domingo, 24 de enero de 2016

Verdadero Cristianismo - John Wesley

Adaptación de un mensaje de J. WELEY predicado el 20 de octubre de 1744.    

El con su mensaje trataba de despertar a la congregación para que se viva un verdadero cristianismo. Yo con su mensaje pretendo exhortar a la Iglesia para que trabajemos para que el verdadero cristianismo sea una realidad entre nosotros y no una simple ilusión,

Hch 2:4  Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen. 


Hch 4:31  Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios. 

Ambos pasajes aluden a la “llenura del Espíritu Santo”.
En Hechos capítulo 2 se nos dice que todos fueron llenos del Espíritu Santo y hablaban nuevas lenguas. En Hechos cuatro dice que simplemente predicaban. 
La diferencia es que en la primera ocasión nombra que vinieron lenguas como de fuego, o sea, habla de una experiencia sobrenatural muy fuerte al manifestarse el Espíritu entre ellos.
En la segunda ocasión dice que fueron todos llenos del Espíritu Santo pero no da detalle de manifestaciones extraordinarias a causa de esto. Simplemente dice que salieron a hacer lo que tenían que hacer.
Quiero usar esta situación para decir dos cosas:
Primero. Todos los cristianos deben ser llenos de Espíritu Santo. 
Segundo. No debemos siempre que hablamos de llenura del Espíritu Santo hablar de manifestaciones poderosas. Puede que estas estén o no. 
Lo más importante, al hablar de llenura del Espíritu, no es si se manifestar dones de poder en nuestras vidas o no y demostrar así si somos cristianos o no
Lo más importante de la llenura del Espíritu, es poder a través de ella, manifestar a Cristo en nuestro diario vivir.
Cuando se expresa en las Escrituras la necesidad de ser llenos del Espíritu Santo, es para un fin más excelente, que simplemente manifestar tal o cual don. El Espíritu Santo viene a nosotros para darnos lo que es esencial a todos los cristianos de todas las épocas: Viene para darnos el sentir que hubo también en Cristo Jesús, esos santos frutos delEspíritu sin los cuales nadie puede llamarse parte de su pueblo; para llenarlos de amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad; para llenarlos de fe (lo cual podría también traducirse como «fidelidad»), de mansedumbre y templanza. Viene para capacitarnos para crucificar la carne con sus pasiones y deseos; y como consecuencia de este cambio interior, cumplir toda santidad exterior, para andar como Cristo anduvo en la obra de la fe, el trabajo del amor y la constancia en la esperanza.

Sin detenernos en especulaciones curiosas e innecesarias acerca de los dones extraordinarios del Espíritu, lo cual sería un tema aparte, tomemos la vía de esta conclusión, “el Espíritu Santo nos ayuda a ser verdaderos cristianos”, y examinemos detenidamente este fruto ordinario”, “común”, que es la manifestación del carácter de Cristoy que se nos asegura, debe permanecer a través de las edades como una realidad entre los cristianos.

Vamos a considerar algunos puntos:
¿Qué sería un verdadero cristiano? ¿Cómo debería vivir un verdadero discípulo de Cristo, una persona llena del Espíritu Santo?

¿Cómo se propagó el cristianismo en los primeros tiempos?

¿Qué cristianismo nos llegó a nosotros?

Contestemos la primera pregunta: ¿Qué sería un verdadero cristiano? ¿Cómo debería vivir un verdadero discípulo de Cristo, una persona llena del Espíritu Santo?

Para contestar esta pregunta vamos a tomar el ejemplo de una supuesta persona, la cual viene a los pies de Cristo ¿Qué le debe suceder a esta persona? ¿Qué cambios se suscitan en él?

(ahora es planteado un ideal tomando muchas referencias de versos de las Escrituras)
Situémonos en el primer siglo. Supongamos que una persona oye al apóstol Pedro predicar el arrepentimiento y el perdón de los pecados. Ante esto, la persona  se siente compungida en su corazón, se convence de su pecado, se arrepiente, y cree en Jesús.

