viernes, 14 de febrero de 2014

“Involución del Cristianismo” - G. Kleinerman



Luc 6:20 Y alzando los ojos hacia sus discípulos, decía: Bienaventurados vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.
Luc 6:21 Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque seréis saciados. Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis.
Luc 6:22 Bienaventurados seréis cuando los hombres os aborrezcan, y cuando os aparten de sí, y os vituperen, y desechen vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del Hombre.
Luc 6:23 Gozaos en aquel día, y alegraos, porque he aquí vuestro galardón es grande en los cielos; porque así hacían sus padres con los profetas.
Luc 6:24 Mas ¡ay de vosotros, ricos! porque ya tenéis vuestro consuelo.
Luc 6:25 ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados! porque tendréis hambre. ¡Ay de vosotros, los que ahora reís! porque lamentaréis y lloraréis.
Luc 6:26 ¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de vosotros! porque así hacían sus padres con los falsos profetas.

NOTA: Al mirar este texto de las Escrituras y al cotejarlo con otros pasajes paralelos y/o relacionados debemos concluir que:
  • La expresión “los pobres” se relaciona con los “pobres de espíritu” de (Mt 5.3). Los que “tienen hambre” se relaciona con los que “tienen hambre y sed de justicia” de (Mt 5.6), etc.
Jesús habla aquí, de una actitud de corazón frente a Dios.

  • Así mismo, debemos entender que la actitud de nuestro corazón debe manifestarse en nuestro estilo de vida y que la vida “sencilla y humilde” fue característica dominante en la vida del Maestro y de la vida de sus discípulos.
Jesús destaca aquí la vida sencilla y sacrificada
.
(El pasaje se refiere a ambos aspectos)

Este pasaje contrasta la sencillez tanto de corazón como de estilo de vida, con un estilo de vida basado en la felicidad y seguridad de la abundancia y autoconfianza.
Ante estos versículos me surge una pregunta:
¿Qué nos sucede cuando leemos este pasaje? Este pasaje ¿nos confronta o nos alienta?
A la mayoría de nosotros, seguramente nos confronta.
Sin embargo debemos comprender que para el Cristianismo primitivo esta era una palabra de aliento más que de confrontación.

¿Por qué la diferencia entre “ellos” y “nosotros”?
Esto sucede porque las cosas han cambiado de aquellos días a estos días. El cristianismo ha ido sufriendo cambios. El cristianismo ha mudado la manera en que entiende “la carrera cristiana”.
La vida cristiana totalmente comprometida, entregada y fortalecida en una esperanza viva guardada en los cielos, fue cambiada por un cristianismo religioso, aguado con una esperanza débil y terrenal.

Hoy el cristianismo es ofrecido y es aceptado como un estilo de vida que nos permite lograr aquí en la tierra nuestros sueños, para luego, ser llevados al cielo, a la eterna felicidad.

Hubo un cambio de paradigma en cuanto a “que es ser un cristiano” y debemos decir que este cambio, no fue un paso positivo sino negativo. Este cambio no llevo a la Iglesia al centro de la voluntad de Dios sino que lo arrastró afuera de ella.
Este cambio ha sido negativo, es una “involución en el cristianismo” y no un avance.

Hoy, ser cristiano es entendido por los mismos “cristianos”, como un estado de privilegio, donde las puertas del cielo se nos abren y el favor de Dios, está de nuestro lado para que alcancemos la “felicidad”.
La vida de renuncia, que caracterizó a la primera Iglesia ya no es característica de la Iglesia actual ¿Por qué? ¿Qué pasó?
Arrancaremos de estas palabras dichas por Jesús en (Lucas cap.6) para meditar acerca de este proceso involutivo que sufrió el cristianismo.

Este pasaje de Lucas es muy importante. Son las bienaventuranzas. Describe quienes son los que gozan el favor de Dios, describe quienes son los “bienaventurados”.

