miércoles, 31 de diciembre de 2014

Tres tipos de esclavitud. G.F.P.

Tomado del libro: El crimen de la letra - Glenio Fonseca Paranagua

Los tipos de esclavos.

Hay tres tipos de esclavos en el plano religioso: los del deber, los del interés y los del miedo. La esclavitud del deber es moral, pero deja a la persona sin alegría. Aquel que hace lo que hace por obligación es alguien responsable, no obstante vive, muchas veces, sin contentamiento real.
Normalmente realiza todas las cosas con gran empeño, con un objetivo promocional de su desempeño arraigado en la realización de las tareas.

El deber es extrañamente cómplice de la personalidad perfeccionista. Detrás de un ejecutivo con un carácter obsesionado por el deber, se encuentra un esclavo de elogios, que vende su alma carente de aprobación por recibir aunque sea el menos signo de reconocimiento. No le gusta vivir sin reflectores, por eso busca hasta el menos farolito que ilumine su silueta obesa y ávida de apreciación positiva de cualquier observador.

La imagen del deber cumplido aprecia ostentar los trofeos que le garanticen los aplausos de la gente acreditada para hacer evaluaciones.
Soportar la critica pesada es un quehacer ingrato en demasía para esos esclavos de si mismos, que viven a la caza de loores.

Luis Allen, en su tesis de doctorado sobre lideres fuertes, dijo lo siguiente: aquellos que son obcecados por el éxito, pero vienen de familias pobres y carentes, acaban cercados por ayudantes aduladores que ayudan a promover su imagen ante la opinión pública. Ellos se envician en la consagración y son esclavos de sentimientos engañosos. Si no nos lisonjeados, quedan ofendidos y dolidos, obteniendo de este modo las lamidas como masajes a su ego.

Los incentivos son instrumentos excelentes para estimular a las personas y hacerlas proseguir, pero todos aquellos que dependen el estimulo para mantenerse en la cuerda floja de la opinión pública son esclavos baratos que no valen el galanteo. Si nosotros no soportamos una condenación injusta, es porque tenemos justicia propia en demasía y somos esclavos de emociones aplastantes. El deber es el déspota que consigue reprimir la única oferta que da verdadera identidad a una persona: el amor.

Otro tirano que consigue esclavos bien baratos es el interés.

Sacar beneficio es una trampa que siempre atrapa a gente ambiciosa. Si muchos venden su alma por una buena imagen, hay un grupo mucho mayor que negocia por baratijas. La lucratividad es un impotente señor de esclavos. No es bueno perder, pues toca nuestra autoestima. Nadie quiere estar en segundo lugar, y un buen resultado siempre fomenta la garra y el esfuerzo sudoroso.

La esclavitud de mérito, tanto del deber como de la lucratividad, es una prisión de máxima seguridad. Aunque los esclavos del deber sean ética mente más admirados, los de la lucratividad son mucho mas osados y consiguen beneficios más significativos. Pero tanto el deber cumplido como el premio conquistado son generadores de esclavos.

La religión compra a mucha gente con promesas y usa un patrimonio futuro como garantía para ganarse a las personas más carentes.
Como todos nosotros somos de alguna forma necesitados de cuidados especiales, los agentes de ese comercio instigan a las pobres almas con la pericia de quien va a tener algún provecho.

Sin embargo, hay una prisión mucho mas reforzada que las dos anteriores. Es el calabozo del miedo. Una multitud tímida vive, en este mundo, dominada por el pavor y esclava en las riendas de las amenazas.
Sé que hay un temor necesario, ya que un persona totalmente sin miedo es una gran imprudencia. Aquel que no tiene temor a cosa alguna a cosa alguna termina destruyéndose en la imprudencia de sus elecciones.
Por ende, la esclavitud del miedo es la pero forma de dominación.

Nunca encontré un esclavo mas esclavo que el esclavo del pánico. El miedo ahoga la esperanza y mantiene la existencia bajo medidas cautelares. Una persona aterrorizada es una persona que no consigue celebrar la vida y festejar la aceptación incondicional de Cristo.

Job era un esclavo. Su discurso confirma el síndrome de la víctima y su posición ratifica la esclavitud del deber y del miedo de perder. Además, Job vivía bajo la sombra de la desconfianza. Porque el temor que me espantaba me ha venido, Y me ha acontecido lo que yo temía. Job 3:25 Este es el perfil del esclavo del miedo y jamas las marcas de un hijo. Una relación dominada pro un porrazo que podría acontecer es una sujeción inaceptable en la vida de alguien que conoce el amor incondicional de Dios.

EL PEOR DE LOS DICTADORES

El miedo es el peor de los dictadores. Este apareció en el mundo después del pecado en el jardín del Edén y ha controlado la historia de la raza humana con mano de hierro. Debajo de su brazo fuerte, hay una presión asfixiante que sofoca a la víctima como una anaconda. Quien vive reprimido por el miedo no consigue gozar de la intimidad de ser hijo de Dios. Aunque el temor del Señor sea el principio de la sabiduría, ningún hijo de Abba puede tener miedo de El. Mas allá de todo, la Biblia es muy clara: En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en si castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor 1 Jn. 4:18

El significado del temor del Señor no es el miedo, sino el respeto, consideración, reverencia. Ningún hijo de experimenta la comunión con su padre bajo el control del miedo. Es imposible vivir relajado en un ambiente controlado por el amedrentamiento.

Abba no es un verdugo. Aunque yo tenga un profundo respeto por El, o el mismo temor ante su santidad, yo nunca puedo tener miedo de El. Mi relación con mi Padre celestial tiene que ser necesariamente amorosa y afectiva. Aunque El sea extraordinariamente majestuoso y fuera de mi compresión tridimensional, no es un ser que da miedo a sus hijos.
Yo no puedo estar desconfiando de su amor incondicional, ni esperando algún perjuicio de su parte, que me deje aterrorizado. Abba no es un ser atemorizante tratando de asustar personas. Todo lo que El hace o permite tiene un propósito maravilloso, definido en su amor para con sus hijos.

El amor es la esencia de Abba, y en su naturaleza no hay indicio alguno de déspota, tirano o incitador de cautiverio. El apóstol sabia de esto muy bien cuando dijo con precisión milimétrica:
Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos ¡Abba Padre! Ro. 8:15


La religión ha producido los esclavos mas deprimentes que se pueden encontrar por ahí. Pero el evangelio de Jesucristo es el granero de los hijos de Dios que viven en la libertad del amor. Ningún hijo de Dios convive con el miedo de ser rechazado o con la posibilidad de ver evaluado su certificado de nacimiento. El Padre no engendra un hijo para después abortarlo. Y, en el reino de Dios, no hay guarderías y orfanatos con hijos abandonados o niños de la calle.

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