(Transcripción
de un mensaje de Jorge Himitian – Año 1988)
“Bendito sea el Dios y Padre de
nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición
espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió
en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y
sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser
adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto
de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual
nos hizo aceptos en el Amado.” (Efesios
1:3-6)
“...porque
por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo
Espíritu al Padre. Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos,
sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios.”
(Ef. 2:18-19)
“Por esta causa doblo mis
rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, de quien toma
nombre toda familia en los cielos y en la tierra...” (Ef.
3:14-15)
La
inicial e invariable intención de Dios
Hay
una fecha en el calendario eterno, a la cual Pablo hace alusión en
estos pasajes. Si vamos hacia atrás en la historia, llegamos al año
uno, el año del nacimiento de Jesús. Si vamos más atrás todavía,
llegamos a los profetas; más atrás aún a Moisés, y más atrás a
Abraham y los patriarcas. Si continuamos, llegamos a Génesis 1 y a
la creación de los cielos, la tierra y el hombre.
Pero
podemos ir más atrás aún, antes del “principio”. Cuando no
había ni cielo, ni tierra, ni plantas, ni animales, ni estrellas, ni
ángeles, ni demonios, ni hombre, etc. Cuando nada existía, solo el
Dios Eterno existía. Ese tiempo es al que Pablo se refiere cuando
habla de “antes de la
fundación del mundo”.
Según Pablo, Dios nos escogió antes de la fundación del mundo.
¿Qué
pensaba Dios en ese tiempo? ¿Qué quería Dios para el hombre cuando
lo pensó, antes de crear todas las cosas? Hay una palabra que
engloba su proyecto y resume su plan para la humanidad. Esa palabra
es Iglesia.
La
Iglesia es el proyecto eterno de Dios. Antes de tener cualquier otro
proyecto en su corazón, lo que Dios quería era una Iglesia que
expresara por la eternidad Su grandeza y Su gloria. La Iglesia
expresaría la alabanza de la Gloria de Dios.
Dios,
en la grandeza de su amor, en el libre ejercicio de su voluntad,
según su beneplácito y según su bondad, quiso formar - con hombres
y mujeres terrenales hechos del polvo de la tierra -, una Iglesia
gloriosa y eterna, santa, sin mancha ni arruga ni cosa semejante, y
que expresara su Grandeza y Gloria.
La
Iglesia es el proyecto de Dios y nace del amor del corazón de Dios.
La
Iglesia: Una Familia
Pero
en términos más específicos, ¿qué es la Iglesia? Muchos hoy en
día usan este término en un sentido totalmente tergiversado y
equivocado. Muchos llaman iglesia
a un edificio con una cruz arriba, y bancos e instrumentos dentro.
Ese no era el proyecto de Dios.
Cuando
Dios pensaba en la Iglesia no pensaba en edificios, no pensaba en
bancos ni en instrumentos. Evidentemente, se está usando mal el
término Iglesia. Algunos dicen “estamos construyendo la Iglesia”,
pero en realidad lo que están haciendo es un edificio.
¿Qué
es la Iglesia en el proyecto de Dios? La Iglesia aparece en el
proyecto de Dios como su familia,
formada por muchísimos hijos con el carácter de su Hijo, el cual en
aras del proyecto, siendo el Unigénito del Padre, se convierte en el
Primogénito del Padre. Entonces la Iglesia en el proyecto de Dios es
su
familia, la cual Él planeó antes de la fundación del mundo.
Dios
nos predestinó a ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo.
Dios tenía un Hijo, y ahora tendría muchos hijos para su Gloria.
Pablo dice que ahora, en Cristo, somos “conciudadanos
de los santos y miembros de la familia de Dios”.
Lo
que Dios tuvo en su corazón desde antes de la fundación del mundo
era tener una familia. Lo que Dios quiere es tener una familia. Dios
quiere tener hijos, muchos hijos y que sean semejantes a Jesús, pero
que sean una familia.
Al
desarrollar el Propósito Eterno de Dios, siempre enfatizamos tres
cosas: la unidad, la multiplicación, la calidad. Pero necesitamos
subrayar la palabra familia.
Dios no solo quiere muchos hijos, que seamos uno y que seamos
semejantes a Jesús. También quiere que todo esto se dé en una
relación de familia. Dios el Padre, Jesús el primogénito y todos
nosotros hermanos. Dios quiere ver en la Tierra una familia, una
hermandad en la Iglesia. Dios quiere ver la vivencia de una familia.