Sin embargo, en nuestros días, este, nos es un pasaje chocante, pues Jesús llama “Bienaventurados” a aquellos que le siguen y tienen como característica, ser “pobres”, “tener hambre”, “llorar”, “ser aborrecidos”.
Jesús enseña que los que están bajo estas cualidades son “Bienaventurados” ¿Cómo puede ser? Nada más contrario a lo que nosotros pensamos. Nunca ser pobre, estar padeciendo hambre, estar tristes y ser aborrecidos puede ser visto como una buena posición. Mucho menos pensar que eso es “gozar del favor de Dios”.

Lo que a nosotros nos parece “bueno” es la seguridad económica, la riqueza. “Bueno” es estar saciados, cumplir lo que deseamos. “Bueno” es ser felices, reír y “bueno” es que los demás hablen bien de nosotros.
Sin embargo Jesús proclama “ayes” sobre estas cosas

¿Cómo puede ser?
Debemos comprender que el verdadero cristianismo hace un fuerte contraste entre el presente del hombre y el futuro venidero. En las Escrituras hay “un menosprecio por la vida en este mundo” y un llamado a “hacer tesoros en los cielos”.
Por eso este pasaje habla del presente –diciendo “ahora” reiteradamente- contrastándolo con el tiempo por venir.

Siempre, el Evangelio nos invita a tener en cuenta esto y nos llama a aceptar que “en el mundo tendremos aflicción”, que en el presente, el camino que debemos transitar es “angosto” (solo hay lugar para la voluntad de Dios), pero que tenemos una ESPERANZA GLORIOSA para cuando “Cristo nuestra vida se manifieste”.
El Evangelio nos llama a poner nuestros ojos en la vida eterna, a poner nuestros ojos en padecer con Cristo para “reinar con El”, en morir a nosotros para poder “ganar nuestra vida”.

El mensaje de las Escrituras nos llama a poner la mira en las cosas de arriba
y no en las de la tierra.

Jesús está enfatizando esto – en este pasaje de (Lc. 6)- y sus discípulos lo aceptaban y los cristianos de los primeros siglos aceptaban también que “estas eran las reglas del juego”.

Pero ¿Qué paso que hoy esto ya no es tan así? ¿Qué paso que un pasaje como este, hoy nos choca tanto y se nos hace tan difícil de aceptar?

En la actualidad es muy común ver a los hombres afanados por el futuro y velando por “el mañana aquí en la tierra, por sus metas aquí en la tierra” (muchísimas veces descuidando la prioridad de nuestra “búsqueda del Reino de Dios”).
Somos entrenados desde pequeños a pensar en nuestro futuro.
La tendencia natural es a prever y proveer para el futuro. Ej.: “estudiar para cuando sea grande, ahorrar para cuando me case, velar para cuando tenga hijos, proveer para cuando sea anciano o esté enfermo, etc.”. “Hacer esto cueste lo que cueste, dando lo mejor de mí”.

Las Escrituras no nos guían a esto.
Si hay un énfasis en las Escrituras, es el llamado a velar para cuando Jesús vuelva. El quiere que “nos preocupemos por el futuro”, sí, que “nos preocupemos por nuestra eternidad y por la de los demás”.

La Biblia nos insta a cuidarnos para que cuando venga Jesús, nos halle velando, nos halle viviendo como es digno de El.
Este es el énfasis de la Biblia y es más que coherente, pues ¿Qué es lo temporal frente a lo eterno? Jesús dijo:

Mar 8:34 Y llamando a la gente y a sus discípulos, les dijo: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.
Mar 8:35 Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará.
Mar 8:36 Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?
Mar 8:37 ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?

Hermanos, hoy al igual que en aquel entonces, Jesús sigue pidiéndonos lo mismo para ser sus discípulos, para ser salvos. Las condiciones no han cambiado.
Sin embargo comparando el cristianismo actual con el de los primeros siglos parecería que algo ha cambiado. La realidad es que mucho ha cambiado.

¿Por qué sucedió esto? ¿Qué pasó?
En los tiempos bíblicos, seguir a Jesús era “mucho más difícil” que ahora ¿Por qué? Básicamente por dos cosas:
  • Porque la respuesta al llamado del discipulado era mucho más radical que ahora.
  • Ej.:
    • Los discípulos lo dejaron todo.
    • La Iglesia primitiva lo dejo todo.
    • Pablo lo dejo todo.