SU RELACIÓN CON DIOS
Mediante esa fe en el poder de Dios, la cual es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve, esa persona recibe inmediatamente el espíritu de adopción, por el cual clama: «!Abba Padre»!. Entonces puede por primera vez llamar a Jesús «Señor» por medio del Espíritu Santo, dando el mismo Espíritu testimonio a su espíritu, de que es hijo de Dios. Ahora puede decir verdaderamente: lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.

Esta es, por tanto, la esencia de la fe para el pecador, la evidencia divina del amor de Dios el Padre, a través del Hijo de su amor, que ahora le hace acepto en el Amado. Justificado, pues, por la fe, tiene paz para con Dios. Sí, la paz de Dios gobierna en su corazón; una paz que sobrepasa todo entendimiento guarda su corazón y su mente de toda duda y temor, por medio del conocimiento de aquél en quien ha creído. Por lo tanto, no tiene temor de malas noticias, porque su corazón está firme, creyendo en el Señor. No tiene temor de lo que los otros seres humanos puedan hacerle, porque sabe que hasta los cabellos de su cabeza están contados. No teme a los poderes de la obscuridad, a los cuales Jesús holla bajo sus plantas diariamente. No teme  morir. No, esta persona desea partir y estar con Cristo, quien destruyó por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y libró al que por el temor de la muerte estaba durante toda la vida sujeto servidumbre.

Su alma, por tanto, engrandece al Señor y su espíritu se regocija en Dios su Salvador. Se regocija en su Salvador inefable, el Salvador que lo ha reconciliado con Dios, en quien tiene redención por su sangre, el perdón de pecados.Se regocija de tener el testimonio del Espíritu en su espíritu de que es hijo de Dios, y se regocija más aún en la esperanza de la gloria de Diosen la esperanza de la sublime imagen de Dios, y en la renovación de su alma en la justicia y santidad de la verdad; anticipando la corona de gloria, esa herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible.

El amor de Dios ha sido derramado en su corazón por el Espíritu Santo que le fue dadoY por cuanto es hijo, Dios envió a su corazón el Espíritu de su Hijo el cual clama: « ¡Abba, Padre!». Ese amor filial que tiene en su corazón por Dios aumenta constantemente por causa del testimonio que tiene en sí mismo del amor perdonador de Dios hacia él, contemplando cuál amor le ha dado el Padre, para que sea llamado hijo de Dios. De modo que Dios es el deseo de sus ojos, y el gozo de su corazón; su porción en este momento y en la eternidad.


SU RELACIÓN CON LOS HOMBRES
Quien ama a Dios de esta manera no puede sino amar a su hermano también, no sólo de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad. Esta persona dice: «Si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros»; ciertamente, a todo ser humano, por cuanto las misericordias de Dios están sobre todas sus obras.
De acuerdo con todo lo anterior, el afecto de esta persona amante de Dios incluye a toda la humanidad por amor de su Dios; sin exceptuar a quienes nunca ha visto en la carne, de quienes sólo sabe que son linaje de Dios, por quienes su Hijo murió; sin exceptuar a los malos o ingratos, y menos aún a sus enemigos, aquéllos que le han maldecido, aborrecido, ultrajado o perseguido a causa de su Señor. Esas personas tienen un lugar especial en su corazón y en sus oraciones. El cristiano las ama como Cristo nos amó a nosotros.

SU CARÁCTER Y MODO DE VIVIR
El amor no se envanece. Humilla hasta el polvo a las almas en que habita. Por lo tanto, la persona que hemos venido mencionando es humilde de corazón. Se considera a sí misma pequeña, despreciable y vil. Ni busca, ni recibe las alabanzas de otras personas, sino la que viene de Dios. Es humilde y sufrida, amable y compasiva con todo el mundo. La fidelidad y la verdad no le abandonan, sino que están atadas a su cuello y escritas en la tabla de su corazón. Por el mismo Espíritu es capaz de abstenerse de todo, acallando su alma como se acalla a un niño. Esta persona ha sido crucificada al mundo, y el mundo ha sido crucificado para ellasuperando así los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida.
El mismo amor omnipotente de Dios le salvó tanto de la pasión como del orgullo, de la lujuria como de la vanidad, dela ambición como de la avaricia, y de toda disposición contraria a la de Cristo.

