SU ESTRATEGIA Iván Baker
INTRODUCCIÓN:
Hemos visto hasta aquí en el ejemplo de Jesús, Su Fuente de poder, Su Carácter y Su
Disposición. Finalmente nos corresponde captar Su Estrategia, la que hemos dividido en seis
puntos. El primero de ellos se refiere a su sentido de orientación en cuanto a su acercamiento al
hombre:
NUNCA PROCURÓ MOVER A LOS HOMBRES PARA QUE VENGAN A ÉL.
Jesús nunca procuró mover a los hombres perdidos para que asistan a reuniones en tal o cual
lugar y a tal o cual hora. Él iba a ellos. Y no solo esto, sino que aceptaba las circunstancias en que
ellos se encontraban y se adecuaba a esas circunstancias haciendo ahí mismo su obra.
Este es el primer punto en la estrategia de Jesús que nosotros tenemos que imitar. Somos
nosotros los que tenemos que ir a ellos y no ellos que tienen que venir a nosotros. Somos nosotros,
los que debemos adecuarnos a las circunstancias de ellos y no ellos a las nuestras. Podrá moverse a
la gente para congregarlos en encuentros y reuniones organizadas, pero esta pretensión nunca
deberá sustituir el mandamiento de ir a ellos.
De la completa obediencia a esta premisa establecida en el mandato de nuestro Señor
depende la gran obra evangelizadora. La evangelización no alcanzará su verdadera dimensión e
impacto hasta que la Iglesia toda se movilice en esta dimensión. Esto hace que el evangelio se viva
y se comunique en todo tiempo, en todo lugar y a toda criatura. Esta es la auténtica y permanente
“campaña evangelística” de la Iglesia.
Cada miembro de la iglesia debe cumplir esta consigna dentro de sus tareas y obligaciones
diarias. Pero los pastores, que tienen todo su tiempo dedicado al ministerio de la palabra y la
oración, deben establecerse en el mismo lugar de Jesús, allí al abierto, con el pueblo, accesible y
notorios a todos.
Los primeros apóstoles entendieron esto y evitaron todo lo que les podría obstaculizar para
imitar a Jesús. Hechos 6.4. Leer los Hechos de los Apóstoles, es suficiente para convencernos de la
notoria vida pública de los apóstoles. Ellos imitaron bien a Jesús y eligieron el preciso lugar
estratégico para la predicación.
¿Por qué es que la consigna impone nuestro encuentro con el pecador? Dios describe al
pecador como un ser imposibilitado para venir a nosotros por su situación de:
- Ciego: “… el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos para que no les
resplandezca la luz del evangelio…” 2 Corintios 4.4
- Encarcelado: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para… pregonar
libertad a los cautivos… “ Lucas 4.18
-
Muerto: “Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos…” Efesios 2.1
Muchos de nosotros hemos sido ignorantes en cuanto a la condición espiritual del hombre
sin Cristo y aunque está ciego, hemos pretendido que lea; aunque está encarcelado y engrillado por
Satanás, hemos insistido que responda a nuestras invitaciones y aunque está muerto hemos insistido
que venga a nosotros para ser resucitado. Con razón nos sentimos frustrados frente al magro
resultado de nuestros grandes esfuerzos. Ahora oímos más claramente la voz del Señor diciéndonos:
16“ID”. Su mandato es “id”, no que vengan. La condición fundamental es que el que tiene los ojos
abiertos, vaya a abrir los ojos de los ciegos; que el que está libre, vaya y abra las puertas al cautivo
y el que vive, vaya al muerto y lo resucite. Pero esta obra no es fácil, presupone importunarles,
molestarles y requiere de nosotros coraje, tenacidad, gracia y mucha paciencia. Esta obra nace del
amor por ellos y sólo es posible en el poder del Espíritu Santo.
Este ministerio tiene que ver con los pies, por eso el profeta exclama: “Cuán hermosos son
los pies de los que anuncias las paz, de los que anuncian buenas nuevas”. Romanos 10.15. Como
heraldo debemos estar siempre atentos a toda oportunidad que se nos presente y también saber crear
oportunidades por nuestro denuedo y amor por los que se pierden.
No es difícil entender también el valor y la necesidad de nuestra presencia en contacto
directo con el pecador.
Nuestra presencia:
A) Le cubre y liberta.
