mucho del método de las iglesias primitivas. En vez de tener un pastor egresado de un seminario y preparado profesionalmente, los ancianos entre ellos eran todos pastores que dedicaban su tiempo a la obra de la iglesia.  Todos conocían sus puntos fuertes y también sus puntos flacos. Los pastores no se preparaban para servir como obispos o ancianos por medio de estudiar en un instituto bíblico o seminario, llenando sus cabezas de ciencia. La congregación no buscaba tanto una ciencia profunda sino una espiritualidad profunda. ¿Vivían cerca de Dios? ¿Habían dado ya por años un buen ejemplo a otros cristianos? ¿Estaban dispuestos hasta a dar su vida por Cristo? Como Tertuliano dijo a los romanos: “Nuestros ancianos son hombres probados. Obtienen su posición no por un sueldo, sino por firmeza de carácter.”
En una de sus cartas, Cipriano describe la manera en que las iglesias primitivas escogían a un anciano u obispo nuevo: “Será escogido en la presencia de todos, bajo la observación de todos, y será probado digno y capaz por el juicio y testimonio de todos. Para tener una ordenación apropiada, todos los obispos de las demás iglesias de la misma provincia deben reunirse con la congregación. El obispo debe ser escogido en la presencia de la congregación, ya que todos conocen a fondo su vida y sus hábitos.”

No sólo el obispo sino mucho más, todos los ancianos dedicaban todo su tiempo a su trabajo como pastor y maestro. Se dedicaban totalmente al rebaño. Se esperaba que dejaran cualquier otro empleo, a menos que la congregación fuera muy pequeña como para sostenerlos. Imagínese el cuidado espiritual que recibieron los primeros cristianos de sus pastores. En cada congregación de entonces había varios ancianos cuya única preocupación era el bienestar espiritual de su congregación. Con tantos pastores trabajando todo el tiempo en la congregación, cada miembro sin duda recibió el máximo de atención personal.

Pero para servir como anciano u obispo en la iglesia primitiva, un hombre tenía que estar dispuesto a dejarlo todo por Cristo. Lo primero que dejaba era sus posesiones materiales. Dejaba su empleo y el salario con que sostenía a su familia. Y no lo dejaba para luego recibir un buen salario de la congregación. De ninguna manera. Sólo los herejes pagaban un salario a sus obispos y ancianos. En las iglesias primitivas los ancianos recibían lo mismo que recibían las viudas y los huérfanos. Usualmente, recibían las cosas necesarias para la vida, y muy poco más. Pero sacrificaban esos ancianos más que sólo las cosas materiales del mundo. Tenían que estar dispuestos de ser los primeros en sufrir encarcelaciones, torturas, y hasta la muerte. Muchos de los escritores que cito en este libro eran ancianos u obispos, y más de la mitad de ellos sufrieron el martirio: Ignacio, Policarpo, Justino, Hipólito, Cipriano, Metodio, y Orígenes.
Con tal entrega de parte de sus líderes, no es difícil ver por qué los cristianos ordinarios de esa época se dedicaron a andar con Dios y a evitar la norma del mundo.

Un pueblo de la cruz.
Nadie quiere sufrir. Todos deseamos un cristianismo que no requiera sufrimiento. Pero Jesús dijo a sus discípulos: “El que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí. El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará” (Mateo 10.38-39). A pesar de estas palabras del Señor, no muchos quieren hablar hoy de la cruz. Sin embargo, éste era el mensaje que se enseñaba en la iglesia primitiva: ser cristiano los involucraría en sufrimiento. Son típicas las siguientes palabras de Lactancio: “El que escoge vivir bien en la eternidad, vivirá en la incomodidad aquí. Será oprimido por muchas clases de problemas y cargos mientras viva en el mundo, para que en el fin reciba la consolación divina y celestial. De la otra manera, el que escoge vivir bien aquí, sufrirá en la eternidad.”

Ignacio, obispo de Antioquía y un compañero del apóstol Juan, fue apresado por su testimonio cristiano. Mientras viajaba rumbo a Roma para su juicio y martirio, escribió cartas de ánimo y exhortación a varias congregaciones cristianas. A una congregación escribió: “Por tanto, es necesario que uno no sólo sea llamado cristiano, sino que sea en verdad un cristiano. Si no está dispuesto a morir de la misma manera en que murió Cristo, la vida de Cristo no está en él” (Juan 12.25). A otra escribió: “Que traigan el fuego y la cruz. Que traigan las fieras. Que rompan y se disloquen mis huesos y que corten los miembros de mi cuerpo. Que mutilen mi cuerpo entero. ¡En verdad, que traigan todas las torturas diabólicas de Satanás y me permitan que así alcance a Jesucristo! Quisiera morir por Jesucristo más bien que reinar sobre los confines del mundo entero.” Pocos días después de escribir estas palabras, Ignacio fue llevado ante un gentío que gritaba en la arena de Roma, donde le despedazaron las fieras.

