lunes, 8 de agosto de 2016

Los recursos de Dios para formar a Cristo en nosotros - Vanjo Farias




Algunos se han frustrado con los relacionamientos en la iglesia. Estos se han quebrado y han creado raíces de amargura en muchos. Y ha sido un área donde satanás ha actuado.

Algunos piensan que somos transformados solo cuando somos amados, pero la verdad es que es todo lo contrario. La transformación solo puede ocurrir cuando somos heridos. La iglesia es el taller de Dios para formar a Cristo en nosotros, y es el lugar donde más somos golpeados, tratados con injusticia, ofendidos, heridos, etc...

“Si alguien le dijera: ¿qué heridas son esas en tus manos? responderá él: Son aquellas con las que fui herido en casa de mis amigos” (Zc.13:6)

Solo en la iglesia es posible producir heridas tan profundas, podemos ser juzgados, tratados com injustamente, abandonados... ¡Mas, es en esa hora en la que podemos quedar en la dependencia de Dios y recibir esas heridas con gratitud y alegría! Es entre los santos que podemos ser traicionados y abandonados, y Dios quiere hacernos conocer la quietud de la cruz de Cristo, hacernos callar, someter, sosegar...

Necesitamos recordar que la Iglesia fue el brazo de Dios para sacarnos del infierno, debemos ser agradecidos con ella. No podemos ser el “SINDICATO DE LA IGLESIA”. Un sindicato ve los errores, protesta, grita y se queda en esto. Mas nosotros no somos un sindicato, somos iglesia, miembros unos de los otros. Si viéramos errores, no vamos a ocultarlos, sino vamos a denunciarlos con amor y misericordia, ayudando al cuerpo a ser curado.

La Iglesia no es formada por hombres perfectos, porque todos venimos del mundo. Si la Casa de Dios es formada por hombres imperfectos, ¿cómo Él resolverá los problemas de todo este pueblo? la respuesta es: Dios nos coloca juntos.

Siempre habrá fricciones, porque siempre nos evaluamos mejor de lo que somos. Mas Dios apuesta a que recibamos el yugo de Cristo y no nos libra de eso, para que seamos perfeccionados.

Tomemos para nosotros el ejemplo de las piedritas en el mar: ¿Será que haya alguien que se imagina que Dios se detuvo para moldearlas una por una, para formar “bolitas” tan perfectas y lisitas? ¡Claro que no! Ellas comenzaron como rocas irregulares, puntiagudas, que cayeron en el mar y quedaron rozándose unas sobre las otras, en el ir y venir de la marea.......rodando uma y outra vez con la marea se mezclaron con peces podridos, con la arena, etc... Y en este movimiento una golpeaba a la otra, una arrancaba el pedazo a la otra, hería a otra, hasta que fueron perdiendo las aristas y perdieron también la capacidad de herir, y fueron ganando esa forma perfecta que tanto admiramos, y que nosotros después hasta las usamos como ornamentos  decorativos en nuestra casa.

En la Iglesia vivimos relacionamientos íntimos e intensos, no conseguimos fingir todo el tiempo. Es imposible usar máscaras, porque somos lo que somos. Tendremos siempre motivos de queja contra otros hermanos como también seremos siempre motivo de queja para otros hermanos, porque no son solo algunos hermanos en la Iglesia los que a veces nos incomodan, nosotros tal vez no lo sepamos, ¡pero nosotros con certeza también incomodamos a muchos hermanos en la Iglesia!

“El hierro con hierro se afila, así el hombre aguza el rostro de su amigo” (Pv.27:17)

La Iglesia es la casa de los que buscan la perfección, mas no estamos aquí para que seamos amados, sino para amar; no para que seamos servidos sino para servir. La actitud correcta es relacionarmos desarmados y creyendo que tenemos un Pastor, Jesucristo, y que es Él quién resolverá todos los problemas y las palabras mal dichas o malentendidas, las actitudes erradas e injustas, los juicios......

La solución para todo esto es: “Soportaos unos a otros y perdonaos unos a otros, si alguno tiene queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. Sobre todo, vestíos de AMOR, que es el vínculo perfecto” (Cl.3:13-14).

Dios usa nuestras deficiencias y nuestros defectos para perfeccionarnos y perfeccionar a los otros. Cuando somos heridos tenemos 2 alternativas:

1º Permitir que nos llenemos de amargura; ó
2° Dejar que las marcas producidas en la Casa de Dios produzcan el buen perfume de Cristo en nosotros.

Necesitamos aprender a ser heridos sin protestar. Este es el recurso de Dios para tornarnos parecidos con Cristo en su carácter, ¡porque sin sufrimiento es imposible que esto acontezca!

“Las marcas de los azotes purifican del mal, y los golpes purifican al corazón” (Pv.20:30).

El discurso que viene siendo traído al mundo por la Iglesia de hoy es: “el hombre es el centro y no debe sufrir”, esto fue engendrado en la mesa de satanás para destruir la Iglesia.

Con el tiempo, Dios quita de nosotros la capacidad de “HERIR”, mas esto es solamente el 1º paso, y el 2° paso es “QUE PERDAMOS LA CAPACIDAD DE SENTIRNOS HERIDOS”  y no reclamar, sufrir el daño, sufrir el agravio.

Pero está garantizado que todas las heridas generadas en la casa de Dios serán marcas que serán sanadas por la consolación de Dios y del Espíritu Santo (el consolador).

Existe un bloqueo en la iglesia, que se llama “REMILGO” ó “MELINDRE” (niñería), y cuando esto acontece muchas veces llamamos a los discipuladores, líderes, pastores y hasta apóstoles, simplemente para cuidar de los arrebatos e melindres de una persona; nosotros somos muy espléndidos para crear problemas con los otros, no valoramos las cosas simples, porque Dios usa los defectos de cada uno para perfeccionarnos en nuestra vida cristiana.

Hay algo terrible que está en nuestra carne y que necesitamos dejar a Dios retirar de nosotros: EL ORGULLO. Es él quién nos impide de humillarnos al hermano, y si no aprendemos a humillarnos, jamás seremos parecidos con Jesucristo (Fl.2:5-8).

Necesitamos entender bien y no olvidar que: “¡HAY COSAS QUE NO SE EXPLICAN NI SE RESUELVEN, SE SUFREN!”

Dios no quiere resolver ni explicar, solamente quiere que aprendamos a sufrir con acciones de gracia, alegría y renuevo en el Señor.


“¡Regocijaos en el Señor siempre! Otra vez lo digo: ¡Regocijaos!. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestras mentes en CRISTO JESUS.” (Fl.4:4,7) 

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