Es fácil creer que quien tiene este amor en su corazón no puede hacer mal a su prójimo. Le es imposible hacerle daño a otro ser humano a sabiendas. Está muy lejos de la crueldad y del mal, de la injusticia o de la acción depravada. Con el mismo cuidado, pone guarda a su boca y guarda la puerta de sus labios, por temor a ofender de palabra en contra de la justicia, la misericordia o la verdad.
Ha echado a un lado toda mentira, falsedad o fraude; ni se halló engaño en su boca. No difama a nadie, ni salen de su boca palabras duras.

SU PIEDAD
Tal persona está convencida de la verdad de la palabra que dice que «separados de mí nada podéis hacer» y, por consiguiente de la necesidad de recibir el riego de Dios a cada momento;  por lo cual persevera cada día en las ordenanzas de Dios, los medios establecidos por Dios para derramar su gracia a los seres humanos: en la doctrina de los apóstoles,  en el partimiento del pan,  la comunión del cuerpo de Cristo y en las oraciones. Así crece diariamente en gracia, aumentando en fortaleza, en el conocimiento y el amor de Dios.

Empero el cristiano no se satisface solamente con abstenerse del mal. Su alma está sedienta de hacer el bien. La palabra continua en su corazón es: «Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo. Mi Señor anduvo haciendo el bien; ¿y no voy yo a seguir sus pisadas?» Así que, según tiene oportunidad, si no puede hacer bienes mayores, alimenta a los hambrientos, viste a los desnudos, protege a los huérfanos y a los extranjeros, visita y ayuda a quienes están enfermos o en prisión. Reparte todos sus bienes para dar de comer a los pobres. Se regocija en trabajar o en sufrir por ellos; y en cualquier circunstancia en que pueda ser de beneficio para otra persona, está especialmente dispuesto a negarse a sí mismo. No existe para el cristiano nada tan valioso que no esté dispuesto a sacrificar por ayudar a los pobres, recordando la palabra del Señor: «En cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.»

Así era el cristianismo en sus comienzos. Reflexionemos ¿Es así hoy el cristianismo en nosotros? ¿No es verdad que nuestro cristianismo se alejó del profundo y santo afán de  guardar todo lo que Jesús nos mandó y ser personas que caminan en sus pisadas y que por eso son llamados cristianos?

Así era el cristiano en días antiguos. Así eran todos aquellos que, habiendo escuchado las amenazas de los principales sacerdotes y los ancianos, alzaron unánimes la voz a Dios,...y todos fueron llenos del Espíritu Santo...Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma (pues de tal manera el amor de aquél en que habían creído los movía a amarse mutuamente). Y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común. Tan profundamente los cristianos habían crucificado al mundo y el mundo había sido crucificado para ellos. 
Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones. Y abundante gracia era sobre todos ellos. Así que no había entre ellos ningún necesitado; porque todos los que poseían heredades o casas, las vendían, y traían el precio de lo vendido, y lo ponían a los pies de los apóstoles; y se repartía a cada uno según su necesidad.

Así se vivía la Iglesia en los tiempos antiguos. Pregunto ¿Cómo se vive ha Iglesia en el tiempo actual? El individualismo, la frialdad, el egoísmo, el desamor ha infectado el corazón de la Iglesia. Cada cual busca lo suyo.



Contestaremos ahora la segunda pregunta: ¿Cómo se propago el cristianismo en los primeros tiempos?