Al acercarnos a los hombres ellos estarán concientes que por medio nuestro se les acerca la
autoridad de Cristo. El Espíritu Santo estará presente para ayudarles a vencer el espíritu engañoso
que les ha oscurecido la vista espiritual. La mente del incrédulo queda iluminada para que
comprenda y vea la verdad. Dios descubre al hombre y le libera de sus ataduras satánicas, y así
puede beber de la fuente de vida que es Cristo.
B) Nos permite obrar con entendimiento espiritual.
Palpamos las vidas, discerniendo la necesidad particular de cada uno, oyendo sus preguntas
y sus respuestas; viendo la manera en que el Espíritu obra. Esto hace que podamos continuar
edificando las vidas con sabiduría.
C) Nuestra presencia le provee todos los recursos de la Iglesia.
Una parte fundamental en la conversión del pecador es su comunión inmediata con el cuerpo
vivo de Cristo. En este contacto directo se da esta condición de compañerismo y amor, que es
indispensable. A través nuestro tiene acceso a la iglesia misma con todos los recursos.
DEDICO SU MINISTERIO PRINCIPALMENTE A LA FORMACIÓN
DE DOCE HOMBRES.
Este es otro punto importante en la estrategia de Jesús. Es notable descubrir que Jesús, a
pesar de su vasto programa de predicación, concentro sus mayores esfuerzos y dedicación sólo a las
formación de doce hombres.
Aquí descubrimos un principio de:
A) Selección.
De los que creyeron eligió a los que estarían con él. Jesús no imprimía un sentido
democrático a su ministerio. Para él los hombres no eran todos iguales. A algunos ni les contestaba
las preguntas, a otros les consolaba y sanaba, mientras que a otros les revelaba los misterios del
Reino de los cielos. Mateo 13.16. El obraba de acuerdo con lo que veía en los corazones, pero él
nada hacía sin el Padre. Pasó la noche orando antes de elegir a los discípulos. Para él, los que eligió
eran un don que el Padre le había dado. Juan 17.9. También se sintió responsable por ellos delante
de su Padre a quien dio cuenta de lo que había hecho con ellos. Juan 17.12
17Al imitar a Jesús en esto no es cuestión de formarnos un esquema de que “uno tiene que
tener doce”. Pero sí, debemos aprender a aplicar este principio de su estrategia para alcanzar
eficacia en nuestro ministerio y no diluir nuestro esfuerzo,
El Espíritu Santo nos guiará a tomar a algunos que son más estables y comprometidos a
quienes nos dedicaremos más particularmente. Es importante que sea un número no más grande de
lo que podemos atender en el tiempo que disponemos. Con estos nos dedicaremos dando todo de
nuestra parte. Cuando observamos que hemos cumplido nuestro objetivo con ellos podremos
responsabilizarles para que sigan adelante con menos dependencia de nosotros y estaremos más
libres para tomar a otros.
B) Dedicación.
A los que eligió Jesús se dedicó particularmente atrayéndoles, amándoles y haciéndose
accesible a ellos en todo. Su intención era darse a ellos para que pudiesen recibir de él, hasta
hacerse semejantes a él.
Estos serían los hombres que más conocerían su relación con el Padre, su sencillez, su visión
y pasión por salvar a los hombres, su compasión y la ofrenda de sí mismo.
Como Jesús, también nosotros debemos dedicarnos a esos discípulos que hemos
seleccionado. Nuestra entrega a ellos debe expresarse en:
a) Darles nuestro tiempo: Lo que sea necesario para la obra que pretendemos hacer. Al dar
nuestro tiempo estaremos dando esa misma proporción de nuestra vida.
b) Brindarles convivencia: Dentro de nuestras posibilidades debemos acercarnos lo más
posible a esto.
c) Hacerles partícipes de nuestros trabajos en la obra: Al principio ellos no actuarán, pero
oirán y mirarán. Ellos necesitan nuestro ejemplo. Después serán nuestros mejores colaboradores.
C) Formación.
Al convivir con Jesús y al acompañarle y participar de su ministerio, los discípulos hallaron
el “aula de la escuela” de su Maestro. Esta escuela fue sublime en su sencillez e inigualable en su
idoneidad para la enseñanza y edificación de sus vidas. Sus lecciones estaban cargadas de
significado ya que no consistían en clases teóricas.
