viernes, 25 de enero de 2013

Dios es trascendente A.W.Tozer


Dios es trascendente
A.W.Tozer

Señor, Señor nuestro, no hay nadie como tú en las alturas de los cielos ni en la tierra debajo de ellos.Tuyas son la grandeza y la dignidad y la majestad. Todo lo que hay en el cielo y en la tierra es tuyo; tuyos son el reino, y el poder, y la gloria por Siempre, oh DIOS, y tú eres exaltado como cabeza de todo. Amén.


Cuando hablamos de Dios como trascendente, queremos decir que
Él es exaltado muy por encima del universo creado; tan por
encima, que el pensamiento humano no es capaz de imaginárselo.
No obstante, para pensar con exactitud acerca de esto, necesitamos
tener presente que "muy por encima" no se refiere aquí a una distancia
física con respecto a la tierra, sino a la calidad del ser. No nos interesan
la situación en el espacio, ni la simple altitud, sino la vida.
Dios es espíritu, y para Él la magnitud y la distancia carecen de
sentido. Para nosotros son útiles como analogías, y por eso Dios se refiere
a ellas cuando se rebaja para hablarle a nuestro limitado entendimiento.
Las palabras de Diosque aparecen en el libro de Isaías,"Asídijo el Alto
y Sublime, el quehabitala eternidad", dan una clara impresión de altitud,
pero se debe a que habitamos en un mundode materia, espacioy tiempo,
y tenemos la tendencia a pensar en términos materiales, de manera que
sólo podemos captar las ideas abstractas cuando se las identifica de
alguna forma con cosas materiales. En su lucha por librarsede la tiranía
del mundo natural, el corazón humano debe aprender a traducira un nivel
superior el lenguaje que usa el Espíritu para instruirnos.
Es el espíritu el que le da significación a la materia, y sin el espíritu,
nada tiene valor alguno. Se aleja una niña pequeña de un grupo de
excursionistas y se pierde en mediode la montaña, y de inmediato, toda
la perspectiva mental de los miembros de la excursión cambia. La
extasiada admiración por la grandeza de la naturaleza deja paso a una
fuerte angustia por causade la niña perdida. Elgrupo se dispersa por toda
la montaña llamando ansiosamente a la niña, y buscando afanosamente
en todo rincónapartadodonde podría estar escondidala pequeña.

¿Qué ha producido este cambio tan súbito? Allí sigue la montaña
llena de árboles, erguida entre las nubes en su asombrosa belleza, pero
nadie seda cuenta de ella ahora.Toda la atención se centra en la búsqueda
de una pequeña niña de pelo rizado que todavía.no tiene ni dos años de
edad y pesa poco más de doce kilos. Aunque tan jovencita y tan pequena,
es más valiosa para sus padres y amigos que toda la inmensa mole de la
grandiosa y antigua montaña que habían estado admirando sólo unos
minutos antes. Y todo el mundo civilizado está de acuerdocon su juicio,
porque aquella niña pequeña es capaz de amar, reír, hablar y orar, y la
montaña no. Es la calidad del ser de la niña lo que le da su valor.

No obstante, no debemos comparar el ser de Dios con ningún otro,
así como no podemos comparar a la niña con la montaña. No debemos
pensar que Dios es el más alto dentro de un orden ascendiente de seres
que comienza con la célula ma simple y va pasando del pez al ave, al animal,
al hombre, al ángel, al querubín y por fin a Dios. Esto sería concederle
a Dios la eminencia, incluso la preeminencia; pero eso no basta. Le
debemos conceder la trascendencia, en el significado más pleno de esta
palabra. Dios permanece distinto para siempre, en una luz inalcanzable.
Él está tan por encima de un arcángel,como de una oruga, porque al fin
y al cabo, el abismo que separa al arcángelde la oruga no es más que un
abismo finito. La oruga y el arcángel, aunque tan distantes la una del otro
en la escala de los seres creados, son sin embargo uno, en el hecho de
que ambos son creados. Ambos están situados dentro de la categoría de
"aquello que no es Dios", y los separa de Dios la infinitud misma.
La reserva y la compulsión luchan para siempre dentro del corazón
que quisiera hablar sobre Dios.

¿Cómo se van a atrever los mortales tan impuros
a cantar tu gloria y tu gracia? Muy por debajo de
tus pies nos encontramos, y no vemos más que
sombrasde tu rostro.
Isaac Watts

Con todo, nos consolamos con el conocimiento de que es Dios
mismo quien pone en nuestro corazón el anhelo de buscarle y hace
posible en cierto grado que lo conozcamos, y se complace hasta en el
más débil esfuerzo por parte nuestra por darle a conocer.