Un
verdadero hogar
Para
vivir como familia, tenemos que tomar la referencia de una familia
natural. Así tendremos un punto de referencia concreto.
¿Qué
es una familia? Es una creación de Dios. Dios crea al hombre y la
mujer, y pone amor del uno para con el otro. Es la voluntad de Dios
que cada familia sea un lugar de verdadero amor. Que haya calor,
cariño, comunión, comunicación, interés, servicio, ayuda. Debe
haber verdadero amor, verdadera relación, y verdadera comunión.
La
palabra hogar
describe con más exactitud lo que debe haber en una familia. Hogar
es el lugar donde vive una familia, pero también es el lugar de la
casa donde hay un fuego que calienta el ambiente cuando hace frío.
En ese lugar se reúne la familia.
Haciendo
una simbología, podríamos decir que hoy hay muchos hogares fríos,
“hogares sin hogar”. No hay calor en el hogar, no se sienten los
miembros de la familia a gusto de poder estar ahí. Hay una frialdad
en toda la casa. Si esto es verdad físicamente, mucho más en la
parte emotiva. El individualismo
ha tomado a la familia. Cada miembro está enfrascado en lo suyo y
esto arruina a la familia. Gente que vive bajo un mismo techo pero
cada uno está en lo suyo, a nadie le importa lo del otro, el trato
es superficial. Cada uno busca lo suyo, y no se siente pleno dentro
de la casa. Así, los hijos se crían en esa frialdad, y esto se
multiplica.
Muchos
hogares parecen más pensiones que familias. Uno va, otro viene, uno
come a una hora, otro a otra hora y así el ritmo de actividades de
la sociedad atenta contra la familia; no hay verdadera comunión,
dialogo e interés. Cada uno hace lo suyo, y el individualismo
infecta la familia.
La
familia natural tiene que estar bien constituida y tiene que servir
de modelo a lo que debe ser la Iglesia. La familia natural en el
propósito de Dios es donde está ese calor, está ese amor e interés
de los unos por los otros. En la familia el esposo ama y cobija a su
esposa e hijos. La esposa vela por su esposo e hijos, y los hijos
respetan y aman a los padres y entre sí.
¡Qué
feo es el egoísmo en la familia, pero qué hermoso es cuando hay
amor en la familia! Hay dialogo, ayuda, se llora con el que llora, se
ríe con el que es feliz. El éxito de uno es la alegría de todos,
el fracaso de uno es el dolor de todos. Esa es una familia como Dios
quiere. Hay verdadera comunión, verdadera comunicación.
¿Familia
o congregación?
En
la Iglesia, Dios quiere lo mismo. No quiere relaciones superficiales
entre sus hijos. Dios quiere que entre sus hijos haya ferviente amor.
Pero el individualismo ha invadido también a la Iglesia y se pierde
esa hermandad, ese calor de hogar que Dios espera.
En
la Iglesia debemos encontrar familia, amor, servicio, alguien con
quien contar, con quien abrir el corazón, con quien llorar y reír.
En la Iglesia debo sentirme amado y ayudado. Debe haber una alegría
de poder estar en la Iglesia junto a los hermanos.
Jesús
oró que seamos uno como Él y el Padre son uno. Jesús apela al amor
puro y perfecto, ese amor, esa unidad perfecta que había en la
Trinidad, ahora se ha abierto, y esa calidad de relación puede
establecerse en la familia de Dios.
¿Qué
somos nosotros, una familia o una congregación? Hay una carga entre
los pastores en este sentido. Nos alegramos que estemos creciendo y
que la obra se vaya extendiendo, pero no queremos hacerlo
sacrificando la calidad de relación y el calor de familia.
Debemos
buscar los caminos, las maneras, formas, marcos adecuados, actitud
correcta para que en la medida que crecemos no perdamos el calor, la
relación, la comunión, el dialogo, la vivencia como familia de
Dios.
Obstáculos
para ser familia
Hoy
hay que reconocer que dos cosas nos presionan negativamente.
