La palabra ORACIÓN expresa el más amplio y comprensivo acercamiento a Dios. Es una estrecha relación y auténtica comunión con EL. Es disfrutar de Dios y tener acceso a ÉL. La Oración llena el vacío del hombre con la plenitud de Dios. Suple la debilidad humana con la fortaleza del Todopoderoso. La Oración es el plan de Dios para suplir la más grande y continua necesidad del creyente. Es un trabajo serio y difícil, ES LA LABOR MÁS IMPORTANTE QUE LOS HOMBRES PUEDAN REALIZAR.
La Oración no es el pequeño atavío prendido sobre nosotros, mientras estuvimos atados a las faldas de nuestra madre, ni una acción de gracias de un cuarto de minuto hecha sobre una comida de una hora. Emplea más tiempo y apetito que nuestras más grandes comilonas o más ricas fiestas. Debe penetrar tan fuertemente en el corazón y vida como penetró en las Lágrimas y Clamor de Cristo, Y Cristo, en los dias de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su clamor reverente Heb.5:7. La Oración debe desarrollar el alma en una agonía de deseo como lo hizo con Pablo y ser un fuego como la oración ferviente y efectiva de Santiago, aquella cualidad que, cuando la ponemos en el incensario de oro delante de Dios, obra poderosas revoluciones espirituales.
La Oración como un mero habito, refrescado por medio de la costumbre y la memoria, como un deber que debe realizarse para desligarse de una obligación y aquietar la conciencia, como un mero privilegio, una indulgencia sagrada de la cual sacar ventaja, un cumplimiento llevado a cabo por rutina o de manera “profesional” es una cosa muerta. Tal Oración no tiene conexión con la oración por la que abogamos, aquella que empeña y coloca sobre el fuego cada elemento elevado del ser del creyente. ORACIÓN que es nacida de una unidad con Cristo y de la plenitud del Espíritu Santo, la que brota de lo profundo, sobreabundando en fuentes de tierna compasión, solicitud inmortal por el bien eterno del hombre…..Un celo consumidor por la Gloria de Dios y de la necesidad imperativa de la mas poderosa ayuda de Dios. La Oración fundada en estas convicciones es la oración verdadera.
La destilación celestial del Espíritu Santo es en respuesta a la Oración , ella impregna, difunde, ablanda, filtra, corta y calma. Es el don de Dios, el distintivo del Cielo dada a los verdaderos escogidos y valientes, quienes lo han buscado a través de Muchas Horas de Oración batalladora y llena de Lágrimas. El ungimiento celestial es lo que necesita la iglesia hoy y debe tener, un aceite divino y celestial puesto en ello por la imposición de la mano de Dios, que ablanda y lubrica al hombre íntegro, -espíritu, alma y cuerpo-, hasta que lo aparta de todos los motivos y designios terrenales, seculares, mundanales, egoístas y ambiciosos, y lo acerca a todo que es puro y agradable a Dios. Lo más maravilloso es que esta unción no pertenece a la memoria o época del pasado, ni es un don enajenable, sino que es un don presente y perpetuo, primeramente obtenido: Por LA ORACIÓN incesante a Dios, por apasionados deseos en pos de lo divino, por estimarla, por buscarla con incansable ardor y devoción.
La Oración es un Privilegio Sagrado. Es una deber, una obligación imperativa para todo creyente. Es también un medio, un instrumento y una condición. El NO ORAR ES PERDER EL GOCE DE UN ALTO PRIVILEGIO.
Padre Celestial en el nombre de Jesucristo tu hijo, y por el poder de tu Santo Espíritu, te pido que nos cubras con espíritu de Oracíon, cúbrenos con un manto de Oración, para anhelar estar en tu presencia, con tu guía y las motivaciones correctas. ¡Cuán amables son tus moradas oh Dios de los Ejércitos! Anhela mi alma y aún ardientemente desea los atrios de Jehová, mi corazón y mi carne cantan al Dios vivo. Salmo 84:1-2. Como el Siervo brama por las corrientes de las aguas, Así Clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed del Dios Vivo. Salmo 42:1-2.
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