martes, 24 de septiembre de 2013

El Hecho de Cristo 5) Murió por nuestros pecados.



  Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él. (2 Corintios 5:21)

…Y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. (Filipenses 2:8) 


1- La cruz y el perdón de los pecados
 
Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios. (Rom. 3:23)

 Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados, anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz. (Col. 2:13-14)

     Para entender la cruz, es necesario primero conocer la justicia y la santidad de Dios. Su santidad es tan perfecta que ni siquiera puede estar cerca del pecado. Y la única solución para el pecado es la muerte. Sin derramamiento de sangre no hay perdón, dice el autor de Hebreos. Pero la sangre debía ser de alguien inocente, sin mancha y sin defecto. Así eran los corderos que se sacrificaban en el pueblo de Israel.  Por eso, Jesucristo se ofrece al Padre como el Cordero perfecto, cargando sobre sí todo el pecado del mundo. El Dios-hombre se hace pecado, se hace maldición para satisfacer y apaciguar la santa ira de Dios sobre la humanidad. ¡Cuánto nos ha amado el Padre! Podría habernos “borrado del mapa” con una simple orden.  Pero prefirió morir por nosotros, antes que vivir sin nosotros.




Jesús prefirió morir por nosotros,
antes que vivir sin nosotros




 2- La cruz y la victoria sobre el mundo

  Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo. (Gálatas 6:14)

    Dice Pablo que, por la cruz de Jesús, el mundo estaba muerto para él, y él estaba muerto para el mundo.  Es maravilloso comprender que el poder que el mundo tenía sobre nosotros, ha sido vencido en la cruz. La victoria que ha vencido al mundo es nuestra fe. La fe en el glorioso hecho de Cristo, cuyo punto culminante es su muerte en la cruz. Esta cruz que es incomprensible para el mundo, para nosotros es poder de Dios. Que podamos tomar para nuestras vidas esta victoria de la cruz sobre todo lo que nos atrae del  mundo, que está próximo a desaparecer, y que ha sido ya juzgado.




  3- La cruz y la victoria sobre Satanás 
                   
  Y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz.(Colosenses 2:15)

   Pablo describe la victoria de Cristo sobre las fuerzas espirituales de maldad comparándola con el regreso triunfal de un general romano: Cuando un ejército conquistaba a un pueblo, se hacía una exhibición vergonzosa del enemigo vencido. Era una deshonra pública.  ¡Eso es lo que ocurrió en el mundo espiritual por la muerte de Cristo!
   Hebreos 2:14  nos revela algo sorprendente: El que derrotó al diablo es uno que “participó de carne y sangre”, o sea, un hombre. Dios debía hacerse hombre para vencer a Satanás. ¡Aleluya! Ha sido derrotado para siempre. Pero ¿cómo obtener los beneficios de la victoria de Cristo e imponernos sobre el diablo? Dice Santiago que si nos sometemos al gobierno de Dios y le resistimos, el diablo huirá avergonzado, pues sabe que fue derrotado en la cruz.


En la cruz se obtiene la victoria sobre el mundo y el diablo.


 4- La cruz, instrumento de reconciliación

…Y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades. (Efesios 2:16)

  Antes de la cruz, los gentiles estábamos excluidos de la vida de Dios, sin esperanza y sin fe en este mundo.  Israel, el pueblo elegido, se sentía especial y menospreciaba a todo el que no perteneciera a su raza. Esto producía enemistad y enojo. Pero ahora, hemos sido hechos cercanos por la sangre de Cristo. Qué hermoso es saber que Dios, no solo perdonó nuestros pecados y nos hizo participantes de su victoria sobre el mundo y  Satanás, sino también que nos reconcilió consigo mismo y con los demás. Indescriptible es el alcance de esta salvación, lograda por Jesucristo, nuestro amado, en la Cruz del Calvario.



En la cruz mueren las enemistades.











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