Jesús había escogido el “método didáctico” por excelencia. Las lecciones llegaban al
corazón, saturaban la mente, dejaban huellas imborrables, de significado emocional, mental y
espiritual. No hacía falta mucha retentiva o inteligencia para asimilarlas; penetraban por los ojos,
los oídos, la conciencia y el corazón. Todo el ser palpitaba ante un Maestro que vivía y actuaba la
voluntad del Padre delante de ellos. Se aprendía lo que no alcanzarían los libros a descubrir o las
palabras para explicar. Juan 21.25. Es que era la forma de vivir y conducirse de Jesús que se iba
plasmando en ellos. Aunque los discípulos era en su mayoría, hombres rudos, sin letras, entendieron
todo a fondo y pudieron imitarlo y vivirlo.
Así también lo encontrarán los discípulos que nosotros estamos formando si imitamos a
Jesús. El mismo Espíritu de Jesús estará con nosotros para que lo podamos realizar.
Punto clave:
Lo fundamental es que nos vean como hombres espirituales: humildes, dedicados,
obedientes a Dios, dependiendo del Espíritu Santo. Debemos ir delante de ellos en todo. Si somos
así podremos enseñarlo. De lo contrario no debemos, ni podremos. No podremos inducir a otro a
hacer lo que nosotros no hacemos.
NOTA: Contemos a nuestra familia entre nuestros predilectos discípulos.
ESTOS DOCE HOMBRES CONSTITUYERON SU EQUIPO DE TRABAJO.
Cuando pensamos en Jesús, no pensamos en un hombre solo sino que le vemos acompañado
de un grupo de doce hombres, sus discípulos más allegados. Nunca le vemos solo, a no ser en las
ocasiones cuando se retiraba a parte para orar. Cuando marchaba él, marchaban sus discípulos;
cuando se detenía, también se detenían ellos. Cuando iba a otra ciudad, ellos le acompañaban. Casi
es imposible pensar en Jesús sin pensar en sus discípulos; como tampoco es imposible pensar en sus
discípulos sin pensar en Jesús. Jesús y sus doce discípulos formaban una unidad, un equipo de
trabajo. Eran un conjunto de hombres, unidos a favor de una causa, que actuaban bajo liderazgo.
Esto define su equipo de trabajo.
Ahora debemos pensar qué significado tiene esto para nosotros ya que, evidentemente, ese
equipo no se formó por si solo. Los hombres, naturalmente no se unen, sino que se separan. O si se
unen, más fácilmente lo hacen para lo intrascendente o para lo malo. Pero la experiencia nos dice
que difícilmente se unen para el bien y menos aún para Dios. Es que estamos tocando otro punto
importante en la estrategia de Jesús. El mismo, siguiendo un ordenamiento divino formó un grupo,
porque en la índole de la obra que iba a efectuar él necesitaba esa compañía y ellos le necesitaban a
él.
A. Jesús necesitaba a sus discípulos
Sorprendería quizá, tener que asegurar que Jesús solo, era débil. Hubo ocasiones cuando
Jesús tenía que enfrentar situaciones solo. Esas fueron las situaciones de mayor tentación, cuando
estuvo solo cuarenta días en el desierto, se nos dice que “los ángeles le servían” Marcos 1.13.
Cuando anticipa la agonía de la cruz en Getsemaní, procura llevar a tres discípulos con él. Luego le
manifiesta el dolor de su corazón al ver que no pudieron velar con él sino que se durmieron. Jesús
necesitaba esa compañía para su:
a) Consuelo:
Mientras Jesús predicaba a las multitudes, discutía con sus adversarios y enfrentaba a las
turbas muchas veces hostiles, los únicos que le comprendían y aprobaban eran sus discípulos. El
percibía profundamente en su espíritu esa aprobación que se traducía en un indescriptible bálsamo
de consuelo. Cuando era rechazado y humillado, ellos estaban dispuestos a compartir humillación.
Esto se traducía en profundo consuelo para él. Una cosa es sufrir oprobio solo y otra, muy distinta,
es sufrirla en compañía con quienes, nos entienden y comparten.
Cuando Dios dijo: “No conviene que el hombre esté solo”, involucró, no sólo el casamiento,
sino también todo el suceso del hombre en su vida terrenal.
b) Fortaleza:
Jesús solo, era débil, aunque era el Hijo de Dios. Su tarea no concordaba con el príncipe de
este mundo. Por el contrario, se oponía a él. Jesús era su adversario, lo cual hacía que tuviese que
19resistir toda la oposición detractora del enemigo. Satanás procuraría por todos los medios de impedir cada paso que daba y detener cada palabra que hablaba. Trataría por todos los medios de
atemorizarle. Y esto haría por la oposición de hombres burladores, de hombres malvados y la
acción directa de demonios que procurarían degradarle, engreírle o confundirle.