La propagación del evangelio fue la voluntad de Dios desde el principio. Dios no enciende una luz para ponerla debajo de un almud, sino sobre el candelero para que alumbre a todos los que están en casa.
Esto fue lo que había declarado Jesús a sus primeros discípulos: «Vosotros sois la sal de la tierra,.... la luz del mundo», a la misma vez que les daba aquel mandato general: «Así alumbre nuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.»
Y si suponemos que algunas de estas personas amantes del género humano ven al mundo entero sumergido en la maldad, ¿podríamos creer que serían indiferentes ante la visión de la miseria de aquéllos por quienes su Señor murió? ¿No se conmoverían sus entrañas por ellos, y sus corazones a causa de tanto mal? ¿Podrían permanecer ociosas todo el día, aun si no hubieran recibido ningún mandamiento de aquél a quien aman? ¿No se esforzarían, usando todos los medios en su poder, para arrebatar algunos de estos tizones del fuego? Sin duda alguna que lo harían así. No escatimarían esfuerzos para traer a cualquiera de estas pobres ovejas que se han extraviado, para volverlas al gran Pastor y Obispo de sus almas.

Así se comportaban los cristianos antiguos. Trabajaban, siempre que tenían la oportunidad, haciendo bien a otros, advirtiéndoles que huyeran de la ira venidera; que escaparan de la condenación del infierno. Proclamaban: «Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan». Clamaban en voz alta: «Volveos, volveos de vuestros malos caminos»«y no os será la iniquidad causa de ruina». Los cristianos discutían con los demás acerca del dominio propio y de la rectitud o justicia, acerca de las virtudes opuestas a los pecados que los dominaban, y acerca del juicio venidero, de la ira de Dios que sin duda vendrá sobre los obradores de maldad en aquel día en que Dios juzgará a toda la humanidad.

Procuraban hablarle a cada persona según su necesidad. Ante las personas descuidadas, que no se preocupaban por su obscuridad y sombra de muerte, tronaban: «Despiértate tú que duermes, y levántate de los muertos, y te alumbrará Cristo.» Pero para aquellas personas que ya estaban despiertas, y padeciendo bajo la conciencia de la ira de Dios, sus palabras eran: «Abogado tenemos para con el Padre,.....él es la propiciación por nuestros pecados.»Mientras tanto, a quienes habían creído, les exhortaban al amor y a las buenas obras; a perseverar en el bien hacer; y a abundar más y más en aquella santidad sin la cual nadie verá al Señor.

Y su trabajo en el Señor no fue en vano. Su palabra se diseminó y fue glorificada. Creció y prevaleció. Por otra parte, las ofensas prevalecieron también. 
El mundo en general se sintió ofendido, porque los cristianos testificaban que las obras del mundo eran malas. Quienes vivían para complacerse a sí mismos se sintieron ofendidos, no sólo porque estos cristianos les criticaban sus pensamientos  sino más aún porque muchos de sus compañeros les fueron arrebatados y ya no corrían con ellos con el mismo desenfreno de disolución. Quienes eran personas de reputación se sintieron ofendidas porque, a medida que se extendía el evangelio, bajaban en estima a los ojos de los demás; y porque muchos dejaron de adularlos con títulos y de darles el honor que sólo Dios merece. Los comerciantes se reunieron y dijeron: «Varones, sabéis que de este oficio obtenemos nuestra riqueza; pero veis y oís que [estos han] apartado a muchas gentes con persuasión...hay peligro de que este nuestro negocio venga a desacreditarse». Sobre todo, las llamadas personas religiosas, las de religión externa, los santos de este mundo, se sintieron ofendidas y listas en todo momento para clamar: «¡Varones israelitas, ayudad! Porque hemos hallado que esos hombres son una plaga, y promotores de sediciones por todo el mundo. Estos son los hombres que por todas partes enseñan a todos contra el pueblo y contra la ley.»