  • También, porque las consecuencias de seguir a Cristo eran mucho más severas.
  • Ej.:
    • Pedro y Juan a la cárcel.
    • Esteban apedreado.
    • Iglesia perseguida y esparcida.
    • Pablo despreciado por su pueblo.
    • Juan enviado a Patmos.

Si tomamos un libro de “historia del Cristianismo” veremos que con los discípulos de los primeros siglos, sucede lo mismo que con los discípulos del N.T.
Un libro de Historia del Cristianismo nos narrará acerca de hombres que se entregaron completamente a Cristo. Veremos una Iglesia pobre, sufriente, entregada por completo. Una Iglesia defendiendo y refrendando con su vida el testimonio de Cristo. Una Iglesia que representa a su Maestro, “el Varón de Dolores”.
  • Ej.:
    • Ignacio de Antioquia.
    • Policarpo.
    • Muchos mártires.
A la Iglesia de los primeros siglos, el pasaje que leímos al principio -(Lc 6.20-26)- no los confrontaba, sino que los alentaba. Ellos estaban padeciendo por Cristo y los consolaba ver a Jesús llamándolos “Bienaventurados”. “Esto era bálsamo para sus vidas”.

La verdad es que a la Iglesia de los primeros siglos hablarle de “felicidad”, “abundancia”, “prosperidad”, “comodidad”, etc., los dejaría confundidos y les parecería ridículo.

En los primeros siglos la Iglesia estaba formada por gente que apegaba su testimonio al de Jesús y al de sus sufrientes líderes y mártires.

“La vida de la Iglesia sucedía entre una teología sencilla y una gran entrega. La vida transcurría entre sufrimientos a causa de Cristo y una esperanza viva de vida eterna”.

En esos primeros siglos, ser cristiano no traía consigo ningún tipo de privilegio de este mundo, ningún beneficio para este mundo. Ser cristiano no era “la posibilidad para vivir mejor y ser feliz”. Todo lo contrario, los cristianos eran menospreciados y perseguidos por su mensaje y por sus prácticas.

La verdad, es que para ellos, los textos bíblicos se hacían más reales que lo que hoy se nos hacen a nosotros. Por ejemplo pasajes como:

  • 2Ti_3:12 Y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución;

  • Flp 1:29 Porque a vosotros os es concedido a causa de Cristo, no sólo que creáis en él, sino también que padezcáis por él,


  • 2Ti_2:12 Si sufrimos, también reinaremos con él; Si le negáremos, él también nos negará.

  • Hch_14:22 confirmando los ánimos de los discípulos, exhortándoles a que permaneciesen en la fe, y diciéndoles: Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios.

  • Etc.

El hecho de seguir a Cristo, era el resultado de compungir el corazón al entender que Cristo nos vino a dar una posibilidad para volvernos al Padre y poder ser libres del pecado y tener así “Vida Eterna”.
Seguir a Cristo era un cambio de vida total, un profundo arrepentimiento, donde ahora lo único que importaba era la Gloria de Dios.
Lo que sostenía a los discípulos primitivos era su Esperanza de estar eternamente con su Señor.
“No había entre ellos tanto un corazón de erudito o un corazón de maestro, tanto como un corazón de alumno y siervo”.

Las complicaciones teológicas, la prosperidad y la riqueza” no eran temas cotidianos de estudio bíblico. Su deseo era ser como su Maestro
y a lo sumo como sus hermanos mayores.

El común de los cristianos, vivían como “verdaderos peregrinos” en este mundo, lejos de la sabiduría pagana, de las riquezas y rechazando los placeres y costumbres del mundo.

Es interesante que al revés que en el día de hoy, donde se busca la manera de prosperar dentro del Reino de Dios, la Iglesia de la era temprana, se preocupaba de “cómo un rico podía ser salvo”. Tenían muy en cuenta las enseñanzas de Jesús y de los apóstoles en cuanto “a los ricos y al amor a las riquezas”. Por ejemplo:

Mar_4:19 pero los afanes de este siglo, y el engaño de las riquezas, y las codicias de otras cosas, entran y ahogan la palabra, y se hace infructuosa.


