LA
ADORACIÓN EN LA IGLESIA CRISTIANA
Yo
sé tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o
caliente!
Así
por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, voy a vomitarte de mi
boca.
Porque
dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo
necesidad: y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre,
ciego y desnudo.
Te
aconsejo que de mí compres oro refinado por fuego, para que seas
rico, y vestiduras blancas para que te cubras, y no quede al
descubierto la vergüenza de tu desnudez: y unge tus ojos con
colirio, para que veas.
Yo
reprendo y corrijo a todos los que amo: sé, pues, celoso, y
arrepiéntete.
He
aquí, yo estoy a la puerta y llamo: si alguno oye mi voz y abre la
puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.
Al
que venza, le daré
que se siente
conmigo en mi trono,
así como yo he vencido, y
me he sentado con mi
Padre en su trono.
El
que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.
Apocalipsis 3:15-22
Las
iglesias cristianas han
llegado al peligroso tiempo predicho hace tanto tiempo. Es una época
en la que nos podemos
dar palmaditas en la espalda
y felicitarnos unos á otros,
unirnos al coro: «¡si
somos ricos, nos hemos
enriquecido, y de ninguna cosa tenemos necesidad.
Desde
luego, es cierto que apenas si nos falta algo en nuestras iglesias
hoy en día... excepto lo más importante. Estarnos carentes de
la ofrenda genuina y sagrada de nosotros mismos
y de maestra adoración al
Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo.
En
el mensaje de Apocalipsis, el ángel de la iglesia de Laodicea recibe
esta acusación y este llamamiento (3:17. 19):
Dices:
Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo
necesidad... Yo reprendo y corrijo a todos los que amo; sé, pues,
celoso, y arrepiéntete.
Mis
propias lealtades y responsabilidades están y siempre estarán con
las iglesias fuertemente evangélicas, creyentes en la Biblia y que
dan honra a Cristo. Nos hemos proyectado adelante. Estamos edificando
grandes iglesias y congregaciones. Nos jactamos de elevadas normas
y hablamos mucho acerca
del avivamiento.
Pero
quiero hacer una pregunta, y no es mera retórica: ¿Que
le ha sucedido a la adoración?
La
contestación de muchos es: "Somos ricos y no tenemos necesidad
de nada. ¿No dice esto algo acerca de la bendición de Dios?
¿Sabías
que el célebre filósofo Jean-Paul Sartre que es tan citado,
describe su dirigirse a la filosofía y a la desesperación como un
apartamiento de una iglesia secularista? Dice: «No reconocí en el
Dios atrayente que me enseñaban a aquel que estaba esperando por mi
alma. Yo necesitaba un Creador: ¡me dieron un gran negociante!»
Ninguno
de nosotros está tan preocupado como debiera por la imagen que
verdaderamente proyectamos a la comunidad que
nos rodea. AI menos, no
cuando profesamos pertenecer a Jesucristo y seguimos fallando en
exhibir Su amor y compasión como debiéramos.
Los
cristianos fundamentalistas y «ortodoxos» hemos ganado la
reputación de ser «tigres», grandes luchadores por la verdad.
Nuestras manos están llenas de callos por los guanteletes de bronce
que hemos llevado al golpear a los liberales. Por causa del
significado de nuestra fe cristiana para un mundo perdido, estamos
obligados a mantenemos por la verdad y a contender por la fe cuando
ello es necesario.
Pero
hay un camino mejor, incluso en nuestros tratos con los liberales en
fe y en teología. Podemos hacer mucho más por ellos asemejándonos
a Cristo que lo que podemos hacer batiéndolos en la cabeza, en
sentido figurado, con nuestros nudillos.
Los
liberales nos dicen que no pueden creer la Biblia. Nos dicen que no
pueden creer que Jesucristo fue el unigénito Hijo de Dios. Al menos,
la mayoría de ellos son honrados acerca de ello. Por otra parte,
estoy seguro de que no vamos a hacer que doblen la rodilla
maldiciéndolos. Si somos conducidos por el Espíritu de Dios y si
mostramos el amor de Dios que este mundo necesita, nos transformamos
en «santos atrayentes».