Cuando un grupo de cristianos de su congregación se pudrían en una mazmorra romana, Tertuliano los exhortó con estas palabras: “Benditos, estimen lo difícil en su vida como una disciplina sobre los poderes de la mente y del cuerpo. Pronto van a pasar por una lucha noble, en la cual el Dios viviente será su director y el Espíritu Santo su entrenador. El premio es la corona eterna de esencia angélica, ciudadanía en el cielo ygloria sempiterna.” También les dijo: “La cárcel produce en el cristiano lo que el desierto produce en el profeta. Aun nuestro Señor pasó mucho tiempo a solas para que tuviera mayor libertad en la oración y para que se alejara del mundo. . . . La pierna no siente la cadena cuando la mente está en el cielo.”
Pero la mayoría de los creyentes no necesitaban ninguna advertencia sobre lo que pudieran tener que sufrir. Ellos mismos lo habían visto. En verdad, esto mismo—el ejemplo de millares de cristianos que soportaban el sufrimiento y la muerte antes de negar a Cristo—llegó a ser uno de los métodos más poderosos del evangelismo. 
En su primera apología, Tertuliano recordó a los romanos que su persecución servía sólo para fortalecer a los cristianos. “Entre más nos persigan ustedes, más crecemos nosotros. La sangre de los cristianos es una semilla. . . . Y después de meditar en ello, ¿quién habrá entre ustedes que no quisiera entender el secreto de los cristianos? Y después de inquirir, ¿quién habrá que no abrace nuestra enseñanza? Y cuando la haya abrazado, ¿quién no sufrirá la persecución de buena voluntad para que también participe de la plenitud de la gracia de Dios?”
Uno de los problemas en nuestras iglesias hoy es que casi nunca oímos la predicación del evangelio completo. Oímos sólo de las bendiciones del evangelio; pocas veces oímos el mensaje de sufrir por Cristo. Estamos tan alejados del mensaje de la iglesia primitiva que ni siquiera entendemos lo que significa sufrir por Cristo. En verdad no entendemos lo que significa sufrir por ser cristianos. Creemos que cuando soportamos las tribulaciones comunes que cualquier persona puede pasar, eso es sufrir por Cristo.Aunque tales situaciones pudieran traer mucho sufrimiento, tanto emocional como físico, no son nada en comparación para aquel que se ha preparado para soportar la tortura y hasta la muerte por Cristo (Romanos 8.17; Apocalipsis 12.11).
Aunque los primeros cristianos soportaban matrimonios difíciles con incrédulos, millares de cristianos hoy se divorcian de sus cónyuges creyentes sin pensar, sólo porque su matrimonio tiene algunas fallas. Tales personas prefieren desobedecer a Cristo antes de soportar un sufrimiento temporal. Varios cristianos me han dicho que ya no soportaban más vivir con su cónyuge porque tenían discusiones todos los días. Me pregunto qué respuesta darán tales personas en el día del juicio final cuando se encuentran ante mujeres y hombres cristianos de los primeros siglos que pudieron soportar que se les sacaran los ojos con hierros candentes, o que se les arrancaran los brazos del cuerpo, o que se les degollaran vivos. ¿Por qué aquellos cristianos tenían poder para soportar semejantes torturas terribles, y a nosotros nos falta el poder para aguantar siquiera un matrimonio difícil? Tal vez es porque no hemos aceptado nuestra responsabilidad de llevar la cruz.

Hace unos años, una mujer cristiana contemplaba divorciarse de su marido porque no podían llevarse bien. Con los ojos llenos de lágrimas, me dijo: “Yo no quiero vivir de esta forma el resto de mi vida”. Después, reflexioné en sus palabras: “el resto de mi vida”. Los primeros cristianos aceptaron el mensaje de sufrir por Cristo porque sus ojos estaban puestos en la eternidad. No pensaban en sufrir “el resto de su vida”. Pensaban en sufrir no más de unos cincuenta o sesenta años. ¡Y el resto de su vida lo pasarían en la eternidad con Jesús! Comparadas con semejante futuro, las tribulaciones del presente parecían insignificantes. Como Tertuliano, supieron que “la pierna no siente la cadena cuando la mente está en el cielo”.