Mar_10:23 Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: ¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!

Luc_16:13 Ningún siervo puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.

1Ti 6:10 porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores.

1Ti 6:17 A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos.
1Ti 6:18 Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos;
1Ti 6:19 atesorando para sí buen fundamento para lo por venir, que echen mano de la vida eterna.


* Vamos a mirar algunas referencias al libro de Justo González (JG) “Historia del Cristianismo” para que podamos observar como vivían los cristianos de los primeros siglos.
JG (pag.150)
En el Nuevo Testamento, y en la iglesia de los primeros siglos, aparece frecuentemente el tema de que el evangelio es primeramente para los pobres, y que los ricos tienen mayores dificultades en entenderlo o seguirlo. De hecho, la cuestión de cómo una persona rica podía ser salva preocupó a los cristianos de los primeros siglos.

La mayoría de los cristianos eran de clases bajas. La erudición, las altas filosofías, la riqueza, el bienestar y la prosperidad no eran temas centrales ni en la fe, ni en el estilo de vida de los primeros cristianos.


JG ( pag. 111)
... hemos citado las palabras del pagano Celso acusando a los cristianos de ser gentes ignorantes cuya propaganda tenía lugar, no en las escuelas ni en los foros, sino en las cocinas, os talleres y las talabarterías. Aunque la obra de cristianos tales como Justino, Clemente y Orígenes parece darles un mentís a las palabras de Celso, el hecho es que, en términos generales, Celso decía verdad. Los sabios entre los cristianos eran la excepción más bien que la regla. Y en su obra Contra Celso, Orígenes se cuida de no desmentir a su contrincante en este punto. Desde el punto de vista de paganos cultos tales como Tácito, Cornelio Frontón y Marco Aurelio, los cristianos eran una gentuza despreciable, sin educación ni cultura. En esto no se equivocaban los paganos, pues todo parece indicar que la mayoría de los cristianos de los primeros siglos pertenecía a las clases más bajas de la sociedad.
Según el testimonio de los Evangelios, Jesús pasó la mayor parte de su ministerio entre pescadores, prostitutas e inválidos. El apóstol Pablo, que parece haber pertenecido a una clase social algo más elevada, dice sin embargo que la mayoría de los cristianos en Corinto eran gentes ignorantes, carentes de poder, y de linaje oscuro. Lo mismo es cierto a través de los tres primeros siglos de la vida de la iglesia. Aunque sabemos de algunos cristianos de alta clase social, tales como Domitila y Flavio Clemente en Roma, y Perpetua en Cartago, por cada uno de estos personajes parece haber habido centenares de cristianos de baja posición social. En su mayoría, los cristianos eran esclavos, carpinteros, albañiles o herreros.



JG ( pag. 118)
En conclusión, la iglesia cristiana antigua estaba formada en su mayoría por gentes humildes para quienes el hecho de haber sido adoptadas como herederas del Rey de Reyes era motivo de gran regocijo. Esto puede verse en su culto, en su arte y en muchas otras manifestaciones. La vida cotidiana de tales cristianos se desenvolvía en la penumbra rutinaria en que viven los pobres de todas las sociedades. Pero aquellos cristianos vivían en la esperanza de una nueva luz que vendría suplantar la luz injusta e idólatra de la sociedad en que vivían.

Así vivían los primeros cristianos. “Sin esperanzas, ni expectativas en este mundo”. Aguardando la Venida de su Señor.
Entregados a la fe que habían abrazados. Gozosos de ser “escogidos de Dios”.

¿Qué Pasó? ¿Qué sucedió que en nuestros días hay una valoración tan distinta de la vida cristiana y de las expectativas en este mundo?

El cristianismo actual quiere ir al cielo
pero no sin dejar de disfrutar aquí en la tierra”.


¿Por qué este cambio de paradigma?
Justo González nos dice en su libro – pag 154-, Pero ahora, a partir de Constantino, la riqueza y el boato empiezan a ser tomados por señal del favor divino”.