Lo
extraño y maravilloso acerca de esto es que los santos
verdaderamente atrayentes y amantes ni siquiera conocen su atractivo.
Los grandes santos del pasado no sabían que eran grandes santos. Si
alguien se lo hubiera dicho no lo hubieran creído, pero los que
estaban a su alrededor sabían que Jesús estaba viviendo Su vida en
ellos.
Creo
que nos unimos al grupo de los santos atrayentes cuando se nos hacen
claros los propósitos de Dios en Cristo. Nos unimos a este grupo
cuando comenzamos a adorar a- Dios por ser Él quien es,
A
veces los cristianos evangélicos parecen confusos e inciertos acerca
de la naturaleza de Dios y de Sus propósitos en creación y
redención. En tales casos, los predicadores son a menudo los
culpables.
Sigue habiendo predicadores y maestros que dicen que
Cristo murió para que no bebiéramos, no fumáramos y no fuéramos
al teatro, ¡No
es para asombrarse que la gente esté confundida! No es para
asombrarse que se habitúen a recaer cuando tales cosas son las que
se les presenta como la razón para la salvación.
¡Jesús
nació de una virgen, sufrió bajo Poncio Pilato, murió en la cruz y
resucitó de la tumba para transformar a los rebeldes en adoradores!
Lo ha hecho todo de gracia. Nosotros somos los que recibimos de ella.
Puede
que esto no suene a dramático, pero es la revelación de Dios y
el camino de Dios.
Otro
ejemplo de nuestros pensamientos erróneos acerca de Dios es la
actitud de tantos de que Dios es ahora un caso caritativo. Como si
fuera un encargado frustrado que no puede encontrar ayuda suficiente.
Como estando junto al camino pidiendo cuántos vendrán en su ayuda y
comenzarán a hacer Su obra.
¡Ah,
si tan sólo recordáramos quién El es! Dios nunca realmente nos ha
necesitado. ¡A ninguno de nosotros! Pero nos imaginamos que sí nos
necesita, ¡y hacemos de ello una gran cosa cuando alguien acepta
"trabajar para el Señor»!
Todos
debiéramos estar dispuestos a trabajar para el Señor, pero es una
cuestión de gracia de parte de Dios. Tengo la opinión de que no
deberíamos preocuparnos por trabajar para Dios hasta que hayamos
aprendido el significado y el deleite de adorarle Un adorador puede
trabajar con calidad eterna en su trabajo pero un obrero que no adora
está sólo apilando madera, paja y hojarasca para el tiempo en que
Dios abrase el mundo.
Me
temo que hay muchos cristianos profesantes que no quieren oír tales
declaraciones acerca de su «activo programa de trabajo», pero es la
verdad. ¡Dios quiere llamamos de vuelta a aquello para lo que nos
creó: a adorarle y a gozar de Él para siempre! Es así, por una
profunda adoración, que llevamos a cabo Su obra.
Oí
a un presidente de una universidad decir que la Iglesia está
«sufriendo una fiebre de amateurismo».
Cualquier
persona inexperta, impreparada, inespiritual y vacía puede iniciar
algo religioso y encontrar abundancia de seguidores que le
oirán, y pagarán y promoverán su causa. Podrá llegar a
hacerse muy evidente que la tal persona, para empezar, jamás había
oído de Dios.
Estas
cosas están sucediendo a nuestro alrededor porque no somos
adoradores. Si estamos verdaderamente entre los adoradores no
estaremos malgastando el tiempo en proyectos carnales o mundanos.
Todos
los ejemplos que tenemos en la Biblia ilustran que la adoración
feliz, devota y reverente es el empleo norma de los seres morales.
Cada atisbo que se nos da del cielo y de los seres creados por Dios
es siempre un atisbo de adoración y de regocijo y alabanza por
cuanto Dios es quien es.
