viernes, 28 de septiembre de 2012

El obrero en su función. 1 de 4 - I. Baker




1- EL OBRERO -  SU FUNCIÓN 1ra. parte.
     Iván Baker
Introducción:
Debemos ahora hablar del obrero y su visión, como algo indispensable para su preparación espiritual y la eficacia de su función.
Un discípulo sin visión es un discípulo anormal. Por su puesto, esta anormalidad sería menos admisible en un obrero del Señor.
Cuando  digo visión,  me  refiero  a un  llamado  de Dios – un llamamiento  celestial,  esa comisión divina que nos levanta más allá de la mera experiencia: que me salvé, que oro, que leo la Biblia, que me congrego, que asisto a las reuniones, que formo parte del grupo tal o cual. Muchomás allá y muy sobre esto hay un llamado, una visión celestial.
Es la visión celestial que nos ayuda a no perdernos entre una multitud de conceptos y
preceptos cristianos, de acciones y obras espirituales, de reuniones y actividades; es algo que nos
levanta para hacernos mirar las cosas de Dios por los ojos de Dios, como si estuviéramos mirando
todo sentado a su lado, compartiendo sus pensamientos, su expectativa y su emoción.
Cuando el Espíritu Santo implanta la visión en nuestro ser, esa visión nos domina, nos llena;
es como una gloria que nos ilumina, nos excita, nos emociona, hemos conocido la mente del
Altísimo,  sus  pensamientos,  sus  deseos;  vemos  y  comprendemos  su  obrar  y  todo  nos  resulta
excitante y maravilloso. Al impartirnos su conocimiento nos ha dicho:
“¿Quieres colaborar conmigo, quieres ser mi conductor? Tú y yo lo haremos juntos. Yo, solo, no lo
puedo hacer, te necesito. Si colaboras conmigo te haré participe de mi gracia, mi presencia y mi
poder. Juntos haremos proezas, venceremos al maligno, llenaremos mi gloria con hijos que brillarán
como  estrellas a eterna perpetuidad.  Te será administrada una amplia y gloriosa entrada a mi
presencia cuando hayas peleado la buena batalla y acabado con victoria tu carrera. ¡Recibirás de mi
mano el premio, te coronaré de gloria para siempre!

A.1  Dios imparte la visión individualmente.
No es algo que se recibe colectivamente, o que se comunica del púlpito. Es algo que el
Espíritu  tiene  que  imprimir  personalmente  en  cada  uno,  por  medio  de  su  iluminación  o
conocimiento. Efesios 1.18 “Alumbrando los ojos de vuestro entendimiento para que sepáis cuál es
la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los
santos”.
Es algo que viene cuando meditamos, pesando esta revelación en la presencia de nuestro
Padre al recibir la iluminación del Espíritu. Es algo que penetra y se hace fuerte en nosotros cuando
nos disponemos y nos entregamos para obedecer la visión; cuando nuestra voluntad se rinde para
unirnos al deseo de Dios y transformarnos en ejecutores con él.

A.2  Es para todos su hijos.
Esta iluminación del Espíritu no es la prerrogativa de algunos sino que es la voluntad de
Jesucristo que todos sus discípulos, igualmente, estén saturados de la visión. Por eso Pablo escribe
la carta a todos los efesios; por eso él es tan claro en dar énfasis a su llamado, su visión y su meta
(Fil. 3) e insta a todos a imitarle. Dios no tiene hijos privilegiados: su revelación es para bendecir y
1llenar a todos sus hijos. Es más, él necesita que todos estén llenos de su revelación para que con su
pueblo pueda bendecir al mundo. El quiere una Iglesia de hijos donde todos conocen a él y son
conducidos y sostenidos por la visión de su glorioso llamado.

A.3  Es lo normal.
Es importante decir otra vez que aunque parezca extraordinario  todo esto que venimos
hablando acerca de la visión, no es extraordinario sino que debería ser muy ordinario, muy normal.
En realidad es “nuestro racional culto…” (razonable, inteligente) Romanos 12.1. Lo contrario sería
anormal: un discípulo de Jesucristo que carece de gloria; que no está excitado en cuanto a su divino
llamado, que no tiene visión celestial, que sólo canta, alaba, ora y vive una vida espiritual sólo
porque es cristiano y va a ir al cielo. Esto sí es anormal.
Recordemos que cuando Cristo nos llamó para servirle, nos impuso la condición de “perder
nuestra vida por causa de él y del evangelio” Mr. 8.34-35.
El orden de Dios es que “busquemos primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas las demás
cosas nos serán añadidas” Mt. 6.33
Este marcado  desnivel entre el llamado  de Dios y las demás  cosas de nuestra vida es
condición prioritaria si queremos ser obreros eficaces en nuestra obra.
Debemos  ser,  entonces,  mucho  más  que  hombres  cristianos,  conocedores  de  doctrinas
espirituales, llevando vidas consagradas con buenas intenciones de servir al Señor, TENEMOS
QUE SER HOMBRES SATURADOS DE UN SUPREMO LLAMAMIENTO CELESTIAL.

Los plagios:
Nos avergüenza saber que “los hijos de este siglo sean, muchas veces, más sagaces que los
hijos de luz”. Nuestro enemigo sabe imitar y conducir a sus secuaces, entrenándoles a ser más
obedientes a él que lo que somos muchos de nosotros a nuestro Señor.
Douglas Hyde, ex comunista convertido al Señor, en su libro Dedicación y Liderazgo, dice:
“El  comunismo  llega  a  ser  el  elemento  dominante  en  la  vida  de  los  comunistas.  El
comunismo  apela  al  sentido  idealista  en  forma  directa  y  audaz.  Ellos  dicen,  que si  hacemos
pequeñas, mezquinas demandas, también se nos devolverá esa misma medida de interés y devoción. Pero si demandamos mucho de ellos, obtendremos una respuesta heroica”.
Ellos  tienen  una  voluntad  para  el  sacrificio.  Diría  que  más  allá  de  toda  duda,  es  un
idealismo, su celo, su dedicación y su devoción a su causa que inspira su espíritu de sacrificio.
Ellos siempre trabajaron a través de una minoría. Ellos han dependido de los pocos fieles,
aquellos que estarían dispuestos a sacrificar su tiempo, su energía y su devoción por mantener
ardiendo la llama de la causa. Ellos tienen destreza en encender la imaginación y crear en sus
seguidores una actitud de dedicación y compromiso, para disponer de una fuerza de hombres lista
para una acción llena de eficacia y significado.
No creo que la fuerza del comunismo estribe en la fuerza de sus ideas. Yo creo, como creerá
todo cristiano, que el cristianismo posee algo infinitamente mejor para compartir que lo que tiene el
comunismo. Pero la fuerza del comunismo estribe en sus hombres y en la manera en que ellos son
usados. Y tienen algo común que les caracteriza donde quiera que vayan: unidad.
Hermanos, estamos imbuidos de un espíritu de gloria por causa de nuestro alto y sublime
llamamiento. Todo esto comprenda una visión gloriosa que nos levante y nos impulse sobre todas
las dificultades, sobre todas las pequeñeces. Dios nos haga hombres grandes, estables, gozosos,
llenos de fe. Que la visión celestial se encarne en nuestro ser, modifique totalmente nuestro estilo de
vida, nuestra forma de pensar, nuestras decisiones, nuestro amor, nuestro trabajo, nuestro tiempo.
La visión nos sature, nos domine, nos inspire, nos excite. Sea nuestro ideal, nuestro sueño. Que sea
lo supremo, que sea nuestro glorioso Cristo Jesús revelado en su gloria y nosotros amándole y
sirviéndole conforme a su llamado celestial.

B.1 ¿QUÉ CONTIENE LA VISIÓN?
Cuando Pablo dice al rey Agripa:  “No fui rebelde a la visión celestial”. Hechos 26.19,
pienso que no se refería solo al resplandor de luz que le cercó, tampoco al solo conocimiento de
Jesús. Era más que eso aunque entendemos que allí comenzó la revelación. Dios le llevó aparte y le
impartió su completa revelación. Gálatas 1.15-17.
Por lo que posteriormente nos revela Pablo sabemos lo que Dios le impartió. Le reveló su
plan, su propósito eterno en Jesucristo. Después le impartió el conocimiento de los recursos y la
manera en que Dios quería que llevara a cabo la obra. Esto es lo que le capacitó para ser obrero
idóneo, un verdadero arquitecto para edificar la Casa de Dios, su Iglesia.

Entonces diríamos que la visión contiene fundamentalmente:

a) EL PROPÓSITO ETERNO DE DIOS EN JESUCRISTO y
b) LAS INSTRUCCIONES Y ELEMENTOS PARA LLEVARLO A CABO:

1) Recursos

2) Modo de operar (Estrategia)

Nota:  Aunque  esto  es  lo  fundamental,  no  es  menos  importante  destacar  que  también
nosotros, como siervos de Dios, EN LA VISIÓN DEBERÍAMOS VISUALIZAR (por la FE) LA
PARTE NUESTRA EN EL PLAN DE DIOS: la obra que Dios hará a través de nosotros.
Cuando Pablo dice: “llené todo del evangelio…”, pienso que no fue algo casual, sorpresivo;
lo  vio  antes.  Lo  soñó,  lo  deseó,  se  lo  pidió  al  Señor.  (“Pídeme  y  te  daré  por  herencia  las naciones…” Salmo 2.8 “no tenéis lo que deseáis porque no pedís” Santiago 4.2) Esta parte de la
visión comprendía su obra, allí depositó su fe. Su obra estaba unida a la visión lo cual le dio ímpetu,abrió los canales de su espíritu, le brindó denuedo. Luego se lanzó adelante como a una cosa cierta.

Quizá al principio no veía mucho ni lo veía claro, pero a medida que avanzaba en su ministerio su
fe aumentaba y se hacía más clara la visión. Se lanzó adelante como a una cosa cierta, desestimó a
los adversarios. Puso en subordinación su cuerpo, desestimó sus debilidades. Dios le honró de
acuerdo con su fe.
Estas cosas componen el esquema de los estudios que consideraremos en las próximas
clases.