Vemos aquí detalles muy importantes:
  • Se marca un momento de quiebre en la historia: “la llegada de Constantino a la vida de la Iglesia”.

  • Un cambio de paradigma: La vida sufrida y sencilla que Jesús predicó ya no es lo que habla de una vida que transita bajo el favor de Dios. Ahora “la riqueza y el boato son señales de favor divino”.

La Iglesia comenzaba a vivir una nueva realidad, una nueva dimensión. El paradigma de “que es”, “como es” y “como debe vivir un cristiano” estaba cambiando y este cambio perduraría hasta nuestros días.
Mucho tiene que ver, en toda esta “evolución”, la “Conversión” de Constantino. Su acercamiento al cristianismo terminó de cerrar la etapa de persecución que hubo sobre la Iglesia bajo los anteriores emperadores.
Además la Iglesia, gracias a el, comenzó a recibir el apoyo y el favor del Estado y dejo de ser una Iglesia pobre y perseguida.

La Iglesia hizo un fuerte viraje:
  • El liderazgo de la comunidad cristiana de pronto se encontró rodeada de favor, riquezas y poder.
  • Además se añadieron al pueblo de Dios muchos “ricos”, ya que ser cristiano “ahora era fácil y era favorable” (exención de impuesto, favor del estado, etc.).
Todo esto produjo cambios en lo visible, en lo cotidiano de la “vida cristiana”. Pero lo más importante y lo más grave es que también produjo cambios en lo profundo, en el corazón, en la esencia de lo que significaba ser un discípulo de Jesús.

La doctrina, la liturgia y el estilo de vida cristiano comenzaron a alejarse de las enseñanzas de Jesús y los apóstoles.
Preguntamos entonces: ¿Fue buena, la “simpatía” de Constantino con el cristianismo? ¿Fue favorable? ¿O fue el comienzo en el viraje de en la cosmovisión de lo que es ser un verdadero cristiano (lo cual nos ha afectado hasta el día de hoy)?

Miremos algunos párrafos del libro “Historia del Cristianismo” (JG).

J.G (pag. 124)
Por fin, tras una serie de pasos que corresponden a otro capítulo de esta historia, Constantino quedó como el único emperador, y la iglesia gozó de paz en todo el Imperio.
Hasta qué punto esto ha de considerarse como un triunfo, y hasta qué punto fue el comienzo de nuevas dificultades para la iglesia, será el tema principal de nuestra próxima sección. Por lo pronto, señalemos sencillamente el reto enorme a que tenían que enfrentarse ahora aquellos cristianos, que hasta unos pocos meses antes estaban preparándose para el martirio, y que ahora recibían del emperador muestras de una simpatía y un apoyo siempre crecientes. ¿Qué sucedería cuando aquellas gentes, que servían a un carpintero, y cuyos grandes héroes eran pescadores, esclavos y criminales que habían sido condenados por el estado, se vieran rodeados del boato y el prestigio del poder imperial? ¿Permanecerían firmes en su fe? ¿O resultaría quizá que quienes no se habían dejado amedrentar por las fieras y las torturas sucumbirían ante las tentaciones de la vida muelle y del prestigio social? Estas fueron las preguntas a que tuvieron que enfrentarse los cristianos de las generaciones que siguieron a Constantino.

La historia demuestra con creces, que la Iglesia sucumbió ante la tentación de un “Evangelio más fácil”. El quiebre y el desvío fundamental que sufrió la Iglesia en ese momento de la historia, nunca más se logró corregir.
Desde ese momento la Iglesia ya no fue la misma y los desvíos teológicos, litúrgicos y doctrinales se fueron profundizando prácticamente sin control.
Estos desvíos no se los debemos atribuir a Constantino sino a la Iglesia que abandonó la obediencia a las Escrituras.

