Todos tenemos una lista de oración.
Una lista con personas conocidas que aún no se han convertido al
Señor y por las que estamos orando para que finalmente le conozcan.
Tal vez no la tenemos en un papel (aún), pero si en nuestras mentes
y corazones. Algunas de ellas son muy queridas, porque son parte de
nuestra familia, o porque fueron amigos de toda la vida. Otras son
personas con las que compartimos todos los días: compañeros de
trabajo, de estudio, vecinos… y cuando pensamos en nuestros
familiares (tíos, primos,…), o en antiguos compañeros, o aquellos
que hace mucho no vemos; esta lista se hace interminable.
Cuando hablamos de la parcela de
predicación estamos queriendo decir algo diferente: Es una lista
mucho más pequeña, tal vez con no más de tres o cuatro nombres. En
ella se encuentran las personas a las que les estamos predicando y
siguiendo, o que estamos planeando ir a hablarles del Señor. Son
nombres que tal vez están en nuestra lista de oración, o que
conocimos al predicarles en nuestro diario andar, y que al mostrarse
abiertas al evangelio, hemos comenzamos a seguir. Lo importante es
que nos ayuda a mantenernos enfocados en lo que hacemos para el Señor
día a día, a concentrar nuestro esfuerzo específicamente en
alguien. Es una lista de oración, porque dependemos del Señor para
hacer la obra; pero también es un compromiso de acción, donde
cumplimos el mandato del Señor de IR.
Así como aquel valiente de David, Sama
hijo de Age, defendió un pequeño terreno de lentejas de la invasión
filistea cuando todos los demás israelitas habían huido, y Dios le
dio una gran victoria (2° Samuel 23:11-12); nosotros nos paramos y
luchamos por estos pocos nombres delante del Señor. “Es terreno de
Dios y del diablo” (Así solía decirnos Ivan Baker mientras sacaba de su bolsillo un pequeño papel lleno de nombres).
La cantidad de nombres que compongan la
parcela de oración depende de las posibilidades de cada uno.
Algunos podrán seguir a tres, otros a cinco, otros a diez. Otros a
uno. No importa cuántos sean, cada uno sabe cuánto puede. “…todo
aquél que lleva fruto, (mi Padre) lo limpiará, para que
lleve más fruto” (Jn. 15:2).
Es muy bueno también, en nuestros
encuentros por las casas, hacer una parcela grupal. En ella, cada uno
coloca el primer nombre de su parcela, es decir, aquella persona a la
que está dedicándose más intensamente (ya sea porque es la más
interesada en el Señor, o sencillamente porque se está proponiendo
ir a verla). Durante la semana, todos oran por todos: por los
hermanos, y por los nombres que cada uno puso.
Luego, semana a
semana, revisamos como anda cada uno. Es importante que esta lista
sea dinámica, que cada uno tenga la libertad de cambiar el nombre
por el que quiere que oren, tal vez porque la persona anterior perdió
todo interés, o porque apareció otra más abierta. Para esto, es
muy importante revisar cada semana, estar comprometidos mutuamente en
la oración, animarnos unos a otros a la acción, y saber retomar sin
desanimarnos cuando aflojamos en la perseverancia. El Señor nos
conceda que, teniendo los ojos fijos en la meta, seamos participantes
activos en el crecimiento de Su Reino.
Guillermo Cuart
Guillermo Cuart
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