SU MODO DE OBRAR
Introducción:
Hemos hablado acerca de la disposición del obrero, también de su visión como el punto
esencial de claridad, comprensión y fe acerca de lo que Dios le ha encomendado. Vimos que su
visión está centrada en el propósito eterno de Dios. Sabe qué quiere Dios. Pero para que sea eficaz
colaborador de Dios en la obra encomendada, no sólo debe saber qué quiere el Señor que su siervo
haga.  Esto  hace  que  tengamos  que  definir  el  modo  de  obrar  para  lograr  el  debido  impulso,
objetividad y definición en la obra que debe hacerse.
Cuando conocemos qué quiere Dios, tenemos el plano; pero cuando conocemos cómo el
Señor quiere que hagamos su obra, recién conocemos las herramientas y la manera de proceder con
los materiales. Ambas  cosas son igualmente importantes.  Si tengo el plano pero no tengo las
herramientas, no sé cómo  lo tengo que hacer. Ambas  cosas son igualmente importantes.  Para
realizar cualquier cosa es indispensable que determinemos concretamente cuáles serán los métodos
para llevarla a cabo.
En esta lección entonces nos toca desarrollar la manera en que debemos movernos para
llevar a cabo la obra del Señor.

EL MODO DE OBRAR DEL OBRERO.
Como la obra que Dios ha encomendado a sus obreros es espiritual y divina, la fuente en que
debemos inspirarnos para conocer los métodos que Dios propone para hacer su obra, tiene que
proceder de él mismo. Y él nos ha preparado una fuente abundante de inspiración que en su mismo
Hijo  Jesús  quien  es  el  siervo  perfecto,  el  maestro  consumado,  en  quien  el  Padre  tuvo  todo contentamiento.
Por muchos años se ha pensado que Jesús vivió en un tiempo remoto y que por lo tanto, no
hay relación entre aquellos y estos días modernos de hoy, tan llenos de extraordinarios recursos. Sin embargo, al comparar el enorme éxito de la obra que hicieron los que siguieron a Jesús y el escaso fruto de estos tiempos modernos, a pesar de todo el bagaje de equipos y extraordinarios medios de comunicación, en todo el mundo los siervos de Dios están mirando otra vez a Jesús y hallando en su modo de obrar las claves sencillas, pero las más fundamentales para el más poderoso impulso en la multiplicación y la edificación de la Iglesia.
Es que aunque nos impacta la diferencia entre el mundo de los días de Jesús y el mundo de
estos días, sin embargo los elementos esenciales que están en juego para la obra del Señor son
exactamente los mismos: el hombre es igual, su necesidad es la misma, sus debilidades son las
mismas, la forma de llegar a su corazón es la misma, el evangelio es el mismo, Dios es el mismo, y
él quiere que su Iglesia sea la misma hasta el fin del mundo.
De esta manera Jesús se nos vuelve a presentar como el maestro perfecto y consumado, la
verdadera fuente de toda inspiración  para la obra que debemos  llevar  a cabo, del cual nunca
deberíamos habernos apartado. 1 Juan 2.6, 1 Pedro 2.21
Entendemos que cuando el Señor da su mandato de hacer discípulos, él nos está enviando a
sus discípulos para que tomen su mensaje y hagan como les parezca. La posterior obra de los
discípulos nos hace entender que ellos obraron imitando a Jesús. Y esto es lógico. ¿Pensamos que el Gran Maestro podría vivir y obrar con ellos tres años y medio, predicando y formando discípulos, sin que esto tenga valor?
Sería mejor concebir su mandato en estos términos: “Como yo hice con vosotros, ahora
vosotros también id, haced discípulos…”.

HASTA QUE PUNTO DEBEMOS IMITAR A JESÚS.
La respuesta es muy simple: ¡En todo! Debemos imitarlo en todo lo que dijo y lo que hizo y
también en cómo lo hizo. Igualmente debemos imitarle en lo que no dijo y no hizo. La Iglesia ideal
es aquella donde se dice todo lo que Jesús dijo, se hace todo lo que Jesús hizo y no se dice nada de
lo que Jesús no dijo, ni se hace nada de lo que Jesús no hizo. Son las cosas que decimos que no dijo Jesús y las cosas que hacemos que no hizo Jesús las que dañan y destruyen la Iglesia. Cuanto más literalmente entendemos esto, mayor aprobación y bendición tendremos de Dios sobre nuestra obra.

Esto hace que los cuatro evangelios se constituyan en manual del obrero, que le enseñan de
qué manera tiene  que obrar para llevar a cabo la obra del Señor. Para esto es necesario leer los
evangelios, no para buscar conceptos doctrinales sino descubrir la manera en que Jesús obró.
Cuando vemos a Jesús caminando, predicando y obrando entre la gente nos haremos algunas
preguntas como estas: ¿dónde iba?, ¿cómo vestía?, ¿qué cosas llevaba?, ¿dónde hacía la obra?,
¿cómo se relacionaba con la gente?, ¿qué cosas pedía que le dieran para hacer la obra?, ¿en qué
lugar predicaba sus sermones y a qué hora?, ¿qué pretendía obtener de los que le oían?, ¿qué hacía
con los contenciosos?, ¿qué hacía con los que creían?, etc.
La respuesta que encontramos en los evangelios a esta clase de preguntas nos revelará el
modo  de obrar  de Jesús,  y  esto  es  lo  que tenemos  que imitar,  estudiando  las  definiciones  y
aplicándolas luego a nuestra forma de obrar.

Vemos algunas definiciones que aprendemos en el modo de obrar de Jesús:

1. NADA HACIA POR SI MISMO.
En primer lugar es necesario destacar este punto que está en la base del obrar de Jesús. El
decía: “Nada hago de mi mismo; el Padre que está en mí él hace las obras”. Su relación con el
Padre era perfecta y su obediencia a su voluntad también. Era el Espíritu Santo en él que imprimía
la presencia, voluntad y poder del Padre. Esto hacía que él pudiese decir: “El Padre que está en mí,
él hace las obras…”  El solo era un instrumento entregado dócilmente. Aunque era Dios, se
humilló hasta hacerse siervo perfecto para dejarnos ejemplo de lo que es vivir en el Espíritu.

2. EN TODO MOSTRO SENCILLEZ.
Su persona:
Entre  los  hombres  era  el  más  humilde:  de  oficio  carpintero;  se  le  llamaba  “hijo  del
carpintero”. También se le decía “el carpintero”. No cursó estudios importantes y si fue a la escuela,
habrá sido la que estaba al alcance de la gente pobre. Según los fariseos sería un hombre sin letras.
De su apariencia Isaías decía: No hay hermosura ni atractivo en él. Para identificarlos entre
los discípulos, Judas dio la señal del beso. No tenía dinero ni bienes; El decía: “Las zorras tienen
sus cuevas y las aves nidos, mas yo no tengo donde reclinar mi cabeza”.
5Sus recursos para hacer la obra:
No tenía recurso alguno, es decir, ninguno especial. Su “material” era el corazón de los
hombres en cualquier lugar y en todo lugar. Su “púlpito” consistía en lo que se le daba en cualquier
parte  a cualquier  hora,  ya  sea caminado,  de pie  en  la  calle,  en  una plaza,  en  medio  de una
aglomeración, sentado a la mesa, sentado en su barca, en el brocal de un pozo, sobre una piedra, en
un monte. Cualquier lugar, cualquier situación o elemento que tuviera a la mano era adecuado para
hacer su obra. Su “libro” era su mente y espíritu entregado a su Padre para que el Espíritu Santo
hablara e hiciera las obras.
Su lenguaje:
Aquí también vemos la sencillez de Jesús porque él hablaba el lenguaje común, el que todos
entendían. Aunque el era Alto y Sublime, jamás afectó ostentación con su lenguaje, su sabiduría o
su poder. En él no había nada para alimentar el orgullo de los hombres, sino que acomodaba sus
palabras para que los más humildes pudiesen entender.

3. TENÍA PASIÓN POR SALVAR A LOS PECADORES.
El declaraba: “El Hijo del hombre vino para buscar y salvar a los pecadores”, y rodeaba
todas las comarcas, ciudades y pueblos de Israel incansablemente predicando la palabra. Expresó su
celo con estas palabras: “Mi comida y mi bebida es que haga la voluntad de mi Padre y que acabe
su obra”.
Fue notable la importancia que daba a una sola persona: El ciego Bartimeo, que para atender
su clamor, detuvo la multitud; lo mismo hizo con Zaqueo: detuvo la predicación para comer con él
en su casa; la mujer de Samaria, Leví, etc.

4. TENÍA COMPASIÓN DE LOS HOMBRES
Tenía compasión de los hombres porque los veía como ovejas desparramadas sin pastor.
Lloró sobre Jerusalén usando palabras tan tiernas para expresar cuando había amado y deseado la
salvación de ella, “…cuántas veces quise juntar a tus hijos, como gallina junta sus polluelos debajo
de las alas…”
El joven rico se fue triste, porque no recibió la palabra de Jesús, pero Jesús le amó.

5. SE DABA A SI MISMO
El sentido básico de su proclama consistía en presentarse a sí mismo como una entrega de
amor. Era el pan del cielo para que los hombres coman; era el agua viva para que beban. Su
proclama era: “Venid a mí….””Sígueme”.

6. NUNCA PROCURÓ MOVER A LOS HOMBRES PARA QUE VENGAN A EL
Él iba hacia los hombres y tenía encuentro con ellos en el lugar y en las circunstancias
mismas donde se hallaban y no procuró que los hombres viniesen a él. Esto es porque Jesús conocía
la condición del hombre, que está ciego, preso y muerto por el pecado. 2 Corintios 4.4; Lucas 4.18;
Efesios  2.1. Su llamado: “Venid a mí…” ocurría cuando estaba frente al pecador y se refería a una
transacción espiritual y no a un movimiento físico del hombre.

7. DEDICÓ SU MINISTERIO PRINCIPALMENTE A LA FORMACIÓN DE 12 HOMBRES
Esto se evidencia en que es a estos doce hombres a quienes dedicó la mayor parte de su
tiempo. Es a estos a quienes él se entregó a sí mismo. Le reconocieron íntimamente, volcó en ellos
todo lo que tenía hasta donde alcanzaba la capacidad de ellos. Juan 13.1. Luego le confió al Espíritu
Santo para que completara en ellos ese depósito. Juan 16.13
Predicó a las multitudes pero reveló su verdad solo a esos doce hombres a quienes llamó
apóstoles. Mateo 13.10-17

8. ESOS DOCE HOMBRES CONSTITUYERON SU EQUIPO DE TRABAJO
Una premisa en la estrategia de Jesús fue el llamado de estos doce hombres para que le
acompañasen en su ministerio. Fue una de las primeras cosas de que se ocupó al principio de su
predicación.
Una de las razones para esto fue lo que expusimos en el concepto anterior. Pero también es
cierto que ellos constituirían la pequeña compañía de amigos que formarían su equipo de trabajo.
¿Necesitaba Jesús estar acompañado? Sí. El necesitaba el amor y la consolación de esos
hombres. El que dijo en el principio: “No conviene que el hombre este solo”, necesitó de compañía.
El que posteriormente los mandó de dos en dos, conocía en carne propia el valor de esa amistad.
Esos  hombres  le  amaron,  cuantos   tantos  le  odiaron;  le  comprendían  cuando  tantos  no  le
comprendían. Fueron su consuelo cuando todos le dejaban. Los oídos de ellos estaban abiertos y le
oían atentamente, cuando tantos otros le desoían. Con ellos abría su corazón, razonaba, oraba,
caminaba y predicaba. Cuando en Getsemaní no pudieron velar junto a él, Jesús se angustió en
espíritu y sintió su soledad. Mateo 26.37-40.