Si algunode los vigilantes, o de los santos que han pasado siglos de
felicidad junto al mar de fuego viniera a la tierra, cuán insignificante le
sería la incesante charla de las agitadas tribus de los hombres. Cuán
extrañas y vacías sonarían para él las insulsas e inútiles palabrasque se
acostumbra escuchar en los púlpitos y si alguien así hablase en la tierra,
¿acaso no hablaría sobre Dios?¿No encantaría y fascinaría a sus oyentes
con arrebatadas descripciones del Ser divino? Y después de escucharle,
¿podríamos consentir de nuevo en escuchar algo inferior a la teología, la
doctrina sobre Dios? A partir de aquel momento, ¿no les exigirían a los
que presumen deenseñamosque noshablasendesdeel montede la visión
divina, o de lo contrario, permaneciesen totalmente callados?

Cuando el salmista vio la transgresión del malvado, su corazón le
dijo cómo podía ser esto posible. "No hay temor de Dios delante de sus
ojos", explicaría, y al decirlo, nos revelaría la psicología del pecado.
Cuando los hombres dejan de temer a Dios, quebrantan sus leyes sin
vacilación alguna. El temor a las consecuencias no es impedimento
cuando se ha perdido el temor de Dios.

En la antigüedad se decía de los hombres de fe que "caminaban en
el temor de Dios" y que "servían al Señor con temor". Por íntima que
fuera su comunióncon Dios, por osadas que fueran sus oraciones,en la
base de su vida religiosa se hallaba el concepto de Dios como digno de
temor reverente. Esta idea del Dios trascendente se encuentraen toda la
Biblia y le da color a la personalidad de los santos. Ese temor de Dios
era más que una aprensión natural al peligro; era un temor no racional,
una aguda sensación de insuficiencia en la presenciade Dios.
Cada vez que Dios se les aparecía a los hombres en los tiempos de
la Biblia, las consecuencias eran las mismas: una sobrecogedora sensación
de terror y consternación, un angustioso sentir de pecado y de culpa.

Cuando Dios hablaba, Abram se extendía con el rostro en tierra para
escucharlo. Cuando Moisés vio al Señíor en la zarza ardiente, escondió
el rostro con temor de mirar a Dios. La visión de Dios que tuvo Isaías le
arrancó un grito:"¡Ay de míl que soy muerto",y una confesión: "porque
siendo hombre inmundode labios... han visto mis ojos al Rey".
Es probable que el encuentro de Daniel con Dios fuera el más
maravilloso de todos. El profeta levantó los ojos y vio a Uno cuyo
"cuerpo era como de berilo, y su rostro parecía un relámpago, y sus ojos
como antorchas de fuego, y sus brazos y sus pies como de color de bronce
bruñido, y el sonido de sus palabras como el estruendode una multitud"
Después escribiría: "Y sólo yo, Daniel, vi aquella visión,y no la vieron
los hombres que estaban conmigo, sino que se apodero de ellos un gran
temor, y huyeron y se escondieron. Quedé, pues, yo solo, y vi esta gran
visión, y no quedó fuerza en mí, antes mi fuerza se cambió en desfallecimiento,
y no tuve vigor alguno.Pero oí el sonido de sus palabras; y al
oír el sonido de sus palabras, caí sobre mi rostroen un profundo sueño."

Esas experiencias señalan que una visión de la trascendencia divina
termina pronto todas las controversias entre el hombre y su Dios. La
discusión se va del hombre que queda listo, junto con el vencido Saulo,
para preguntar mansamente: "Señor, ¿qué quieres que yo haga?" Al
contrario de esto, la seguridad en ellos mismosque sienten los cristianos
modernos, la ligereza que está presenteen tantas de nuestras reuniones
religiosas, la asombrosa falta de respeto que se muestra por la Persona
de Dios, son evidencias suficientes de la profunda ceguera del corazón.
Muchos se dicen cristianos, hablan mucho acerca de Dios, y hasta oran
algunas veces, pero es evidente que no saben quién es Él. "El temor del
Señor es una fuente de vida", y apenas se encuentra entre los cristianos.
En cierta ocasión, mientras conversaba con su amigoEckermann, el
poeta Goethe se volvió hacia el tema de los pensamientos religiosos y
habló del abuso del nombre divino. "La gente lo trata" Le dijo, "como si
ese Ser incomprensible y altísimo, que está incluso más allá del alcance
del pensamiento, solo fuera su igual. Si así no fuera, no dirían 'el Señor
Dios, el querido Dios,el buen Dios. Esta expresión se vuelve para ellos,
especialmente para los clérigos, que lo tienen a diario en la boca, una
simple frase, un nombre estéril al que no va unido pensamiento alguno.
Si se sintiesen impresionados por su grandeza, quedarían mudos, y de
tanta veneración, no estarían dispuestos ni a nombrarlo.":

Señor de todo ser, lejano en tu trono; tu gloria
arde desde el sol y la estrella;centroy alma de cada
esfera, y sin embargo, cuán cercano para cada
corazón amante. Señor de toda vida, cuya luz es
verdad, cuyo calor es amor; ante tu trono siempre
resplandeciente, no pedimos resplandor ninguno
para nosotros.  Oliva Wendell Holmes

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