Fue así que los cielos se obscurecieron con nubes, y la tormenta comenzó. Mientras más se extendía el cristianismo, más daño se hacía, a la vista de aquéllos que no lo recibieron; y creció el número de aquéllos que se enojaron más y más contra «estos que trastornan el mundo entero»; por lo cual gritaban una y otra vez: «Quiten de la tierra a tales hombres, porque no conviene que vivan». Y creían firmemente que quienes los mataran estarían rindiendo un servicio a Dios.

Mientras tanto no dejaban de desechar su nombre como malo, por lo cual se hablaba contra esta secta en todas partes. La humanidad hablaba toda clase de mal contra ellos, tal como hacía con los profetas que habían vivido antes que ellos. Y todo lo que alguno afirmaba, los demás lo creían; por lo cual las ofensas crecían en número como las estrellas de los cielos. De esa forma, en el tiempo ordenado por el Padre, surgió la persecución por todas partes. Algunos sufrieron, durante un tiempo, la vergüenza y el reproche; algunos, el despojo de sus bienes; algunos experimentaron vituperios y azotes; algunos prisiones y cárceles; y otros resistieron hasta la sangre.

Fue entonces que las columnas del infierno se estremecieron y que el reino de Dios se extendió más y más.
Los pecadores en todas partes se convertían de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios. Dios les dio a sus hijos palabra y sabiduría, la cual no podrán resistir ni contradecir todos los que se opongan. Y sus vidas tenían tanta autoridad como sus palabras. Sobre todo, sus sufrimientos daban testimonio al mundo entero. Fueron aprobados como siervos de Dios en tribulaciones, en necesidades, en angustias; en azotes, en cárceles, en tumultos, en trabajosen peligros en el mar, peligros en el desierto; en trabajo y fatiga, en hambre y sed, en frío y en desnudez. Y después de haber peleado la buena batalla, haber sido llevados como ovejas al matadero, y haberse ofrecido en libación en el sacrificio y el servicio de su fe, su sangre clamaba a una voz; por lo cual los paganos pudieron decir que hasta muertos, su sangre aún hablaba.

Así se extendió el cristianismo por el mundo al principio. Mi pregunta es ¿Qué sucedió al cristianismo de hoy que es tan débil en su influencia e impacto en el mundo? Como dijo alguien una vez: “La primera Iglesia trastornó el mundo ¿Cómo puede ser que la final Iglesia sea trastornada, ella, por el mundo?”. Esto sucede a causa de la falta de compromiso de sus miembros. Los cristianos de hoy hay que describirlos como personas enredadas con el mundo y las cosas del mundo. En más, los cristianos de hoy, no están dispuestas a salir de esta situación y se ofenden ante un llamado radical. La pregunta es¿Haremos nosotros algo al respecto? La pregunta es ¿Qué harás tú al respecto?

El cristianismo fue puro al principio ¡Mas cuán rápidamente apareció la cizaña entre el trigo! ¡Cuán pronto el misterio de la iniquidad se manifestó junto al misterio de la justicia! ¡Cuán rápidamente encontró Satanás un asiento en el templo de Dios! Aunque sabemos que Dios siempre se guarda un remanente. 
Debemos creer que Dios levantó su Iglesia sobre la roca firme la cual es Cristo, y que al final, las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. Pues ¿Puede Satanás hacer que falle la verdad de Dios? ¿Puede hacer que las promesas de Dios no tengan cumplimiento? No.
Entonces, si no puede, llegará el día en que el cristianismo prevalecerá y cubrirá la tierra. Debemos revelarnos con la situación real que vive hoy el cristianismo y trabajar esforzadamente para que el cristianismo llegue a ser un reflejo de lo que las Escrituras describen.

Debemos contrastar lo que somos con lo que deberíamos ser. Lo que deberíamos ser ya lo planteamos en los párrafos anteriores
Nos toca reconocer que no lo somos y disponernos a trabajar para serlo. He aquí el gran desafío.

Contestaremos le tercera pregunta: ¿Qué cristianismo nos llegó a nosotros?