9. USO DE SUS DISCÍPULOS COMO PUENTE PARA ALCANZAR A OTROS
Jesús veía detrás de los que se convertían a otros que pudieran ser alcanzados: El hombre de
Gadara: “Ve y cuenta a los tuyos…”  Marcos 5.19-20; la mujer de Samaria: “Ve y trae a tu marido”
Juan 4.16-28; Zaqueo: “Es necesario que hoy pose en tu casa” Lucas 19.2-10
De la misma manera Jesús usó a sus discípulos: Leví: cuando sigue a Jesús, le lleva a su
casa; Marcos 2.14-15; le vemos en casa de Pedro: Mateo 8.14. También fue y predicó en las
ciudades de sus discípulos: Mateo 11.1
Los apóstoles también imitaron a Jesús en esto: Pablo cuando se convirtió Lidia: Toda su
casa oyó la palabra Hechos 16.14-15; cuando se convirtió el carcelero: Predicó a toda su casa
Hechos 16.32; etc.

10. LES ENVIÓ COMO EL PAADRE TAMBIÉN LE HABÍA ENVIADO A ÉL.
Después de tres años y medio de estar con ellos, la noche del mismo día en que Jesús
resucitó, al impartirles el Espíritu Santo, les envía con estas palabras: “Como me envió el Padre, así
también yo os envió” Juan 20.21

11. LES CONFIÓ AL CUIDADO, AL ESPÍRITU SANTO
Notemos que esta era una condición indispensable. A pesar de que Jesús había terminado su
obra  los  apóstoles  estaban  mucho  menos  que  preparados.  Los  últimos  acontecimientos  que
precedieron  la  crucifixión  mostraron  la  debilidad,  temor  e  ineptitud  de  ellos  para  afrontar  la
continuación del ministerio de Jesús.
7Pero Jesús, que sabía bien lo que hacía, confiaba plenamente en la sabiduría y poder del
Espíritu Santo para capacitarlos plenamente. Y esto es lo que se nota en la autoridad y habilidad con que los apóstoles comenzaron su ministerio el día de Pentecostés.
Notemos algunas cosas:
a) Después de enviarles, Jesús sopló y les dijo: “recibid al Espíritu Santo” Juan  20.21.  De
esta manera el mismo Espíritu que está en Cristo es insuflado en sus  apóstoles (Como  si fuera
la segunda vez que Dios se inclina y sopla su aliento en el  hombre).
b)  Luego  “les  abrió  el  entendimiento  para  que  entendiesen  las  Escrituras” Lucas
24.25.  Ese  fue  el  momento  cuando  el  Espíritu  Santo  que  se  sujeta  en  todo  a  Jesús
comienza su obra de instrucción y revelación.
c) Luego les manda a quedarse en Jerusalén, hasta que fueran investidos con el  poder de lo
alto. Lucas 24.29. Esto iba a ser el revestimiento de poder que les daría  autoridad  para  actuar
entre los demonios y los hombres y hacer la obra. Literalmente  es  una  investidura  de  autoridad
divina, visible a los espíritus.
De esta manera,  Jesús les  constituía  en  continuadores  de su ministerio,  con  su misma
autoridad y su unción. Ellos eran el segundo eslabón en una cadena de siervos de Dios que en
sucesivos ciclos llevarían el mensaje de Jesús y edificarían la Iglesia hasta el día del Señor cuando
Jesús mismo, en su venida, ponga fin a la predicación del Evangelio.
Nota:  Hay muchas cosas más que aprender en los evangelios, acerca de la vida de Jesús y su
forma  de  operar,  pero  estas  son  suficientes  para  que  los  obreros  del  Señor  tengamos  una
orientación cierta para establecer los principios más fundamentales en nuestra manera de obrar.

lunes, 24 de septiembre de 2012

La vida devocional del siervo de Dios.






 
Por Augusto Ericsson
Procuraré compartir con ustedes, mis amados hermanos, mis experiencias; tratando de ser simple y claro en la exposición de lo que para mí ha sido y es el "tiempo devocional", en sus variados aspectos, para que pueda llegar a ser la "vida devocional".

Quiero afirmar, al comenzar, lo que reiteraré: que el tiempo devocional es tiempo formativo, y que requiere tiempo y quietud. Señalaré tres aspectos de la vida devocional, destacando más el primero de ellos, que considero base de los otros dos.


Daré primero una semblanza general de lo que es el tiempo devocional para mí:

Es tiempo de abrir totalmente nuestro ser (como la flor a la lluvia y al sol) para que Dios lo mire, lo purifique, lo vivifique y le imparta crecimiento espiritual y mayor semejanza a Jesucristo.
  1. Es tiempo de sinceramiento, de la verdad, de despojarse de lo que nos agranda ante los demás para ser nada más que lo que de verdad somos.
  2. Es tiempo de reconocer la misericordia, lo gracia, 1a paciencia y el indescriptible amor de Dios para conmigo.
  3. Es tiempo de recibir revelación transformadora del ser interior, en el silencio de la presencia divina.
  4. Es tiempo de conocer a Dios en su morada y quedar humillado, rendido (entregado totalmente), asombrado, adorando sin palabras.
  5. Es tiempo de recibir -algunas veces- entendimiento, luz sobre las Escrituras, sin haber estado pensando en ellas en ese momento.
  6. Es tiempo de apropiarse para uno mismo de lo que a Dios le place dar; no para enseñarlo, sino para vivirlo, para serlo uno mismo.
  7. Es tiempo de lucha en el pensamiento; también de lucha física, de morir poco a poco a sí mismo: lucha dura, pero llena de felicidad.
  8. Es tiempo de refinamiento del espíritu, que afectará profundamente el carácter y el comportamiento de uno.
  9. Es tiempo de adquirir poder (ver l.ucas 5:17; 6: 19; 8:46), y de recibir energía, de acumular vigor del Espíritu Santo.
  10. Es tiempo de palpar lo celestial, de compañerismo con nuestro Padre.
  11. Es tiempo indispensable e irreemplazable en la vida de todo siervo de Dios.
Yo soy lo que Dios hace de mí, principalmente en mi tiempo a solas con él. Y no me doy cuenta de ello; lo ven los demás primero.

No puedo estar "dignamente preparado" para estar con la gente si no tuve primero tiempo suficiente para estar a solas con mi Dios, mi Padre, mi Señor, mi Rey.

Leamos: Marcos l:35; Lucas 4:42; 5:16; 6:12; 9:28; l l:1; 18: l; 21:37; 22:39-46; 23:46. 

Jesucristo, Señor y Salvador nuestro, es el Ejemplo supremo a imitar.

Veremos ahora más en detalle, el primer aspecto de nuestro tema:
 
El tiempo que paso a solas con DiosLeamos: Mateo 6:6 e Isaías 26:3, 4, 9,20

Hoy en Argentina parece imposible disponer de tiempo para estar a solas con Dios, por la atención de la familia, el trabajo o los trabajos, la tensión y ansiedad por los problemas económicos, las actividades particulares y generales en la obra del Señor. No es fácil apartar ese tiempo y continuar sin claudicar. Nos requerirá renunciamiento, negación, ordenar de acuerdo con prioridades nuestro tiempo, limitar nuestra dedicación a cosas lícitas, tales como celebraciones, paseos, esparcimientos, deportes, y aun el reposo.

¿Estamos dispuestos? ¿Consideramos nuestro encuentro con Dios y el compañerismo con él dignos de tal esfuerzo? Apartarnos para estar o solas con Dios, en medio del trajinar cotidiano, es entrar a un lugar de refugio y de paz. Mi necesidad me lleva a desearlo y buscarlo. Mi amor me mantiene en la dedicaci6n. Su amor hace deleitosos el diálogo y la comunión.

Allí, en mi lugar secreto, proclamo mi fe. Alabo, canto, me gozo.
Allí contemplo su majestad. Me asombro ante su amor, su misericordia, paciencia y gracia para conmigo.
Allí confieso mi pecar; me examino ante su luz, y humillo mi ser (desnudo mi alma, mi vida).
Allí lloro. Allí río. Allí abro mi ser a su luz y su mirada, y al obrar de su Espíritu. Y espero que haga algo en mí.
Allí callo, y en silencio espero.
Allí leo y medito su palabra.
Allí temo. Me asombro y conmuevo. Allí agradezco.
Allí converso y, sobre todo, escucho. Hay diálogo
Allí adoro postrado en tierra.
Luego salgo, preparado para estar más cerca de la gente. Sí, el tiempo devocional es tiempo formativo. Requiere tiempo y quietud.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