1º)
El egoísmo de nuestro
corazón. Para ser
familia hay que hacer sacrificios, y muchos de estos sacrificios son
cotidianos (lavar, cocinar, conflictos, problemas económicos,
enfermedades, luchas). Pero ¡qué lindo es ver surgir a una familia
y verla perseverar! Ver que el sacrificio no fue en vano y ver los
frutos. Hay que luchar contra la tendencia a la comodidad. Es más
cómodo el individualismo. Es necesario sacrificio para que haya
familia.
Hay
una presión interior, el egoísmo.
2º)
El modelo religioso que
nos rodea, y está también entre nosotros. Hoy la cristiandad que
nos rodea, católica y evangélica, tiene para su desarrollo e
implantación de Iglesia en la Tierra un modelo de congregación, y
no de familia.
En
la mayoría de las congregaciones hay un concepto de congregación,
pero no de familia. Hay una referencia superficial a la familia, pero
el modelo imperante, la estructura imperante y la manera de
desarrollarse, es a través de un modelo congregacional.
No
era el modelo de la Iglesia primitiva. Cuando surge la Iglesia en la
Tierra, en Jerusalén, nada tenía que ver con este modelo. La
Iglesia se originó y vivió como familia, no como congregación.
Había
un amor que se entregaba hasta la misma muerte.
Ser
Iglesia o ser sinagoga
Con
la Iglesia primitiva se establece un nuevo modelo. Ya había en
Jerusalén una religión, y había allí congregación. Era la
religión judía, y allí se practicaba el modelo congregacional.
¿Sabes qué quiere decir sinagoga?
Quiere decir congregación.
Había congregación y modelo congregacional. Había dirigentes,
púlpitos, bancos, se leía la Biblia, se cantaban salmos, se hacían
oraciones y luego cada uno a su casa. Así semana tras semana se
repetía.
Esto
era sinagoga, congregación. ¿Satisfacía eso a Dios? No. Era bueno,
no era malo. Se leían las Escrituras, se oraba a Dios, se le cantaba
a Dios, había catequesis a niños. Pero no era lo que Dios había
planeado antes de la fundación del mundo.
Dios
quería una familia. Dios quería que haya amor, cariño, unidad,
servicio, que se compartan los bienes, que no haya necesitados, que
se ayuden unos a otros. Que haya en la Tierra un hogar, una familia
con el calor del Señor.
-
En el modelo
congregacional lo más importante es la reunión.
Se fija el día y la hora, y se reúnen para hacer el culto. En el
modelo de familia, lo importante es la relación. Familia nos hacen
las relaciones y no las reuniones. Los vínculos personales me hacen
padre, esposo, hijo.
Debemos
fijarnos la preponderancia que toman las reuniones en el modelo
congregacional, que hasta se ora por las reuniones. Eso no está en
la Biblia. Dios no sabe cómo bendecir una reunión. En la Biblia se
ora por los santos, por los hijos de Dios, por los hermanos. Por
favor, no oremos más por las reuniones. Oremos por los hermanos,
intercedamos por ellos. El Espíritu Santo no intercede por
reuniones, intercede por los santos.
-
En el modelo
congregacional mucho del esfuerzo es absorbido por la reunión.
No está mal congregarnos, pero no debemos ser meramente una
congregación. Debemos ser una familia.
-
En el modelo
congregacional lo más importante es lo que sucede dentro de la
reunión, pero para
Dios lo más importante es lo que sucede fuera de la reunión. Dios
no pone el “termómetro” en la reunión para medir la
espiritualidad. Dios pone el “termómetro” fuera, en tu cocina,
en el taller, en el auto.
A
Dios le interesa la vida cotidiana. Si no tenemos en cuenta esto, nos
convertimos en religiosos. Es preocupante que digamos “Aleluya” y
“Gloria a Dios” solo en la reunión. La Biblia dice “Bendeciré
a Jehová en todo tiempo”.
Fuera de la reunión he de cantar y alabar al Señor. La vida no se
mide por el rito de congregarnos.
En
la reunión uno dice “Pónganse de pie” y todos lo hacen.
“Canten” y todos cantan. “Levante la mano”, y todos levantan
la mano. “Siéntense” y todos se sientan. Pero lo importante es
después. Dios busca verdaderos adoradores que no se limitan a un
lugar y a un horario. Hay un espíritu de adoración. Ahora, es
hermoso juntarse con todos los adoradores. Si
hubo adoración afuera, no hará falta que nos estén diciendo y
animando a que adoremos en la reunión.
