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San Nilo, eremita del siglo V, amigo y discípulo de San Juan Crisóstomo, superior de un monasterio de Ancira, en Galacia, murió en el año 430. Su profecía fue incluida en la importante obra de Hagiografía, “Biblioteca Sanctórum”, Vol. IX, p. 1008. Escrita hace más de 1560 años, presenta un verdadero retrato de nuestra era, en el cual se destaca: la degradación de la moda, la indisciplina familiar, la secularización y falta de la vida consagrada, la vida materialista de lujuria y placer, la homosexualidad, el hambre y la sed de sensaciones y la euforia de la tecnología, el engaño del confort, pero dejando tras sí un triste rastro de desilusión.
Todo esto es retratado en esta impresionante profecía:
“Después del año 1900, a mediados del siglo veinte, las personas se tornarán irreconocibles… Cuando se aproxime el tiempo de la venida del Anticristo, la inteligencia de los hombres será oscurecida por las pasiones carnales: la degradación y la ausencia de normas se acentuarán. Y el mundo quedará irreconocible. Las personas cambiarán su apariencia, haciendo imposible distinguir los hombres de las mujeres, a causa del descaro en su modo de vestir y la moda de los cabellos. Estas personas serán inhumanas, como auténticos animales salvajes, debido a las tentaciones del Anticristo.
“No respetarán más a los padres y a las personas ancianas. El amor desaparecerá. Y los pastores cristianos, obispos y padres, serán hombres frívolos, completamente incapaces de distinguir entre la derecha y la izquierda. En ese tiempo, las leyes morales y las tradiciones de los cristianos y de la Iglesia cambiarán. Las personas ya no practicarán la modestia y reinará la disipación. La mentira y la codicia alcanzarán grandes proporciones. ¡Infelices de aquellos que amontonen riquezas! La lujuria, el adulterio, la homosexualidad, los hechos ocultos y el asesinato serán reglas de la sociedad. En ese tiempo, debido al poder de tan grandes crímenes y de tal libertinaje, las personas serán privadas de la gracia del Espíritu Santo recibida en el bautismo, y ni siquiera sentirán remordimiento. Las iglesias serán privadas de pastores piadosos y temerosos de Dios. ¡Infelices los cristianos que estén en la Tierra en esos días! Perderán la fe, porque no habrá más quien les muestre la luz de la verdad. Buscarán apartarse del mundo, refugiándose en lugares santos, en la intención de aliviar sus sufrimientos espirituales, mas sólo encontrando obstáculos y contrariedad por todas partes.
“Todo esto se deberá al hecho de que el Anticristo querrá ser señor de todas las cosas y el maestro del universo. Realizará señales y milagros inexplicables. Dará también al hombre una sabiduría capaz de descubrir un modo por el cual una persona pueda tener una conversación con otra, de un extremo al otro de la Tierra (Nótese que el teléfono, la radio y la televisión surgieron 1500 años después de este texto). En ese tiempo los hombres volarán por los aires como aves y descenderán al fondo del océano como peces… (En el siglo V ni se imaginaban el avión o el submarino)
“Y cuando se encuentren en tales circunstancias, esos infelices verán sus vidas rodeadas de confort, ignorando que todo es solo un embuste de Satanás. Este llenará la ciencia de vanidad, a tal punto que los apartará del camino recto, llevando a las personas a perder la fe en la existencia de Dios… Y Dios, infinitamente bueno, viendo la decadencia de la raza humana, acortará los días por amor al pequeño número de los que deberán ser salvos, porque el enemigo desearía arrastrar aun a los elegidos a la tentación, si eso fuese posible. Entonces la espada del castigo aparecerá de repente y derribará al corruptor y a sus servidores”.
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