lunes, 4 de febrero de 2013

Humildad: Hermosura de la santidad. A.Murray


HUMILDAD: LA GLÓRIA DE LA CRIATURA 

Y depositaron sus coronas delante del trono, proclamando: Tú eres digno, Señor y Dios nuestro, de recibir la gloria, la honra y el poder, porque todas las cosas Tú las creaste, sí, a causa de tu gana vinieron a existir y fueron creadas" (Apocalipsis 4.10, 11).
Cuando Dios creó el universo, Él lo hizo con el único objetivo de hacer la criatura participante de Su perfección y bienaventuranza y, así, mostrar en ella la gloria de su amor, sabiduría y poder. Dios deseaba revelarse a Sí dentro y por medio de los seres creados, comunicándoles tanto de Su propia bondad y gloria cuanto ellos fueran capaces de recibir. Pero esa comunicación no significaba dar a la criatura algo que ella pudiera poseer en sí misma, una vida o bondad de las cuáles tuviera la responsabilidad y la disposición. De forma alguna! Pero como Dios es eterno, omnipresente y omnipotente, y sostiene todas las cosas por la palabra de su poder, y en quién todas las cosas existen, la relación de la criatura con Dios solamente podría ser una relación de interrumpida, absoluta y universal dependencia.
Tan correcto como Dios, por su poder, creó una vez, así también, por el mismo poder, Dios nos sostiene cada momento. La criatura no tiene solamente su mirada hacia atrás, para el origen y para los inicios de la existencia, y reconocer que todas las cosas vienen de Dios; su principal cuidado, su virtud más elevada, su única felicidad, ahora y por toda la eternidad, es verse a sí misma como un florero vacío, en lo cual Dios pueda habitar y manifestar Su poder y bondad.
La vida que Dios entregó es concedida no de un golpe, pero cada momento, continuamente, por la operación incesante de Su grandioso poder. La humildad, el lugar de la dependencia de Dios, es, por la propia naturaleza de las cosas, la primera obligación y la virtud más elevada de la criatura, y la raíz de toda virtud.
El orgullo, o la pérdida de esa humildad, entonces, es la raíz de todo pecado y mal. Fue cuando los ángeles
ahora caídos comenzaron a mirar para sí mismos con  autocomplacencia que fueron llevados a la desobediencia, y fueron expulsados de la luz del cielo hacia las tinieblas. Y también fue cuando la serpiente exhaló el veneno de su orgullo, el antojo de ser como Dios. En el corazón de nuestros primeros padres, que ellos también se cayeron de su posición elevada para toda la desgracia en la cual el hombre está, ahora, hundido. En el cielo y en la tierra, orgullo auto-exaltación  es la puerta, el nacimiento y la maldición del infierno.
Por eso, nuestra redención tiene que ser restaurada de la humildad perdida, la relación original y la verdadera relación de la criatura con su Dios. Y, por lo tanto, Jesús vino a traer la humildad de vuelta a la tierra, hacernos participantes de esa humildad y, por ella, salvarnos. En los cielos, Él se humilló para hacerse hombre. Nosotros vemos la humildad En él a dominarse a Sí aún en los cielos; Él la trajo, de allá a la tierra, "Así se humilló, haciéndose obediente hasta a la muerte". Su humildad dio a su muerte el valor que ella hoy tiene y, entonces, se hizo nuestra redención. Y ahora la salvación que Él concede es, nada más, nada menos que una comunicación de Su propia vida y muerte, Su propia disposición y espíritu, Su propia humildad, como el suelo y la raíz de Su relación con Dios y Su obra redentora. Jesucristo tomó el lugar y cumplió el destino del hombre, como una criatura, por Su vida de perfecta humildad. Su humildad es nuestra salvación. Su salvación es nuestra humildad.
Así, la vida de los salvos, de los santos, tiene necesariamente de exhibir el sello de liberación del pecado y llena  de restauración de su estado original; toda su relación con Dios y con el hombre tiene que ser marcado por una humildad que permee todo. Sin eso, no se puede permanecer verdaderamente en la presencia de Dios o experimentar de su favor y el poder de su Espíritu; sin eso no hay fe, o amor, o regocijo o fuerza permanentes. La humildad es el único suelo en lo cual la gracia se enraíza; la falta de humildad es la suficiente explicación de todo defecto y fracaso.
La humildad no es sólo una gracia o virtud como otras; ella es la raíz de todas, pues solamente ella toma la actitud correcta delante de Dios, y permite que Él haga todo. Dios nos hizo seres de tal modo racionales, mientras más discernamos la naturaleza real o la necesidad absoluta de una orden, tanto más lista y llena será nuestra obediencia a ella.
El llamado a la humildad ha sido muy poco considerado en la Iglesia porque su verdadera naturaleza e
importancia ha sido muy poco comprendida. Humildad  no es algo que presentamos a Dios o que Él concede; es simplemente el sentido del completo  de ser nada que viene cuando vemos como Dios verdaderamente es todo, y en lo cual damos camino a Dios para ser todo. Cuando la criatura percibe que esta es la verdadera nobleza, y consiente ser, su mente y sus afectos  la forma, el recipiente en el cual la vida y la gloria de Dios están para trabajar y manifestar a sí mismas, ella ve que humildad es simplemente conocer la verdad de su posición como criatura y permitir Dios tener Su lugar.
En la vida de los cristianos serios, aquellos que recogen y profesan la santidad, la humildad tiene que ser la
marca principal de su vida. Es frecuentemente dicho que eso no es así. No podría ser una razón para eso el hecho de que, en la enseñanza y ejemplo de la Iglesia, la humildad nunca tuvo el lugar de suprema importancia que le pertenece? Y que eso, por su parte, es debido a la  negligencia de esta verdad: fuerte como es el pecado como un motivo para humildad, hay una influencia más amplia y más poderosa, la cual hace los ángeles, la cual hizo Jesús  la cual hace el más santo de los santos en los cielos tan humildes: que la primera y principal marca de la relación de la criatura, de su bienaventuranza, es la humildad y el nada-ser que permiten que Dios sea todo?
Tengo La certeza de que hay muchos cristianos que confesarán que su experiencia ha sido muy parecida con la mía en esto: que por mucho tiempo conocemos el Señor sin percibir que la mansedumbre y la humildad de corazón deben ser los aspectos distintivos del discípulo así como fueron del Maestro. Y, además de eso, que esa humildad no es algo que vendrá por sí misma, pero debe ser hecha el objeto de especial antojo, y oración, y fe y práctica. Al estudiar la Palabra, veremos cuáles instrucciones distinguidas y repetidas Jesús dio A Sus discípulos en ese punto, y como ellos eran lentos en comprenderlo. Vamos, inmediatamente en el inicio de nuestra meditación, admitir que no hay nada tan natural para el hombre, nada tan insidioso y oculto, nada tan difícil y peligroso como el orgullo.
Vamos a sentir que nada, a no ser una espera determinada y perseverante en Dios y Cristo revelará como
estamos carentes de la gracia de la humildad, y cuan débiles somos para obtener lo que recogemos. Vamos estudiar el carácter de Cristo hasta que nuestra alma sea llena de amor y admiración por Su humildad. Y vamos a creer que, cuando tenemos la percepción de nuestro orgullo y de nuestra impotencia para expulsarlo, el propio Jesucristo vendrá para dar esa gracia también como parte de Su maravillosa vida dentro de nosotros.

Tomado del Libro: Humildad: Hermosura de la santidad - Andrew Murray

http://www.tesoroscristianos.net/autores/Andrew%20Murray/Humildad,%20La%20Belleza%20de%20la%20Santidad.pdf

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