¿Somos los hombres capaces de obedecer a Dios?
Martín Lutero enseñó que somos completamente incapaces de hacer algo bueno, que tanto el deseo y el poder de obedecer a Dios vienen sólo de Dios. Estas eran doctrinas fundamentales de la reforma en Alemania, pero no produjeron una nación de cristianos alemanes, obedientes y piadosos. En verdad, produjeron todo lo contrario. La Alemaniade Lutero llegó a ser un bodegón sucio de borrachera, inmoralidad y violencia. El esperar pasivo que Dios obrara no produjo ni una iglesia piadosa ni una nación piadosa.Los primeros cristianos enseñaron todo lo contrario. Nunca enseñaron que el hombre es incapaz de hacer lo bueno o de vencer el pecado en su vida. Ellos creían que bien podemos servir a Dios y obedecerle. Pero primero falta que tengamos un amor profundo por Dios y un respecto profundo por sus mandamientos. Así lo explicó Hermes: “El Señor tiene que estar en el corazón del cristiano, no solamente sobre sus labios.” Ellos creyeron que nuestro andar con Dios es obra de ambos partidos. El cristiano mismo tiene que estar dispuesto a sacrificarse, poniendo toda su fuerza y toda su alma a la obra. Pero también necesitaba depender de Dios. Orígenes lo explicó así: “Dios se revela a aquellos que, después de dar todo lo que puedan, confiesan su necesidad de su ayuda”. Los cristianos de los primeros siglos creían que el cristiano tenía que anhelar fervientemente la ayuda de Dios, y buscarla. No sólo tenía que pedir a Dios su ayuda una vez, tenía que persistir en pedirle. Clemente enseñó a sus alumnos: “Un hombre que trabaja solo para libertarse de sus deseos pecaminosos nada logra. Pero si él manifiesta su afán y su deseo ardiente de eso, lo alcanza por el poder de Dios. Dios colabora con los que anhelan su ayuda. Pero si pierden su anhelo, el Espíritu de Dios también se restringe. El salvar al que no tiene voluntad es un acto de obligación, pero el salvar al que sí tiene voluntad es un acto de gracia.”

Así vemos que entendieron que la justicia resulta de la obra mutua, la del hombre y la de Dios. Hay poder sin límite de parte de Dios. La clave está en poder utilizar ese poder. El anhelo ferviente tiene que nacer del mismo cristiano. Comentó Orígenes sobre eso, que no somos zoquetes de madera que Dios mueve a su capricho. Somos humanos, capaces de anhelar a Dios y de responderle a él. Y al referirse a ese anhelo nuestro, Clemente no se refería a un anhelo sencillo. Mucho más, él dijo que tenemos que estar dispuestos a sufrir “persecuciones interiores”. El mortificar a nuestros deseos carnales no va a ser fácil, y si no estamos dispuestos a sufrir en el corazón, luchando contra nuestros pecados, Dios no va a brindarnos el poder de vencerlos (Romanos 8.13; 1 Corintios 9.27).
Antes de menospreciar la enseñanza de aquellos cristianos, tenemos que proponer otra buena explicación de lo asombroso su poder. No podemos negar el hecho de que tenían un poder extraordinario. Aun los romanos paganos tenían que admitir eso. Como Lactancio declaró: “Cuando la gente ve que hay hombres lacerados de varias clases de torturas, pero siempre siguen indomados aun cuando sus verdugos se fatigan, llegan a creer que el acuerdo entre tantas personas y la fe indómita de los moribundos, sí tiene significado. Se dan cuenta de que la perseverancia humana por sí sola no podría resistir tales torturas sin la ayuda de Dios. Aun los ladrones y hombres de cuerpo robusto no podrían resistir torturas como éstas. Pero entre nosotros, los jóvenes y las mujeres delicadas—por no decir nada de los hombres—vencen sus verdugos con silencio. Ni siquiera el fuego los hace gemir en lo más mínimo. Estas personas—los jóvenes y el sexo débil— aunque teniendo una posibilidad de escape, soportan como soldados en la batalla las mutilaciones del cuerpo y hasta el fuego. Fácilmente pudieran evitar estos castigos [al negar a Cristo] si así lo desearan. Pero lo soportan de buena voluntad porque confían en Dios.”

Resumen: Ariel Montenegro.