En
Apocalipsis 4:10. 11, el apóstol Juan nos da un claro retrato de los
seres creados alrededor del trono de Dios. Juan habla de la ocupación
de los ancianos de esta manera:
Los
veinticuatro ancianos se postran delante del que está sentado en el
trono, y adoran al que vive por los siglos de los siglos, y echan sus
coronas delante del trono, diciendo:
Señor,
eres digno de recibir la gloria y el honor y el poder; porque tú
creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas.
Puedo
decir con certeza, en base a la autoridad de todo lo que está
revelado en la Palabra de Dios, que cualquier persona, hombre o mujer
en esta tierra, que se siente aburrida y repelida por la adoración
no está lista para el cielo.
Pero
casi puedo oír decir a alguien: «¿Se estará Tozer apartando de la
justificación por la fe? ¿No hemos oído siempre que somos
justificados y salvados y en nuestro camino al cielo por la fe? Os
aseguro que Martín Lutero nunca creyó en la justificación por la
fe con más fuerza que yo mismo. Creo en la justificación por la fe.
Creo que somos salvos por la fe en el Hijo de Dios como Señor y
Salvador.
Pero
en la actualidad hay una cualidad automática, mortífera, acerca de
ser salvo. Y me preocupa mucho. Digo una cualidad «automática».
«Póngase una cantidad de fe como una moneda en la ranura, baje
la palanca y saque la pequeña tarjeta de la salvación. Póngala en
su cartera, y ¡ya se puede ir!»
Después
de esto, el hombre o la mujer pueden decir: «Sí soy salvo.» ¿Cómo
lo sabe? «Puse la moneda en la ranura. Acepté a Jesús y firmé la
tarjeta.»
Muy
bien. No hay nada intrínsecamente malo firmando una tarjeta.
Puede ser algo de ayuda para saber quién ha hecho una indagación.
Pero
la verdad, hermano y hermana, es que hemos sido traídos a Dios y a
la fe y a la salvación para que adorásemos a Dios en contemplación
arrobada. No venimos a Dios para ser cristianos automáticos,
cristianos de corte, cristianos hechos con un molde.
Dios
ha dado Su salvación para que podamos ser, individual y
personalmente, vibrantes hijos de Dios', amar a Dios con todo nuestro
corazón y adorándole en la hermosura de la santidad.
Esto
no significa, ni lo estoy diciendo, que debamos adorar a Dios todos
de la misma manera. El Espíritu Santo no obra mediante la idea o
fórmula preconcebida de nadie. Pero sí sé esto: cuando el Santo
Espíritu de Dios viene entre nosotros con Su unción, nos
convertimos en un pueblo adorador. Para algunos esto puede ser
difícil de admitir, pero cuando estamos verdaderamente adorando
y contemplando arrobados al Dios de toda gracia, de todo amor y
misericordia y de toda verdad, puede que no nos quedemos lo
suficientemente quietos para agradar a todos.
Leo
la descripción de Lucas de las multitudes en aquel primer Domingo de
Ramos:
Cuando
llegaban ya cerca de la bajada del monte de los Olivos, toda la
multitud de los discípulos comenzó a alabar con alegría a Dios a
grandes voces por todas las maravillas que habían visto, diciendo:
¡Bendito
el Rey que viene en nombre del Señor; paz en el cielo, y gloria en
las alturas!
Entonces
algunos de los fariseos de entre la multitud le dijeron: Maestro,
reprende a tus discípulos. Él respondiendo, les dijo: Os digo
que si éstos callan, las piedras clamarán (19:37-40).
Dejad
que os diga dos cosas aquí.
Primero,
no creo que sea necesariamente cierto que estamos adorando a Dios
cuando hacemos mucho ruido. Pero no es infrecuente que la adoración
sea audible.