JG (pag. 151/152)
Las nuevas condiciones de la iglesia tras la paz de Constantino no fueron igualmente recibidas por todos los cristianos.
Frente a quienes, como Eusebio de Cesarea, veían en tales circunstancias el cumplimiento de los designios de Dios, había otros que se dolían del triste estado a que parecía haber descendido la vida cristiana. La puerta estrecha de que Jesús había hablado se había vuelto tan ancha que las multitudes se apresuraban a pasar por ella —muchos en busca de posiciones y privilegios, sin tener una idea del significado del bautismo o de la fe cristiana—. Los obispos competían en pos de las posiciones de más prestigio. Los ricos y los poderosos parecían dominar la vida de la iglesia. La cizaña crecía junto al trigo y amenazaba ahogarlo.
Durante casi trescientos años, la iglesia había vivido bajo la amenaza constante de las persecuciones. Todo cristiano sabía que posiblemente algún día lo llevarían ante los tribunales, y tendría que afrontar la terrible alternativa entre la apostasía y la muerte. Durante los largos períodos de paz que existieron a veces en los siglos segundo y tercero, hubo quienes olvidaron esto, y cuando la persecución se reanudó no pudieron resistirla. Esto a su vez convenció a otros de que la seguridad y la vida muelle eran el principal peligro que los amenazaba, y que éste se hacía mucho más real durante los períodos de relativa calma. Ahora, cuando la paz de la iglesia parecía asegurada, muchas de estas personas
veían en esa paz una nueva artimaña del Maligno.
¿Cómo, entonces, se puede ser cristiano en medio de tales circunstancias? Cuando la iglesia se une a los poderes del mundo, cuando el lujo y la ostentación se adueñan de los altares cristianos, cuando la sociedad toda parece decir que el camino angosto se ha vuelto amplia avenida, ¿cómo resistir a las enormes tentaciones del momento ? ¿Cómo dar testimonio del Crucificado, del que no tenía siquiera donde posar la cabeza, cuando los jefes de la iglesia tienen lujosas mansiones, y cuando el testimonio sangriento del martirio no es ya posible? ¿Cómo vencer al Maligno, que a todas horas nos tienta con los nuevos honores que la sociedad nos ofrece?

Esas preguntas que enfrentaban los cristianos del siglo IV las enfrentamos nosotros hoy, en medio de una cristiandad totalmente diluida.
Hoy más que nunca, podemos decir que:
  • La puerta ya no es estrecha, sino ancha.
  • Muchos se acercan en búsqueda de beneficios sin comprender la verdadera esencia de la fe.
  • Que los líderes religiosos compiten por posiciones y privilegios dentro de la Iglesia.
  • Que la cizaña crece junto al trigo y amenaza con ahogarlo.

Debemos preguntarnos ¿Cómo escapar de “religiosidad”? ¿Cómo hacer para vivir como verdaderos cristianos en este tiempo?

Hubo diferentes posturas que tomaron los cristianos del siglo IV ante la situación que vivían.
Hoy nos toca a nosotros tomar postura frente al estado en que se encuentra el cristianismo.
¿Qué postura tomaremos ante un Evangelio diluido? ¿Lo aceptaremos? ¿Nos acomodaremos? ¿Romperemos lanzas con la Iglesia “oficial” y con la teología “oficial”? ¿Lucharemos desde adentro? ¿Qué haremos?


Veamos las distintas reacciones, entre los cristianos, frente a la conversión de Constantino.