Quisiera preguntar: ¿Dónde existe esta clase de cristianismo que hemos descrito? ¿Dónde viven los cristianos? ¿Dónde está ese Pueblo cuyos habitantes están todos llenos del Espíritu Santo y son todos de un corazón y un alma? ¿Dónde no se permite que ninguna persona entre ellas carezca de nada, sino que constantemente se reparte a cada uno según su necesidad? ¿Un lugar en donde todos y cada uno tienen el amor de Dios llenando sus corazones, y moviéndolos a amar a sus prójimos como a sí mismos? ¿Dónde están los llenos de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia? ¿Quiénes no ofenden en ninguna forma, ni en palabra ni en hecho, en contra de la justicia, la misericordia y la verdad, sino que en todo tratan a las demás personas como ellas quisieran ser tratadas? 
¿Podemos llamar cristiana con propiedad a alguna Comunidad que conozcamos¿Podemos llamar cristiana a nuestra comunidad? Es una pregunta difícil de responder. Depende de la actitud y postura que tomemos. Depende si estamos dispuestos a cambiar o no.

Confesemos que no somos la sal y luz sobre la tierra, confesemos que no somos lo que deberíamos ser
Vuelvo a preguntarante esto ¿Dejaremos todo igual? ¿No haremos nada? Pregunto: ¿No harás nada?

Os ruego, hermanos, por las misericordias de Dios, aunque me consideren loco o tonto, que me escuchen todavía un poco más, con paciencia. Es necesario que alguien les hable con claridad. Es particularmente necesario en este tiempo; porque, ¿quién sabe si será el último tiempo? ¿Quién sabe cuán pronto el juez justo dirá: «No voy a sufrir más a este pueblo»? De modo que si aún Noé, Daniel y Job estuvieran en la tierra, ellos apenas salvarían sus propias almas. ¿Quién les hablará con esta franqueza si yo no lo hago? Por lo tanto, me he decidido y hablaré. Y les conjuro, por el Dios viviente, que no se opongan a recibir una bendición de mi mano. No digan en sus corazones: “No me has persuadido, aunque has sido muy persuasivo”; o, en otras palabras, “Señor, no recibiré nada por medio del que has enviado tampoco digas: “¡Permíteme mejor perecer en mi sangre que ser salvado por medio de este hombre!”.

Hermanos, aunque hablo así, estoy persuadido como comunidad, tan llenos del Espíritu Santo como para disfrutar en nuestros corazones, y mostrar en nuestras vidas los frutos genuinos del Espíritu? ¿Son todos aquí de un corazón y un alma de cosas mejores en cuanto a ustedes. Permítanme preguntarles, entonces, con amor tierno, y en espíritu de humildad: ¿Es ésta una comunidad cristiana? ¿Se encuentra aquí el cristianismo según las Sagradas Escrituras? ¿Estamos nosotros, ? ¿Ha sido el amor de Dios derramado en nuestros corazones? ¿Tenemos el mismo sentir que Jesús tenía? ¿Y están nuestras vidas en conformidad con ello? ¿Somos santos en nuestra manera de hablar, así como aquél que nos llamó es santo?

Espero que tomen ustedes en consideración que no se trata aquí de asuntos extraños, o sea, que la cuestión aquí, no tieneque ver con opiniones dudosas de un tipo o de otro, ni con temas superficiales o secundarios,  sino que se trata de las consecuencias fundamentales e indiscutibles de uncristianismo común. Quien no se sienta reprendido por su propio corazón, que se vaya en paz.

Pero a los demás, entonces, en el temor y ante la presencia del gran Dios ante quien todos hemos de comparecer, pido  que consideren y se pregunten: ¿Están llenos del Espíritu Santo? ¿Son todos los pensamientos de sus corazones, todos sus anhelos y deseos, dignos de su llamado? ¿Son todas sus palabras como aquéllas que vienen de la boca de Dios? ¿Hay dignidad y amor en todas sus acciones? ¿Hay esa grandeza que las palabras no pueden expresar, sino que sólo puede emanar de un corazón lleno de Dios?
Ni ves que eres escaso, entontes, ¡“sacúdete el polvo de la apatía y la pasividad” y “levántate para cambiar en esta misma hora”!.