Testimonios de Piedra, de Justo Gonzalez

Introducción: 
A continuación, no pretendo hacer un estudio acerca de los hechos del cristianismo, sino remitirme a ellos, ya mencionados en el libro Historia del Cristianismo de Justo Gonzalez y sacar algunos pensamientos constructivos, acerca de esta porción de la historia, a través del lente del verdadero evangelio, el evangelio del Reino de Dios, que nos puedan ayudar de alguna manera a seguir avanzando en nuestra carrera hacia la meta, hacia el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. 

Antes de comenzar, no quiero sino recordar juntos que: a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a Sú propósito son llamados.

 Comencemos primero leyendo el relato, luego los pensamientos… …los siglos que expresaron sus altos ideales en movimientos de reforma monástica y papal, en la empresa de las cruzadas, y en la teología de los escolásticos, los expresaron también en los edificios que dedicaron al servicio de Dios. 

De igual modo que la “era de los mártires” nos legó su testimonio escrito en sangre, la “era de los altos ideales” nos ha dejado el suyo escrito en piedra. En una época utilitaria como la nuestra, en la que el valor de las cosas se mide a base del provecho inmediato que puedan producir, aquellas iglesias construidas por nuestros antepasados en la fe nos recuerdan que hay otros modos de ver la vida y sus valores. Vistas desde nuestra perspectiva, aquella era y las personas que en ellas vivieron dejan mucho que desear; pero vistas a la luz de aquellas iglesias y de su testimonio, también nuestra era y nuestra dedicación dejan mucho que desear. 

Al iniciarse la “era de los altos ideales”, y durante buena parte de ella, la arquitectura más común era la que los historiadores llaman “románica” (Arquitectura Románica). A mediados del siglo XII surgió un nuevo estilo arquitectónico, al que se ha dado el nombre de “gótico” (Arquitectura Gótica). Ese nombre le fue dado en una época en que se pensaba que toda la Edad Media no había sido más que un período de barbarie, y por lo tanto su principal logro artístico fue llamado “gótico”, es decir, procedente de los godos. Cuando los historiadores cambiaron su opinión acerca de la edad media, ese nombre estaba tan generalizado que ha continuado utilizándose, aunque no ya con un sentido despectivo. En las catedrales góticas, los altos ideales de la época se plasmaron en piedra, y dejaron su testimonio para los siglos por venir. Casos hubo como el de la catedral de Beauvais, cuya bóveda se desplomó cuando el ideal de la verticalidad llevó a los arquitectos a tratar de elevarla más allá de los límites trazados por las leyes físicas. Y quizá ese esfuerzo fallido fue símbolo de los tiempos, cuando los altos ideales de Hildebrando, Francisco, y otros tropezaban con la resistencia de la naturaleza humana. Historia del Cristianismo - Justo Gonzalez Tratare de ser lo más claro y sincero posible acerca de lo que entiendo de parte del Señor al seleccionar ciertos textos de la redacción anterior, para meditar acerca de nuestro tiempo presente a la luz de estos hechos contextuales. 

Quiera el Señor por su Espíritu Santo, librarnos de nuestra mente carnal y tener un corazón tierno para continuar con la lectura; cabe aclarar, la disposición a cualquier corrección o aporte posterior que enriquezca este sentir, estos pensamientos relatados son bienvenidos… …sin más… … en una época utilitaria como la nuestra, en la que el valor de las cosas se mide a base del provecho inmediato que puedan producir, aquellas iglesias construidas por nuestros antepasados en la fe nos recuerdan que hay otros modos de ver la vida y sus valores. Vistas desde nuestra perspectiva, aquella era y las personas que en ellas vivieron dejan mucho que desear; pero vistas a la luz de aquellas iglesias y de su testimonio, también nuestra era y nuestra dedicación dejan mucho que desear. Haciendo hincapié a la última frase resaltada que hace el escritor (Justo G.), diría que nuestra “era” y nuestra dedicación no solo dejan mucho que desear, sino también que pensar. Hoy la revelación que nos ha llegado es cristalina y pura, no menos responsable, sino todo lo contrario. ¡Que mejor que saber específicamente cual es lo más preciado, lo que más anhela alguien querido y regalárselo para complacer su corazón, cuanto más es el hecho de saber específicamente que es lo que Dios espera de mí, de mi familia, de Sú Iglesia amada y dárselo para complacer Sú Corazón! 