EL HOMBRE QUE DIOS BUSCA - Farias

             
Extractado del libro del mismo nombre de Evangevaldo Farías

   El otro día, revisando mis cosas, encontré un pequeño pedazo de papel donde, hace años atrás escribí:
“Cómo me avergüenza que aún no he encontrado en Dios todo mi    placer”.
   Al leer aquella frase sentí mucha más vergüenza. Recordé que cuando la había escrito estaba compungido y sinceramente deseoso de vivir para el completo agrado de mi Señor. Pero pasados tantos años,pestaba viviendo el mismo conflicto, la misma necesidad, y nuevamente no pude contener el llanto. Una vez más, delante de mi Fiel y misericordioso Sumo Sacerdote, derramé mi corazón en oración.  Él me llenó de esperanza. ¡Aleluya!
  Aun no habiendo en el mundo nada que sea realmente importante para mí, aunque no haya un hobby o pasatiempo preferido. Aunque no exista ninguna actividad que yo considere necesaria y sin la cual no pueda vivir, aun así, hay algo de mí que no encuentra placer en Dios. El problema no está en el mundo, ni en aquello que el mundo me pueda ofrecer: el problema está dentro de mí. Es mi propia carne la que se rehúsa vivir para Dios1. El problema soy yo mismo, miserable hombre, que pretende hacer de sí mismo el centro de su vida.
 ¿Qué llevaría al hombre a desear otra cosa más que la comunión con Dios? ¿Qué, en esta vida o en la venidera, podría ser preferible a la presencia de Dios? ¿Qué cosa es esta llamada carne, que consigue hacernos olvidar de cuán dulce es la comunión con el Señor, y nos lleva a buscar contentamiento y descanso en otro lugar o actividad, y no en la presencia de nuestro Dios bendito? ¿Qué poder terrible es este que hace que tengamos motivaciones íntimas que apuntan para nuestra alabanza y no para la gloria de Dios? ¿No fuimos creados para alabanza de su gloria? ¿Por qué, entonces, no vivimos solo para su gloria?
  ¿Cuándo hallará el Espíritu Santo el ambiente para convencernos de que la palabra en 1ª Corintios 10:31 no es retórica de Pablo, sino la voluntad de Dios
1: Rom. 8:6-7
para nosotros en cada detalle de nuestra vida? Así que “Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios”, es la voluntad explícita de Dios para nosotros. Con todo, ¿quién de nosotros vive esta excelencia? De las personas que conocemos, ¿cuántas viven así?
                  ¡Qué extraño es encontrar un corazón totalmente libre para ser sólo del Señor!
  Miro a Jesús y me lleno de esperanza, la fe se renueva en mi corazón. Percibo una vez más que somos la familia de Dios, somos su descendencia, nacimos de su Espíritu. Habita en nosotros el mismo Espíritu que habita en Cristo, tenemos su “ADN”1. Podemos ser como Él fue en esta Tierra2. ¡Aleluya! Mirándolo a Él puedo confiar que es posible ser así.
  En estos últimos días he estado lleno de esperanza respecto a que el Señor traerá tiempos de refrigerio para nuestra alma sedienta. Aún en medio de la“multiplicación de la iniquidad” y los “tiempos difíciles” que caracterizan a los últimos días, cuando “el amor de muchos se enfriará”, tengo la certeza de que el Señor se dará a conocer a su Pueblo de modo nuevo y revolucionario. Que su gloria, como nunca antes, será vista en la Iglesia. Su Amada Novia estará ataviada, preciosa para esperarle3.
  Dios convoca a los suyos a la santidad y a la comunión4.
  ¡Presentémonos! ¡Ofrezcámonos! Seamos contados entre aquellos con los cuales Él se mostrará fuerte. Seamos, cada uno de nosotros, de aquellos cuyo corazón es totalmente de Él. Él lo merece.
    “Para los santos que están en la tierra, y para los íntegros, es toda mi complacencia.” (Sal. 16:3)
¡Aleluya!







1: Juan 20:17; Heb. 12:11; 1 Cor.15:48-49; Ef. 5:1 / 2: 1 Juan 4:17 /                                           3: Tito 2:11-15; 2 Pedro 3:11-12 / 2 Cor. 7:1; 2 Tim. 3:12; Salmo 4:3; 65:4


lunes, 17 de septiembre de 2012

Verdadera conversión 2da. parte.


La Verdadera Conversión – Segunda Parte   

Meditación de Ivan Martin Baker, 30-5-1999

Entonces ahí comienza a ocurrir la verdadera conversión en mí: por primera vez entiendo que no es optativo llevar el yugo de Cristo, que quien no lo lleva no es de Él. Tampoco es optativo llevar  fruto porque si no fructifico soy cortado (Juan 15.2), ni es optativo andar en el Espíritusino que, por el contrario,  ésta es una prueba de que estoy en la ley “del Espíritu de vida en Cristo Jesús” (Romanos 8:2).

La nueva criatura no tiene una mente levemente cambiada en algunos aspectos sino toda una
nueva mentalidad, una completamente nueva manera de pensar. No un corazón ligeramente
cambiado sino un nuevo corazón en el que está determinada la voluntad de rendir todo a
Cristo,  de hacer lo que Él quiere, de caminar donde Él quiere que camine, de hacer lo que Él
quiere que haga. Y de aquí en adelante voy a tomar la palabra de Dios como base de mi vida en
remplazo de toda tradición que pueda tener. Voy a revisar el lugar en el que estoy, voy a revisar
la Palabra para ver si estoy en el lugar adecuado porque hay muchos lugares que no son
conducentes a una vida espiritual correcta.
Muchas congregaciones no han entendido esto. Son más las que no lo entienden que las que lo
entienden. La única conversión que encontramos en la Biblia es la total, la radical, pero hoy
quienes se convierten están faltos de ejemplos a imitar en quienes los rodean dentro de las
iglesias.

Debes buscar una casa de Dios que coincida con estos principios aunque debes comenzar por
actuar tú mismo conforme al evangelio verdadero.  ¿Cómo sabes si estás en una iglesia
conforme a la palabra? -Cuando los pastores y obreros de la congregación entienden estos
principios y viven conforme a ellos al punto de dar la vida por ellos. Entonces sí, tú estás en una
Iglesia de acuerdo a la palabra de Dios.
Debes aprender de los judíos de Berea los cuales escudriñaban las Escrituras todos los días para
saber si las cosas eran tal como Pablo decía (Hechos 17.11). ¿Qué descubrieron? Que Pablo les
enseñaba la verdad y que lo que ellos conocían hasta entonces debía ser remplazado por la
nueva luz. Por lo tanto, ¿qué determinación tomaron cuando fueron desafiados por el
evangelio? -Siguieron a Pablo, abandonando el judaísmo. Aprendieron, recibieron luz,
avanzaron, y tuvieron que salir del molde religioso que los aprisionaba. Si ellos se hubieran
quedado en el lugar en que estaban, ¿podrían haber cambiado sus vidas?
La palabra nos dice de ellos que “eran más nobles que los de Tesalónica, pues recibieron la
palabra ávidamente, escudriñando cada día las Escrituras para verificar” si Pablo y Silas
enseñaban la verdad. Y descubrieron que sus maestros eran falsos. Si bien no está escrito así,
podemos deducir  que la Palabra les abrió el corazón y los ojos. Y se dieron cuenta que estaban
mal, estaban equivocados y que lo que decía Pablo era la verdad y entonces, ¿qué hicieron? Lo
lógico: siguieron a Pablo.2
Ahora, ¿Les hubiera llamado Pablo “nobles” si se hubieran quedado solo en escudriñar las
escrituras? No. Los llamó nobles porque además pagaron el precio del cambio. No solamente
fueron nobles porque revisaron, sino porque asumieron la responsabilidad de vivir conforme a
la Palabra que ahora habían entendido. Y eso también es muy importante. Salvémonos de las
relaciones equivocadas, y asumamos además la responsabilidad que nos toca.
¡Oh, yo sé que suena terrible!
Suena terrible porque quizá nos hemos pasado la vida en el lugar que estamos y nuestros
parientes más cercanos están allí. Pero alguien tiene que salir a buscar socorro. Alguien tiene
que salir del “gueto” y encontrar la salvación. Y puede ser que sea incómodo al principio pero
después ese alguien será usado por Dios grandemente para dar orientación a muchos que están
confusos, aunque ese fruto vendrá con lágrimas y sinsabores, con laceraciones y privaciones,
con el deshonor de muchísimos que lo van a odiar.

Al final de cuentas, ¿no fueron siempre odiados los verdaderos cristianos? ¿Y tú piensas que vas
a ser menos odiado que otros que fueron también fieles? Cuando tú determinas ser fiel a Dios
vas a encontrar dificultades en tu entorno doméstico y tendrás que cambiar de amigos, porque
va a cambiar tu corazón, vas a asumir la responsabilidad de un mundo perdido,  y te
establecerás como una columna para Dios. Y como fruto de ello tú te salvarás y Dios te
honrará. Y si Dios honra,  ¿quién puede deshonrarte? ¡Dios te va a usar! Serás un instrumento
en sus manos para ayudar a salir a otros de la confusión reinante.  Y, aún más, Dios te va a dar
un ministerio que va a nacer de las lágrimas, que va a nacer del desprecio de tus mejores
amigos. Por experiencia propia, yo sé que vas a perder todos los amigos que hasta este
momento son tus amigos y te van a odiar, no te van a querer oír.

Eso me pasó a mí en el  Año 1965/66 yo perdí a todos los que eran mis amigos de infancia.
Perdí la Iglesia, perdí los Pastores, perdí todo y me caratularon de “hereje”, de “víbora”,
“destructor”, y todo rótulo diabólico que pudiesen encontrar. Sin embargo años más tarde,
muchos de ellos tuvieron que lamentarlo y tomaron el mismo camino que yo había tomado.
Pero para eso, para que llegue ese día, tenemos que pagar un alto precio, que si lo pensamos
bien no es muy alto porque Cristo nos consuela y está a nuestro lado y tenemos la gran
seguridad de su aprobación. Cuando tenemos la aprobación de Dios, ¿Qué es la descalificación
de los hombres sino solo una parte de las luchas que Dios dijo que íbamos a tener que sufrir?
¿Qué dice Jesús respecto de esto?

34 "No penséis que he venido para traer paz a la tierra. No he venido para
traer paz, sino espada.
35 Porque yo he venido para poner en disensión al
hombre contra su padre, a la hija contra su madre y a la nuera contra su suegra.
36 Y los enemigos de un hombre serán los de su propia casa.
37" El que ama a padre o a madre más que a mí no es digno de mí, y el que ama
a hijo o a hija más que a mí no es digno de mí.
38 El que no toma su cruz y sigue en 3
pos de mí no es digno de mí.
39 El que halla su vida la perderá, y el que pierde su
vida por mi causa la hallará. Mateo 10:34-39 (RVA)

Toma en cuenta estas palabras porque aún están vigentes y son parte de lo que tendrás que
soportar si quieres de verdad seguir a Cristo. Él te dice: “Te harán sufrir, es parte del bagaje que
tendrás que llevar cuando sigas en pos de mí”. Y si Cristo nos anticipa de esta forma lo que nos
va acontecer, ¿por qué vacilamos temerosos ante la posibilidad de que se cumplan sus
palabras? -Porque no es agradable, es algo muy duro de enfrentar, quizá sea una de las
laceraciones más grandes: que seres queridos, muy amados, se opongan a Cristo.

Y esto último es muy importante: no se oponen a mí sino a Cristo. Yo solamente lo sigo a Él,
hago lo que Él quiere. Ellos me cuestionan que yo los ubique a ellos en un segundo plano  y yo
les pregunto: “¿por qué no siguen a Cristo?” Ellos retrucan: “¿por qué no sigues en paz con
todos los que fueron tus amigos? ¿Qué vas a hacer? ¿Vas a despreciar a tu padre y a tu
madre?” No es que quiera despreciar a nadie sino que  solo quiero apreciar todo lo que Cristo
aprecia, amar todo lo que Cristo ama.  Cualquiera que sea amado del Señor será mi amigo. Pero
si mi esposa no ama a Cristo, nuestra amistad no será demasiado completa. Si mi esposo no
ama a Cristo, mi amistad con él será limitada y crecerá mi unidad con quienes sí le aman. Y de
allí en adelante todo se va a determinar en mi vida por el amor y la obediencia a Cristo.