Ah, pero en medio de esta hora tenía a sus discípulos. Ellos eran sus amigos, sus
compañeros. Eran los que le comprendían: “Bienaventurados vuestros ojos, porque ven; y vuestros
oídos, porque oyen” Ellos le escuchaban, le admiraban, le amaban. ¡Qué inmensa fortaleza
significaban estos hombres para su espíritu!
c) Inspiración:
En sus discípulos tenían con quienes descargarse, explicar, razonar. Seguramente al hablar
con ellos y revelar sus planes pasando revista a los acontecimientos, su espíritu ardía al contemplar
sus rostros llenos de aprobación, admiración y expectativa. Su alma se descargaba con ellos y esto
hacía que su espíritu se fortaleciese para la obra y sus pensamientos quedaran esclarecidos. Ellos
eran para él una fuente continua de inspiración.
Pero los discípulos también necesitaban a Jesús. Además del formidable aprendizaje que
recibieron al lado de su Maestro, ellos recibieron de él:
Estímulo: parece poca cosa pero, ¡qué importante es el estímulo de un maestro! Jesús les
amó, cubrió sus defectos, les ayudó a amarse y a honrarse entre sí. Pero además, les fue
conduciendo y animando a hacer la obra. Su propósito no era mostrarse a sí mismo grande e
inalcanzable a los ojos de ellos, sino animarles a imitarle. Quizá la palabra de mayor estímulo que
les dio fue esta: “las obras que yo hago, haréis también; y aún mayores haréis…”
Jesús les estimuló el desarrollo de ellos en una forma tan natural: acompañándole,
obrando con él y obrando para él (cuando les envió en comisión)
De esta forma los discípulos hallaron en la compañía de Jesús el mayor estímulo para el
desarrollo de la habilidad y autoridad de obreros competentes.
¿Qué de nosotros?
Imitemos esta fundamental estrategia de Jesús. Preguntémonos: ¿Cuántas obras no hubiera
podido realizar Jesús si hubiera carecido de esos compañeros? Pienso que muchas. Pienso que todo
hubiera sido terriblemente difícil. Quizá imposible. Pienso que Jesús solo, dada la índole de la obra
que tenía que realizar, hubiera sido algo extraño, antinatural, incompleto sin sus discípulos.
En cuanto a nosotros, pienso que no hace falta repetir las lecciones que hemos anotado más
arriba. Como el Señor nos ha enviado a hacer la misma obra, en las mismas circunstancias, es
natural que nos sintamos acicateados a imitar a Jesús en todos los puntos que hemos anotado.
Es importante que notemos que la compañía de sus discípulos, no le impidió hacer la obra
que él tenía que realizar, sino por lo contrario, le ayudaron. Jesús redimió el tiempo haciendo dos
cosas a la vez: Realizó su obra y formó discípulos.
Además, preguntémonos: ¿Qué otro medio podía haber usado el Señor para realizar su obra,
si hemos comprendido cuán difícil le hubiera resultado sin la compañía de sus discípulos? Y en
cuanto a la formación de sus discípulos, ¿qué otro medio hubiera podido usar para hacerles hombres
hábiles y maduros ya que hemos entendido que su presencia, proveyéndoles estímulo y ejemplo era
poco menos que indispensable?
El esquema de Dios para llevar a cabo su obra no presupone hombres solos sino hombres
funcionando en equipo. Pero no simplemente en compañía sino concertados. Mateo 18.19. Los
Hechos y la Epístolas abundan en ejemplos de esto. Detrás de cada obra pujante y efectiva había un
equipo de hombres de Dios, concertados y obrando en unanimidad. Tenemos que comprender que
esa cosa muy natural que entre aquellas que hemos ganado para Cristo algunas formarán nuestro
equipo de trabajo. Pero tengamos en cuenta que esta clase de concertación es difícil.
No hay cosa contra la cual obre más el enemigo. Quizá tengamos que enfrentar problemas de
quienes, cuando, donde y como, pero podemos estar seguros que el Espíritu Santo estará con
nosotros ayudándonos porque esto es lo que el Señor más quiere.