Digo a la gente mayor. Adultos. Padres.
Ustedes, personas adultas, maduras, especialmente llamados a formar las mentes tiernas de la juventud, a disipar las tinieblas de la ignorancia y del error, y a enseñarles a ser sabios para salvación, ¿están llenos del Espíritu Santo? ¿Están llenos de todos esos frutos del Espíritu que requiere el desempeño de esta función?
¿Están sus corazones consagrados a Dios? ¿Están llenos de amor y de celo por establecer su reino en este mundo? ¿Les recuerdan a aquellos que tienen bajo su cuidado, que el fin razonable de todos sus esfuerzos ha de ser el conocer, amar y servir al único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien Dios ha enviado
¿Les inculcan día a día ese amor que es lo único que no perece? Porque cesarán las lenguas, y la ciencia filosófica acabará,  y sin amor todo conocimiento es sólo una espléndida ignorancia, vana pompa, aflicción de espíritu. 
¿Hay en todo lo que enseñan una tendencia al amor a Dios y a toda la humanidad por amor de su nombre?
¿Trabajan para que dondequiera que les toque ir a estos jóvenes, sean estos, soldados de Cristo puedan ser antorchas que ardan y alumbren, honrando en todo el evangelio de Cristo? 

Digo al liderazgo.
Muchos de nosotros estamos más directamente consagrados a Dios, llamados a trabajar en las cosas sagradas. ¿Somos, entonces, modelos para los demás en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza? ¿Está escrito en nuestra frente y en nuestro corazón: «Santidad al Señor»? ¿Qué motivos nos impulsaron a entrar al santo ministerio? ¿Fue verdaderamente con el solo propósito de glorificar a Dios? ¿Estamos «decididos a entregarnos por completo y con el auxilio de Dios a este santo oficio? ¿Hemos abandonado, hasta donde ha sido posible, los cuidados y estudios mundanos? ¿Nos hemos dedicado exclusivamente a este bendito trabajo, subordinando a él todos nuestros esfuerzos y estudios»? ¿Somos aptos para enseñar? ¿Recibimos nuestra enseñanza de Dios a fin de poder enseñar a otras personas? ¿Conocemos a Dios? ¿Conocemos a Jesucristo? ¿Ha revelado Dios a su Hijo en nosotros? ¿Nos ha hecho ministros competentes del Nuevo Pacto¿Dónde está entonces el sello de nuestro apostolado? ¿Qué personas muertas en sus pecados y maldades han resucitado por nuestra palabra? ¿Tenemos celo ardiente de salvar a las almas de la muerte, de modo que nos olvidamos hasta decomer? ¿Hablamos claramente por la manifestación de la verdad recomendándonos a toda conciencia humana delante de Dios? ¿Estamos muertos al mundo y a las cosas del mundo, haciendo tesoros en el cielo? ¿Nos enseñoreamos sobre la grey del Señor, o somos los últimos, los siervos de todos? ¿Se nos hace pesado sufrir reproches por Cristo, o nos regocijamos con ello? ¿Cuándo nos golpean en una mejilla, nos sentimos resentidos? ¿Nos impacientamos con las afrentas? ¿O volvemos la otra mejilla; sin dejarnos vencer por el malo, sino venciendo con el bien el mal?¿Tenemos un celo fanático que nos hace aborrecer a los que no piensan como nosotros, o estamos inflamados de un amor que nos hace hablar con mansedumbre, humildad y sabiduría?

Digo a la juventud.