Pero cuando hay lágrimas y enfrentamos oposición comenzamos a parecernos a Cristo porque
Él fue odiado por los que le rodeaban y por la religión de aquel tiempo. Cuando el Señor nos usa
para restaurar la verdad, somos odiados por la iglesia formal. Esto hay que aceptarlo poniendo
los ojos en el Autor y Consumador de la fe: En Jesús. El resto ya no nos corresponde. Solo Dios
sabe cómo arreglar la situación de la iglesia nominal que está tan mal trazada, tan llena de
errores, de desobediencia y de mundanalidad; tan llena de hombres que se han hecho
importantes e ilustres predicando medias verdades, confundiendo muchas vidas.

Como el caso del que se llamaba a sí mismo “pastor”, pero no quería predicar el Evangelio del
Reino que Cristo para no perder feligresía. Así es la religión popular. Así son los evangélicos y
católicos populistas. No podemos decir que estos grupos no tienen nada de verdad, pero
lamentablemente esa verdad se encuentra sumergida muchas veces en un mar engañoso. Es
muy difícil abrazar juntas a la mentira y la verdad; es muy difícil estar en una “isla”
denominacional y a la vez tener claridad doctrinal.

Hoy la consigna es encontrarnos en el centro de la voluntad de Dios con todos los que quieren
en verdad seguir a Cristo. Pero no vayamos a los que están tradicionalmente atados a viejas
costumbres contrarias a la palabra que aún no han soltado, sino vayamos a los que con limpio
corazón  se entregan a Cristo, tomando su vituperio, tomando su cruz, negándose a sí mismos,
dejando su vida a los pies de Cristo. Abrazados a Jesús. Amando a Jesús. Obedeciendo y
rindiendo sus vidas a aquel que todo lo puso por nosotros. Amén.

domingo, 16 de septiembre de 2012

Verdadera conversión 1ra. parte.


Verdadera Conversión, Primera Parte  
Meditación de Ivan M. Baker 30/5/99

Son las 5 y 53 de la madrugada, y es como si el Señor me inundara con pensamientos relacionados con las coyunturas en el cuerpo de Cristo. Quisiera usar el  lenguaje de un escribiente veloz. El Señor me respondió a mi inquietud, mi deseo, mi anhelo anoche cuando oraba para que Él me despertara con algunas ideas o conocimientos que pudieranconducirme a la comprensión de su voluntad en una cuestión tan importante como es eltema de las Coyunturas. Aquí necesitamos comprender a Dios, y dar los pasos que corresponden, sin equivocación. Es muy importante este tiempo, porque estamos
estableciendo los cimientos de la comprensión de lo que son las coyunturas.
Y esto es algo que nunca hemos hecho realmente bien. Yo tengo fe de que esta vez vamos
a comprender muchísimo más, va haber un progreso, un avance, quizás total, quizás
parcial, pero va haber un avance. Vamos a comprender más las coyunturas, vamos a
comprender más la responsabilidad de cada creyente en las coyunturas. Vamos a ver
formarse una Iglesia verdadera, vamos a ver funcionar cada miembro sabiamente guiado
por el Espíritu Santo. Un Pastorado, un Apostolado que realmente marque el rumbo de la
Iglesia. Si no hemos puesto en orden las coyunturas, ¿de qué sirve lo que estamos
predicando? ¿Qué valor tiene el ministerio del púlpito? ¿Qué valor tiene que ensayemos
uno, otro, y mil sermones sobre “Discipulado”, “Fidelidad”, o “Santidad”?. Hablamos
mucho de “Iglesia aquí”, “Iglesia allá” ¡Y no hemos puesto en orden los rudimentos más
simples!

Todavía los creyentes, digamos, no ejercen el discipulado, no están debidamente
adheridos a la Vid (Juan 15). Porque, ¿cómo se adhiere uno a la Vid? El Señor está en los
cielos y nosotros aquí, en la tierra. El Señor transmite su mensaje celestial a su Iglesia en la
tierra, que es terrenal, que cuenta con elementos terrenales bien tangibles, bien
terrenales como ser un hombre,  una mujer, un niño. Cuando decimos “hombre” o
“mujer”, hablamos de tremendos conflictos. Hay que partir de la base de que el hombre
natural nunca tuvo comunión con Dios, que no sabe lo que es caminar con El, que no sabe
lo que es la profecía, que no entiende el ejercicio de los dones, que no comprende la
Iglesia, y que no se ve a sí mismo como parte del cuerpo de Cristo.
Hablamos del “Cuerpo de Cristo” pero este es un misterio, algo ajeno a nuestra posibilidad
de entender. Y la predicación desde el púlpito sobre las coyunturas solamente enciende la
imaginación, el intelecto, sin que se llegue por este medio a la revelación, a la concreción,
a la materialización. Si bien alguien más intelectual podría expresarse mejor, ni este, ni el
menos intelectual alcanzan a entender por el mero intelecto. Esto es algo que hay que
asimilar  en el Espíritu,  algo que tiene que ver con la nueva criatura, con lo que escribe
Dios en la mente y en el corazón no con lo que nosotros podemos lograr a través de
reuniones, de pláticas, de enseñanzas doctrinales. 2
Hablar de coyunturas implica abordar el tema de la presencia de Dios en el hombre. Si
Dios no está en el hombre, ¿para qué nos molestamos? ¿Para qué hablamos de grandes
cosas espirituales si Dios no ha venido, si Dios no ha establecido su reino en nuestro
corazón?

La Verdadera Conversión
Por eso, primero hablamos de la conversión y la ilustración conocida del árbol que recibe
un  hachazo al tronco (ver lección de “Arrepentimiento” del cuadernillo “Puerta, Camino,
Meta”), bien cerca de la raíz y no un montón de golpes a las ramas.  Es cuestión de
cambiar de actitud y no algunos actos. ¡Eso es tremendo! Esta es una lección no mental
sino espiritual: tiene que haber una caída del árbol, debemos llegar a tener la convicción
de que Dios cortó el árbol anterior y nace uno nuevo, un brote celestial, que proviene del
cielo, de una simiente que se depositó en la tierra de mi vida dando luz un nuevo árbol.
Dejemos el árbol ahora y vayamos a la realidad. Somos humanos, tenemos un cuerpo
terrenal. Este cuerpo está dirigido por la voluntad del hombre pero repentinamente cae
en él una semilla que plantada por el Espíritu Santo y la inquietud comenzó. El hombre se
revisa a sí mismo y entra en conciencia de que es pecador, reconoce sus pecados porque
empieza a operar el Espíritu Santo, y oye la noticia de la salvación del Evangelio, y el
Espíritu de Dios comienza a obrar conforme a su voluntad, estableciendo en el corazón de
este hombre que no conocía a Dios, un elemento divino, inefable. No lo podemos explicar,
es un toque del Espíritu Santo en la mente del hombre que le conduce  finalmente a
inclinarse delante de Dios y decir “¡oh Dios, hágase tu voluntad en mi vida!” Allí empieza
“Metanoia” [en griego significa cambio de actitud y es la palabra original en el NT para
“arrepentimiento”], ahí comienza a rendir su voluntad a Dios, ahí es el lugar exacto donde
ocurre la conversión, entregándose a Dios íntegramente porque ha entendido el
Evangelio, entendió el valor de la sangre de Cristo, entendió la redención, que el Justo
murió por los injustos para llevarnos a Dios.
“El que no conoció pecado fue hecho pecado por nosotros para que nosotros
fuésemos hecho justicia de Dios en Él”
En esta revelación  comienza la luz de la nueva vida, la luz del nuevo día, la luz del
arrepentimiento, es decir, el gran  cambió de actitud. Antes la actitud era “yo soy dueño
de mí mismo, yo soy el señor de mi vida”, pero ahora la nueva actitud es “ya no soy más
yo señor sino Cristo es el Señor”.
Así que hemos tomado la ilustración del árbol para graficar este proceso: no es cuestión
de darle golpes a las ramas cambiando algunas costumbres; es cuestión de darle golpes al
fundamento de la vida que es la voluntad. Los actos son resultado de esa voluntad y
actitud. La actitud es el sentir del corazón, la fuente de la vida que está plantada en un
hombre. La actitud del hombre pecador es: “yo hago lo que se me da la gana, hago lo que
quiero”. La actitud de un discípulo de Cristo es: “haré lo que quiere el Señor”. Ese cambio 3
es la fuente de la nueva vida. Si tengo la voluntad de seguir a Cristo, seguiré a Cristo, pero
si tengo la voluntad de no seguir a Cristo, no lo haré.
La Mezcla
Alguno dice: “Me atrae el Evangelio y tengo la voluntad de ir a las reuniones y portarme
mejor”, pero esto no es suficiente, esto no es el Evangelio. El Evangelio es: “Ya no vivo yo
mas vive Cristo en mí”, “ya no hago mi voluntad sino la voluntad del Señor, cambié de
camino, cambié de Espíritu, cambió mi mente”. O manda Dios, o mando yo. La mezcla no
pasa la prueba. La mezcla no entiende. La mezcla termina por definirse en un sentido o en
otro. A veces se define contra la voluntad de Dios y otras veces va definiéndose cada vez
más hacia la rendición total de la vida al Señor porque ya no puede más pelear con Él, ya
no puede más luchar con la dualidad. Se da cuenta que hay uno que manda. Hay uno que
es Señor, que demanda el señorío de la vida y se rinde.
Pero muchos logran vivir en la dualidad por la pobreza de su vida espiritual, por estar
confundidos respecto a los principios de Dios, por su falta de oración y comunión con El.
Leen la Palabra, van a las reuniones, hablan del Señor infinitamente, (inclusive puede que
hablen todo el día de Él), pero adentro de su corazón hay piedras y espinos. No han
limpiado bien su almácigo y la tierra donde viven está contaminada. No nacieron bien. Hay
definiciones que tienen que darse todavía. El hacha no vino a la raíz; solo cortaron algunas
ramas pero no el tronco. Modificaron alguna conducta pero no calaron hondo en la
voluntad de la persona.
Practican algunos actos que indican cierta cercanía a Cristo, cierto conocimiento del Señor
y, posiblemente mucho conocimiento del Señor pero solo en cuanto al hacer. En cuanto al
ser, distan mucho de lo que es alguien entregado, alguien rendido, alguien que recibió el
hachazo en el tronco de su vida y se volteó el árbol de su voluntad. Todavía estos están
peleando en el nivel de la actitud, buscando un “equilibrio” entre la voluntad de Dios y la
propia. Viven en una dualidad. Hay piedras que impiden el nacimiento del gobierno de
Cristo, espinos que ahogan la semilla del Reino. Hay pensamientos carnales y hay
pensamientos espirituales que se mezclan. Que se desarrollan en un contexto
aparentemente cristiano, sin que haya verdadera conversión. En ellos persiste la duda:
finalmente, ¿vencerá el Espíritu Santo o vencerá la carne?