Cuando
Jesús entró en Jerusalén presentándose como el Mesías
hubo una gran multitud, y mucho ruido. Es indudable que muchos se
unieron en los cánticos y en la alabanza que nunca habían aprendido
a cantar afinando. Cuando se tiene un grupo de gente cantando donde
sea, uno sabe que algunos no entonarán bien. Pero éste es el punto
central de su adoración. Estaban
En
segundo lugar, quisiera advertir a los que están revestidos de
cultura, que son quietos, que se dominan a sí mismos, calmados y
sofisticados, que si se sienten embarazados en la iglesia cuando
algún feliz cristiano dice «¡Amén!», puede que estén realmente
necesitando algo de iluminación espiritual. Los santos adoradores de
Dios en el Cuerpo de Cristo han sido frecuentemente un poco ruidosos.
Espero
que hayas leído algunos de los devocionales dejados por aquella
vieja santa inglesa, Lady Julián, que vivió hace más de 600 años.
Escribió
un día que había estado meditando acerca de cuan excelso y sublime
era Jesús, y, sin embargo, cómo Él mismo suple la parte más
humilde de nuestro deseo humano. Recibió tal bendición dentro de su
ser que no se podía dominar. Lanzó un grito y alabó a Dios en voz
alta en latín.
Traducido,
habría salido algo así como «¡Bien, gloria a Dios!»
Ahora
bien, si esto te turba, amigo, puede ser porque tú no conoces el
tipo de bendiciones espirituales y deleite que el Espíritu Santo
está esperando dar entre los santos adoradores de Dios.
¿Te
has dado cuenta de lo que dijo Lucas acerca de los fariseos y de su
petición de que Jesús reprendiera a Sus discípulos por alabar a
Dios a grande voz? Sus normas rituales probablemente les permitían
musitar las palabras «¡Gloria a Dios!», pero realmente les apenaba
oír a alguien decirlas en voz alta.
Jesús
les vino a decir a los fariseos: «Están haciendo lo correcto.
Dios mi Padre. Yo y el Espíritu Santo debemos ser adorados. Si los
hombres y las mujeres no
me adoran, ¡las
mismas piedras clamarán mis alabanzas!
Aquellos
fariseos religiosos, pulidos y alisados y vueltos a pulir, se
habrían muerto de impresión si hubieran oído a una roca dar una
voz y alabar al Señor.
Bien,
nosotros tenemos grandes iglesias y hermosos santuarios, y nos unimos
en el coro de «De nada tenemos necesidad». Pero hay todas las
indicaciones de que necesitamos adoradores.
Tenemos
muchos hombres dispuestos a sentarse en nuestras juntas de iglesia
que no tienen deseo de gozo ni radiancia espiritual, y que nunca se
presentan en las reuniones de oración de la iglesia. Éstos son
hombres que a menudo toman las decisiones acerca del presupuesto
de la iglesia y de los gastos de la iglesia, y adonde irán los
adornos en el nuevo edificio.
Éstas
son las personas que gobiernan la iglesia, pero no puedes conseguir
que vayan a la reunión de oración, porque no son adoradores.
Quizá
no creas que ésta es una cuestión importante, pero esto, por lo que
a mí respecta, te pone al otro lado. Me parece que siempre ha sido
una terrible incongruencia que personas que no oran y que no
adoran están sin embargo dirigiendo muchas de las iglesias y,
finalmente, decidiendo la dirección que van a tomar.
Quizá
nos hiera muy de cerca, pero deberíamos confesar que en muchas
«buenas» iglesias dejamos que las mujeres oren y los hombres voten.
Debido
a que no somos verdaderamente adoradores, pasarnos mucho tiempo en
las iglesias sólo rodando las ruedas quemando la gasolina, haciendo
ruido, pero no llegando a ninguna parte.
¡Oh,
hermano! ¡Oh, hermana! Dios nos llama a adorar, pero en muchos casos
nos dedicamos a un entretenimiento, sólo a la zaga de los
teatros.
Ahí
es donde estamos, incluso en las iglesias evangélicas, y no me
importa deciros que la mayoría de las personas que decimos estamos
tratando de alcanzar nunca vendrá a la iglesia a ver un montón de
actores amateurs exhibiendo un talento de andar por casa.