En respuesta a este planteo, no puedo sino pensar en Pedro cuando junto con Juan se encuentran con el cojo a la puerta del templo la Hermosa, y le ofrecen lo que tenían de parte del Señor para aquel necesitado; podríamos decir que hoy tenemos mucho del Señor para los necesitados, aún dentro de la familia misma de la Fe, pero necesitamos hacer un repaso en nuestras prioridades, el lograr identificar a la luz del Propósito Eterno de Dios, aquellas cosas que están haciendo pesado o que estorban el poder alcanzar la meta y correr con más libertad hacia ella, con perseverancia y en respuesta a Sú grande amor, en amor. Dos expresiones que no se pueden pasar por alto ante lo resaltado son “testimonio” y “dedicación”. Sabemos que el ser discípulos es el primer paso para hacer discípulos, es importante entonces cuando hablamos de “ser” que tengamos presentes el hecho del “testimonio” privado, pero también el público, que vamos sembrando en el camino que nos lleva a la vida. Juntos conformamos la iglesia del Señor y juntos testificamos al mundo de una nueva forma de vida, es por ello que no debe hacerse insípido nuestro testimonio en todas sus facetas. Sin olvidar que esto nos conlleva “dedicación”, es decir, un esfuerzo personal y colectivo hacia un objetivo determinado, como lo es nuestro llamado a ser y hacer discípulos, renovando cada día nuestro compromiso primero, nuestra visión y misión en dependencia del Padre, quien en su beneplácito nos redimió y nos comisiono en una tarea transformadora, gloriosa y sublime. Pasamos a otro párrafo… …en las catedrales góticas, los altos ideales de la época se plasmaron en piedra, y dejaron su testimonio para los siglos por venir. Casos hubo como el de la catedral de Beauvais, cuya bóveda se desplomó cuando el ideal de la verticalidad llevó a los arquitectos a tratar de elevarla más allá de los límites trazados por las leyes físicas. Y quizá ese esfuerzo fallido fue símbolo de los tiempos, cuando los altos ideales de Hildebrando, Francisco, y otros tropezaban con la resistencia de la naturaleza humana. Justo G., nos da la justa ilustración acerca de lo sucedido en la catedral de Beauvis (Francia), para decir que la resistencia de la naturaleza humana, siempre va a dar pelea ante los “altos ideales” de Dios. Hildebrando, el monje, que le había dicho a Bruno (obispo de Tula) que el aceptar el papado de manos del Emperador sería ir a Roma “no como apóstol, sino como apóstata”, entre otras cosas; Francisco, “el Pobrecillo Voluntario de Asís”, quien encarnó en su vida misma la sencillez de aquel carpintero de Nazaret y la conservación de una parcial “verdad”, cual sencillez y parcial “verdad” se ahogaron con los espinos de la época; entre otros, pudieron sino más que dejar su marca en la historia invitándonos a ser celosos para salvaguardar las verdades eternas, el tesoro que tenemos en vasos de barro, de nosotros mismos, de las herejías, las presiones eclesiásticas, familiares y de toda índole e indicio que busque atentar y atenuar nuestra Fe.

 Veo edificios religiosos en fotografías de la historia, majestuosos e inimitables, y recuerdo una historia de una torre mencionada en el capitulo 11 del libro de Génesis, también con perdón de la expresión, veo grandes lapidas en tales edificios donde solo se exalta la gloria humana, la creación de la criatura más que al Creador el cual es bendito por los siglos. Amén. Y no sería justo hablar juzgando su actitud, pues no somos nosotros hoy mejores, la sola diferencia es que sus ojos estaban vendados y el Señor en Sú infinito amor se nos ha revelado, es por eso que en temor y en humildad, debemos de hacer de nuestra vida, no una “lapida”, sino una vida que se conserve en la presencia del Señor, impartiendo vida al que no la tiene, colaborando con lo eterno, cumpliendo Sú legado con empeño sagrado y dejar un testimonio digno que honre el nombre de nuestro Dios a través del tiempo, de generación en generación. 

Oración: Señor, ayudanos a recuperar tus “altos ideales”, y avanzar paulatinamente hacia ellos de modo que nadie quede afuera y que puedan ser aplicables en el tiempo. Danos una “visión práctica” para llevarlos a cabo, y danos también la dicha de ser útiles en tus manos. Libranos de nosotros mismos para caminar a tiempo y fuera de tiempo contigo, Señor sea Tú propósito, nuestro propósito y consérvanos puros e íntegros en esta sociedad tan ajena de Ti, tan infectada de vanos valores, que nada tienen que ver contigo y en medio de ella brillar con Tú luz, extendiendo Tú Reino. Te lo pedimos en el nombre de Jesús, Amén.

Maximiliano Aguirre