El árbol ha caído solo cuando la voluntad está totalmente entregada a Cristo, cuando el
único que gobierna esa vida es Cristo, cuando la única voluntad que se ejerce en esa vida
es la de Cristo, cuando el único motivo de esa vida es servir al Señor. El que vive así
entendió el llamado de Cristo. Ya no anda jugando al juego de cuánto puedo hacer por mi
cuenta sin que moleste mi vida espiritual; cuánto puedo hacer de mi voluntad sin que esto
signifique ser cortado del reino de Dios. No, esas discusiones no están más. Está todo
entregado. “Dame hijo mío tu corazón. Dame tu corazón, todo tu ser, toda tu voluntad,
toda tu fuerza, ríndete, por completo”. ¡No podría ser más claro el Señor!  “¿Quieres venir
en pos de mí?, niégate a ti mismo. Niégate a ti mismo, no te niegues a algunos actos. 4
Niégate a ti mismo, niégate a tu voluntad, niégate a tu tremenda sinuosidad de volver a
hacer lo que quieres y determinar en muchas ocasiones todos los días, todo lo que te
interesa a ti. Tus caprichos, tu forma de pensar, tu voluntad, tu carácter. Quiero que
tomes mi yugo, es decir, cambies de yugo, cambies de dirección, cambies de corazón,
cambies de mente. Cambia todo. Niégate. Toma tu cruz. ¿Y qué más? Pierde tu vida”.
¿No es ese el mensaje del Señor? Y aún nos dice más:  “el que ama a padre, madre,
mujer, hijos, hermanos, hermanas, más que a mí, no es digno de mí” y “el que no renuncia
a todo lo que posee no puede ser mi discípulo”. “Aún también su vida, sus intereses, sus
glorias, sus razones, su voluntad”. Está bien claro.
Y cuando Pablo dice que “lo he perdido todo, lo tengo todo por basura” está diciendo que
lo único grande que él ahora tiene es conocer a Cristo. Encontró un tesoro de gran precio
y fue y vendió todo lo que tenía para poder comprarlo (Mat 13.44); encontró una perla de
gran precio, fue y vendió todo lo que tenía para poder comprarla (Mat 13.45). No vendió
una parte, lo vendió todo. Si no vendemos todo, lo que queda siempre va a conspirar
contra la gloria divina y preciosa, incalculable, de la vida que Dios nos ofrece, el cambio
que Dios nos propone, de la nueva dirección que Él quiere que tomemos.

Hay que voltear el árbol desde el tronco, que es nuestra voluntad. Cuando esto está bien
hecho, la voluntad se entrega y ya no hay gloria propia sino la de Cristo, ya no hay
pensamientos propios para elaborar un plan propio que lo hace a su medida y su forma
sino que aceptamos sumisos rendirnos al Señor, que ahora vale más que todas las cosas
que tengamos. Ni nuestros hijos, ni nuestros padres, ni nuestras esposas pueden interferir
en el amor que le tenemos a Cristo. Y si cualquiera de ellos se levantara y afectara ese
amor, nos levantaríamos para condenar la situación aceptando la cruz de Cristo antes que
la holgura o la benevolencia de una situación mejor. Llegaríamos al punto del sacrificio
máximo en la tierra de perderlo todo, inclusive perder la esposa y los hijos. Porque
queremos a Jesús más que a nadie.
¿Qué puedo ganar yo sin los brazos del Señor? ¿Qué puedo poseer sin la voluntad de Dios,
sin que Él lo permita? ¿Qué parte tendría yo en el mundo que Dios ha preparado en la
gloria venidera, si he permitido que alguna cosa impida mi comunión con Cristo, si  he
permitido que un pariente, un amigo cercano, un hijo, una hija, una esposa, un marido, un
padre, una madre, interfiera mi comunión con la fuente de vida, con la razón de toda
existencia? ¡Hablamos de Dios, el Eterno, el dueño de todo y de todos! ¿No es irracional
rendirme a otro señor que no sea Él? ¿Con quién me voy a encontrar al final de mi
camino?- Con Él. Sigo preguntando: ¿voy a llegar al final de mi camino con grandes
riquezas espirituales o con mi propia voluntad interfiriendo constantemente en la obra
que el Señor quiere hacer en mí? ¿No es Él Dios? ¿No es Él el Señor? ¿No dice la Palabra
“Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, con toda tu mente, con toda tu fuerza”, no
dice así? 5
Recién ahí podemos empezar a amar al prójimo como a nosotros mismos, solo después de
amar a Dios, después de amarlo y obedecerlo. Después de la rendición natural de mi ser,
que fue hecho por Él y ahora es redimido por Él. Él no solamente es mi Hacedor sino mi
Redentor. ¡Qué tremendo pensamiento! ¿No tiene Él el derecho a decirme: “ámame a mí
más que a todo lo demás?”. ¿Quién me dio los hijos? ¿No fue Dios? ¿Quién constituye a
un padre, a una madre? ¿No es Él? ¿Quién hace al hombre habitar en familia? ¿No es
Dios?  Y si mi familia me negara o impidiera algún aspecto de mi comunión con Dios,
seguramente lo que les molesta es mi insistencia en ser tan fiel a Dios, en poner a Dios
sobre toda otra persona.
Un joven dice: “Mi papá se siente disminuido, puesto en un plano inferior porque yo
ahora ubico a Dios antes que a Él”. Bueno, esa es una disminución que tiene que
soportarse, porque hasta ahora su papá vivió mal y creyó que era el dueño de todo y
resulta que el dueño es el que hizo nacer a su hijo, el que le dio la vida y le dio los árboles
y las estrellas, no el terrenal. No puedo amar otra cosa por encima de lo que amo al
Hacedor de todo y  Redentor. Y no es solamente el Hacedor, no es solamente el Dios
omnisciente, omnipresente y omnipotente sino que además es quien se dio en sacrificio
por mis pecados. Es el Dios lacerado, es el Dios golpeado en la cruz, que hizo la redención
a costas de entregar su vida por mí. ¡Por mí! Su sangre por mí. Su amor por mí. Su
quebrantamiento por mí. Su angustia por mí. No es solamente mi Dios Creador, es mi Dios
infinitamente mayor aún: Redentor, sacrificio por mis pecados. Ese Dios es el que vino a
mi lado, llegó donde yo estaba. Nadie llegó tan cerca de mí, vio mi maldad, vio mi
perdición, tuvo misericordia, decidió hacer el máximo sacrificio al cargar Él con mis
pecados, con todo lo que era mi culpa, y hacerse culpable, víctima, cordero, para morir
por mí.

¿Puedo tener más afecto por alguien que por Él? ¿Puedo recibir esta redención tan
grande, tan costosa para Dios, y que aún asigne a alguna cosa en la tierra más valor que a
Él? Mi padre terrenal es una relación temporal, mi madre es una relación temporal, mi
hijo es una relación temporal, ¡pero mi relación con Él es eterna! Como ser humano que
debe enfrentar la eternidad tengo que entender mi culpa, la realidad de mis pecados, y
que ahora, por la gracia de Dios, el Espíritu Santo me comunica que alguien murió por mí y
que alguien pagó el precio que a mí me tocaba pagar: la muerte. Y yo quiero retribuir,
hacer valer esa muerte, ese precio pagado, y para esto Dios me pide una sola cosa: que
sea Él el sumun, la totalidad de todo cuanto yo quiero, la máxima aspiración de mi vida, la
única razón de mi caminar, la única razón de mi andar, de mi ir y venir.
Él pide que yo sea esclavo de Cristo. Así como fui esclavo del pecado ahora soy esclavo de
la Justicia; así como me dominó hasta ahora el mundo y su engaño, ahora el que me
quiere dominar es la Verdad, el Camino Verdadero. La Verdad cierta y verdadera, sin
confusión, sin engaño; y el Amor Verdadero quiere penetrar en mí, quiere transformarme,
de una criatura perdida en una criatura salvada. De una criatura que caminaba hacia la
perdición a una criatura que camina hacia la gloria. Me quiere transformar de un perdido
en un salvado. De uno que pierde todo y es condenado a la perdición, a uno que es salvo, 6
que es libre y es enriquecido con toda riqueza espiritual en los lugares celestiales en
Cristo.
¿Qué condiciones pone Dios para que yo reciba toda esta bendición? -Que me rinda a Él,
que tome mi cruz, que muera a mi vida, que muera a mis pensamientos, que muera a mi
forma de vivir, que muera a mis apetitos, a mis planes, a mis propósitos propios, que
muera a mi riqueza terrenal, que muera a mi dote terrenal, que muera a todo afecto a
este mundo. Ahora todas mis devociones cambiarán porque voy a tener una vida nueva,
un corazón nuevo, una mente nueva (“Metanoia”). La actitud frente a cada suceso que
enfrente de ahora en más será otra. No solamente los actos, porque entregaré mi
corazón, mi voluntad. Todo mi ser estará absorbido, estará entregado, estará dominado
por mi Señor, mi Rey, mi Salvador. El Dios, no solamente Creador, sino Redentor. Él será el
dueño de mis afectos, de mi vida. Él va a ser mi razón de vivir. Él va a ser mi amor
principal. Él va a ser mi amo, mi dueño. Me rendiré a Él.
Aceptaré sus condiciones,  y, sus condiciones son absolutas: “Haced morir lo terrenal en
vosotros” (Col 3.5), “Puesto que tenemos tales promesas limpiémonos de toda
contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios”
(2Cor 7.1). ¿Hasta dónde? Hasta el Máximo, total. ¿Hasta dónde me modifica? -
Completamente. “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es, las cosas viejas
pasaron he aquí todas son hechas nuevas (2Cor 5.17)”. Ya no soy carne sino espíritu. No
soy una mezcla entre espíritu y carne, (esta es la mezcla evangélica, la mezcla cristiana
común: un poco de Espíritu Santo y mucho de la carne, la carne y el Espíritu mezclados).
¡NO! Dice Jesús: “lo que nació de la carne, carne es, lo que es nacido del Espíritu, Espíritu
es” (Juan 3:6).