Os
lo digo: Fuera de la política, no hay ningún otro campo de
actividad que tenga más palabras y menos hechos, más viento y menos
lluvia.
¿Qué
vamos a hacer acerca de esta maravillosa y hermosa adoración a
la que Dios nos llama? Antes preferiría adorar a Dios que hacer otra
cosa que yo sepa en todo este ancho mundo.
No
intentaré siquiera deciros cuántos himnarios están apilados en mi
estudio. No puedo cantar medianamente bien, pero esto no es cosa
que le importe a nadie. ¡Dios me considera un astro de la ópera!
Dios
me oye mientras le canto los viejos himnos franceses traducidos, los
viejos himnos latinos traducidos. Dios me escucha cuando le
canto los viejos himnos griegos de la iglesia de Oriente, así como
los hermosos salmos en metro y algunos de los más sencillos cánticos
de Watts, Wesley y el resto.
Quiero
decir que preferiría adorar a Dios que hacer cualquier otra cosa.
Puede que contestes: -Si adoras a Dios no haces nada más.»
Pero
esto sólo demuestra que no has hecho tus deberes. La parte
hermosa de la adoración es que te prepara y capacita para lanzarte a
las cosas mas importantes que se deben hacer para Dios.
¡Escúchame!
Prácticamente cada gran acción hecha en la iglesia de Cristo
remontándonos hasta el apóstol Pablo fue hecha por personas
ardientes con la radiante adoración de su Dios.
Un
examen de la historia de la iglesia te demostrará que fueron los
ardientes adoradores los que también vinieron a ser los grandes
obreros. Aquellos grandes santos cuyos himnos cantamos tan
tiernamente eran activos en su fe hasta el punto de que tenemos que
asombrarnos de cómo pudieron hacerlo todo.
Los
grandes hospitales surgieron de los corazones de hombres adoradores.
Las instituciones mentales surgieron de los corazones de hombres
y mujeres adoradores y compasivos. Deberíamos decir también
que allí donde la iglesia ha salido de su letargo, levantándose de
su sueño y en las mareas del avivamiento y de la renovación
espiritual, siempre los adoradores estaban detrás de ello.
Cometeremos
un error si sólo nos refrenamos y decimos: «Pero si nos damos
a la adoración, nadie hará nada.»
Al
contrario, si nos damos al llamamiento de Dios a adorar, cada uno
hará más de lo que está haciendo ahora. Sólo que lo que él o
ella hagan tendrán significancia y sentido. Tendrá la cualidad
de la eternidad en sí: será oro, plata y piedras preciosas, no
madera, paja y hojarasca.
¿Por
qué deberíamos estar callados acerca de las maravillas de
Dios? Deberíamos unirnos felices a Isaac Watts en uno de sus himnos
de adoración:
Bendice,
alma mía, al Dios viviente,
llama
de vuelta tus pensamientos que vagan en redor.
Que
todos los poderes en mí se unan
En
obra y culto divino de adoración.
Bendice,
alma mía, al Dios de gracia. Sus favores demandan tu más suma
alabanza. ¿Por qué las maravillas que Él ha obrado Se han de
perder en silencio, olvidadas?
Que
toda la tierra Su poder confiese. Que toda la tierra Su gracia adore.
Los gentiles, con los judíos, se unirán En obra y
culto divino de
adoración.
No
puedo hablar por ti, pero quiero estar entre los adoradores. No
quiero ser simplemente parte de alguna gran maquinaria eclesiástica
donde el pastor le da a la manivela y la máquina va. Ya lo sabes: el
pastor ama a todos, y todos le aman a él. Tiene que hacerlo. Le
pagan para esto.
Quisiera
que pudiéramos volver a la adoración.
Entonces, cuando la gente entre en la iglesia se dará cuenta en seguida de que han entrado entre personas santas, el pueblo de Dios. Podrán testificar: «En verdad Dios está en este lugar.»