Una vez más: ¿qué diremos respecto a la juventud en este lugar? ¿Tienen sus vidas la forma o el poder de la santidad cristiana? ¿Son ustedes dóciles, humildes, dispuestos a recibir consejo; o son tercos, voluntariosos, sabelotodos y soberbios? ¿Son obedientes a sus superiores y a sus padres; o desprecian a aquéllos a quienes deben la más profunda reverencia? ¿Son diligentes en su fácil trabajo, prosiguiendo sus estudios con toda fidelidad? ¿Redimen ustedes el tiempo, haciendo durante el día todo el trabajo para el Señor que puedan? ¿O están conscientes de que están malgastando cada día, ya sea en leer lo que no tiene nada de cristiano, o en jugar, o en quién sabe qué otra cosa? ¿Son mejores administradores de su fortuna que de su tiempo? ¿Procuran ustedes, por principio, no deber nada a nadie? ¿Recuerdan el día de descanso para santificarlo; para pasar tiempo en la adoración a Dios? 
Cuando están en su casas, ¿consideran que Dios está allí? ¿Se comportan como quien ve al Invisible? ¿Saben cómo guardar sus cuerpos con santificación y dignidad? ¿No se encuentran entre ustedes la borrachera y la corrupción? ¿No hay entre ustedes quienes se gloríen en lo que debe ser su vergüenza? ¿No toman muchos de ustedes el nombre de Dios en vano; quizás ya por hábito, sin remordimiento ni temor? ¿No son muchos de ustedes perjuros? Me temo que su número cada vez se acrecienta más. No se sorprendan, hermanos: Las letras de las canciones que cantan ¿No dicen mucho más de lo que están dispuestos a hacer? ¿Y no las escuchan solo para pasar un momento agradable y no para adorar a Dios? ¿No verá todo esto el Señor?


Digo a todos

¿No es la falta de compromiso con Cristo lo que está hundiendo a la Iglesia?
¿No es por esto, que somos una generación frívola; frívola con respecto a Dios, frívola en las relaciones unos con los otros, y en relación con sus propias almas? Porque, ¿cuántos entre ustedes dedican, de una semana a otra, una sola hora a la oración privada? ¿Cuántos piensan en Dios en sus conversaciones? ¿Quién de ustedes conoce la obra del Espíritu, su obra en los corazones humanos? ¿Pueden soportar, siempre que sea sólo de vez en cuando en la iglesia, alguna prédica que sea fuerte, radical, apelativa
En el nombre de nuestro Señor todopoderoso les pregunto: ¿Qué clase de religión es la suya? No quieren ni pueden siquiera soportar que se les hable del cristianismo. ¡Oh, mis hermanos! ¿Qué comunidad cristiana seremos si esto es así¡Oh hermanos! ¿Cómo glorificaremos a nuestro Dios entonces?

Gritemos: ¡Tiempo es de actuar, oh Señor!

Pregunto: ¿qué probabilidad, o, mejor dicho, qué posibilidad, humanamente hablando, hay de que vuelva este lugar averdadero cristianismo, el cual se rige según las Sagradas Escrituras y nos lleva a vidas piadosas? ¿Qué posibilidad de que toda clase de personas que moran entre nosotros puedan hablar y vivir como personas llenas del Espíritu Santo? 
¿Qué posibilidad hay? ¿Qué podemos hacer para hacerlo?

Pregunto: ¿Quién debe restaurar este cristianismo? ¿Aquéllos que tienen autoridad o entre todos?

Pregunto: ¿Están ustedes convencidos de que el cristianismo que hemos descripto, es según las Escrituras? ¿Desean que sea restablecido? ¿Están dispuestos a perder su libertad, su fortuna, y aun la vida, lo que más precian, con tal de ser instrumentos restauración de este cristianismo?

¡Tiempo es de actuar! La Iglesia entre nosotros podríamos describirla como “un movimiento de grandes postulados poco practicados”. Cada uno de nosotros tiene que tomar decisiones. Entre todos tenemos que tomar decisiones si queremos que la Iglesia entre nosotros sea “un movimiento que practica todos los postulados que Dios le ha revelado”.












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