¿Qué dice Pablo en Romanos Capítulo 8?: “Ahora pues ninguna condenación hay para los
que están en Cristo Jesús”. No los que tienen un poco de Cristo Jesús sino los que están en
Cristo Jesús, inmersos en Él. Perdieron todo para meterse en Él. “Los que no andan
conforme a la carne sino conforme al Espíritu”. ¿Qué es “no andar conforme a la carne”? -
Que hemos sido cambiados totalmente, esencialmente. Nuestra mente cambió, nuestro
corazón cambió, se cumplió lo que dice el Señor: “Escribiré mis Leyes en sus mentes y
corazones” (Jer 31.33). “Os daré corazón nuevo y pondré Espíritu nuevo dentro de vosotros
y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne y pondré mi
Espíritu dentro de vosotros, y haré que andéis en mis estatutos,  guardéis mis preceptos y
los pongáis por obra” (Eze 36.26-27)
¿Tenemos conciencia de la profundidad de estas palabras? Ellas hablan de un cambio
absoluto, una entrega absoluta. Es una muerte y una resurrección. Morimos a nuestra
vida presente, a nuestros efectos propios, a nuestras glorias personales, a nuestra forma
de pensar, al derecho de gobernar nuestra vida y, entregamos el gobierno a Cristo, que es
el Señor. Nosotros, esclavos de Cristo, Él el Señor.7

El que dice poseer un poco del 
Espíritu de Cristo pero es 
gobernado por la carne, no 
tiene nada del Espíritu de Cristo.

En nada nos interesa nuestra voluntad cuando seguimos la de Él. Esto es “Metanoia”, el
verdadero y único arrepentimiento aceptable ante Dios. Es darle el golpe, no a la rama,
sino al árbol. “Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del
pecado y de la muerte” (Rom 8:2)  ¡Soy libre del pecado y de la muerte! No estoy más
obligado al pecado, ni a una mezcla tibia con él. La ley del pecado y de la muerte
desapareció. He sido librado de ello. Ya no pecamos. Ya no andamos en nuestra propia
voluntad. Ya hemos comprendido quien es nuestro Señor y nos rendimos a Él para que Él
sea Señor en todo.
“Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne, pero los que son del
Espíritu en las cosas del Espíritu” (Rom 8.5). ¿Nos damos cuenta de que Pablo nos da dos
alternativas opuestas sin variantes intermedias: carne o Espíritu Es una simulación, es un
mero deseo, una mera intención, pero no una
realidad. No hay cambio de corazón. Cuando
tocamos a quienes viven en la mezcla saltan,
gritan, pecan, se violentan, porque adentro está
el “yo” gobernando la vida. “Sí, sí, yo no quiero
perder el reino de Dios”, dicen. ¿Quién lo
quiere perder? “…pero que no me cueste nada”
piensan sin decirlo. ¡No!, ¡Estás errado! ¡Te va a
costar todo! Tendrás que deponer tu actitud.
Vas a tener que deponer tus propios intereses.
Vas a tener que cambiar los ideales de tu vida. Vas a tener que pensar en cambiar tus
modos de pensar y de actuar, total, íntegramente. “Porque el ocuparse de la carne es
muerte pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz” (V.6)
¡Cuántos creyentes cantan el himno el domingo pero se ocupan solo de la carne el resto
de la semana! ¡Cuántos creyentes alaban a Dios y despliegan una gran virtud solo el
domingo! Pero ellos no quieren que alguien les pregunte cómo están, no quieren una
coyuntura. No quieren someterse a alguien que los ve, que los mira. ¡Nadie es
suficientemente santo para estar al lado de ellos! Ellos adoran a Dios como ellos sienten
sin que nadie les “moleste”. Pero, ¿qué hacen durante la semana? -Su voluntad.
Desprecian, aman solo lo que ellos quieren amar. Tienen su modo teológico de explicar
por qué no aman ciertas cosas que debieran amar, y tienen gran argumentación interior
para sustentar como viven, pero no han experimentado la realidad de la muerte en Cristo;
la muerte a su propia voluntad, para aceptar la voluntad de Cristo. No han tomado el yugo
de Cristo. No han entrado por la puerta angosta, sino que han intentado ensancharla un
poco para hacer a su modo más fácil las cosas. ¡No! ¡La puerta es angostísima! ¡Nunca
Dios la ensanchó, ni permite que nadie lo haga!

En la palabra siempre encontramos lo mismo. “Niégate. Toma tu cruz y sígueme”. Siempre
igual. “Porque los designios de la carne son enemistad contra Dios, porque no se sujetan a
la ley de Dios ni tampoco pueden”. Es decir que, si yo vivo en la mezcla, esa mezcla
contraría a Dios, entristece al Espíritu Santo. Apaga el poder del Espíritu. No puede Dios 8
actuar en mi vida. La rica savia de la vid no está fluyendo. ¿Y qué va a pasar? Estoy en el
valle de decisión mientras  la misericordia de Dios está obrando todavía. ¿Qué está
haciendo Dios? -Queriendo convencerme de que estoy mal. Queriendo entristecerme por
mis errores. Queriendo mostrarme con su benevolencia y amor que ese no es el camino.
Que entendí bien una parte, pero no el todo. Tengo que entender que los designios de la
carne son enemistad contra Dios, porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco
pueden. Es decir, es una situación imposible que yo guarde en mi corazón ciertos planes
propios, míos, ciertos puntos de gloria que quiero alcanzar, míos, personales y a la vez
agradar a Dios. Puede que conserve mis grandes temores y mis grandes pasiones, y me
diga a mi mismo: “Yo voy a cuidar mi vida, no quiero ser una persona arrastrada por algún
otro. Yo quiero cuidarme bien, que nadie me diga lo que debo hacer”. Esta inteligencia es
carnal, es animal, diabólica.

¿Quién te va a cuidar mejor que Jesús? ¿Quién tiene mejor plan para tu vida que Él?
Acaso, ¿consideras un riesgo el depositar tu vida en las manos de Cristo? ¡No! El riesgo lo
corres ahora, mientras no entregas tu vida en las manos del Señor, porque esa pasión
carnal que hay en ti, quiere destruir todo lo que Dios ha hecho en tu vida. “Y los que viven
según la carne no pueden agradar a Dios, mas vosotros…”, dice Pablo: “…no vivís según la
carne sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros, y si alguno no
tiene el Espíritu de Cristo, el tal no es de Él”. ¡Ay de los que no tienen a Dios y pretenden,
simulan tenerlo! Estos son meramente incrédulos.  ¡Ay de los que tienen la idea de que
tienen a Dios y no lo tienen! ¡Éstos sí que están mal!

Tal confusión es lo peor que nos puede pasar tanto en esta vida como en la por venir,
porque la peor sorpresa que podemos recibir es que el Señor no nos reconozca en el día
final. “Pero Señor si yo he cantado, he predicado, si yo he hecho milagros, si yo he estado
en tu casa toda la vida, nací con padres creyentes ¿cómo dices que no me conoces?”. El tal
no entendió la redención, no comprendió las bases de la salvación, no entendió el llamado
hecho por Cristo, no entendió el Evangelio. Creyó que el Señor exageraba o tomó en poco
las advertencias y condiciones que el Señor puso. ¡No! Su ley, sus mandamientos, sus
condiciones son claras y Él va a juzgarnos conforme a ellas. Sus palabras, siempre claras y
fáciles de entender, serán las que nos permitan entrar o ser excluidos  de la vida eterna.
Debemos ir a la Palabra y enfrentarla con ojos abiertos y corazón atento. Porque, como
dijimos, de acuerdo a ella vamos a ser juzgados en el día postrero. Si yo no vencí la carne,
sino que viví una mezcla de carne y espíritu; si mi círculo es el del “religioso”, en el que
nunca el Señor ha sido el Rey absoluto; si en el centro de mi vida todavía está mi corazón,
todavía reino yo, todavía hago mi voluntad, es que aún vivo la mezcla del religioso, del que
vive engañado. Pretendo tener a Cristo en alguna parte de mi vida porque lo “invité a
algún día a mi corazón”, pero le ofrecí en él una pequeña silla incómoda, no el trono de mi
vida, en el cual sigo yo sentado cómodamente. Le ofrecí entrar en un pequeño cuarto al
que esporádicamente lo voy a ver. Lo metí en un lugar conveniente a mi control desde
dónde Él no pueda ejercer dominio, sino por el contrario,  donde yo creo que lo puedo 9

No se modificó en el corazón la 
posición del “yo”, sino que el “yo” pensó que podía 
incorporar a Cristo como lacayo para 
verle de vez en cuando, pero Jesucristo nunca 
permitirá ser gobernado por nosotros.
manejar a Él, porque no he tenido la fe y la confianza de dar 
un hachazo final a mi reinado 
abandonando todo a sus pies.