-
En el modelo
congregacional se va tendiendo al profesionalismo y a la
religiosidad. En el
modelo de familia se afirma la paternidad, aparecen padres
espirituales.
-
En el modelo
congregacional lo importante es saber cuántos somos. En
el modelo de familia, la pregunta es: ¿Quiénes
somos? No ¿Cuántos somos?
Si somos 500 un año, y después de un año somos 700, ¿quiénes
están de los primeros quinientos? Lo importante es quiénes somos,
no cuántos somos.
Dios
quiere crecimiento numérico, pero no quiere un pasillo por el cual
entran por una puerta y salen por la otra. ¡Qué feo cuando falta
alguien en la mesa!
Nosotros
le llamamos comunión a tomar la Cena. Jesús estuvo cara a cara en
la Santa Cena con sus discípulos. Nosotros tenemos la comunión de
la “nuca”. Es difícil así la comunión profunda y verdadera.
A
veces no sabemos ni quién está al lado. ¿Qué comunión hay? Dios
quiere comunión vertical, pero también horizontal. Dios quiere que
la Iglesia sea Familia, familia verdadera.
Cambios
y ajustes
Debemos
buscar un marco de funcionamiento adecuado para ser familia. Hace
años entendimos la importancia del grupo familiar y el discipulado.
Ahora también debemos crecer en el ambiente de familia en los grupos
caseros. Debemos tener una nueva mentalidad. Mentalidad de hermandad.
Debemos
dejar la actitud equivocada de que si somos familia entonces “me
tienen que visitar, me tienen que amar, me tienen que bendecir, dar,
etc.”. La actitud correcta es “Yo
tengo que dar, tengo que visitar, yo tengo que amar, que bendecir,
que llorar con el que llora”.
La familia se forma no exigiendo, sino dando.
También
es importante para lograr esto un marco más adecuado de
funcionamiento. Un esquema más apropiado para que se dé esta
comunión más plenamente. Al crecer en número: 1.000, 2.000, 3.000.
(…) En un número grande, se da un efecto indeseado. La
masificación, la despersonalización de las relaciones. En un marco
más grande, cada uno se repliega y se pierden las relaciones. No es
que solo con el cambio de esquema vamos a conseguir ser familia, pero
sí creemos que hay marcos que favorecen.
Necesitamos
un marco más simple, más espontáneo, más natural en tamaño, en
forma, en estilo. Así
vamos a poder satisfacer el corazón de Dios para ser familia. Un
ejemplo: Una presentación de bebés. En un grupo grande, pocos son
los que conocen a las familias, y además no podemos orar
personalmente por los bebés.
Otro
ejemplo: Se anuncia un casamiento. Solo unos pocos conocen a los
novios. Se despersonaliza. Necesitamos un marco adecuado para
alegrarnos y estar juntos.
Necesitamos
un funcionamiento más adecuado para esta vivencia de familia. Nos
parece que el tamaño de la congregación, en la secuencia de los
encuentros dominicales, necesita modificación para aprovechar bien
el tiempo.
Creemos
que la Iglesia es una, seamos mil o diez mil. Pero a medida que
crezcamos, necesitamos agrupar por zonas los grupos familiares, para
no ser una masa de personas que se desconocen. Al ser menos gente,
podemos amarnos, servirnos y funcionar más adecuadamente.
Hay
que ver las zonas y dividir los grupos. Los grupos que están en un
área se juntan los domingos en un lugar. Entre 100 y 300 personas.
Marcos más pequeños para una mejor comunión.
Para
mantener la unidad, los pastores van a estar unidos y se podría
buscar que el primer domingo de cada mes nos reunamos todos. La
Iglesia funciona como un solo cuerpo, pero así como aprendimos a
funcionar por grupos, en este momento del desarrollo y antes de ser
un congregación más grande, necesitamos hacer estos cambios.
El
tamaño nos presiona a volvernos congregacionalistas. No estamos
contentos con lo que logramos en cuanto a comunión. Este marco no
solo mejorará la comunión, sino que también la evangelización de
los barrios será más fuerte, el pastorado será más directo y su
acción más efectiva. También el marco da oportunidad de
surgimiento de nuevos lideres, pastores y diáconos. Es una carga
velar que podamos avanzar en esto.
Una
comunidad en cada barrio. Una parte del cuerpo funcionando, amándose,
sirviéndose, creciendo como familia.
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