JG (pag. 140/141)
El impacto de la conversión de Constantino sobre la vida de la iglesia fue tan grande que se hará sentir a través de todo el resto de nuestra narración, hasta nuestros días. Luego, lo que aquí nos interesa no es tanto mostrar las consecuencias últimas de ese acontecimiento, como sus consecuencias inmediatas, durante el siglo cuarto.
Naturalmente, la consecuencia más inmediata y notable de la conversión de Constantino fue el cese de las persecuciones.
Hasta ese momento, aun en tiempos de relativa paz, los cristianos habían vivido bajo el temor constante de una nueva persecución. Tras la conversión de Constantino, ese temor se disipó. Los pocos gobernantes paganos que hubo después de él no persiguieron a los cristianos, sino que trataron de restaurar el paganismo por otros medios.
Todo esto produjo en primer término el desarrollo de lo que podríamos llamar una “teología oficial”. Deslumbrados por el favor que Constantino derramaba sobre ellos, no faltaron cristianos que se dedicaron a mostrar cómo Constantino era el elegido de Dios, y cómo su obra era la culminación de la historia toda de la iglesia. Un caso típico de esta actitud fue Eusebio de Cesarea, el historiador que no debe confundirse con Eusebio de Nicomedia, y a quien dedicaremos nuestro próximo capítulo.
Otros siguieron un camino radicalmente opuesto. Para ellos el hecho de que el emperador se declarase cristiano, y que ahora resultara más fácil ser cristiano, no era una bendición, sino una gran apostasía Algunas personas que participaban de esta actitud, pero que no querían dejar la comunión de la iglesia, se retiraron al desierto, donde se dedicaron a la vida ascética. Puesto que el martirio no era ya posible, estas personas pensaban que el verdadero atleta de Jesucristo debía continuar ejercitándose, si no ya para el martirio, al menos para la vida monástica. Luego, el siglo cuarto vio un gran éxodo hacia los desiertos de Egipto y Siria. De este movimiento monástico nos ocuparemos en el tercer capítulo.
Algunos de quienes no veían con agrado el nuevo acercamiento entre la iglesia y el estado sencillamente rompieron la comunión con los demás cristianos. Estos son los cismáticos de que trataremos en el capítulo cuatro.
Entre quienes permanecieron en la iglesia, y no se retiraron al desierto ni al cisma, pronto se produjo un gran despertar intelectual. Como en toda época de actividad intelectual, no faltaron quienes propusieron teorías y doctrinas que el resto de la iglesia se vio obligado a rechazar. La principal de estas doctrinas fue el arrianismo, que dio lugar a enconadas controversias acerca de la doctrina de la Trinidad. En el capítulo quinto discutiremos esas controversias hasta el año 361, fecha en que Juliano fue proclamado emperador.
El reinado de Juliano fue el punto culminante de otra actitud frente a la conversión de Constantino: la reacción pagana.
Por lo tanto, el capítulo sexto tratará acerca de ese reinado y esa reacción.
Empero la mayor parte de los cristianos no reaccionó ante la nueva situación con una aceptación total, ni con un rechazo absoluto. Para la mayoría de los dirigentes de la iglesia, las nuevas circunstancias presentaban oportunidades inesperadas, pero también peligros enormes. Por tanto, al mismo tiempo que afirmaban su lealtad al emperador, como siempre lo había hecho la mayoría de los cristianos, insistían en que su lealtad última le correspondía sólo a Dios. Tal fue la actitud de los “gigantes” de la iglesia tales como Atanasio, los capadocios, Ambrosio, Jerónimo, Agustín y otros —a quienes dedicaremos la mayor parte de esta Sección Segunda de nuestra historia—. Puesto que tanto las oportunidades como los peligros eran grandes, estas personas se enfrentaron a una tarea difícil. Naturalmente, no podemos decir que sus actitudes y soluciones fueron siempre acertadas. Pero dada la magnitud de la tarea a que se enfrentaron, y dado también el impacto que su obra ha tenido en la vida de la iglesia a través de los siglos, existe sobrada razón para llamar al siglo IV —y principios del V— “la era de los gigantes”.

Observando la historia llegamos a la conclusión de que no todos se paparon de la misma manera frente a la nueva situación de la Iglesia. Básicamente hubo:

  • Quienes vieron en Constantino “un elegido de Dios” para bendecir a su Pueblo.
  • Quienes no estaban de acuerdo con la situación pero que no quisieron romper la comunión con la Iglesia y que se retiraron para vivir una vida ascética.
  • Quienes por diferentes motivos rompieron la relación con la Iglesia. Los cismáticos.
  • Quienes se quedaron dentro de la Iglesia y:
    • entre los cuales hubo un despertar intelectual.
    • que no reaccionaron con una aceptación total, ni con un rechazo absoluto.


Nos toca frente a la realidad actual buscar la guía de Dios y tomar postura ¿Cuál será?

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