Así es la dualidad, un poco de Cristo y un poco de ti. Dos comandos en un mismo corazón.
Deberás escoger tu reinado o el de Cristo, porque la dualidad te condena. “Los que son
guiados por el Espíritu de Dios los tales son hijos de Dios”. Aquí no hay dualidad, no hay
doble gobierno. Si tú sigues un poco tu voluntad y otro poco la de Cristo, yendo un poco
detrás de tus preferencias para luego, por un poco de tiempo, volver a obedecer al Señor,
evidentemente Cristo no gobierna en tu vida, porque sigues siendo tú quien decide
cuando gobierna quien.
Si es así en tu vida, ¿quién manda en realidad en tu corazón? -Mandas tú. ¿Por qué no lo
dices abiertamente? Para que Jesús mande en tu vida tiene que haber una rendición
completa, tiene que haber “Metanoia”, tienes que renunciar de manera absoluta a tu voluntad. Debes tener un cambio de actitud, no de actos externos solamente, porque ¿de qué sirve hacer de una manera cuando los deseos de nuestro corazón son otros? Un cambio de actitud verdadero es el que cambia los
deseos de nuestro corazón y por lo tanto los actos que siguen están en plena armonía con ellos.  Los actos son relativos pero la actitud es una determinación básica, fundamental, que solo
puede ocurrir en un nuevo corazón.
Entonces, o bien tenemos un corazón para pecar, para agradar al mundo, o un corazón para Dios. No nos engañemos con las medias tintas, con las mezclas, porque Dios no las acepta. Si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Él. Si alguno no es dominado por la presencia del Señor, si alguno no entregó todo a Cristo, si alguno reservó buena parte de su vida para definirla por su cuenta, no tiene a Cristo gobernando en su vida. Si Cristo no es el único a quien apelamos, si Cristo no es la única fuerza
en nosotros, si El no es nuestra única fuente de vida, la única razón de ser, sino uno más de los “medios señores” a quien recurrimos alternativamente, insisto, nos engañamos a nosotros mismos creyendo que somos de Él, pero no lo somos.
Dios sabe cuántas veces nosotros tomamos decisiones en base a nuestra propia voluntad.
Los grandes líos de nuestra vida, los grandes momentos de dificultad, la dificultad que
tienen otros para tratar con nosotros, la falta de dar imagen de una sierva y de un siervo
de Cristo hacen evidente que en nosotros hay mezcla y la mezcla es peligrosísima. La
mezcla indica que todavía Jesús no es Señor. La mezcla indica que todavía no han
terminado de darse las condiciones de salvación. La mezcla indica que todavía estamos
como bebés y no se puede seguir siempre como bebé. 10
Lee Hebreos 5:11-14 y verás que no se puede vivir en un estado permanente de
inmadurez. Lee los versículos que siguen (Heb 6:1-8) y te darás cuenta que es necesario
que los bebés vayan adelante, a la perfección, y si no lo hacen serán cortados. Hermanos,
¡cuán común es la situación que Cristo nos retrató en la parábola del sembrador! (Mat
13:3-9, 18-23). Cuántos hay que han tenido comunión con Dios, han sido partícipes del
Espíritu Santo, han visto y han sentido los poderes del siglo venidero, han estado cerca de
la vida y del reino de Dios, se han sentado horas enteras para escuchar la Palabra de Dios,
pero finalmente no pudieron triunfar porque había piedras, había espinas. Había una
voluntad mezclada, no una verdadera conversión. No ocurrió “Metanoia”. No se volteó el
árbol.

Quien vive así no corre los riesgos de un discípulo de Cristo, ni tiene la pasión de uno que
está encendido por el Espíritu Santo. Los que viven la mezcla no tienen la voluntad para
sufrir el oprobio, el despojo de sus bienes, y, en fin, sufrir todo lo que se debe sufrir para
ser un verdadero discípulo de Cristo. Se acostumbran a una vida blanda, acomodada a su
gusto. A una vida un poco carnal y otro poco espiritual, algo que es en sí una absoluta
contradicción y un imposible, porque al fin Dios va a determinar que los tales han luchado
contra su Espíritu y han insistido tanto en esta mezcla que Él mismo los corta de la vid.

Volviendo al pasaje en Hebreos. Vamos adelante, a la perfección, y esto haremos si Dios lo
permite, porque algunos han excedido la medida de la gracia de Dios. Han jugado tanto
con la gracia, han dicho tantas veces que sí cuando era en realidad un “no” o “ni”, que
Dios retiró su gracia y ya no hay más esperanza sino una horrenda expectativa de juicio. Si
lo que digo te parece extremo, lee Hebreos capítulo 10, versículo 26 y lo que sigue. Si
tienes ánimo, si tienes fuerza, léelo.
Hay solo dos reinos, hay solo dos opciones. O estamos en el reino de las tinieblas o hemos
sido trasladados al Reino del Amado Hijo (Col 1.13). La verdadera conversión implica un
traslado, un salir de un espíritu y entrar en el otro, un salir del reino o imperio de las
tinieblas y ser trasladado al reino del Amado Hijo. Si estoy en el Reino de Jesucristo, Él solo
es mi Rey, a Él solo obedezco, y he desechado por completo la autoridad de mi “yo” y
puedo decir con Pablo:
 “Con Cristo estoy juntamente crucificado y ya no vivo yo más vive 
Cristo en mí, y lo que ahora vivo en la carne lo vivo en la fe del Hijo de Dios el cual me amó 
y se entregó a sí mismo por mi” (Gal 2.20).
Amén.

viernes, 14 de septiembre de 2012

La vieja y la nueva cruz.

LA PALABRA DE LA  CRUZ ES LOCURA PARA LOS
 QUE SE PIERDEN

“Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios.”
                                                                                1 Corintios 1:18
  

Sin hacerse anunciar y casi desapercibida, una  nueva cruz se introdujo en los círculos
religiosos de los tiempos modernos. Se parece a la  antigua cruz, pero es diferente; las
semejanzas son superficiales, las diferencias, fundamentales.
   Una nueva filosofía  brotó de esta nueva cruz con respecto a la vida cristiana, y de esta
filosofía surgió una nueva técnica religiosa, un nuevo tipo de reunión y una nueva forma de
predicación. Este nuevo evangelismo emplea el mismo lenguaje que el antiguo, pero su
contenido no es el mismo y su énfasis difiere del anterior.
    La vieja cruz no hacía alianza con el mundo. Para la carne orgullosa de Adán, ella
significaba el fin de la jornada, ejecutando la sentencia impuesta por la ley del Sinaí. La
nueva cruz no se opone a la raza humana, por el contrario, es su amiga íntima y, si lo
comprendemos bien, la considera una fuente de diversión y gozo inocente. Esta cruz deja a
Adán vivir sin ninguna interferencia. Las motivaciones de la vida no se modifican, se sigue
viviendo para el placer, sólo que ahora se deleita en entonar coros, asistir a películas
religiosas, en lugar de cantar canciones obscenas y tomar bebidas fuertes. El énfasis
continúa siendo el placer, aunque la diversión se sitúa ahora en un plano moral más
elevado, aunque no lo sea intelectualmente.
   La nueva cruz define un énfasis nuevo y completamente diferente en la evangelización. El
que evangeliza no exige la renuncia a la vieja vida para que la nueva pueda ser recibida. No
predica contrastes, sino semejanzas. Busca la llave para lograr el interés del público,
mostrando que el cristianismo no hace exigencias desagradables, por el contrario, ofrece las
mismas cosas que el mundo, solo que en un plano superior. Lo que quiere es demostrar que
lo que el mundo pecador está idealizando en el momento es exactamente lo que el
evangelio ofrece, aunque el producto religioso es mejor.
  La nueva cruz no mata al pecador, sólo le da una nueva dirección. Ella lo hace comenzar un
modo de vida más limpio y agradable, pero resguardando su respeto propio. Al arrogante le
dice: “Ven y muestra tu arrogancia a favor de Cristo”; le declara al egoísta: “Ven y
vanaglóriate en el Señor”. Al que busca emociones, lo llama: “Ven y goza de las emociones
de la hermandad cristiana”. El mensaje de Cristo es manipulado en la dirección de la moda
corriente, para volverlo aceptable a la gente.
 
    La filosofía por detrás de esto puede ser sincera, pero su sinceridad no impide que sea
falsa. Es falsa por ser ciega, interpretando erradamente todo el significado de la cruz.
  
    La vieja cruz es un símbolo de muerte. Representa el fin repentino y violento del ser
humano. En la época del Imperio Romano, el hombre que tomaba su cruz y seguía por el
camino, se había despedido de sus amigos. Ya no volvería más, estaba yendo a su fin. La
cruz no hacía acuerdos, no modificaba ni  libraba de nada; ella acababa con el hombre de
una vez por todas. No intentaba mantener buenos términos con su víctima. La golpeaba
cruel y duramente y cuando terminaba su trabajo el hombre ya no existía.
  
 La raza  de Adán está bajo sentencia de muerte. No existe conmutación de penas ni
posibilidad de fuga. Dios no puede aprobar cualquiera de los frutos del pecado, aunque
estos sean inocentes y bellos a los ojos humanos. Dios rescata al individuo liquidándolo y
luego resucitándolo a una nueva vida.
 
  El evangelismo que traza paralelos amigables entre los caminos de Dios y los del hombre,
es falso en relación a la Biblia y cruel para el alma de sus oyentes. La fe manifestada por
Cristo no tiene un paralelo humano, ella divide al mundo. Al acercarnos a Cristo no
elevamos nuestra vida hacia un plano más alto, la dejamos en la cruz. La semilla de trigo
debe caer en el suelo y morir.
 
  Nosotros, los que predicamos el evangelio, no debemos creer que somos agentes de
relaciones públicas, con el fin de establecer “la buena voluntad” entre Cristo y el mundo. No
debemos imaginar que fuimos comisionados para que Cristo se vuelva aceptable a los
hombres de negocios, a los empresarios, al mundo del deporte y a la educación moderna.
No somos diplomáticos, sino profetas, y nuestro mensaje no propone un acuerdo, es un
ultimátum.
   Dios ofrece vida, pero no se trata de un perfeccionamiento de la vida antigua. La vida que
Él ofrece nace de la muerte. Permanece siempre del otro lado de la cruz. Quien quiera
poseerla deberá pasar por el castigo. Es preciso que se repudie a sí mismo y así coincida con
la justa sentencia de Dios contra él. ¿Qué significa esto para el individuo,  el hombre
condenado que quiere encontrar vida en Cristo Jesús? ¿Cómo puede esta teología ser
traducida en términos de vida? Es muy simple. Él debe arrepentirse y creer. Debe dejar atrás
sus pecados y debe olvidarse de sí mismo. No debe encubrir nada, defender nada, ni
perdonarse nada. No debe tratar de hacer acuerdos con Dios, sino inclinar la cabeza delante
del golpe del severo desagrado de Dios y reconocer que merece la muerte. Hecho esto,
debe contemplar, con sincera confianza, al Salvador resucitado, y recibir de Él vida, nuevo
nacimiento, purificación y poder. La cruz que terminó la vida terrenal de Jesús pone ahora
fin a la vida del pecador; y el poder que levantó a Cristo de entre los muertos ahora lo
levanta a una nueva vida con Cristo.
  
Para quien desee hacer objeciones a este concepto, o considerarlo sólo como un aspecto
particular y  estrecho de la verdad, quiero afirmar que Dios colocó su sello de aprobación
sobre este mensaje desde los días de Pablo hasta hoy. Lo que fue declarado, tal vez no en
estas exactas palabras, fue el contenido de toda predicación que trajo vida y poder al
mundo a través de los siglos. Los místicos, los reformadores, los renovadores, pusieron ahí
su énfasis. Y señales, y prodigios y poderosas operaciones del Espíritu Santo dieron
testimonio de la operación divina.
  
 ¿Osaremos nosotros, los herederos de tal legado de poder, manipular la verdad?
¿Osaremos nosotros, con nuestros gruesos lápices, apagar las líneas del diseño o alterar el
patrón que nos fue mostrado en el Monte? ¡Que Dios no lo permita! Vayamos, prediquemos
la antigua cruz y conoceremos el antiguo poder.